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¿Rumbo a un estado policíaco?

Fuentes: Esquerda

Las revelaciones de The Intercept, que demuestran las actividades ilegales de Sergio Moro, no se ven afectadas con el arresto de los hackers que supuestamente entregaron el material al sitio. Pero Moro quiere ser al mismo tiempo ministro de Justicia, jefe de la operación, acusador, investigador y… víctima. Cuando el sitio informativo The Intercept Brasil […]

Las revelaciones de The Intercept, que demuestran las actividades ilegales de Sergio Moro, no se ven afectadas con el arresto de los hackers que supuestamente entregaron el material al sitio. Pero Moro quiere ser al mismo tiempo ministro de Justicia, jefe de la operación, acusador, investigador y… víctima.

Cuando el sitio informativo The Intercept Brasil comenzó a publicar reportajes con revelaciones explosivas sobre la actuación de los principales protagonistas de la operación Lava Jato, el ex juez Sergio Moro se ubicó en una posición difícilmente justificable. Por una parte, en ningún momento refutó cabalmente los diálogos en los que él participaba, alegando simplemente que no podía comprobar su autenticidad por no tener acceso a los archivos originales, no pudo determinar si había habido o no manipulación o edición en los chats de la aplicación Telegram. Pero, por otra parte, afirmaba que si eran verídicas, nada de lo que se le atribuía era ilegal o censurable.

De esta manera, intentaba cubrir su retaguardia por todos los medios posibles: por un lado, no reconocía la autenticidad de los diálogos, pero no afirmaba que fueran inexactos; ya que más tarde podría verse confrontado a su autenticidad irrefutable. Por otra parte, adelantaba su defensa en caso de que los diálogos fueran catalogados como verdaderos.

Moro en la cuerda floja

La situación del ex juez y actual ministro de Justicia se ha vuelto realmente complicada porque se trata nada menos que de la prueba de que, en la operación de la Lava Jato, el entonces juez Moro nunca mantuvo la independencia debida, según la Constitución brasileña, en relación con la acusación y la defensa, habiendo actuado como jefe de la acusación, al que se subordinaban los fiscales que investigaban las sospechas de corrupción, de los cuales el más importante era Deltan Dallagnol.

El caso adquiere aún más importancia cuando se sabe que Moro tuvo una participación decisiva en todo el proceso que llevó a la detención, condena y el impeachement para presentarse a las elecciones al ex presidente Lula. Todas las encuestas mostraban que Lula habría ganado ante Jair Bolsonaro, tanto en la primera como en la segunda vuelta de las elecciones. Pero Moro guio a los fiscales para que consiguieran la detención de Lula, sacándolo de la campaña electoral. Y después, lo condenó en un tiempo récord. Ahora sabemos que participó también en las maniobras y en las presiones que impidieron que ex presidente se presentara de nuevo cuando, desde la cárcel, dio una entrevista al diario Folha de São Paulo. Para culminar su maniobra, una vez garantizada la derrota del PT y la victoria de Bolsonaro, aceptó sin tapujos la invitación a ser su ministro de Justicia.

Sergio Moro tiene mucho más en común con Bolsonaro que lo que se puede pensar a primera vista. Tanto como el presidente, se considera un predestinado, un héroe ungido por el pueblo para cumplir la misión de acabar con la corrupción en Brasil. Y al igual que Bolsonaro, no le importan mucho los «detalles»,  como los derechos de los acusados, el debido proceso legal, la separación de los poderes, la independencia de los magistrados – asuntos estos que, como diría Bolsonaro, sólo complican la vida de cualquiera que quiere «humanos derechos» y no los «derechos humanos».

Pero incluso los predestinados tienen sus flaquezas, y Sergio Moro acusó el golpe de las revelaciones de The Intercept. Repentinamente, se tomó cinco días de vacaciones en un momento en el ue muchos de sus seguidores y votantes se mostraron sorprendidos por la parcialidad de la actuación del entonces juez, demostrada en los reportajes. Tuvo cinco días de licencia sin sueldo (todavía no tenía derecho a vacaciones), entre el 15 y el 19 de junio, «para tratar asuntos personales».

El contraataque de Moro

Volvió de sus vacaciones decidido a lanzar el contraataque. Como muchos lo hicieron antes, trató de desviar la discusión sobre el contenido de los diciendo que fueron obtenidos de manera criminal. Así, consideró a la prensa que divulgó los intercambios de mensajes como «cómplice del crimen». Y cuando la Policía Federal arrestó a cuatro sospechosos de haber sido los hackers que consiguieron todo el material y que lo habrían enviado anónimamente a The Intercept, el ministro pensó que había llegado la hora del golpe de gracia sobre el adversario. ¡Publicó una ordenanza -¡número 666! – que autorizaba la deportación sumaria de extranjeros considerados «peligrosos para la seguridad del Brasil», en una clara amenaza a Glenn Greenwald, editor de Intercept, ciudadano norteamericano que vive en Brasil desde hace 14 años. Al mismo tiempo, un diputado federal del PSL (Partido Social Liberal) presentó a la Fiscalía General de la República una solicitud de detención temporal de Greenwald. Y el domingo (28 de julio) el propio presidente de la República lanzó una amenaza directa, insinuando que el periodista puede ser arrestado.

Además, Moro llamó por teléfono a varios jueces de la Corte Suprema advirtiéndoles que la policía había incautado material en los que figuraban, pero que se quedaran tranquilos porque las conversaciones iban a ser destruidas. Sólo con eso, cometió una larga serie de irregularidades. La primera: demostró que estaba al tanto de las investigaciones de la Policía Federal que, por proceder bajo secreto, él no podría conocer. Segunda: en lugar de comunicarse institucionalmente con los ministros del Supremo, optó por el contacto personal. Tercero: anunció que los mensajes serían destruidos, cuando sólo el Poder Judicial puede tomar esa decisión.

Una encarcelación que merece aún muchas explicaciones

El arresto de los cuatro hackers es un episodio que sigue siendo muy confuso. La Policía Federal no ha admitido aún que el material obtenido por estos sospechosos fuera el mismo que estaba en posesión de The Intercept, a pesar de que Moro se anticipó y dijo que sí. Sólo uno de los presos, Walter Delgatti Neto, admitió haber obtenido ese material y haberlo entregado anónimamente a Glenn Greenwald. Pero el método que afirma haber utilizado es totalmente incompatible con los teléfonos móviles la policía dice haber interceptado: alrededor de mil.

Un especialista de El País es tajante al respecto: » ¿Ubicaron y llamaron a más de 1.000 bandejas de entrada, una por una, en pocos meses? Es mucho trabajo. No se puede hackear 1.000 teléfonos, incluso si estamos hablando de cuatro hackers de alto nivel. Es una cantidad enorme.» También consideró obsoleto el método de invasión supuestamente utilizado, afirmando que no sería utilizado por un hacker con capacidad de llegar a los principales nombres del de la escena política nacional.

«Poco a poco, se fue construyendo una narración perfecta para aquellos que desean desacreditar el Vaza Jato: una banda de estafadores del interior de São Paulo hackearon a las autoridades, manejaron una gran cantidad de dinero sin justificación alguna y traspasaron el crimen a Intercept. ¡Así de fácil! Un plato servido para quienes, como el ministro Sergio Moro, tratan de pegarnos la etiqueta de ‘sitio web aliado a hackers criminales’ que acusa al ministro Sergio Moro de «haber actuado como ministro de Justicia, jefe de operaciones, acusador, investigador  a quien es, colmo de colmos, simple víctima». Para el sitio web informativo, Sergio Moro está montando un Estado policial en Brasil.

En el editorial de The Interecept, queda claro que el arresto de los cuatro hackers no tendrá ningún efecto sobre el periodismo producido  a partir del material recibido: «El interés público de la divulgación de este material era obvio desde el principio: estos documentos revelan conductas serias y sistemáticas – y lo que nos parece claro, revelan flagrantes ilegalidades – por parte del entonces juez, ahora ministro de Justicia, Sergio Moro, así como por parte del coordinador de la operación de la lava Jato, Deltan Dallagnol, así como otros fiscales de la unidad especial.»

Los últimos reportajes se centraron en las actividades lucrativas del fiscal Deltan Dallagnol. Conferencias que, según el propio lo que afirma el propio interesado, le permitieron recibir  400 mil reales en el año 2018. Dallagnol dio una charla en una empresa involucrada en el Lava Jato y participó en una reunión secreta con presidentes y altos ejecutivos de la banca para discutir sobre el Lava Jato y las elecciones.

Traducción: Ruben Navarro, para Correspondencia de Prensa.