«Asegurando desarrollo en un mundo inseguro», es el lema de la Conferencia de Desarrollo Económico en Ámsterdam. Allí se ventilan las relaciones entre pobreza e inseguridad. Más rendimiento da una escuela que un fusil.
«Sólo unidos podremos derrotar la ignorancia, el hambre y la pobreza en el mundo», dijo en Berlín la ministra alemana de Desarrollo y Cooperación Heidemarie Wieczorek-Zeul. La política alemana se refería al papel del Banco Mundial como socio y aprovechó para exigir una mayor apertura a los mercados para productos de los países en desarrollo así como una reducción importante de las subvenciones agrarias en los países industrializados. Bajo la actual política agraria la Unión Europea subvenciona cada vaca con 2 € por día, mientras en el mundo viven 1,2 mil millones de personas que tienen que vivir con menos de un euro al día.
Independientemente de las controversias que generan algunas políticas, el Banco Mundial es uno de los más fuertes instrumentos multilaterales para el desarrollo. Alemania es, después de los Estados Unidos y Japón, el tercer país con mayores aportes de financiamiento.
Los más pobres no son los terroristas
La responsabilidad por el bienestar de los pueblos, la tienen empero ellos mismos, sus gobiernos, sus sociedades civiles, la industria privada. La lucha contra la pobreza y la estabilidad de países y regiones están mucho más relacionadas de lo que hasta ahora se había querido entender.
Sin desarrollo no hay paz, y sin paz no hay desarrollo. Esto también lo ha entendido James D. Wolfensohn, el presidente del Banco Mundial quien está seguro de que «si no resolvemos el problema de la pobreza, no habrá tranquilidad».
Precisamente estos 23 y 24 de mayo tiene lugar en Ámsterdam la Conferencia anual del Desarrollo Económico, (ABCDE) que se concibe como plataforma única para intercambiar ideas entre aquellos que las tienen, los que las convierten en leyes, los que las ponen en práctica, sus beneficiarios, los representantes estatales y de organizaciones no gubernamentales.
Hay más dinero para cañones que para escolares
Gregory F. Treverton y Robert Klitgaard, de la Corporación para Políticas de Inteligencia, Rand, por ejemplo, demuestran en Amsterdam cómo la inseguridad e inestabilidad resultantes de un conflicto impiden el desarrollo de una sociedad. Un aspecto poco atendido antes de las acciones terroristas contra los Estados Unidos en 2001. Los ponentes denuncian que los países industrializados pueden aportar mucho más a la seguridad mundial si en cambio de gastarse 3 trillones de dólares en armamentos, inviertieran más que los 50 billones que actualmente dedican a la asistencia del mal llamado Tercer Mundo.
Dicho sea que los terroristas que han causado más daño en la última década, no provienen de los países más pobres y ellos mismos cuentan con millonarias fuentes de financiación, como el narcotráfico. Así que la conexión entre pobreza y terrorismo no debe ser asumida automáticamente. Aún así, los orígenes de la inseguridad resultan de la miseria en que muchos países mantienen sumidos a su gente.
Desmilitarizar la pobreza
Tres interconexiones entre pobreza e inseguridad mencionan Treverton y Klitgaard. La primera muestra como un fuerte aparato de defensa interna mejora la seguridad civil permitiendo la inversión y el desarrollo. Mientras la segunda variante explica cómo una mejor coordinación de políticas entre países en vías de desarrollo y países industrializados permitiría «desmilitarizar» la pobreza encausando recursos y soluciones a la apertura de mercados, la inversión, la cultura, la educación y la diplomacia. Dicho en pocas palabras: más rendimiento trae una escuela que un fusil. Y la tercera se resume con la sabiduría de que más vale prevenir conflictos que tener que solucionarlos.