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Rusia reorienta su energía hacia China

Fuentes: La Vanguardia

Moscú traza sus propios planes ante la reacción de la UE de diversificar sus proveedores y buscar nuevas fuentes

Quieran o no quieran, los países europeos no tienen más remedio que contar con Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, aliadas de Moscú, para un futuro energético estable. En una región fuertemente industrializada y dependiente del combustible, sólo Noruega puede autoabastecerse de gas y petróleo. Los restantes miembros de la UE dependen de las importaciones de zonas del mundo inestables o conflictivas, como son Nigeria, Venezuela, Libia y, de forma especial, el golfo Pérsico y Oriente Medio. La fuente restante se halla en el antiguo imperio ruso.

Rusia, el país más grande del mundo, ha encontrado en sus enormes reservas naturales las armas necesarias para recuperar el prestigio internacional y el poder que perdió tras la desintegración de la URSS, esta vez en forma de imperio de la energía. Por eso, todo lo que se refiere a gas, petróleo, carbón y electricidad es un asunto de seguridad nacional protegido por la etiqueta de alto secreto. Es como una partida de póquer en la que lo importante es saber la jugada del contrario. Las cartas de la UE, según los expertos en el monopolio del gas ruso Gazprom, son claras: en el 2020 la Unión dependerá en un 70% de las importaciones de gas, cuando actualmente sólo compra un 43%.

Con estos datos como base, se entiende la reacción de algunos países europeos cuando, a finales del 2005, estalló la guerra del gas entre Rusia y Ucrania, y Gazprom dejó de suministrar al Viejo Continente. También se entiende que los líderes de la UE suavizaran su postura la semana pasada en su reunión anual con Vladimir Putin, celebrada en Sochi. Y es que, pese a las preocupaciones democráticas y humanitarias, Rusia va a ser muy necesaria para los 25.

En Europa han saltado las alarmas y se ha abierto el debate sobre la excesiva dependencia del gas ruso, y la UE ya planea estudiar formas de energía alternativas, la resurrección de la energía nuclear o buscar otros proveedores.

Algunos países se han visto perjudicados por el último gran proyecto ruso: el gasoducto del Báltico que une Rusia y Alemania y evita el paso por Bielorrusia, Ucrania y Polonia. Este último propuso la creación de una OTAN de la energía, evidentemente dirigida contra el mismo enemigo de la guerra fría. Los analistas rusos, sin embargo, quitan hierro a la idea y no creen que los países europeos se unan en este tema. La diversificación de proveedores se ve en Rusia como una amenaza real que en el futuro puede suponer menos ingresos. Así que Moscú ha replicado con una maniobra similar, diversificando clientes y buscando mercados.

Rusia ha ido por delante de Europa. Hace ya tiempo trazó planes de nuevos oleoductos hacia Oriente que parecían dirigidos a vender energía a Japón y dejar que el gigante chino se abasteciese del petróleo siberiano con tanques enviados por tren. Pero eso cambió el pasado año cuando las apuestas chinas superaron a las niponas y acabaron por convencer a Rusia para cambiar de planes. Y así, el presidente Putin ha materializado la idea ya lanzada por el oligarca del petróleo Mijail Jodorkovsky, encarcelado ahora por delitos fiscales: Rusia ha reorientado las ventas de recursos energéticos hacia China.

En segundo lugar, el monopolio estatal ruso Gazprom ha iniciado planes que completan los del petróleo. Pretende doblar la cantidad de gas que se envía al vecino del sur. Para ello se necesita una tubería desde Siberia Occidental. El gasoducto, que costará casi 8.000 millones, estará listo en el 2011. Con ello, Rusia venderá a China entre 60.000 y 80.000 millones de metros cúbicos de gas al año en lugar de los 35.000 millones actuales.

El tercer factor es la producción de energía. El consorcio de la energía RAO, que dirige el ex ministro Anatoli Chubais, traza planes para enviar a China 60.000 kW/h al año. En la actualidad, las plantas eléctricas de Siberia y el lejano oriente ruso producen 32.000 kW/ h al año, pero hay proyectos de nuevos centros de producción para seguir alimentando el rico mercado chino.

La partida no termina aquí y tiene riesgos. La gran corporación china del petróleo (CNPC) también exige beneficios, que por ahora se concretan en exigencias para participar en un 15%-20% en el consorcio que construye los oleoductos de Siberia. Además, si a alguien le interesa diversificar proveedores es en especial a China, cuyas necesidades energéticas son y serán enormes. A tal fin responde el acuerdo con el Gobierno de Turkmenistán, alcanzado durante una reciente visita del presidente Saparmurat Niazov a Pekín. Un gasoducto de Asia Central a China llevará a este país 30.000 millones de metros cúbicos de gas al año desde el 2009.

En este complicado póquer Rusia esconde muchas de sus cartas. Entre ellas, la pregunta básica: ¿cuántas reservas hay? Los analistas más citados dicen que en Rusia hay carbón para medio milenio, gas para 150 o 200 años y petróleo sólo para cinco decenios.