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Sebastián Liera, un comunic@ctor (I)

Fuentes: Rebelión

Este 2023, el actor de teatro, promotor cultural y tejedor de redes colaborativas Sebastián Liera celebra sus primeros 30 años como periodista independiente.

En realidad, los cumplió hace dos años; pero, aquél 2021 fue para Sebastián un ramillete de meses que marcaron el inicio de duelos de diverso tipo que cerró con la muerte de su hermano, el escritor, dibujante, videoasta y, como Sebastián, hombre de izquierdas Nicolás López Cruz, en diciembre.

En esta primera parte de una entrevista con Ideia Zabaldu, nombre de batalla de una de las compañeras que en 2001 levantaron con él uno de sus proyectos más caros: la RED@ctuar, conversan sobre sus inicios como periodista en el norte de México, la herencia de periodismo sindical de su padre y el cruce de un par de experiencias políticas que pusieron su andar por el periodismo en pausa: la toma estudiantil de la preparatoria donde estudiaba y la Convención Nacional Democrática convocada por el EZLN.

Un departamento donde lo primero con lo que se topa la mirada son tres mesas de plástico colocadas en escuadra conformando los límites de una especie de cubículo y, sobre una de ellas, un ordenador de escritorio… al menos, el teclado y el monitor. Lo siguiente que descubre el paso de la vista por esta especie de instalación son las fotografías familiares: una, enorme, montada en la pared del “cubículo” sobre un sofá de tres piezas; otras tres, dispuestas en línea, están en la pared de enfrente sobre el resto de la sala, y una más, también grande, está en el muro que tiene la ventana… al lado de una cama que, bien mirado todo, hace del lugar que otros más tradicionales usarían de sala y comedor, una recámara-oficina.

“Somos mis hermanos y yo”, dice Sebastián Liera luego de cerrar la puerta del departamento tras dejarnos pasar y darse cuenta de que nos hemos quedado de pie sin ir más adentro. Señala la foto más grande en la que cuatro niños, dos hombrecitos y dos mujercitas, están sentados sobre el pasto en algún parque. “Y, acá, franqueados por nosotros también, mi padre con sus hermanas y hermanos, y allá: mis abuelos, padre y madre de mi papá”. El común denominador en todas las fotos es el papá de Liera, Sebastián López, un trabajador telefonista ya jubilado de quien a simple vista una puede adivinar que le gustan los libros y los monitores de televisión: sin contar el del ordenador, en este espacio hay los de tres televisores.

Regreso la mirada a Tatán, como solemos decirle sus compañeros de lucha y amigo, y, entiendo, sus familiares del lado genealógico de su padre… cuánto tiempo sin vernos: ¿cuatro, cinco años? Aún recuerdo nuestras charlas por correo electrónico en las que lo leía preocupado de infectarse de COVID: “Si lees los informes médicos de las personas que más están perdiendo la vida, Ideia, verás que son hombres mayores de 40 años y con sobrepeso, y sus enfermedades asociadas: sólo les hace falta una foto mía en sus reportes”; me escribía exagerando, como siempre; aunque no sin razón, como muchas veces desde que lo conozco.

¿Cómo va la RED@ctuar, ahora, 2.0?, le pregunto por nuestro proyecto más entrañable, el que echamos a andar juntas… ¿hace 20 años?

Veintiuno, este año serán ya 22.

¿Qué harás para los 25 años? ¿Los celebrarás de algún modo?

Me gustaría… primero tengo que seguir vivo…

Hace un silencio, la mirada se le vuelca hacia adentro de sí mismo; creo saber en lo que está pensando: desde que falleciera Nicolás, Tatán no pierde la ocasión para mencionar algo sobre lo que sería su propia muerte.

Seguro, sí –le digo–, claro que tendrás que cuidarte.

Me está costando un güevo bajar de peso… los duelos de los últimos años me siguen cobrando la factura.

¿Sigues haciendo teatro?

Sí; pero, ya es raro.

¿Raro, cómo?

No tengo ganas de subirme a las tablas. Estoy colaborando para un proyecto que codiseñé con la gente de Delirio Teatro… a quienes, creo, conociste como Perro Teatro; pero, allí estoy chambeando más desde el área de medios que desde la escena.

Tu otro amor; además de la política.

¿Dirías que el teatro no es uno de mis amores?

Diría que, quizás, es tu amante con el que le has sido infiel a tu amor más profundo: la política, y que el periodismo es tu otro amor.

Suenas como Nicolás… la verdad es que los tres son como mis parcas; sólo que no atino a saber cuál de ellos enreda el hilo de mi vida en su rueca, cuál lo deshilvana y cuál terminará cortándolo.

Yo creo que la que lo enreda es la política, es tu sino; las otras dos lo deshebran y no creo que ninguna de las dos sea la que termine cortándolo… aunque en México ejercer el periodismo puede llegar a costarle a una la vida.

Pero, no en mi caso; para eso tendría que ser un periodista en serio, no un simple opinador. Salir a buscar la nota, ser incómodo para con los poderes de facto y de jure… tener mi propio medio y que ese medio sea un referente para llegar a ser incómodo para el poder de arriba; pero, la RED@ctuar y la Gener@cción Z sólo las leo yo, no son referente de nada.

Entonces, de celebración de los 25 ni esperar nada, ¿no?

Quisiera que sí. Tengo planes para la RED@ctuar ahora que está en su versión 2.0: me gustaría posicionarla como una especie de agencia de comunicación… o comunic@cción, para seguir usando el neologismo de siempre.

¿Qué necesitarías para que eso fuera posible?

Infraestructura física y reticular. Quiero hacerme de mi propio equipo, como el personaje que hace Tom Hardy en Venom

¿Eddy Brock?

Si, exacto: Eddy Brock… aunque sin motocicleta; prefiero las bicicletas. Pero, también, necesito una red… una red de cómplices, de colaboradoras y colaboradores, y, claro, de lectoras y lectores. Quisiera hacer una cooperativa, digamos, de medios; pero, mi primer obstáculo soy yo mismo: con todo lo que hago, termino sin tener tiempo suficiente para hacer lo que quiero hacer… y ya me siento cansado.

¿Cuánto tiempo tienes haciendo periodismo, Sebastián?

El año pasado cumplí 30 años, si estamos tomando en cuenta mi primer trabajo publicado: una entrevista que hice a varios estudiantes de la Universidad Autónoma de Coahuila, en Torreón, sobre su opinión acerca del llamado “Descubrimiento de América”.

1992… eran los quinientos años. ¿Para quién hiciste la entrevista?

Para El Juglar, el suplemento cultural de la Universidad. Pero, ya colaboraba con ellos desde un año atrás como fotoperiodista; así, con cámara en mano, fueron mis primeros pasos en el periodismo universitario.

¿Estudiabas en la Universidad?

No, en 1991 estaba en la preparatoria… ni siquiera recuerdo cómo es que me enteré de la existencia del suplemento; pero, recuerdo que un día fui a preguntar si podía colaborar con ellos y la directora… que tampoco recuerdo cómo se llamaba… me dijo que sí y me dio como primera tarea acompañarla a una entrevista que hizo al cartero más antiguo de Torreón.

1991 fue el año donde el consejo estudiantil que presidías tomó las instalaciones de tu preparatoria, ¿cierto?

Sí, eso fue, sino mal lo recuerdo, lo que me hizo dejar de colaborar con el suplemento: me enfoqué en el trabajo organizativo de nuestro paro.

En un momento retomamos lo de tus pininos en el periodismo; pero, para quien improbablemente leerá esta entrevista, cuéntanos un poco sobre las demandas de aquel paro estudiantil.

Habíamos descubierto un conjunto de prácticas fraudulentas por parte de un representante de los maestros, militante de uno de los dos sindicatos existentes entonces: justo la persona que se encargaba de entregar sus cuotas para cotizar en el IMSS, el Instituto Mexicano del Seguro Social, y, al ir jalando el hilo de la madeja, descubrimos que lo venía haciendo en complicidad con el director y el subdirector académicos de la escuela y la mesa directiva de la sociedad de padres de familia; esto último: que la sociedad de padres de familia estuviera en la jugada del fraude, era muy grave, porque la preparatoria tenía una figura legal llamada por cooperación, donde la federación aportaba los terrenos, el estado el mantenimiento y nuestros padres y madres el salario de los profes: nuestras madres y nuestros padres terminaban, entonces siendo como los patrones de nuestras maestras y maestros. Cuando, por azares del destino yo llegué a la presidencia del consejo estudiantil, si bien nos trazamos llevar a cabo una que otra actividad propia de un consejo de morritos ahí todos pedorros, la idea era organizarnos de cara a lo que para nosotras y nosotros era una inminente huelga de los profes contra nuestros padres… poniéndonos de parte de nuestros profes.

¿Azares del destino?

Bueno, quizás no fue tan random.

No fue nada random, querido.

Ríe. Es quizás el primer momento desde que nos vimos a la salida del Metro Zócalo/Tenochtitlán para venir al departamento que renta su padre cerca del llamado “Cuadrante de La Soledad” en el corazón de la Ciudad de México que lo veo reír, y yo sólo recuerdo que cuando lo conocí hace poco más de 20 años lo veía reír casi por todo.

Bueno, sí –acepta al saberse descubierto–; es verdad que un grupo de estudiantes, mientras otros se enfrascaban en la carrera electoral por el consejo, nos dimos a la tarea de ir haciendo una especie de plan de contingencia por si estallaba la huelga que los profes venían conculcando tras cada visita a la Junta de Conciliación y Arbitraje.

Pero, a ver, si eran otros y no ustedes quienes andaban en lo de encabezar el consejo, ¿cómo fue que quedaste en la presidencia?

Fue una jugada de pizarrón del maestro de Biología, quien además era el coach del equipo de futbol americano de la escuela. El primer avance estaba dado, porque yo ya era consejero de mi salón y daba la causalidad, más que la casualidad, de que la mayoría del grupo de estudiantes que estábamos pensando qué hacer si estallaba la huelga éramos consejeros. Digo que era una causalidad y no una casualidad, porque éramos estudiantes que habíamos sido elegidos consejeros justo porque solíamos manifestar nuestras preocupaciones por cuestiones políticas y organizativas, así que no tenía nada de raro que coincidiéramos en lo uno y lo otro. Cuando después de las campañas proselitistas de las dos planillas que querían constituirse en la dirección del consejo estudiantil vino la jornada de elecciones a lo interno del pleno del consejo, el profe de Biología, que como asesor del mismo consejo podía tener voz pero no voto, propuso que si no sentíamos que las planillas nos representaran por completo así como estaban armadas, en lugar de votar por las planillas en su conjunto votáramos cartera por cartera, y así podíamos escoger integrantes de una u otra planilla, y todos estuvimos de acuerdo. Sin embargo, la propuesta se completó al acordar que podríamos mencionar a cinco consejeros en activo, estuvieran o no en las planillas, y fue así como algunos de los que no estábamos en las planillas pero que sí nos estábamos organizando para encarar la huelga terminamos en la dirección del consejo estudiantil.

Y, ¿cómo fue el salto de ese momento a aquél en el que tomaron la escuela?

Estando en la dirección del consejo potenciamos las conversaciones que teníamos al resto de la comunidad estudiantil. El rumor de que la huelga estallaría crecía cada vez más y nuestra preocupación, en principio muy nuclear, escaló a ser una preocupación de toda la comunidad estudiantil; el siguiente paso, a la par de ir tomando las riendas del consejo y apaciguar los enconos de quienes querían encabezarlo y no lo consiguieron, fue hacer una consulta a toda la comunidad sobre el qué hacer. El resultado de la consulta fue que no sólo debíamos estar preparados a ser reactivos a lo que hicieran los maestros y las autoridades educativas; sino que debíamos tomar la delantera en términos organizativos, y fuimos nosotros, las y los estudiantes, quienes como medida de fuerza para que nuestros padres pagaran lo que debían a los maestros, tomamos la escuela: la huelga, de hecho, nunca estalló.

Y, fue así como resultó harto difícil dedicarse a la fotografía.

Si, a la fotografía y a todo; inclusive, al teatro: nos volcamos al ciento por ciento al paro.

¿Ganaron?

A medias. Exigíamos la destitución del director y el secretario académicos, cosa que ganamos; exigíamos, también, la destitución de la mesa directiva de la asociación de padres y madres de familia, que también lo ganamos. Pero, exigimos un deslinde de responsabilidades por todos los fraudes y robos que fuimos descubriendo, y eso lo perdimos: se negoció el perdón entre la nueva mesa de la asociación, integrada por padres y madres que nos habían apoyado en el paro, y las autoridades administrativas de la Secretaría de Educación Pública (SEP), dizque a cambio de nuestra libertad: la Federación nos tenía preparadas demandas de orden penal a la dirigencia del consejo estudiantil por la toma de terrenos federales. Esa negociación dio paso a dos cosas que para mí fueron gravísimas: el no pago de lo robado y la correspondiente crisis financiera de la preparatoria, y, peor aún, el despido injustificado de nueve maestras y maestros que nos apoyaron durante el paro y a quienes la SEP señaló de ser los verdaderos artífices del paro… porque su “negociador” siempre nos trató de estúpidos: para él era imposible que las y los estudiantes nos hubiéramos organizado como lo hicimos.

Y, tan fue posible que lo hicieron.

Tan fue posible que siempre estuvimos un paso adelante de todos: profes, padres y madres, y las mismas autoridades federales: hicimos una consulta que nos llevó organizar reuniones públicas para plantear la situación a toda la comunidad, tomamos las instalaciones cerrando las oficinas académicas y administrativas, organizamos manifestaciones a las oficinas de la secretaría estatal, empezamos a armar alianzas con estudiantes de la Universidad Autónoma de Coahuila y el Tecnológico de La Laguna por si llegáramos a precisar de apoyo más amplio ante las amenazas del gobierno: las autoridades de la SEP siempre llegaron acompañadas de patrullas de la policía local, y habíamos empezado a contactar a periodistas de los medios locales para que dieran cobertura de todo lo que estaba pasando en la prensa. El negociador de la SEP siempre negoció con maestros y padres la entrega de las instalaciones; a los estudiantes sólo nos quiso amedrentar, y siempre se topó con pared: las instalaciones se entregaron hasta que en consulta pública la comunidad en su mayoría votó que se devolvieran, nunca antes… y se lo cobraron con el despido de nuestras compañeras y compañeros maestros, que luego en sus juicios fueron ganando uno a uno… yo busqué que el consejo estudiantil se declarara en contra de los despidos, no lo conseguí: la pinza política se había cerrado y nos ganaron la última jugada, y, ante lo que me parecía una infamia con la que no podía estar de acuerdo, renuncié de la presidencia del consejo y de mi propio rol de consejero de mi salón.

Y, regresaste a El Juglar.

Primero regresé al teatro y, como un hobby, a la fotografía; a El Juglar regresaría más tarde, tras tomarme un curso técnico de periodismo que dio quien dirigía el suplemento para entonces.

¿Curso de fotografía o de redacción?

De cómo redactar en los distintos géneros periodísticos. Fotografía me había enseñado un amigo llamado Luis Felipe, que solía tomar fotos de todos los eventos que se celebraban en la preparatoria. Un día mi padre llegó a la casa con un equipo: una cámara réflex; cinco lentes: dos de 35 mm, un gran angular… otro que ahora no recuerdo para qué era… y un lente zoom… más otras cosillas… y la única persona que yo sabía, que yo conocía que tomaba fotos, era Luis Felipe, y cuando le pedí si podría enseñarme, generoso como siempre, dijo que sí. La amistad entre Luis Felipe y yo fue tan estrecha que un día me invitó a ser el padrino de su hija, honor que rechacé porque yo pensaba que ser padrino era un compromiso demasiado importante y que no estaría a la altura… ahora seríamos compadres… quizás fuera mi único compadre.

Pero, tus siguientes trabajos en El Juglar ya no fueron como fotoperiodista, sino como articulista, ¿cierto? ¿Qué pasó con la fotografía? ¿La dejaste?

No, no del todo… me la tomé muy en serio; pero, luego me tomé más en serio el teatro y la política. Sin embargo, gracias a la ayuda de don Alfonso, uno de mis directores teatrales más determinantes en mi manera de hacer teatro, llegué a armar mi propio cuarto oscuro en casa de mi padre y mi madre, allá, en Torreón: yo mismo revelaba mis rollos, y nomás porque no tenía el dinero para hacerme de una impresora no llegué a imprimir mis propias fotos.

¿De dónde venía ese gusto por la fotografía y el periodismo? ¿Hay periodistas en tu familia?

De mi padre. Mi padre fue el director de la revista Restaurador 22 de Abril, órgano periodístico del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana entre 1976 y, creo, 1982. Como sindicalista, esa fue su chamba en la defensa de los derechos de sus compañeras y compañeros trabajadores. Y, bueno, yo que siempre he querido hacer sentir orgulloso a mi padre de mí, busqué de algún modo seguir esos paso suyos. De él aprendí, entre otras cosas, que el trabajo periodístico… y todo el trabajo intelectual, pues… si tiene como objetivo dar cuenta de las luchas de los pueblos organizados, debe estar en manos de la propia clase trabajadora; es un principio básico de la lucha de clases. Les debemos mucho, y aún les seguimos debiendo mucho, a las y los periodistas de oficio; pero, para contar las historias del pueblo trabajador, lo mejor es que sea el propio pueblo que las cuente. Un periodista que trabaje de fijo para algún medio, siempre va a estar acotado por los poderes fácticos de ese mismo medio, a menos que tome los medios de producción; los medios están en manos de la burguesía y, o los trabajadores de los medios los socializan y cubren las historias que vivimos la clase trabajadora, o la clase trabajadora generamos nuestros propios medios. Y, lo mismo en el teatro, o en el cine, o en la literatura… de lo contrario vamos a tener en esos dispositivos sólo las historias de la burguesía o de la pequeña burguesía, como vemos en la mayoría del cine nacional que llega a las salas comerciales.

Es curioso escucharte hablar de ti mismo como parte de la clase trabajadora, cuando quienes te conocemos quizás te ubicaríamos en la pequeña burguesía.

Pertenezco a la clase trabajadora, por herencia y por estatus. Mi madre fue una campesina de joven y ahora es ama de casa, tiene ingresos adicionales porque renta algunos cuartos de su casa a estudiantes o trabajadores; pero, siempre ha sido parte de la clase trabajadora, y, como ama de casa, siempre fue compañera de un obrero como mi padre, que ahora que está jubilado no pierde su carácter de clase sino al contrario: lo reivindica cada que puede. Quizás no me he parado las chingas que mi madre y mi padre se han parado: he tenido el privilegio, que ya no tuvo mi hijo, de que mi madre y mi padre tuvieran una vida estable que me permitiera a mí mismo tener de vez en cuando algo estable aun dedicándome a una carrera tan precaria como lo es la actuación teatral; pero, esas oportunidades, que, insisto, ya no está encontrando mi hijo en el mercado laboral, no me restan ni un ápice mi carácter de clase: soy un trabajador, del arte y de la cultura si quieres, pero un trabajador al fin y al cabo que lo único que posee es su fuerza de trabajo, y si quiero insertarme en el mercado laboral tengo que rentar mi fuerza de trabajo, manual e intelectual, o al Estado, o a la iniciativa privada… a quienes poseen los medios de producción y de cambio, pues… o, juntarme con otras personas como yo y armarnos juntas una cooperativa.

¿Como la Red Alterna?

¡Wow! ¡Qué salto en el tiempo!.. La Red Alterna es un proyecto bien bonito; pero, no, no como la Red Alterna. La Red Alterna está marcada… o al menos lo estaba cuando yo me salí de ella… no por una lógica de lucha de clases, sino por lógicas economicistas que sólo terminan haciéndole el caldo gordo al capital. La cooperativa que sueño sea la RED@ctuar es una en la que sus integrantes nos consideremos con mucho orgullo trabajadoras y trabajadores; no, socios; no, gerentes; no, gestores; no, patrones: trabajadoras y trabajadores. Trabajadoras y trabajadores que siempre queramos seguirlo siendo; no trabajadoras y trabajadores que busquen convertirse en burgueses, reduciendo la experiencia cooperativista a la búsqueda de sobrevivencia bajo las reglas del mercado capitalista.

Pero, ¿no es esa la situación de todas las cooperativas?: sobrevivir bajo las reglas del mercado capitalista.

Sí, porque el capital está en todos lados; pero, al mismo tiempo, no: hay experiencias cooperativistas que rebasan ese norte economicista y trazan otros derroteros ejerciendo otras formas de hacer economía y, desde luego, tejiendo otras maneras de relacionarse hacia el adentro y hacia el afuera de sus propias organizaciones. Se trata de resistir al capital no nomás aguantando; sino resistir imaginando y creando formas para darle la vuelta y sumarse al chingo de esfuerzos que todos los días buscan agudizar su crisis: hacer red con ellos.

¿Conoces experiencias que pudieran apuntar hacia esa utopía?

Si, desde luego; no de cerca, porque no he colaborado en ellas, pero he sido y soy su lector: Desinformémonos y Periodistas de a pie, serían algunas de ellas. Sin embargo, están también todas las experiencias de los medios libres que emergieron a raíz o paralelo del zapatismo y que todavía andan por ahí dando la pelea, como Avispa Media, El Salto o La Base… y, bueno, ahora que lo pienso, están allí Rebelión o Tercera Información, para quienes sí colaboro aunque no recibo paga por ello.

Creo que nadie, no lo sé.

Y, por mí está bien: es la naturaleza del proyecto editorial, ser colaborativo. En teoría, quienes colaboramos en Rebelión somos personas que tenemos ingresos, o deberíamos de tenerlos, por otros lados; en mi caso, hacer teatro o la docencia.

Ya hablaremos de la docencia; sobre todo de tu próximo taller de “Comunic@cción ¿3.0?” que darás con Delirio Teatro. Regresemos ahora de nuevo a Torreón, lugar de todos tus rituales de paso. ¿Qué vino después de El Juglar?

De El Juglar vino el salto a salpicar con una que otra nota los diarios locales. Lo mío seguía siendo el teatro, así que el periodismo era más una línea paralela a la que no le dedicaba tanto tiempo como al teatro: ambas son profesiones muy demandantes y muy celosas, y aposté por el teatro. Recuerdo que luego de mis artículos en El Juglar, donde escribí sobre la muerte de Amparo Ochoa o entrevisté a varios actores de la política local sobre la insurrección zapatista, un día mi director me dijo que mejor le llevara a su papá, el jefe de información del diario La Opinión (hoy, Milenio Laguna), lo que estaba escribiendo: ni siquiera recuerdo qué fue lo que le mostré esa vez… creo que fue un reportaje sobre las reacciones de distintos personajes públicos a una gira que realizaría Madonna en México. Y, así, sin ser parte de sus empresas, publiqué una que otra cosa también en Noticias de El Sol de La Laguna y en El Siglo de Torreón.

E, hiciste radio también.

Muy poquita. Trabajé haciendo guiones sobre cápsulas de temas varios, sobre todo de consejos de belleza, nutrición y cuidados para mujeres, en GREM: Grupo Radio Estéreo Mayrán, donde una de las voces más destacadas era la de nuestro querido Jesús “Chuy” Aviña, hermano mayor de tablas en la familia “Compañeros”.

Tu primer grupo de teatro.

Sí, el grupo de teatro de la preparatoria. Chuy había sido de los veteranos del grupo y, en el esquema del maestro Benjamín (Gómez Jiménez), donde uno de los estudiantes hace las tareas de dirección escénica mientras él hace las de director general, Chuy fue el primer director de escena de “Compañeros”.

Para GREM fuiste, entonces, ¿nada más un redactor de esas cápsulas?

No, a veces las grabé yo mismo.

Y, hasta allí llegó la experiencia periodística en La Laguna.

No, hay una experiencia que fue muy importante para mí, que me enseñó en parte el rigor del oficio. No recuerdo muy bien cómo es que llegué a la redacción de una revista llamada Coahuila; allí, el director de la misma me encargó hacer un reportaje sobre la situación del campo a nivel local: nunca lo terminé. Recuerdo que cada que regresaba a la oficina del director, de a tiro por viaje me devolvía lo que yo había hecho: cuando no había entrevistado a alguien que desde su punto de vista no era una personalidad de interés público, le había hecho preguntas de lo más lerdas, y la redacción, bueno: puro choro puro. Para entonces, ya casi no hacía teatro: estaba más clavado en el trabajo político. Y, un día ya no regresé a la redacción de la revista; en lugar de eso me fui a la Convención Nacional Democrática convocada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el que sería el primer Aguascalientes zapatista.

El de Guadalupe Tepeyac.

Así es.

Pero, cuando regresaste de Chiapas, ¿por qué no volviste a la redacción de la revista Coahuila?

En Chiapas me nombraron representante por Coahuila ante la presidencia colectiva de la CND; éramos dos representantes por entidad federativa. Hacer periodismo ya no era una opción. Si acaso podría escribir de tanto en tanto un artículo; pero, la chamba de ir a buscar la nota ya no era una opción: terminaría quedando mal con todo mundo, y yo había adquirido en Chiapas un mandato con el que no podía quedar mal.

¿Tampoco el teatro fue opción?

Tampoco, me estaba configurando como un activista político de tiempo completo.

Pero, sí regresaste; tanto al teatro como al periodismo.

Asomó la represión. Y, yo busqué cómo salir de Torreón para que la represión no me alcanzara. Cuando la represión se recrudeció yo ya estaba viviendo en Morelos y allí tuve que reconstruirme de nuevo; lo hice regresando al teatro, era mi cobertura más creíble, y luego me acerqué a proyectos periodísticos que estábamos armando desde la sociedad civil.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.