En su discurso inaugural de la cumbre Río+20 este miércoles 20, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, defendió el principio de responsabilidades compartidas para un desarrollo sustentable, pero diferenciadas por las culpas del deterioro ambiental que pesan sobre el mundo industrializado. Para afrontar el cambio climático hay que promover acciones conjuntas en pos del progreso […]
En su discurso inaugural de la cumbre Río+20 este miércoles 20, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, defendió el principio de responsabilidades compartidas para un desarrollo sustentable, pero diferenciadas por las culpas del deterioro ambiental que pesan sobre el mundo industrializado.
Para afrontar el cambio climático hay que promover acciones conjuntas en pos del progreso económico en consonancia con la protección del ambiente, sostuvo Rousseff, al instalarse como presidenta de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, que se extenderá hasta este viernes 22 en Río de Janeiro.
Su alocución se centró en críticas por el retiro del borrador del documento final de la propuesta de implementar un fondo global para el desarrollo sostenible de 30.000 millones de dólares anuales, que habían defendido en las febriles negociaciones previas los delegados de los 130 países del Sur del Grupo de los 77 (G-77), más China.
«El traslado de las industrias contaminantes del norte hacia el sur del planeta provoca un fuerte pasivo socioambiental a los países en desarrollo», enfatizó ante sus pares y representantes de los 193 países miembros de la organización de las Naciones Unidas (ONU).
En la versión final del documento titulado «El futuro que queremos», que analiza la cumbre oficial más conocida como Río+20 y que fue aprobado por consenso en la tarde de la víspera, no se contempla el fondo propuesto por el G-77 y tampoco define metas concretas de desarrollo sostenibles para sustituir las contenidas en las Metas del Milenio con plazo en 2015.
Crisis global afecta cooperación
Rousseff admitió que la crisis global, nacida en 2008 en Estados Unidos y que hoy tiene su epicentro en Europa, se interpuso en los compromisos que debían adoptar los países ricos, con una sustancial asistencia solidaria hacia el mundo pobre.
«En estos momentos el mundo afronta los efectos más graves de la crisis económico-financiera. Las mayores economías están estancadas o entraron en recesión, lo cual llevó a disponer severos recortes fiscales, que dejan en situación muy frágil a los acuerdos de cooperación internacional», indicó.
Ante ello, «esta conferencia pone a prueba la grandeza de los gobiernos a la hora de mostrar voluntad de acordar metas conjuntas», arengó.
«Necesitamos de una visión clara del futuro que queremos para consolidar las metas de desarrollo sostenibles, que son la mejor respuesta al cambió climático. Ello demanda el mayor esfuerzo posible y el compromiso de los países industrializados», añadió.
La mandataria brasileña aseguró que el costo de la falta de acción será mayor que cualquier acuerdo de cooperación que podamos resolver en esta cumbre.
La misión de los líderes mundiales en Río+20 es poner en funcionamiento un «movimiento de renovación de las ideas y los procesos para hacer frente a los difíciles días que vive la mayoría de la población mundial», puntualizó.
La erradicación de la pobreza se ha convertido en «el mayor desafío» que afronta el planeta y, con esa premisa, es que se pudo avanzar, pese a todo, en un documento de consenso, que implicó un «gran esfuerzo» de conciliación de parte de Brasil, agregó.
Construir un nuevo multilateralismo
A su turno, el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Antonio Patriota, dijo que el consenso alcanzado por los negociadores fue una «victoria del nuevo multilateralismo».
Patriota señaló que el documento muestra una «visión del desarrollo sostenible», con un enfoque en tres dimensiones: ambiental, social y económica.
Reconoció que no fue fácil de evitar las tensiones y los desacuerdos entre los negociadores y por eso entiende que haber llegado a un consenso ya representa un resultado satisfactorio de la conferencia Río+20.
«El papel de Brasil como anfitrión fue buscar el consenso» y, en ese marco, lograr imponer el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, defendido por Rousseff, fue el resultado de una «larga batalla», afirmó.
Así, el fortalecimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), uno de los puntos de discordia entre los países, se menciona en la versión final, pero sin definir qué tipo de actualización va a tener.
«En el debate sobre la gobernanza del desarrollo sostenible, el fortalecimiento del PNUMA ha sido siempre un tema polémico. Pero, a partir de aquí, estarán las recomendaciones para la votación de la Asamblea General de la ONU», justificó la ministra de Medio Ambiente de Brasil, Izabella Teixeira.
Entre esas recomendaciones se cuenta que la composición del Consejo Ejecutivo del PNUMA sea universal y no sólo con 52 miembros como en la actualidad. El presupuesto también debe aumentar.
Una de las negociaciones más difíciles fue obtener una definición de la llamada «economía verde», reconocieron también los negociadores brasileños. Pero «el texto sale con una hoja de ruta para diseñar los objetivos de desarrollo sostenible, llegar a la economía verde», dijo Teixeira.
Mientras, las organizaciones de la sociedad civil cuestionan severamente el borrador del documento final que discute ya la cumbre Río+20.
«Es muy decepcionante. Hemos tenido los mejores diplomáticos del mundo discutiendo un documento que no se compromete a casi nada. Se trataba de una negociación absolutamente burocrática», apuntó el director ejecutivo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Lasse Gustavsson, en entrevista exclusiva con TerraViva.
Río +20 pasará a la historia como la conferencia que favoreció el aumento de la pobreza, la degradación ambiental y el aumento de los conflictos», subrayó.