Esta grave crisis económica en la que estamos inmersos que ha sido generada por las desmesuras e incompetencias del capitalismo, está provocando una serie de medidas económicas que a uno le dejan atónito. Todos están asombrados por la intensidad y la rapidez de la crisis. Estos capitalistas creadores de la crisis por su avaricia, deberían […]
Esta grave crisis económica en la que estamos inmersos que ha sido generada por las desmesuras e incompetencias del capitalismo, está provocando una serie de medidas económicas que a uno le dejan atónito.
Todos están asombrados por la intensidad y la rapidez de la crisis. Estos capitalistas creadores de la crisis por su avaricia, deberían dedicarse a reflexionar sobre las causas que la han provocado.
Para que entendamos bien la crisis, en el año 2008 los miembros del G7 disponían de recursos fiscales por una cuantía de 10 billones de dólares mientras que los productos financieros y derivados registrados por el Banco de Basilea pasaban los 600 billones de dólares, a lo que habría que añadir otros negocios financieros, que según algunos expertos, hacen que la masa especulativa mundial sobrepasa los mil billones de dólares, aproximadamente veinte veces el PIB mundial. ¡Es la locura! Por eso los planes de rescate que se están realizando no surten efecto por la esquizofrenia total en que nos han metido. ¿Acabaran en la cárcel algunos de estos ladrones?
Uno que todavía guarda un punto de ingenuidad esperaba que por ejemplo, solicitaran la desaparición de los paraísos fiscales, un sistema fiscal más justo y menos discriminatorio con los pobres, una regulación estricta del sistema financiero, un control sobre los beneficios para que estos no sean tan escandalosos. Nada de esto se solicita sino las clásicas recetas de siempre para que paguen los pobres.
Ni en el partido en el poder ni el de la oposición hablan de estas cosas y en algunos casos, hacen cosas que provocan escándalo público, a pesar de su ocultación, como es la rebaja de impuestos dado por Zapatero a las cúpulas de los bancos o la supresión del impuesto de sucesiones. Una cosa es el lenguaje socialdemócrata y otra la práctica neoliberal.
En estos momentos dos temas están en las reivindicaciones empresariales: salarios y despidos.
Respecto a los salarios, podemos confirmar que el peso de los salarios a pesar del aumento en el número de trabajadores en los últimos años pierde peso en el PIB nacional de forma sistemática y continuada, mientras que las rentas del capital las gana continuamente. La política de moderación salarial practicada entre empresarios/sindicatos ha provocado en los últimos diez años una pérdida del poder adquisitivo del 4%, la más alta de toda Europa. Entonces si en la época de esplendor económico perdemos poder adquisitivo ¿Cuándo mejorara nuestro nivel de vida?
Ahora los empresarios nos vuelven a pedir la receta clásica de disminución de los salarios para salir de la crisis. Crisis provocada no por las demandas de los trabajadores sino por los excesos financieros y empresariales
El empresariado aduce que en el año 2008, la inflación acabó en el 1,4%, cuando todos los convenios han estado por encima del 2%. Como ellos bien saben, la inflación media del 2008 fue del 3,4%, con lo cual no solamente no se ganó poder adquisitivo sino que se volvió a perder.
Veamos por ejemplo, el año 2007, cuando se siguió como todos los años anteriores y posteriores el criterio del Banco Central Europeo, de la previsión de la inflación del 2%, cuando se sabía que se iba a pasar por mucho este dato. Año a año el mundo empresarial ha sido beneficiado por esta previsión. Entonces nunca escuchamos ninguna queja de estos. En el año 2007, la vida subió el 4,4% y sin embargo la nóminas solo subieron el 2% aunque posteriormente en algunos convenios hubiera cláusula de revisión.
Como dice Ramón Gorriz de CCOO «la crisis no tiene que ver con esta, sino con un modelo de crecimiento que no ha sido sano. No vamos a renunciar a los objetivos salariales. El BCE no ha cambiado el objetivo de inflación»
Para los sindicatos, reclamar y aplicar ahora una congelación salarial sólo agravaría la crisis. Su argumento es que una pérdida de poder adquisitivo no ayudaría a recuperar el consumo y sería un golpe de confianza.
La crisis económica está originando un debate sobre la necesidad de abaratar y flexibilizar el despido. Cuando llevamos más de 1.500.000 de despidos y nos quedan otros tantos hasta final del 2010 que rondaremos los cinco millones de parados, es necesario un debate serio y fuera del oportunismo empresarial lleno de dogmatismos neoliberales.
Está claro, que nuestro mercado laboral posee una gran capacidad de destrucción silenciosa de empleos de bajo coste. El debate no debe basarse en el abaratamiento sino en su racionalización con la finalidad de crear mejores condiciones futuras de empleo dentro de un nuevo modelo productivo más dinámico y competitivo, entendiendo a los trabajadores como un capital humano valioso e imprescindible.
En nuestra economía, el empleo temporal es el más alto de toda la Unión Europea y esto abarata en exceso el despido. El despido libre ya existe y se produce con gran flexibilidad. Reflexionemos sobre nuestro singular modelo de despido y la especial vulnerabilidad de nuestro mercado de trabajo ante la crisis económica.
Intentar crear empleo de baja calidad y temporal nos llevará en un futuro a tener poca productividad y más desempleo. No deben tomarse medidas para favorecer la flexibilizar aún más el empleo temporal.
Desde mi punto de vista, se debería mejorar la regulación del contrato indefinido superando la actual dualidad y creando un contrato estable con coste económico único que facilité la contratación indefinida a tiempo parcial en sus diversas modalidades. Se tiene que racionalizar la regulación del despido, dando una mayor seguridad a los procedimientos de despidos y dando mayor seguridad a los procedimientos de despido con causa empresarial y otorgando a los sindicatos y a la negociación colectiva un mayor protagonismo en la gestión de las indemnizaciones.
Hay una gran disfunción en las reglas y costes extintivos entre la pequeña y la gran empresa. Más que abaratar el despido, sería bueno reducir sus costes a la pequeña empresa, sin que ello perjudique a los trabajadores. Tendría que ser el fondo de garantía salarial financiado por todas las empresas la que se encargaría de cubrir gran parte de la indemnización de los despidos en pequeñas empresas. Esta medida favorecería superar el temor a la contratación indefinida y aseguraría la compensación económica a los trabajadores.
El despido es injustamente barato a causa de la fuerte temporalidad y extraordinariamente flexible, por ello se deberían centrarse los esfuerzos en su racionalización para construir un mercado laboral menos vulnerable a las crisis y que mejore las condiciones de empleo favoreciendo una mayor competitividad empresarial.
La ideologización de algunos sectores empresariales que todavía no se han enterado que el neoliberalismo está en fase Terminal, impide cualquier avance. Cuanto más tiempo tardemos en aplicar esta solución más costosa será nuestra salida.