Señalar el destino y la trayectoria debería ser el trabajo de los políticos en el actual momento, aunque parece que no la saben hacer y huyen por el atajo amputando las piernas del caminante. Cortar y recortar hasta desangrar la capacidad de compra y aniquilar la demanda, es un pronóstico malo para las empresas y […]
Señalar el destino y la trayectoria debería ser el trabajo de los políticos en el actual momento, aunque parece que no la saben hacer y huyen por el atajo amputando las piernas del caminante. Cortar y recortar hasta desangrar la capacidad de compra y aniquilar la demanda, es un pronóstico malo para las empresas y para las personas. Romper las expectativas sin ofrecer otras sólo puede confundir y conducir al caos económico. El círculo vicioso a la griega ya lo conocemos.
Japón mostró un camino, lento pero mucho menos traumático que lo que se pretende con la confusión bruselense servidora de Alemania. No es que no sea preciso corregir los fastuosos desequilibrios económicos, pero, una vez no se eligió este camino en los inicios de la crisis, ahora hay que dilatar el periodo de los ajustes o se nos irá todo al traste. Mejor 20 años de ir tirando sin crecimientos espectaculares, que arrasar la economía doméstica y hacer retroceder la esperanza de vida como les tocó a los rusos.
Respecto al endeudamiento, hay que ir absorbiéndolo y refinanciándolo en lo necesario con programas de endeudamiento adquirido por el ahorro de los nacionales, reduciendo progresivamente la presión de los inversores extranjeros. Por otra parte, estos inversores, una vez las agencias de calificación hayan rebajado las deudas públicas de la mayoría de los países hasta ahora de confianza para ellos, tendrán que conformarse e invertir con la calificación que sea o no invertir nada (la negación de su razón de ser). Respecto al diferencial de tipos de interés entre préstamos y depósitos, mantenido artificiosamente desde el Banco Central Europeo para salvar el sistema financiero, no supone problemas graves de momento, con todo y penalizar el ahorro.
Lo quieran o no, los ajustes pendientes caen del lado del aparato político y de las grandes empresas, que aún no ha sufrido las consecuencias de la crisis. Y también los pensionistas, incomparablemente mejor tratados que los parados, y no digamos si han sido prejubilados del sistema financiero o de alguna empresa de suministros, beneficiados hasta ahora muy por encima de la media. Predicar con el ejemplo y no regalar indultos como ha hecho el Gobierno del PSOE sería un complemento que la población agradecería a los políticos.
Fernando G. Jaén es Profesor titular del Departamento de Economía y Empresa. Universidad de Vic
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