Hace tiempo que no me emocionaba tanto en una sala de cine. Nosotros me dejó sin aire, sobrecogido y roto. Es un documental que duele, que golpea y sobre todo que nos enseña el injusto drama de los obreros que sufren las decisiones de quienes todo lo miden con egoísmo y por interés financiero. Esos […]
Hace tiempo que no me emocionaba tanto en una sala de cine. Nosotros me dejó sin aire, sobrecogido y roto. Es un documental que duele, que golpea y sobre todo que nos enseña el injusto drama de los obreros que sufren las decisiones de quienes todo lo miden con egoísmo y por interés financiero. Esos son los que mandan, los que controlan el sistema, los que roban y matan, los que deciden un futuro de pobreza para sus semejantes. El neoliberalismo lo reduce todo a números: a ganancias, a beneficios, a indignidad. La mano de obra es ya un concepto deshumanizado e incluso prescindible. En la Sala Berlanga, donde se proyectaba el documental, los trabajadores de SINTEL no estaban solos, les acompañaban los de Telemadrid y los de Iberia, empleados a los que también se les está robando su puesto de trabajo y que experimentan hoy en sus carnes el mismo sufrimiento que ellos empezaron a padecer hace ya casi doce años. Nosotros no es una historia del pasado, ni tampoco un caso excepcional e irrepetible. Hoy aquello se ha convertido en el pan nuestro de cada día.
Antes de entrar en el análisis de lo visto, quería incluir en esta reseña la sinopsis que ha preparado el equipo de la película, pues muestra el espíritu que impregna todo el documental y lo describe a la perfección: «En el invierno de 2012, un Madrid, denso, geométrico, guía los pasos perdidos de personas conmocionadas por el despido inesperado del trabajo que hasta entonces realizaban. Un rumbo impreciso alienta sus anhelos de superar el conflicto económico y emocional sufrido. El ámbito del desempleo es colectivo, pero el pago de lo acontecido, personal. El azar voltea las letras perdidas en el tiempo y evoca, metafóricamente, itinerarios novelados muchas décadas atrás por Steinbeck. El camino también reverbera ecos más recientes: Siete trabajadores de la Empresa Pública filial de Telefónica Sintel, se suicidaron al poco tiempo de recibir la noticia de su despido. Varios más murieron prematuramente. ¿Los otros? Los otros luchan aún hoy por mantener su autoestima. Han pasado once años desde que el «Campamento de la esperanza» dejase su huella en el centro financiero de Madrid. Tras tantos años, ahora, en el 2012, se celebra el juicio y se desvelan muchas de las claves del entramado financiero político que quebró Sintel. Los trabajadores despedidos de Sintel se vieron abocados a una épica que nunca desearon y superaron obstáculos insospechados. Agradecidos los agasajos y desmentidas las calumnias, todo quedó ya atrás. Desde la dificultad del hoy miran el ayer cuando fueron ensalzados como héroes por los mismos que después les denostaron y ahora les han olvidado, Héroes que ellos no quisieron nunca ser porque sus aspiraciones eran mucho más modestas: volver a ser trabajadores con dignidad, y recuperar para serlo lo que sin ningún sentido ni razón les fue arrebatado. Hoy, todos ellos acometen su presente mirando de soslayo a aquel pasado de conmoción, que cambió su vida e hipotecó su futuro, bien diferente del que entonces podían prever».
Nosotros arranca en una obra parada, detenida por la crisis financiera que atraviesa el sector de la construcción. Ante ella un hombre nos confiesa que allí pasó las últimas horas remuneradas que trabajó. Tras él viene otro. Ambos nos hablan del drama del paro, de su soledad, de que han agotado prestaciones y subsidios y siguen sin encontrar un trabajo. Temen el tiempo que va a venir, y a ciencia cierta no saben que va a ser de ellos y de sus familias. Así está su ánimo, unos días mal y otros peor. Son personas cualificadas que han pasado de los 45 años y a los que el mercado laboral les está cerrando todas las puertas de ganarse dignamente el futuro con su trabajo. La tragedia humana de los trabajadores de SINTEL se repite hoy y se generaliza. Ese es el primer nexo de unión de cualquier espectador con el documental, que no va a ver el pasado, sino a observar el presente, ése que ya conoce, y lo va a hacer buceando en una realidad experimentada por otros que empieza a ver que se le parecen.
SINTEL era un organismo público, subsidiario de Telefónica y con beneficios económicos. De la noche a la mañana se privatizó y se destruyó a través de un plan premeditado que dejó a sus trabajadores desamparados y en una situación administrativa ambigua: sin ser despedidos pero sin trabajo, sin salario y sin posibilidad de cobrar el paro. Nosotros explica, sin sobreentendidos ni dar cosas por supuestas, todo ese proceso y logra hacerlo comprensible, a pesar de su gran complejidad, porque está bien contado y porque tiene la capacidad de hacer preguntas que la inteligencia del espectador resuelve. Uno se pregunta por qué eligieron desmotar SINTEL. Les iba bien, no les faltaba trabajo, ganaban dinero y contaban con una plantilla con mucha experiencia en lo suyo. Pero el sistema capitalista veía en ellos algo diferente, dos enormes pecados: estaban afiliados a sindicatos mayoritariamente y muchos pasaban de los cuarenta años. El modelo laboral actual prefiere obreros entre los treinta y los cuarenta y pocos, gente dócil, que no proteste, que no tenga capacidad de organizarse y que no tenga posibilidad de reclamar sus derechos. Trabajadores callados y tristes que solo sepan cumplir con las obligaciones exigidas.
Cuando me incorporé al mundo laboral, por cada empresa que pasaba siempre se vanagloriaban de lo joven que era la plantilla. Tantas veces me lo dijeron que en uno de esos trabajos, en mi primer día, cuando mi jefe me paseaba por la oficina para presentarme también me lo soltó. Le miré y le pregunté: «Y qué hacéis cuando envejecen, ¿los matáis?» Se rió, pero no respondió. Supongo que lo consideró una ocurrencia y prefirió seguir la presentación como si nada. Adiviné en aquellos principios que alguna vez iba a tener cuarenta y cinco años y que entonces, laboralmente, para las empresas informáticas yo no iba a tener el menor interés. Los que son algo más jóvenes, los que están formando una familia, son más rentables, sobre todo en una economía como la nuestra y dentro de una sociedad que ha preferido la velocidad de un consumismo vacío a la calidad de algo bien hecho. Ganó lo rápido a lo bueno. Nos olvidamos de ser responsables.
Nosotros nos cuenta el presente de aquellos trabajadores de SINTEL, de qué forma cada uno de ellos ha ido rehaciendo su vida y de las profundas secuelas que aquel proceso les ha ido dejando. Obligado por el realismo, la derrota y la impotencia recorren todo el documental. Y eso lo hace tremendamente humano. Son personas las que hablan, las que nos cuentan lo que pasó y recuerdan aquel momento que truncó sus vidas; una decisión ajena, económica e injusta, que no les tuvo en cuenta y que les sacó del mercado laboral. El documental está contado desde el plano más personal e íntimo y sin embargo sirve para dar respuestas a lo colectivo, lo de todos. El paro es una lacra social que viven individualmente demasiadas personas.
El caso de los hombres y mujeres de SINTEL nos habla de lucha y de solidaridad, la que sirve para mantener la dignidad, para poder mirarse cada mañana al espejo y ser conscientes de que no tienen, a esa cara que ven enfrente, motivo para hacerle un reproche. No pudieron ganar. Les traicionaron. Les abandonaron. Y siguen en pie, peleando por su dignidad, contando como les robaron su puesto de trabajo. Nosotros es un drama que sirve para enseñarnos las orejas del lobo, para que sepamos que está ahí y que va a seguir dándonos zarpazos asesinos. Por eso SINTEL es en estos días actualidad.
La actualidad de ese pasado convertido en presente y el futuro desesperante que nos aguarda a todos los trabajadores deben herir al espectador, generarle un estado de shock que le obligue a despertar, a tomar conciencia y a rebelarse. No podemos seguir soportando gobiernos títeres de un poder financiero e inhumano, no debemos seguir consintiendo los caprichos de esos políticos que han demostrado haber doblado las rodillas ante las grandes multinacionales y que obedientes están vendiendo lo público para dejarnos desnudos en la calle.
No me extraña que Nosotros ganase el Primer Premio al mejor largometraje documental en la pasada SEMINCI. Tampoco que cuando leyeron ese premio en el palmarés se escucharan aplausos unánimes.
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