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Satisfechos por los éxitos, no ocultemos los fracasos

Fuentes: Rebelión

Para el pensamiento de derecha, en cualquier parte del mundo, es tan cierto que la delincuencia es un mal congénito de pobres como que los ricos lo son por gracia divina. Los poseedores de esas convicciones ideológicas suponen que los pobres, desfavorecidos por dios en inteligencia y emprendimiento, optan por el camino fácil del arrebato. […]


Para el pensamiento de derecha, en cualquier parte del mundo, es tan cierto que la delincuencia es un mal congénito de pobres como que los ricos lo son por gracia divina. Los poseedores de esas convicciones ideológicas suponen que los pobres, desfavorecidos por dios en inteligencia y emprendimiento, optan por el camino fácil del arrebato. Vidas incluidas.

La derecha, convencida por el positivismo que la división de clases es inherente a la habilidad de algunos para hacer dinero, se ha afanado, con bastante éxito, en construir un sistema legal y represivo lo más eficaz posible que mantenga a raya a ese sector «inevitablemente» delincuencial de la población, llenando las cárceles de pobres. Cuando la cosa se complica acude al «gendarme necesario», al «césar democrático» o al «tirano honrado». Una imagen clara de esto son los gobernadores y alcaldes de la derecha buscando alianzas con expertos represores, llámense Bratton o Uribe.

Por el contrario, el pensamiento de izquierda, que sueña con una sociedad igualitaria, asume que la delincuencia, más acá de los enfermos de perversidad, es generada por la exclusión y el abandono al que someten, los regímenes capitalistas, a cualquier desprovisto de «capacidad de consumo». En decir, tal calamidad irá disminuyendo en la misma medida que se desmonte ese régimen generador de desequilibrios sociales y económicos. Por eso se pone el énfasis en la transformación material y espiritual de la sociedad. Y así lo podemos ver en nuestro Plan de la Nación 2007-2013.

Ahora bien, como la izquierda sabe confrontar la ensoñación con la dialéctica, debería estar claro que construir una nueva ética colectiva es un proceso largo y trabajoso, que obliga, mientras esto se logra, al desarrollo de estrategias preventivas que ayuden a disminuir los efectos perversos del capitalismo y le coloque un control adecuado a la delincuencia.

Sin embargo, sorprende que en este plan mencionado, no aparezca perfilada alguna acción de combate al delito. Por lo menos en el anterior plan, el 2001-2007, se señalaba claramente la necesidad de superar «…los desequilibrios macrosociales y el desarrollo de estrategias preventivas, control del delito y reestructuración del sistema penitenciario, con elevada participación de la familia, los medios de comunicación y la escuela».

Cabe preguntarse: ¿Será por esta ausencia que el índice de homicidios en nuestro país se ha disparado a niveles absolutamente inaceptables? No voy a especular con cifras, simplemente tomaré la dada por el ministro de Interior y Justicia hace ya un año: 48 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Eso significó la enorme desgracia de 13.000 muertes violentas en el año 2010.

Algo muy serio nos está ocurriendo pues tal matanza coloca a Venezuela por encima de la mayoría de los países de la región donde los desequilibrios sociales son tantos o más graves. Y es bien serio porque en Bolivia, Ecuador o Nicaragua, donde también se lucha por liquidar las miserias del capitalismo, sus índices están muy, pero muy, por debajo de Venezuela. Y que decir de Cuba donde este índice no llega a 5 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

No hay duda que ciento cuarenta mil viviendas construidas es un extraordinario logro, jamás alcanzado hasta hoy, pero, los gritos desesperados, año tras año, de más de trece mil madres, no nos permiten disfrutarlo, y no hay argumentación que valga.

Nota de Rebelión: Según cifras oficiales del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas, Cicpc, publicadas el 11 de enero de 2011, durante el 2011 hubo 18.850 homicidios en Venezuela.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.