Zeid Ra’ad al Hussein, el Alto Comisionado de la ONU quien se robó los titulares en los últimos días reclamando la liberación de los golpistas detenidos en Venezuela por provocar múltiples acciones de violencia, es nada menos que un aristócrata de Jordania, miembro eminente de la familia real que gobierna este país, con una mano […]
Zeid Ra’ad al Hussein, el Alto Comisionado de la ONU quien se robó los titulares en los últimos días reclamando la liberación de los golpistas detenidos en Venezuela por provocar múltiples acciones de violencia, es nada menos que un aristócrata de Jordania, miembro eminente de la familia real que gobierna este país, con una mano de hierro desde décadas.
Su Alteza Real el Príncipe Zeid Ra’ad Zeid Al-Hussein no pertenece a una rama cualquiera de esta dinastía medieval. Es es el hijo del Príncipe Zeid de la Casa Hachemita y de la princesa turca Fahrelnissa Zeid, y es heredero de las Casas Reales de Irak y Siria.
En materia de represión, el Principe Zeid sabe mucho, muchísimo.
En 1989, el rey Abdala II le encargó la dirección de la Policía del Desierto de Jordania (la sucesora de la Legión Árabe) y cumplió servicio hasta 1994.
La aparentemente exótica policía del desierto, que dispone de 4 000 hombres y que con frecuencia usa camellos, patrulla las áreas desérticas (cuatro quintas partes del país) donde hace reinar el orden del régimen.
En su función de alto oficial de policía, Zeid estuvo en contacto cotidiano con otra policía, la que hace temblar a los opositores del gobierno real: el Departamento General de Inteligencia de Jordania (GID) – conocido como el Mukhabarat -, la temible inteligencia jordaní. La «que persigue, encarcela, tortura e incluso mata a todo aquel al que consideren un peligro para el gobierno», según el testimonio reciente de un disidente refugiado en Londres.
El GID tiene una reputación de crueldad que ha provocado severas críticas de grupos de derechos humanos. Según organismos internacionales, la ley jordana obliga a pedir un permiso a as autoridades para celebrar encuentros públicos, que pueden ser prohibidos con total.
No es ningún secreto que Jordania es el país más pro-norteamericano en el mundo árabe. Siempre fue un aliado de Estados Unidos a tal punto que se dijo que el fallecido rey Hussein – el abuelo de Zaid – se encontraba en la nómina de la CIA.
La capital de Jordania, Amman, sirvió como base para las operaciones de desestabilización de la CIA contra Saddam Hussein e Irak.
El GID trabajó con agentes de inteligencia estadounidenses interrogando a sospechosos y han cooperado con las operaciones que enviaron cientos de presos a Guantánamo.
Al dejar su puesto con la policía del desierto, Zeid fue delegado por el régimen en teritorio de la ex Yugoslovia donde ha desempeñado el cargo de Oficial de Asuntos Políticos en el UNPROFOR – asociada a la OTAN – desde febrero de 1994 hasta febrero de 1996.
Ahí tuvo que conocer cada detalle del momento más horrible de esta fracasada operación «humanitaria». Mientras se encontraba precisamente en la región, ocurrió la Masacre de Srebrenica, también conocida como Genocidio de Srebrenica, el asesinato de 8.000 personas de etnia bosnia.
Aunque sus títulos de nobleza – que el protocolo de la ONU le prohibe usar – hacen de su persona una figura de las mil y una noches, Zeid prefiere los lujos bien occidentales de Londres, París o Nueva York y apenas disimula su americanofilia.
En 1972, Zeid se casó con una ciudadana norteamericana, Sarah Butler, hija de una familia de Texas vinculada al mundo del petróleo.
Disponiendo de toda la confianza del rey de Jordania, Su Alteza ha sido embajador de su país ante las Naciones Unidas durante los cuatro años antes de ocupar su actual puesto, y se encontró en la misma posición entre 2000 hasta 2007. En el medio, fue embajador en Washington,
En lugar de buscar cómo agudizar la crisis creada por Estados Unidos en Venezuela, al emocionarse con una supuesta represión producto de las campañas de desinformación desarrolladas por la extrema derecha, Zeid pudiera tal vez darle más atención a lo que ocurre en su propio país.
No puede ignorar que, ahí donde nació, en esa Jordania gobernada por su propia familia, más de medio millón de refugiados sirios, se encuentran sobreviviendo en campamentos, víctimas de la actividad imperial de EEUU la nación que tanto ama.
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