En las calles de América Latina la crisis económica se define sin ambigüedades: desempleo. De hecho, en 2009 la región debería crear más de 3 millones de puestos de trabajo sólo para recuperar los niveles del año anterior. Pero esto no va a suceder. El gran desafío de las economías latinoamericanas frente a la crisis […]
En las calles de América Latina la crisis económica se define sin ambigüedades: desempleo. De hecho, en 2009 la región debería crear más de 3 millones de puestos de trabajo sólo para recuperar los niveles del año anterior. Pero esto no va a suceder.
El gran desafío de las economías latinoamericanas frente a la crisis es producir empleos. Se trata de borrar la huella más profunda que nos deja esta recesión, la que golpea a las personas y a sus esperanzas. Además, los puestos de trabajo son cruciales para restablecer el consumo y apoyar el círculo virtuoso de la recuperación.
Ahora que han comenzado a detectarse señales de que la crisis podría haber tocado fondo, o que al menos ha amainado, ese desafío es aún más apremiante: según estudios de la OIT las crisis afectan en forma instantánea al empleo, pero cuando llega la recuperación esta tarda mucho en notarse en los mercados laborales. Podríamos cargar con esta falta de oportunidades de trabajo por unos cinco años más, con o sin crisis.
¿Quiénes buscan esos millones de empleos en la región? Ya sabemos que un número importante de personas han perdido el trabajo por la crisis. Además, hay que tener en cuenta que cada año entre 3 y 4 millones de personas se incorporan a los mercados de trabajo regionales, principalmente jóvenes para quienes esta crisis se traduce en falta de expectativas.
La turbulencia que vivimos agita el mundo de los indicadores. Las rectificaciones son frecuentes. En todo caso, los últimos datos disponibles nos hablan de un crecimiento negativo en torno a 1.7 por ciento en la región latinoamericana. Este es el final de un ciclo positivo de cinco años de crecimiento y de descenso en el desempleo, cuya tasa (urbana) ahora podría subir de 7.5 por ciento alcanzado en 2008 a entre 8.7 y 9.1 por ciento en 2009, de acuerdo con un cálculo realizado conjuntamente por Cepal y OIT.
Eso significa que entre 2.8 y 3.9 millones de personas podrían sumarse a las filas del desempleo, que el año pasado ya afectaba a casi 16 millones de latinoamericanos.
Cuando se habla de puestos de trabajo, detrás de los números siempre hay personas. En este caso, esos números son un insumo poderoso para justificar que las políticas económicas de esta región coloquen la generación y preservación de puestos de trabajo como su objetivo fundamental. Esto, que parece obvio, no siempre es así. Durante años los esfuerzos se concentraron en otros indicadores, asumiendo que el mercado laboral reaccionaría automáticamente, lo cual con frecuencia no sucedió. En el momento actual ya no hay espacio para esos experimentos.
Enfrentar esta crisis laboral es la meta fundamental del Pacto Mundial para el Empleo que aprobaron gobiernos, empleadores y trabajadores de todo el mundo, en la reunión anual de la OIT en Ginebra. Este Pacto es un compromiso de buscar la ruta más adecuada con el fin de generar puestos de trabajo, redirigiendo inversiones, invirtiendo recursos para estimular la economía real, poniendo en práctica políticas para que las empresas sean sustentables, protegiendo a las poblaciones más vulnerables, recurriendo al diálogo social para lograr acuerdos, entre otra serie de recomendaciones.
En América Latina hay varios países donde se ha comenzado a transitar esta senda. Pero es fundamental no perder de vista el objetivo de generar trabajo decente, de convertir los planes en acciones y no desviarnos del camino. Si no tenemos éxito, quienes buscan empleo se sentirán frustrados y decepcionados, el aumento de la pobreza será notorio, la salida de la crisis parecerá empantanada, y todo esto podría afectar la gobernabilidad democrática.
*Jean Maninat es el director regional de la OIT para América Latina y el Caribe