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Santuarios de bitcoin

Fuentes: Sin permiso

A principios de junio, el presidente Nayib Bukele de El Salvador anunció al mundo anglófono su plan para convertir bitcoin en moneda de curso legal. Días después, la Asamblea Legislativa de El Salvador, ahora repleta de leales a Bukele, aprobó la propuesta y el 7 de septiembre la moneda fue adoptada oficialmente. Bukele prometió que el país pronto estaría inundado de cajeros automáticos de bitcoin, facilitando conversiones, transferencias y compras de tokens. Respondiendo preguntas de una audiencia entregada en la conferencia Bitcoin 2021 en Miami, Bukele explicó cómo la criptomoneda aliviaría los problemas económicos de su nación y ayudaría a los salvadoreños a escapar de la pobreza. No dijo nada sobre sus usos más oscuros, desde el lavado de dinero imposible de rastrear hasta las transacciones anónimas en el mercado negro y la ventaja del país para la especulación ilícita.

Bukele se apresuró a identificar a sus antagonistas ante la multitud de Miami: los depredadores servicios de transferencias bancarias y los bancos tradicionales que extraen comisiones de las remesas de dólares que envían los emigrados salvadoreños. Bitcoin, dijo, reduciría la dependencia de dólares caros y mantendría más dinero en los bolsillos de los salvadoreños. Al mismo tiempo, el presidente esperaba que la medida impulsara una nueva ronda de inversión tecnológica en el país, expandiendo el prototipo de criptocomunidad establecida en la pequeña ciudad surfera de El Zonte, ahora conocida como ‘Bitcoin Beach’. Destacó la disponibilidad de bienes raíces baratos junto al mar, oportunidades empresariales, proyectos de desarrollo como la minería de volcanes geotérmicos y el inevitable crecimiento de otras industrias que favorecen el turismo. Juntos, convertirían a El Salvador en un cripto santuario tropical, reinventando el modelo de Panamá como centro de servicios financieros offshore desregulado, para la década de 2020. Citando la creciente adopción de blockchain en Europa, Estados Unidos y Canadá, Bukele lo presentó como un faro de esperanza para los salvadoreños de a pie que luchan por sobrevivir en la economía informal.

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