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Se desploma Greenspan y se dispara el petróleo

Fuentes: La Jornada

HASTA AHORA, NADIE en Estados Unidos y Gran Bretaña le atribuye a Osama Bin Laden la creación del huracán Katrina, que asoló la costa estadunidense del golfo de México. Osama aún no posee la capacidad de controlar el clima, pese a lo bien que maneja el montaje del terrorismo trasnacional islámico. LEJOS DEL RUDIMENTARIO reduccionismo […]

HASTA AHORA, NADIE en Estados Unidos y Gran Bretaña le atribuye a Osama Bin Laden la creación del huracán Katrina, que asoló la costa estadunidense del golfo de México. Osama aún no posee la capacidad de controlar el clima, pese a lo bien que maneja el montaje del terrorismo trasnacional islámico.

LEJOS DEL RUDIMENTARIO reduccionismo economicista tan errático en materia energética, con o sin el huracán Katrina, la metodología del análisis «multidimensional» (herramienta que empleamos para nuestro libro por aparecer Los cinco precios del petróleo) esperaba una elevación sensible del crudo y, sobre todo, del gas, seguidos del alza del oro y la plata, así como de la caída imparable del dólar.

ANTES DE SU lastimosa despedida a finales de año, Alan Greenspan, quien sucumbió a la frivolidad mediática (su actual esposa es Andrea Mitchell, la polémica reportera de NBC, propiedad de General Electric, hasta el año pasado la primera trasnacional planetaria y que será desbancada este año por la petrolera texana Exxon-Mobil), no tiene más remedio que reconocer el inminente estallido de la burbuja de los bienes raíces que el solvente economista Paul Krugman, desde su tribuna de The New York Times, vaticina que será a inicios del año entrante o a más tardar en dos años.

EN EL MUNDO existen pocas opiniones públicas tan intoxicadas por la desinformación como la estadunidense, lo cual se reflejó con la delirante recepción durante un partido de béisbol que le dieron a su conspicuo verdugo, el «gobernador» de la Reserva Federal, quien pasará a la historia como el aniquilador del dolarcentrismo y el modelo pernicioso del monetarismo centralbanquista.

GREENSPAN ES YA el sepulturero de la globalización financiera feudal y del liderazgo financiero de Estados Unidos, al que desfondó mediante la creación de múltiples burbujas especulativas fomentadas por la expansión de la masa monetaria y un crédito barato. El estallido de su enésima burbuja, la de los bienes raíces, representará el tiro de gracia del efímero orden unipolar que intentó perpetuar por la vía militar el unilateralismo bushiano detenido en Irak. Para aquellos que todavía duden de la agonía de la globalización financiera feudal, recomendamos el reciente libro El colapso de la globalización, del enorme filósofo canadiense John Ralston Saul, que debe formar parte del acervo cultural de los sensatos tomadores de decisiones a escala planetaria.

LOS IMPERIOS SE resquebrajan en varios sitios, y Greenspan simboliza en las finanzas y la economía lo que representan Richard Cheney en la gobernación, Donald Rumsfeld en el militarismo, y Baby Bush en la puerilidad del poder.

EN LA FASE de transición turbulenta del orden unipolar al incipiente nuevo orden multipolar, cada vez se asienta más la correlación inversamente proporcional entre la debilidad del dólar y el alza del petróleo (además del gas, el oro y la plata). Hace exactamente un año Fred Bergsten, director del influyente Instituto de Economía Internacional (IIE, por sus siglas en inglés), en un sonado artículo, que en su momento abordamos en Bajo la Lupa («Los riesgos por delante de la economía mundial», The Economist, 9 de septiembre de 2004), refirió los «cinco riesgos que amenazan a la economía mundial», que parecen haberse conjugado: tres propios de Estados Unidos -«déficit de cuenta corriente que lleva al derrumbe del dólar» (Nota: en The Financial Times del 24 de agosto vaticina otra caída de 20 por ciento del dólar); un «presupuesto fuera de control», y la «irrupción del proteccionismo comercial»-, y otros dos ajenos a Estados Unidos: un probable aterrizaje duro de China y una alza de 60 a 70 dólares del barril de crudo, «o un precio mayor, aun sin una interrupción política o terrorista». Bergsten cita al muy solvente economista especializado en energía Philip Verleger, quien «ha concluido que tal ‘combinación letal’ puede empujar el precio de 60 a 70 dólares el barril el próximo año o los siguientes dos, quizá excediendo el récord de 1980 en términos reales (Nota: que con inflación sería de más de 82 dólares el barril) (…) Los precios se dispararían todavía más si eventos políticos o terroristas afectan la producción en Medio Oriente, la antigua URSS o en otra parte».

ESTA SITUACION ES ampliamente conocida por los banqueros y petroleros anglosajones, quienes controlan el duopolio bursátil donde se cotiza el oro negro: la Bolsa Mercantil de Intercambio de Nueva York (Nymex, por sus siglas en inglés) y la británica Intercambio Internacional de Petróleo (IPE, por sus siglas en inglés), las cuales, a nuestro humilde entender, manipulan a su antojo los precios mediante los ominosos hedge funds («fondos de cobertura de riesgo»). Tal parece que pueden cumplirse las prospectivas de la correduría estadunidense Goldman Sachs (con doble asiento en el duopolio bursátil del Nymex y el IPE), de 102 dólares el barril y un promedio de 60 dólares el año entrante, de Osama (144 dólares, en su fascículo clandestino publicado en Beirut), y de Matthew Simmons (182 dólares), el inversionista texano en energía muy cercano a la dupla Cheney-Bush.

EN UN INOLVIDABLE artículo en The New York Times (primero de diciembre de 2004), el israelí estadunidense Thomas Friedman cita a Philip Verleger, quien vincula la manipulación del precio del petróleo a factores de orden geoestratégico más que al simplismo de la oferta y la demanda: «en noviembre de 1985, el petróleo se cotizaba a 30 dólares el barril (…) En julio de 1986 cayó a 10 dólares, y no volvió a subir a 20 dólares hasta abril de 1989» (Nota: año de la salida del ejército soviético de Afganistán). Según Verleger, «todo el mundo piensa que Ronald Reagan derrotó a la URSS. Esto es falso. Fue más bien el colapso de sus rentas petroleras». Y Friedman remata que «no fue accidente que la década de los 90 haya sido la del derrumbe de los precios del petróleo y los muros políticos». El llamado «choque petrolero» de 1985 fue debido a un acuerdo secreto entre Estados Unidos y Arabia Saudita para inundar el mercado petrolero por la vía del dumping, mientras Washington soltaba furibundamente sus reservas estratégicas, que en suma descuartizaron los ingresos petroleros de la URSS, sumida en la estagnaflación y empantanada en Afganistán. Cuatro años después del deliberado «choque petrolero», la URSS era expulsada de Afganistán y se derrumbaba el Muro de Berlín. Dos años más tarde, la URSS se desintegraba y Estados Unidos imponía la globalización financiera feudal mediante el decálogo neoliberal del delirante Consenso de Washington, que despedazó a Latinoamérica, el sureste asiático y Africa.

SI RESULTAN CORRECTOS los asertos de Verleger, entonces queda claro que una abrupta baja desmedida de 30 dólares el barril a 10 dólares en el lapso de un año, es decir, un diferencial de 20 dólares, no es producto de la oferta y la demanda, sino más bien de factores geoestratégicos manipulables.

SERA EL SERENO o será Katrina, pero la realidad es que en la fase paradigmática que vivimos los precios del petróleo se han disparado y el dolarcentrismo se ha desplomado. Philip Verleger, miembro de importantes agrupaciones gubernamentales y del influyente Consejo de Relaciones Exteriores, analiza puntualmente que el escenario presente se parece mucho al de los finales de la década de los 70 (cuando se disparó 10 veces), además de otros factores, que incluyen la fuerte demanda de India y China.

SOLIA DECIR San Agustín que el precio justo de las cosas sólo Dios lo conoce. Un precio realista en condiciones normales y sin turbulencias debería estar entre 30 y 40 dólares el barril, como desea la mayor parte de la OPEP, que no quiere matar a la gallina de los huevos de oro. ¿Se puede volver a desplomar el barril de sus alturas estratosféricas cuando el destino alcance su paroxismo? Es notorio que el influjo de los fondos de inversiones ha excedido la capacidad del mercado, que ha creado una «burbuja energética» que se autoperpetua por la inestabilidad tanto geopolítica como financiera (el derrumbe del dólar). En forma persuasiva, Verleger aduce que existe una «burbuja energética» y que los bancos centrales poseen «pocas herramientas» para paliar la situación. Sin embargo, puede suceder que «si se permite una mayor alza en los precios, será mayor el riesgo de una debacle energética de los hedge funds que lleve los precios a niveles inesperadamente bajos». Es cierto: todas las burbujas acaban por estallar y, a nuestro juicio, en la fase presente es factible que Greenspan haya trocado la burbuja de los bienes raíces por la nueva «burbuja energética», en particular la del gas, en la que fincó sus apuestas terminales para los próximos cinco años.

EN ESTAS CIRCUNSTANCIAS paradigmáticas, es muy peligroso para la seguridad nacional de México que su petróleo y gas sean manejados por la kakistocracia («el gobierno de los peores») del neoliberalismo monetarista centralbanquista, que perdió su apuesta sobre un precio regalado del petróleo (v. gr. Luis Téllez Kuenzler, bisagra del hankismo tropical con el salinismo, el zedillismo y el foxismo, y representante del texano Grupo Carlyle, quien proclamó un precio de 6 dólares el barril ante un Congreso todavía más ignaro, donde destacaron los aldeanos perredistas, los entreguistas priístas y los apátridas panistas).

MAS TARDARON LA semana pasada Agustín Carstens (en su nuevo puesto en el moribundo FMI), y Francisco Gil Díaz (fanático monetarista de los Chicago Boys, y bisagra del zedillismo y el foxismo en la Secretaría de Hacienda), en proferir la «transitoriedad» y la «fuerte caída» que los precios rompían todas las barreras sicológicas de todos los tiempos. El cordobista Carlos Hurtado López y el desorbitado Vicente Fox Quesada habían vaticinado (sic) un precio de 23 dólares el barril para este año (¡!). ¿Por qué se equivocan tan grotescamente los ridículos adictos al neoliberalismo monetarista centralbanquista? Porque sencillamente no entienden el nuevo mundo que vivimos, y mucho menos captan los alcances multidimensionales de los simultáneos «cinco precios del petróleo», lo cual los hace ineptos para gobernar en cualquier rincón del planeta.