Pareciera que una parte de los analistas del mundo han calzado zapatillas de ballet, para ir leve, alada, casi furtivamente -en puntas- por los derroteros de la previsión. A la par de ciertos Gobiernos -el de USA al frente-, grandes gurúes de la prensa, y de la empresa, como el británico The Financial Times, refieren […]
Pareciera que una parte de los analistas del mundo han calzado zapatillas de ballet, para ir leve, alada, casi furtivamente -en puntas- por los derroteros de la previsión. A la par de ciertos Gobiernos -el de USA al frente-, grandes gurúes de la prensa, y de la empresa, como el británico The Financial Times, refieren que la economía global comienza a salir de la desaceleración, luego de la peor recesión y crisis financiera desde la Gran Depresión, de 1929.
Ahora, no sé si por culpa de su miopía, este comentarista no ha encontrado prolija argumentación de un aserto por demás rotundo: «La economía tocará fondo en la segunda mitad de 2009». Y se pregunta, quizás cándidamente, cómo se obraría el milagro, si en muchos países desarrollados y en algunos emergentes «los brotes verdes siguen rodeados de mala hierba». ¿Quién fungirá aquí de jardinero providencial, señores? ¿Podrá, el jardinero, con la maleza?
Incluso cuando el mismísimo Paul Krugman, articulista atendido por miríadas de personas sedientas de certezas, apunta que «hemos evitado lo peor: la catástrofe total ya no parece probable», deja bien claro que «la situación económica sigue siendo terrible; es más, es peor que lo que casi todos pensaron no hace mucho».
Por eso suenan huecas las declaraciones sobre la recuperación de los Estados Unidos provenientes de la Reserva Federal y del presidente Barack Obama. El propio hombre de la Casa Blanca se ha visto obligado a reconocer que, si «lo peor puede haber pasado», todavía «hay que subir una montaña muy empinada», tachonada de obstáculos tales como el que la cifra de desempleados (se espera un 10 por ciento en 2009) se haya elevado a 14 millones, y el que desde el inicio de la recesión hasta la fecha se haya perdido la friolera de 6,8 millones de puestos de trabajo.
En franco mentís al optimismo oficial, en agosto se informó que el producto interno bruto (PIB) estadounidense había caído por cuarto trimestre consecutivo y se redujo 1,0 por ciento a ritmo anual en el segundo trimestre de 2009, de acuerdo con datos del Departamento de Comercio. Para mayor preocupación de algunos interesados en lucir impertérritos, si no felices, es la primera ocasión desde 1947, cuando se comenzó a divulgar este tipo de estadísticas, en que la economía norteamericana padece cuatro trimestres consecutivos de contracción. Y como los males suelen andar en pandilla, en los primeros 10 meses del año fiscal que concluye en octubre el déficit federal asciende a 1,27 billones de dólares. El gobierno gastó 180 mil 700 millones más de lo recaudado en julio, lo que provocó la implantación de un nuevo record. Como advierte el colega Hedelberto López, en la digital Rebelión, la cifra representa más del triple de las pérdidas registradas en el mismo período de 2008, unos 454 mil 800 millones de dólares, «y se espera que antes de finalizar el año se eleve hasta 1,84 billones».
Pero a pesar de estos resultados, decíamos, impulsados por el enorme gasto militar en la ocupación de Iraq y Afganistán, el multimillonario rescate de bancos y compañías en bancarrota, las quiebras hipotecarias y el aumento del desempleo, con la consiguiente disminución en la recaudación de impuestos; a pesar de ello, sí, la Reserva Federal, en voz de su presidente, Ben Bernanke, martillea con que la economía se está nivelando, y por tanto se mantendrá la tasa de interés entre cero y 0,25 por ciento, para «ayudarla».
Y no vamos a explayarnos aquí en las contradicciones del discurso de los altos funcionarios. Bástenos una mirada a la realidad. Según un informe de la organización Feeding America, basado en datos del Departamento Federal de Agricultura, más de 12 millones de niños estadounidenses están en riesgo de hambre (3,5 millones la padecen), mientras que en 2008 la pobreza aquejaba a 37 millones de ciudadanos, y 49 millones no disponían de seguro médico…
Así que para muchos no importaría que la recuperación viniera, si bien con crecimiento débil y por debajo de la media durante al menos un par de años, como afirma The Financial Times. Meras palabras, intuirán los que a la larga, y a la corta, sufran el reciclaje de los pulpos financieros de Wall Street y las bolsas mundiales de una prevista «burbuja» ganancial (IAR Noticias se extiende en el vaticinio), con fondos públicos colocados compulsivamente al servicio de un nuevo ciclo de rentabilidad capitalista.
Ya hoy el proceso inflacionario-recesivo desatado desde las economías centrales (EE.UU. y Europa) genera hambre y pobreza en las mayorías del planeta, haciendo barruntar una crisis social de efectos gigantescos. ¿Será también por ello que Washington ha acumulado alrededor de la mitad del poderío bélico mundial, cuyo gasto ha crecido 45 por ciento en los últimos 10 años? Podría ser, a pesar de las zapatillas de ballet y el paso leve, alado, en puntas, de los analistas y los Gobiernos que apuestan por la improbabilidad de la catástrofe global.
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