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Sexo, mentiras y filántropos…

Fuentes: Red del Tercer Mundo

El embajador Randall Tobias, vice-administrador de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (conocida como AID, por su sigla en inglés), renunció sorpresivamente a su cargo el viernes y dejó acéfalo al Plan de Emergencia contra el SIDA que dirigía personalmente. Este Plan, creado por el presidente George Bush, está dotado de […]

El embajador Randall Tobias, vice-administrador de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (conocida como AID, por su sigla en inglés), renunció sorpresivamente a su cargo el viernes y dejó acéfalo al Plan de Emergencia contra el SIDA que dirigía personalmente.

Este Plan, creado por el presidente George Bush, está dotado de un fondo de 15 mil millones de dólares y se lo anuncia oficialmente como «un empeño multifacético para combatir la enfermedad» y «el mayor esfuerzo jamás emprendido por un país en contra de una dolencia a nivel internacional». Una de las múltiples facetas del plan antiSIDA de la administración neoconservadora es su política anti- prostitución, que exige de las organizaciones receptoras de fondos del Plan o de la AID una activa posición contraria al comercio sexual y su legalización. Esta política es tan estricta que proscribe incluso a las ONGs beneficiarias del plan apoyar a trabajadoras sexuales con fondos de otras procedencias.

Grande fue el escándalo, entonces cuando el nombre del embajador Tobías apareció en la lista de clientes de Deborah Jeane Palfrey, una próspera proveedora de «servicios legales de fantasías eróticas con clase» (300 dólares la hora, propina no incluida) que según la justicia estadounidense es prostitución pura y simple.

Tobías intentó alegar que sólo había pagado por «masajes no sexuales» pero el contraste entre su práctica privada (delictiva en Estados Unidos) y su prédica antiprostitución en el mundo, defendida aún a costa de vidas de víctimas del HIV-SIDA que podrían haber sido salvadas o contagios evitados, era demasiado grande y en un gesto de vergüenza que de alguna manera lo dignifica, presentó su renuncia «por razones personales».

Mientras tanto, a pocas cuadras de allí, muy distinta era la actitud de otro jerarca de la filantropía gubernamental organizada: Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial, ex subsecretario de Defensa y arquitecto de la invasión a Irak, sigue aferrado a su cargo, haciendo oídos sordos al reclamo de que renuncie.

Wolfowitz inició una cruzada anticorrupción en el Banco Mundial que ya ha llevado a cancelar préstamos y donaciones a varios países cuyos mecanismos de gobierno no ofrecerían suficientes garantías de integridad moral. Sin embargo, al igual que Tobías, la prédica de Wolfowitz parece no aplicarse a su vida privada. Al asumir la presidencia del Banco Mundial hace dos años, Wolfowitz tenía una relación oficialmente descripta como «romántica» con Shaha Riza, una funcionaria de la institución. Según las reglas del Banco Mundial no pueden existir relaciones de este tipo entre dos funcionarios de la institución que se desempeñen «en el mismo cono de autoridad» y para acatar la norma la señora Riza fue destinada a trabajar «en comisión» (o sea a cargo del Banco Mundial) a una cierta «Fundación para el Futuro» dedicada a promover la democracia en el mundo árabe, dirigida por Liz Cheney, hija del vicepresidente de Estados Unidas y dependiente de hecho del departamento de Estado, que la financia y orienta.

Hasta aquí todo bien. Pero lo que ahora se descubrió es que como «compensación por el daño a su carrera», Shaha Riza recibió un aumento de sueldo tan generoso que gana más que la secretaria de Estado Condoleeza Rice (y Riza no paga impuestos, como funcionaria del Banco, mientras que Rice sí, como empleada pública). Además, Riza tiene aumentos garantizados por su nuevo contrato de 8% al año y la seguridad de que todas sus evaluaciones de aquí en adelante serán «sobresalientes», de tal manera que cuando Wolfowitz deje la institución a Riza le corresponderá una vicepresidencia.

Al igual que Tobías, Wolfowitz intentó,.primero, minimizar los hechos. Pidió perdón («i am sorry») por los «errores» cometidos en el manejo del asunto y le restó importancia. Con el correr de los días, nuevos documentos fueron apareciendo, a todas luces ?filtrados? a través de la ONG «Global Accountability Project» por personal del propio Banco, que demuestran que desde la subsecretaría d Defensa Wolfowitz había contrado a Riza (nacida en Túnez) como consultora para la reconstrucción de Irak, en violación de la norma del Banco que prohibe otros empleos a sus funcionarios y de los términos de la visa de la contratada.

La Casa Blanca insiste en respaldar a Wolfowitz, probablemente porque la elección de un sucesor en estos momentos haría zozobrar la regla no escrita que le da a Estados Unidos, con sólo 17% de los votos en la junta, el derecho a designar al presidente (a cambio, la Unión Europea designa al titular del FMI). Elecciones transparente y basadas en los méritos de los candidatos y no en influencias políticas es la norma que el Banco Mundial quiere que sus deudores apliquen en los organismos que manejan fondos públicos… pero la idea de predicar con el ejemplo no ha llegado a Washington.

Mientras un comité ad-hoc continua investigando a paso de tortuga la conducta de Wolfowitz (una nueva postergación fue anunciada el 1 de mayo), cada día que pasa surgen nuevos escándalos, como el descubrimiento de un memo en el que Wolfowitz personalmente ordenó «bajar de tono» las referencias al cambio climático en un documento del Banco sobre estrategia ambiental, o la constatación de que todos los cargos de confianza de Wolfowitz han ido a parar en manos de ex asistentes suyos en el Departamento de Defensa (sin ninguna capacitación en temas de desarrollo) o de amigos políticos como la ex ministra española del exterior Ana Palacio y el ex ministro salvadoreño de finanzas Juan José Daboub, ambos aliados clave en la invasión a Irak.

Miembro del Opus Dei, Daboub personalmente usó su autoridad para cambiar en los hechos la política de salud reproductiva del Banco Mundial, eliminando de los planes de países africanos los objetivos de ampliar el acceso de las mujeres a anticonceptivos.

La credibilidad de la institución encargada de combatir la pobreza en el mundo está en juego y durante la reunión de primavera (boreal) del Banco Mundial y el FMI, a comienzos de Abril, por primera vez en la historia había funcionarios del Banco Mundial con carteles de ?renuncie ya? entre los habituales manifestantes de la vereda de enfrente. Entre quienes piden la renuncia están, además, medios de prensa empresariales como el Financial Times, miembros de la junta directiva del Banco y varios ministros europeos, todos ellos intentando evitar «que el barco se hunda con el capitán», como ha comenzado a reclamar la altermundialista Naomi Klein.