Recomiendo:
0

México: el papel del trabajo

Se crean empleos de segunda

Fuentes: La Jornada

Es un hecho que el mercado laboral ha cambiado y que las cifras oficiales sobre la ocupación formal no reflejan la realidad del país. Una economía varada, empresas agobiadas con la compleja red de trámites que deben enfrentar y la falta de una estrategia de crecimiento han propiciado que los nuevos empleos sean generados cada vez más fuera de los mecanismos convencionales. Se crean plazas, pero la mayoría sin estabilidad para el empleado, con sueldos castigados, sin prestaciones y se recurre a esquemas de contratación al margen de la regulación laboral.

Alrededor de 18 millones de trabajadores cuentan con empleos de segunda, mal pagados y sin prestaciones, a consecuencia de los altibajos en el crecimiento de la economía, excesivas cargas fiscales y sociales para las empresas y a una política exportadora poco incluyente de las pequeñas y medianas empresas.

De acuerdo con organismos como el Centro de Estudios, Económicos del Sector Privado (CEESP), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y despachos de abogados laborales, si persisten estos factores se profundizará la precarización del empleo en México.

En materia laboral, el verdadero problema en el país no es la desocupación de la fuerza de trabajo, a decir de John Scott, economista del Banco Mundial, quien apunta: «en México realmente no hay desempleo en forma significativa, hay un amplio subempleo».

De mantenerse su avance ­advierte­ el gobierno comenzará a padecer una rápida disminución en sus ingresos por concepto de impuestos al trabajo, de por sí muy reducidos, y correrá el riesgo de no poder pagar las pensiones de quienes lleguen a la edad de retiro, como está por ocurrir en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) o el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

Las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) señalan que del total de trabajadores asalariados, los subempleados, representan 26 por ciento, lo que significa que más de 6 millones mexicanos están en el mercado sin prestaciones sociales y laborales.

A ese contingente se deben sumar quienes laboran en la informalidad, los comisionistas y aquellos que trabajan por honorarios mediante la figura de prestación de servicios profesionales.

Esto significa que al cierre de 2004 unos 11.87 millones de trabajadores estaban en esas condiciones, cifra que supera los 10.87 millones de 2000, de acuerdo con las encuestas nacionales de empleo del INEGI.

De esta manera se confirma que el desempleo de poco más de un millón de personas hasta 2004 ­según el INEGI­ es relativamente un mal secundario frente a los 18 millones que trabajan en empleos de segunda.

Es lamentable socialmente y representa una pérdida económica para el país, que 80 por ciento de los desempleados cuenten con experiencia laboral y 48 por ciento tenga estudios de educación media superior y superior. Lo es también que adicionalmente haya crecido 3.8 por ciento el año pasado siendo la tasa más alta desde 1996, ello a pesar de que el IMSS asegura que en 2004 se crearon 318 mil 634 empleos formales.

Eduardo Brena, investigador de políticas laborales de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que los empleos que se han generado son de baja calidad, toda vez que el crecimiento de la economía no es suficiente para absorber la mano de obra que entra cada año en el mercado y el subempleo es muestra de la baja calidad que prevalece en el mercado laboral del país.

La OIT sugiere en un análisis sobre el desempleo en América Latina, que la región debe mantener una tasa de crecimiento del PIB no menor al 7 por ciento anual entre 2003 y 2015, o de cinco puntos por encima de su tasa de crecimiento en los pasados 10 años, para reducir a la mitad el desempleo.

Cargas excesivas

En este escenario, para Mario Rodarte, director general del CEESP, y Ricardo Martínez Rojas, abogado laboral del despacho internacional Baker & McKenzie, la precarización del empleo en México se debe en parte a la excesiva carga de la seguridad social y fiscal en las compañías.

Según Martínez Rojas, el alto costo de la seguridad social, la sobrecarga de impuestos por salarios y la carencia de las reformas fiscales y laborales, no han permitido a las empresas mejorar la calidad remunerativa y de prestaciones del empleo.

El argumento es el siguiente: por cada peso de salario que paga una empresa, eroga adicionalmente 25 centavos por concepto de cuotas al IMSS, el Instituto del Fondo Nacional de Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), primas vacacionales e impuestos sobre la nómina. Mario Rodarte agrega: «si queremos que haya más gente ocupada, es necesario bajar el costo de las empresas, como es la carga de prima vacacional, los días de descansos, y cuotas excesivas del IMSS y el ISSSTE, que sumados al costo de los sindicatos, en muchos casos son factores que impiden mejorar la competitividad».

Desde un punto de vista diferente, las empresas pretenden bajar sus costos de operación con cargo a los asalariados. Esto no toma en cuenta que en los últimos años ha habido un aumento de la productividad en México que no ha sido trasladado a los salarios. Y que en todo caso, la reducción de los costos de operación no debe ser aplicada a uno solo de los factores que intervienen en los procesos.

Las vías del deterioro

Estas presiones han derivado en esquemas de simulación de la ley por las empresas, como ocupar trabajadores bajo esquemas de comisionistas, servicios profesionales por honorarios o salarios bajos para eludir obligaciones fiscales o laborales y que deterioran la calidad del empleo», asegura Martínez Rojas. Añade que así se constituyen empresas fantasma que prestan servicios laborales para no cubrir todas las prestaciones a los trabajadores.

Los empresarios han encontrado formas de dar vuelta a la ley actual, de una forma que también contribuyen a la precarización de las condiciones de trabajo y de las remuneraciones obtenidas por los empleados. Hay varias formas en que lo hacen. Una es la subcontratación; esto es, que delegan a terceros el suministro de fuerza laboral y, por tanto, no asumen responsabilidad laboral. Además, registran al trabajador con un salario más bajo, lo que reduce los pagos al Seguro Social, pero también al empleado cuando se trata de cubrir, por ejemplo, incapacidades médicas, prestaciones o la liquidación.

El abogado asegura que estas prácticas se dan sobre todo en pequeñas y medianas empresas, ya que los patrones buscan proteger sus balances financieros de los altos costos que implican las cuotas de IMSS e Infonavit y el impuesto de nómina, entre otros.

Precisa que «si tomamos en cuenta que 90 por ciento de las empresas son pequeñas y medianas, la simulación en la contratación se da porque los patrones no tienen recursos suficientes ­o quieren ahorrárselos­ para encarar sus obligaciones».

Y mientras permanezca el esquema laboral ­y fiscal­ se seguirán generando subempleo, empresas fantasma, esquemas de mentiras, como servicios profesionales y comisionistas, que sólo llevan a que se incumpla la ley.

A decir de Ricardo Martínez, urge una reforma fiscal bien orientada, no como la que comenzará a operar en 2006 «que de veras hace daño a la mayoría de los trabajadores». En este ajuste de la miscelánea fiscal, afirma, van a seguir sin pagar impuestos aquellos con salarios muy bajos, y para los más altos se disminuye su tasa impositiva 35 a 30 por ciento, pero todos los trabajadores medios son los que más pagan.

Eterno desequilibrio

Aun cuando la economía registrase un crecimiento relativamente alto en relación con los últimos cuatro años, será insuficiente para absorber el excedente de mano de obra que anualmente se integra a la actividad, que es de poco más de un millón de personas.

Así que la precarización del empleo en México también es producto del desequilibrio entre la oferta y la demanda, en opinión de Mario Rodarte.

Por parte de la demanda, explica, no se ha generado suficiente empleo, mejorando el modelo exportador mexicano que ha funcionado desde la década pasada, pues infortunadamente la actividad exportadora está concentrada en unas cuantas actividades y empresas, debido a que no se han logrado flexibilizar y modernizar algunas leyes obsoletas.

«Seguimos ­precisa­ protegiendo ciertos sectores, sin permitirse la competencia, e incluso en algunas regiones no existen condiciones de seguridad a la creación de empresas.»

Por otro lado, la oferta de mano de obra se ha centrado en la especialización en actividades sobresaturadas de empleados ­médicos, comunicadores, contadores, mercadólogos­ y en ocupaciones de baja rentabilidad, como choferes, dependientes de comercios, guardaespaldas y sirvientas.

Rodarte, opina que gran parte de los jóvenes que se preparan están tomando las decisiones equivocadas para estudiar y luego entrar al mercado laboral en buenas condiciones. En vez de irse a profesiones donde la productividad y los salarios son mucho mayores, como los empleos en el sector industrial de alta tecnología, servicios financieros y transporte; continúan prefiriendo las ocupaciones comunes, donde está saturado el mercado y no hay demanda en la economía. «Por ello las empresas pagan poco, pues son ocupaciones de baja productividad.»

De esta manera el progresivo desequilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo proviene del estilo de crecimiento económico, basado en las exportaciones que están concentradas por tipo de producto y en pocas empresas. Las cadenas de valor no se han creado para incorporar de modo eficaz a las Pymes como proveedoras en la exportación.

Exportador de mano de obra

El empleo formal y con mejores condiciones es considerablemente mayor en actividades vinculadas de manera directa o indirecta con la exportación de bienes y servicios ­manufacturas, petróleo, comercio, turismo, comunicaciones, transportes, servicios financieros­, que en las consideradas no exportadoras como la construcción o los servicios comunales y personales.

El sector más característico del modelo de desarrollo exportador es el manufacturero, pero a pesar de que aumentó su participación en el total de las ventas al exterior, se estancó en 19 por ciento su contribución a la generación del empleo formal.

Así que parece claro que la restructuración dirigida hacia la exportación no se expresa en una generación dinámica de empleos formales y remunerativos. Pese a la acelerada expansión observada desde 1986 por el sector exportador, el ascenso del empleo tradicional e informal, así como de la migración de la mano de obra a Estados Unidos han sido incontenibles.

En las últimas dos décadas se amplió la brecha laboral entre la economía formal y la informal, por una estructura productiva cada vez más heterogénea, desigual y polarizada, como ocurre en la economía mexicana.

Según un análisis de la OIT, en los últimos cuatro años el progreso del empleo en México se ha visto frenado por un patrón de desarrollo caracterizado por bajas e inestables tasas de crecimiento.

Cifras del Banco de México señalan que en 2001 el PIB registró una caída de 0.2 por ciento, en 2002 el avance fue de sólo 0.8, en 2003 de 1.4 y en 2004 de 4.4 por ciento.

Esto configura un escenario de mayor riesgo para los trabajadores y para la sociedad, porque no se reduce la desigualdad y la pobreza y, en cambio, se ocasiona un incremento de la inseguridad e incertidumbre de las familias.

Para combatir este riesgo es necesario reducir el déficit del empleo formal y el subempleo, por lo que la OIT propone cuatro estrategias:

  • Privilegiar una política fiscal que busque el equilibrio estructural antes del coyuntural o de remedio momentáneo, como se ha hecho en los últimos años.

  • Mejorar la calidad del empleo formal instrumentando una política laboral basada en el aumento de productividad antes que en la reducción de los costos laborales, lo que implica invertir en capacitación

  • Para mejorar la calidad del empleo informal (subempleo) es imprescindible dar una salida productiva a la crisis en las Pymes basada en el desarrollo del mercado interno.

  • Aminorar las tensiones y conflictos laborales, para lo que se requiere un diálogo social entre gobierno, empresas y trabajadores.

Pero de cara a la situación de adversidad en cuanto a la calidad del empleo, en opinión de Mario Rodarte, en 2005 el número de empleos crecerá. La razón es que el año pasado la productividad del sector industrial creció y, por tanto, para que en este año la tendencia continúe será necesario que las empresas contraten más personal. Principalmente, dice, en la industria de transformación.