En su artículo Los indios no son hombres (27 de diciembre de 2009, El País), Rosa Montero descubre en algunos textos de Stefan Zweig en su obra Momentos estelares de la humanidad, prejuicios relativos a poblaciones americanas. Por ejemplo: «esas estepas con sus enormes manadas de bisontes y en las que durante días, durante semanas, […]
En su artículo Los indios no son hombres (27 de diciembre de 2009, El País), Rosa Montero descubre en algunos textos de Stefan Zweig en su obra Momentos estelares de la humanidad, prejuicios relativos a poblaciones americanas. Por ejemplo: «esas estepas con sus enormes manadas de bisontes y en las que durante días, durante semanas, no aparece un solo hombre, únicamente los pieles rojas las recorren a galope tendido». «Enciso, en medio de esa selva nunca pisada por el hombre, prohíbe a los soldados adquirir oro de los indígenas». Montero se pregunta, adecuadamente, si los pieles rojas y los otros indígenas no son hombres.
Montero continúa con todo un análisis de los prejuicios y lo difícil que puede resultar superarlos. Pero a renglón seguido asombrosamente cae en el mismo prejuicio que Zweig, con el agravante de estar criticando algo en lo que ella misma cae. Dice montero: Como ambos textos abundan en el mismo error, es probable que el humanista Zweig tuviera ese punto de oscuridad en la cabeza; que, siendo sin duda un ferviente partidario de los logros civilizados y democráticos, tendiera a ignorar y menospreciar a los salvajes… Para quien no lo notó, Montero persiste en el evidente prejuicio de identificar a los pieles rojas o a los indígenas mesoamericanos como salvajes.
Veamos que dice el DRAE sobre salvaje en sus acepciones aplicables al humano: Sumamente necio, terco, zafio o rudo; Se decía de los pueblos primitivos y de los individuos pertenecientes a ellos. Es decir, para Montero los pieles rojas y los indígenas mesoamericanos sí son humanos, pero son necios, tercos o zafios. Y si vamos por el lado de lo primitivo, vemos que el DRAE lo define como: Pueblos aborígenes o de civilización poco desarrollada, así como de los individuos que los componen… Por ambos lados la crítica de Montero llega al mismo puerto: los personajes definidos por Zweig como no hombres, para la persona que crítica eso son salvajes y primitivos.
Es irónico que en una crítica a los prejuicios aparezcan tan evidentes los prejuicios disfrazados de apertura. Más allá del artículo en referencia publicado en El País y reproducido en El Comercio, se trata de una constante. A diario la vanguardia de nuestra modernidad se disfraza de coherencia, y desde distintos ángulos presenta sus enfoques y acciones como portadoras de una apertura y tolerancia que llevará a un mundo de libertades. Acaso el hecho más evidente de este mamotreto intelectual, sea el que presenta el neoliberalismo con toda su potente vocería, medios y académicos, en el sentido de pretender hacernos creer que esta corriente es la abanderada y protectora de las libertades básicas. Nada más interesado que ello, pues la defensa de la libertad presentada por el neoliberalismo, impregnada sólo de libertad para que el capital haga y deshaga, es la conducta y acción que más impide la libertad de los seres humanos en el mundo hoy.
Pero no se limita a ello el asunto. Las disputas por el control del territorio y su relación con el uso de los recursos naturales caen en los mismos prejuicios. Los abanderados de la modernidad se presentan como respetuosos de las decisiones de las comunidades, y en todo caso sostienen que el problema es la falta de consulta o la inadecuada comunicación, en la selva peruana o en la China. Cuando lo que subyace a ello es el prejuicio total, la preconcepción de que el mundo se encamina hacia un estado en el que hay que extraer los recursos del subsuelo porque eso es así, y los que se oponen son primitivos inconscientes a los que hay que titular sus terrenos para que los hipotequen.
Los conflictos internacionales son otro de los campos en los que la intelectualidad lúcida para otros casos se hunde en el prejuicio profundo. Sólo así se puede entender que Vargas Llosa haya avalado la ocupación de Irak y que la presente como necesaria. Y en relación a ello, sin dejar de señalar el fundamentalismo islámico como fuente que retroalimenta el fundamentalismo occidental, se nos presenta las intervenciones de occidente en medio mundo como agentes civilizatorios. No importa que tropas de distintos países estén incrustadas en países árabes del Medio Oriente desde hace siglos, el fundamentalista y terrorista siempre será el yihadista.
Volviendo al texto que motiva estas líneas, a la luz de los quinientos años que han pasado desde la llegada de Europa a este continente, y con toda la evidencia de los atropellos, genocidios, fundamentalismo católico inquisitorial, extracción y esclavitud, es increíble que una escritora tan reconocida como Rosa Montero llame salvajes a los que recibieron a los europeos por estas tierras; además, no existe ninguna constatación plena que pueda colocar una civilización por sobre otra. Parafraseando lo que ella misma escribe en su artículo de Zweig, podemos decir: Su texto abunda en el mismo error, es probable que la humanista Montero tenga ese punto de oscuridad en la cabeza; que, siendo sin duda una ferviente partidaria de los logros civilizados y democráticos, tienda a menospreciar a los humanos americanos del siglo XV.
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