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¿Salir de la crisis o de la globalización neoliberal en crisis? (Notas para iniciar el debate)

Fuentes: Rebelión

Propósito: De la geoeconomía a la geopolítica. Sin un fundamente económico serio, no se puede analizar la crisis por la que atraviesa la llamada globalización neoliberal. El objetivo de estas notas es propiciar un análisis político, básicamente en términos de poder, de la crisis financiera y más allá, del neoliberalismo. Lenin, en algún momento dijo […]

Propósito: De la geoeconomía a la geopolítica. Sin un fundamente económico serio, no se puede analizar la crisis por la que atraviesa la llamada globalización neoliberal. El objetivo de estas notas es propiciar un análisis político, básicamente en términos de poder, de la crisis financiera y más allá, del neoliberalismo. Lenin, en algún momento dijo que la economía era la política concentrada. Eso invitaba a un análisis económico (no economicista) y ver la realidad desde las correlaciones sociales y políticas de fuerzas, marcando la fase histórico-social.

1. Transición sistémica y Estado de excepción global.

La sensación es de fin de fiesta. La contundencia y la rapidez de los acontecimientos están haciendo que una parte considerable de la ciudadanía y de los llamados creadores de opinión (llamarles intelectuales orgánicos sería excesivo) despiertan de golpe ante la realidad de un mundo desconocido e inseguro. El fin del sueño del mundo feliz de la globalización ha llegado también a nosotros. Bien pensado, se debería haber tomado nota que esta, la feliz globalización, se terminó con la guerra de Irak y que hemos estado viviendo en el espejismo de doce años de crecimiento económico financiero-inmobiliario que definiti-vamente termina. Se trata de una crisis financiera internacional de grandes dimensiones, la enésima, que pone fin a un modelo o patrón de crecimiento agotado desde hace tiempo, basado en la construcción, el endeudamiento de las familias y las empresas, el petróleo barato y, la complicidad de la llamada clase política a todos los niveles, empezando por los ayuntamientos. Que dicho patrón era insostenible económica, social y ecológicamente, se sabía desde hace mucho tiempo y se tiró de él por los enormes beneficios que reportó hasta el último día, hasta que se pudo.

El gobierno de ZP quiso negar la crisis y después ha intentado repartir sus causas, eludiendo su responsabilidad y, lo que es más grave, engañando a la población por exclusivas motivaciones electorales. Este gobierno no ha querido, en momentos de vacas gordas, cambiar el modelo de crecimiento y ahora simplemente, no sabe qué hacer. Las causas están relacio-nadas con la supeditación al neoliberalismo y a la lógica de poder del capital financiero inmobiliario, que es quien determina en última instancia las grandes decisiones de política económica y de política sin más. Más allá, hay que reconocer con toda claridad que la izquierda social y política carece de un diagnóstico veraz de la situación y de una estrategia alternativa. Esto señala el tamaño del desafío. En el centro del asunto hay un problema real: el consenso de una gran parte de la población y de la izquierda en que las crisis capitalistas habían terminado y que la llamada globalización había conseguido controlar los ciclos económicos o, al menos, alargarlos y amainar sus consecuencias sociales y políticas. En España esto se ha acabado convirtiendo en un «sentido común de masa». De ahí, la perplejidad, la inseguridad y hasta el miedo que se ha ido extendiendo en casi todas partes. Ahora es fundamental definir bien la fase y el papel que está jugando y va a jugar en ella una crisis financiera que puede ser el fin de la globalización neoliberal. Los temas sobre los que habría que debatir, al menos, serían los siguientes.

 Primero. La globalización capitalista: ¿nueva fase del capitalismo o transición sistémica?.

Esto se ha debatido mucho y la polémica continúa. A estas alturas tiendo a pensar que no se trata de una nueva etapa del capitalismo sino, como han señalado diversos autores (Walden Bello y Emmanuel Wallerstein, Samir Amin y, en parte Giovanni Arrighi), estaríamos ante una transición sistémica desde un capitalismo (fordista-keynesiano) terminado en los setenta -en la que la llamada globalización sería una respuesta política, de clase- y un proyecto para definir un nuevo capitalismo a nivel mundial. Por lo tanto, la crisis de los setenta no se habría cerrado del todo y seguiríamos estando en esa transición compleja, esencialmente contradictoria y que se juega en las relaciones internacionales de poder y de fuerza.

Segundo. La financiarización, ¿nuevo régimen de acumulación o un intento de aplazar la crisis?.

Susan George ha dicho recientemente que esta crisis de las hipotecas basura es ya la número cien de las crisis monetario-financieras desde que estas se liberalizaron en los años ochenta. No hace falta ser un genio para observar que estas son cada vez más fuertes y que están afectando ya intensamente a los países centrales del capitalismo. La llamada financiarización, como se ha señalado (Juan Torres, Armando Fernández Stenko, Samir Amin, Chesnais, Plihon) es el centro del nuevo capitalismo configurado en el marco de la ofensiva neoliberal. Sus consecuencias han sido enormes: ha cambiado la relación entre el capital y la empresa, ha limitado sustancialmente el poder de los Estados y ha concentrado masivamente el control en torno a una plutocracia internacional que, cada vez más, determina los criterios políticos básicos. Financiarización significa hacer de la especulación el gobierno del sistema. Como la economía real y la financiera están relacionadas, al final todas las burbujas pinchan y lo que ocurre es que se vuelve a empezar creando una nueva. Esto se ha definido, precisamente, como la economía política de la burbuja (Brenner).

Tercero. Estados Unidos: ¿crisis de hegemonía o crisis terminal?.

Arrighi ha subrayado brillantemente que la característica histórica de las crisis de hegemonía de las grandes potencias ha sido aprovechar su poder para mantener su dominio imperial en declive financiarizando la economía. No es casualidad que el proceso de restauración capitalista, lo que se ha llamado la contrarrevolución neoliberal, haya tenido su centro en los EE.UU. en un momento de crisis del sistema capitalista y de la hegemonía imperial de ese país (no hace falta mas que recordar Vietnam o Irán). En el epicentro de las crisis financieras está siempre presente lo que se dado en llamar el régimen Dólar-Wall Street Peter Gowan, Ramón Sánchez Durán). Se puede afirmar que la tendencia dominante es hoy una redistribución del poder económico a nivel mundial, tendencia a una multipolaridad geoeconómica que entra en contradicción con el control que EE.UU. tiene sobre las instituciones económicas internacionales y el dominio que ejercen las transnacionales norteamericanas.

Cuarto. Unipolarismo o multipolarismo.

Robert Kagan, teórico neocón norteamericano, ha definido la nueva situación gráficamente como «El retorno de la historia y el fin de los sueños» (título de su libro). Lo que defiende, frente a Fukuyama, es que la historia no ha terminado y que retorna la lucha por la hegemonía internacional entre las grandes potencias. En el punto de mira estan obviamente Rusia, China, Irán y el objetivo último, la alianza entre las potencias «democráticas» frente a las potencias «autocráticas». Lo importante es tomar nota de cómo ven las cosas los que mandan y definir con mayos precisión la fase que abrió la guerra de Yugoslavia y continuó la de Irak. Con la historia retorna la cuestión político militar y parece del todo evidente que, ante una crisis de hegemonía de EE.UU. este puede hacer valer su destacado predominio militar para intentar o recomponer la hegemonía o alargar la decadencia .

Quinto. El centro de anudamiento de las crisis.

Uno de los datos más sobresalientes de lo que acontece es que las crisis se van sucediendo y convergiendo. No se si al final el escenario que se alumbra tiene que ver con le colapso anunciado por Diamond, pero lo cierto es que aparece una crisis energética extremadamente profunda, una crisis alimentaria de dimensiones relevantes y de materias primas fundamentales. Parece también evidente que la crisis ecológico-social del planeta se agrava, donde el cambio climático aparece como señal y síntesis de esta. Lo más grave es que las crisis financiera, energética y ecológica global cabalgan en una lucha por la hegemonía internacional desde un poder omnímodo ejercido hasta el presente por los EE.UU. Chalmers Johnson viene insistiendo en el control que ejercen sobre el mundo las 671 bases militares norteamericanas que, a estas alturas, si se cuentan las últimas, pueden llegar ya a 1000. Un dato para no olvidar: el gasto militar norteamericano, es él solo la mitad del total del gasto militar mundial y que este año los gastos «en defensa» de Estados Unidos superarán el billón de dólares.

Una reflexión final: hablar de transición sistémica significa hablar de estado de excepción global, del poder creador de la fuerza. Es triste, pero es verdad. Se ha señalado esto como un dato de la realidad que configura espacios cada vez más amplios donde los derechos humanos básicos son masivamente violados y el Derecho Internacional, en su sentido más restringido, no tiene ninguna efectividad( Zizek, Agambén, Zolo). El modelo Guantánamo, como lo denominó J. Buttler, significa una dramática y trágica novedad, al menos, en los últimos sesenta años, la legitimación de la existencia de las no-personas, es decir, seres humanos desposeídos de su condición y sometidos legalmente a la cárcel, a la tortura y, cuando no, al asesinato puro y simple. Las no-personas son la legalización de los desaparecidos practicada por los EE.UU. y apoyada por la llamada comunidad internacional. La fuerza que ha ido obteniendo en los últimos años lo que se ha dado en llamar Derecho penal del enemigo (Jakobs; Guillermo Portilla) significa, entre otras muchas cosas, el reconocimiento jurídico de esta realidad que convierte el estado de excepción en algo permanente.

2. ¿Qué significa salir de la crisis?.

La definición de la naturaleza, carácter y consecuencias de la crisis, hacer un diagnóstico veraz de lo que ocurre, en definitiva, marca el debate sobre las posibles salidas. Si se piensa que se trata de una crisis coyuntural como fue la de los punto.com de hace pocos años, es claro que la alternativa será muy diferente a la de los que pensamos que el asunto es mucho más serio y que va a requerir de un replanteamiento radical de la estrategia de las fuerzas de la izquierda alternativa. Se podría rizar el rizo, como hacen académicos y dirigentes políticos de prestigio afirmando que estamos ante la crisis más grave de los últimos setenta años y a continuación las propues-tas alternativas que se le ocurren no son otras que retoques a las políticas neoliberales. Zapatero, ni eso: espera que pase el chaparrón y que la buena suerte de la que ha hecho gala, siga acompañándolo.

Una cuestión central tiene que ver con elucidar qué significa en este contexto salir de la crisis. Sabemos que el capitalismo ha encontrado siempre salida y que es posible que se puedan controlar los efectos de esta crisis financiera y volver a una nueva fase donde se inicien nuevas burbujas. Es necesario hacer notar que el funcionar a base de burbujas cuando estas se relacionan con la crisis del dólar y la hegemonía norteamericana, se restringen mucho las posibilidades de una salida más o menos duradera. Tampoco se puede decir sin más, cuando se tienen en cuenta la crisis ecológico-social de planeta y el agotamiento de los recursos energéticos no renovables, que habrá salida capitalista; es posible que no haya una alternativa socialista en cualquiera de sus acepciones posibles, pero hablar sin más de una salida capitalista a la crisis, requiere hoy muchas matizaciones. Lo que intento poner de manifiesto es que las salidas son siempre políticas y que dependerá mucho la correlación de fuerzas existente para definir su orientación. Una salida desde la izquierda hoy tiene más dificultades que antes. España sufre una doble reducción de su margen de maniobra como consecuencia de las políticas globalitarias y de su pertenencia la Unión Europea. Pensar en una salida a la crisis como un acto inaugural en torno a una propuesta socioeconómica alternativa no parece demasiado fundado. Se trata de pensar la alternativa como un proceso que contiene programa (es decir, ideas fuerzas capaces de fundamentar un proyecto alternativo), organización (es decir, fortalecer una subjetividad de alternativa) y movilización social, situar el conflicto social y las alianzas políticas en el centro. Y convergiendo en lo que en el lenguaje de Rosa Luxemburgo podríamos llamar la internacional. Basta observar los enormes requerimientos de la realidad y la debilidad de las fuerzas para una alternativa de izquierdas para darse cuenta de las enormes dificultades que tenemos que superar. El juego entre condiciones objetivas y subjetivas será, como siempre, determinante y, desde luego, cualquier alternativa socialista futura no tendrá sentido si hoy no organizamos la resistencia a la barbarie de lo existente desde una voluntad racionalmente fundada. Al final se trata de algo común en la milenaria historia de la humanidad por su emancipación: compromiso ético-político firme, organizar los antagonismo sociales y propiciar una alternativa de poder, mejor dicho, de transformación de las relaciones de poder.