Con la aparición de Jean-Luc Mélenchon entre los tres primeros lugares (en la primera vuelta de la elección presidencial francesa) la cuestión de una posible salida del euro empieza a preocupar a los mercados financieros. Crece la brecha de los diferenciales entre Francia y Alemania y aumenta la volatilidad de los mercados, sobre todo en […]
Con la aparición de Jean-Luc Mélenchon entre los tres primeros lugares (en la primera vuelta de la elección presidencial francesa) la cuestión de una posible salida del euro empieza a preocupar a los mercados financieros. Crece la brecha de los diferenciales entre Francia y Alemania y aumenta la volatilidad de los mercados, sobre todo en torno a la deuda francesa.
Ahora hay dos candidatos (Le Pen y Mélenchon) que ponderan una posible salida de la moneda única. Así que tenemos que ponernos a pensar que pasaría en los primeros días de la presidencia de algunos de estos candidatos.
Antes de resolver la salida del euro, ambos candidatos proponen un nuevo escenario político, un referéndum para la Marine Le Pen y negociaciones por medio del «plan A» en el caso de Jean-Luc Mélenchon. Estos escenarios son políticamente equilibrados. Respetan las convenciones de la democracia formal, pero ignoran realidades económicas y, sobre todo, no dan cuenta que los tiempos económicos y financieros son muy diferentes a los tiempos de la política.
Un imposible referéndum
Supongamos que Marine Le Pen gana en la segunda vuelta o se encuentra en una buena posición tras la primera. Es incontestable que la especulación se desatará, aunque sólo sea para tratar de influir en el voto de los electores.
Concretamente aumentarían las tasas de interés y se produciría una fuga masiva de capitales. Sería imposible para Le Pen, suponiendo que resultara elegida, controlar una situación que colocaría a la economía de Francia en peligro.
Se conocen las soluciones: para evitar la fuga de capitales hay que implementar controles que impidan cualquier operación especulativa haciéndolas muy costosas, pero NO se deberán penalizar los movimientos de capital normales no especulativos (importación y exportación y turismo).
Frente al aumento de las tasas de interés, el Banco de Francia debería refinanciar, a una tasa preferencial, la deuda pública y una parte de la deuda privada. Estas dos posibles medidas (que obviamente no son las únicas ) requieren:
· Una ruptura, aunque sólo sea temporal, con los tratados y normas de la Unión Europea para controlar las fugas de capital.
· Una ruptura con las normas de la Unión Económica y Monetaria, la denominada «zona euro», para permitir que el Banco de Francia juegue su papel.
Cuando la presidencia del nuevo Gobierno haya decidido recuperar el control (aunque sea temporalmente) del Banco de Francia (que es parte del «sistema europeo») deberá suspender su dependencia del Banco Central Europeo o declarar que el «euro» que circula en Francia ya no forma parte de la «zona euro». Tendríamos entonces, por necesidad, que salir de la zona euro, salida que podría ocurrir muy rápidamente.
La alternativa es que Le Pen incumpliera inmediatamente lo
Por lo tanto, en una hipotética primera semana de presidencia, Le Pen tendría que elegir entre retractarse en un punto crucial de su programa (lo que indudablemente la desprestigiaría) o actuar con la legitimidad de una presidenta electa, tomando las decisiones necesarias para salvaguardar los intereses franceses sin esperar al referéndum. A continuación tendría que echar mano de las medidas de emergencia establecidas en nuestra Constitución.
Un ilusorio «plan A»
Supongamos ahora que es Mélenchon el elegido. Trataría de abrir una negociación (denominada plan «A»). Este plan tendría las mismas dificultades que el referéndum de Le Pen. Puede que algo disminuidas, pero esto en absoluto es algo seguro. Además debería obligatoriamente afrontar la financiación de las medidas sociales que quiere aplicar. Esto exigiría acciones unilaterales y soberanas (de financiación) por parte del Banco de Francia provocando de inmediato una reacción violenta del Banco Central Europeo. Esta reacción tomaría la forma de una ruptura entre Francia y la zona euro y el no reconocimiento del «euro francés».
Hoy es más pertinente que nunca recordar el chantaje que el BCE aplicó con éxito contra Grecia. El Banco Central Europeo produciría en Francia un «corralito» haciendo que el dinero fuera rápidamente insuficiente y colocando la economía en un punto muerto. Al Banco de Francia no le quedaría otra alternativa que convertirse en el único «prestamista de última instancia» para la economía francesa. Entonces, de hecho, estaríamos saliendo del euro.
En un momento económicamente tan complicado y volátil llamar a una asamblea constituyente será imposible o suicida. Jean-Luc Mélenchon se enfrentaría a la siguiente disyuntiva: retroceder sabiendo que su destino será el de Tsipras (compartiendo su vergüenza) o por el contrario hacer frente a sus compromisos y comportarse como el legítimo presidente de la V República utilizando las prerrogativas del cargo y de la Constitución.
También, estaría enfrentado a otro dilema igualmente doloroso: abandonar la mayor parte de su programa y «entregarse» a Alemania y al Eurogrupo o aplicar el llamado «plan B». Sin embargo, para desgracia de sus promotores, dicho plan B produciría los mismos desastrosos efectos
Si queremos preservar los intereses del pueblo francés no hay dos maneras de salir del euro, hay sólo una. Todas las demás políticas conducirían al desastre.
El momento post-euro
La idea de «negociar» durante meses antes de tomar una decisión parece completamente utópica y descabellada. La decisión estará en las manos de la presidencia en los días siguientes a su elección. No habrá espacio para la «finura» que enunció el canciller Stresemann en 1920. Al revés, los líderes del Eurogrupo y los líderes alemanes exigirán una capitulación total de la presidencia francesa.
En las «negociaciones» de julio de 2015 con Grecia hubo voces (en el entorno de Le Pen y de Jean-Luc Mélenchon) que apoyaban la capitulación como un mal menor, evitando así una ruptura franca y clara con los socios europeos.
Estas voces, mutatis mutandis, son las mismas que soplaron en los oídos de Paul Reynaud en junio de 1940 aconsejándole que no combatiera, allanando de esta manera el camino a Pétain para la capitulación de Francia seguida de un armisticio vergonzoso.
Si esta rendición se llevase a cabo sería el final de la soberanía del pueblo francés traicionado una vez más por sus líderes. Más trágico sería en el caso de Jean-Luc Mélenchon que en el de Marine Le Pen. Una renuncia de Mélenchon (que inteligentemente ha dejado atrás a la «gauche liberal») significaría la destrucción de toda la izquierda en Francia.
La única alternativa sería una revolución violenta. Ahora, si la presidencia decide hacer frente a la Unión Europea, tendrá que hacerlo con el respaldo de los poderes de emergencia contenidos en la Constitución francesa. Recalcamos esto porque la Constitución tiene disposiciones presidencialistas que permiten tomar medidas de emergencia. Por eso sostenemos que querer cambiar la Constitución rápidamente sería contraproducente.
El choque que tendría lugar no significaría necesariamente que no hubiera negociaciones. Estas podrían realizarse más tarde. Pero para abrir un espacio de negociación es necesario que nuestros socios estén convencidos de que para Francia la salida del euro es un asunto irrevocable. Habrá que implementar un mecanismo que haga imposible el retorno al euro. La salida del euro debe ser un hecho.
Por otra parte esta claro que una vez que Francia decidiera salirse del euro Italia nos acompañaría, seguida rápidamente por España, Portugal y Grecia. Este podría ser «el escenario para la negociación de la disolución de la zona euro» y de los contornos de la Unión Europea incluso después de su disolución. En ese momento la cuestión de las alianzas sería primordial.
Los franceses y sus líderes tendrán entonces un claro panorama de la forma «de coordinación y cooperación» que quieren promover en Europa. Una cosa es hablar de la «Europa de las naciones» y otra cosa es imaginar las instituciones que conduzcan a su creación.
Atrapados en la campaña electoral, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon no han tenido tiempo de imaginar realmente lo que ocurrirá en unos hipotéticos primeros días de su mandato. Más que cualquier otra cosa el pueblo francés y sus dirigentes necesitan claridad en este punto.
Traducción: Emilio Pizocaro
Fuente: https://russeurope.hypotheses.org/5906