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Sin frente de izquierda clasista

Fuentes: Rebelión

Cuando faltan cuatro meses para las elecciones generales en Brasil (octubre), las pesquisas dan al presidente Lula vencedor ya en el primer turno, con más del 50% de los votos, muy distanciado de la candidatura opositora de derecha principal (PSDB-PFL). En el cuadro de la grave crisis política que, por denuncias alevosas de corrupción, afectó […]

Cuando faltan cuatro meses para las elecciones generales en Brasil (octubre), las pesquisas dan al presidente Lula vencedor ya en el primer turno, con más del 50% de los votos, muy distanciado de la candidatura opositora de derecha principal (PSDB-PFL). En el cuadro de la grave crisis política que, por denuncias alevosas de corrupción, afectó a todo su gobierno, derribando a sus principales ministros (Dirceu e Palocci), al propio Parlamento en su totalidad, y puso bandera de remate en el partido de Lula (el PT), el fenómeno no tiene una causa única.

La crisis política, contra el cálculo de sus propios promotores, no benefició a la derecha burguesa – cuyo principal candidato potencial (José Serra, ex intendente de San Pablo) renunció a disputar las presidenciales – al contrario, proyectó una crisis de todo el régimen polítco. Los programas «sociales» miserables (beca escuela, beca familia, y otros), administrados por ONGs vinculadas al gobierno, engloban a centenas de miles de familias, a millones de personas, sobre todo en las regiones más pobres, las que desconfían que la derecha en el gobierno barrería hasta esa limosna.

Lo fundamental, la política de beneficio del gran capital financiero (con lucros record bajo Lula), incluido el pago adelantado de parte de la deuda externa, han hecho de Lula el hombre de confianza del gran capital, capaz al mismo tiempo de maniatar la gran mayoría de las organizaciones creadas para la lucha (pero ahora dirigidas por una burocracia corrupta y participacionista) por obreros, campesinos y jóvenes. Para el imperialismo y el FMI, apoyar a la derecha seria más aventurero que mantener a Lula.

En esas condiciones políticas, fue proclamada la candidatura presidencial de Heloísa Helena, senadora excluida (o mejor, auto-excluida) del PT, junto con otros parlamentarios que se negaron a votar la reforma previsional privatizante de Lula, por un frente de tres partidos de izquierda (PSOL, PSTU y PCB). Debido a su proyección periodística desde el episodio «rebelde», y también a la rebeldía real de la vanguardia obrera y juvenil, la candidatura de la senadora del estado de Alagoas está con 6 a 8% de las intenciones de voto, y ya hasta proclama la ilusión de superar al candidato derechista principal (Alckmin, del PSDB) y, eventualmente, disputar un segundo turno con Lula.

La candidatura de Heloísa, sin embargo, está lejos de ser la de un frente de izquierda basado en la independencia clasista. Aparece como la «candidatura del PSOL» (en la que PSTU y PCB juegan el papel de aliados secundarios, con presencia sólo provincial y municipal). Y en la fórmula presidencial, aparece acompañada por César Benjamín, un intelectual de escasa proyección política, ningún perfil de lucha o clasista (siquiera ideológico), que se distinguió en los últimos años por posiciones nacionalistas y burguesas, incluido el fortalecimiento del Ejército brasileño, llegando a promover a ex funcionarios de la dictadura militar, que en ciertos ambientes pasan por nacionalistas.

El PSTU festejó que «la dirección del PSOL felizmente reculó de la propuesta de alianza nacional con el PDT», lo que desnudó la tendencia a la colaboración de clases de parte del PSOL, así como lo hacía el PT en sus orígenes. El PSTU caracteriza inclusive que la dirección nacional del PSOL intentaría todavía incluir en el frente a «segmentos de otros partidos que se colocan en la oposición, con un discurso de izquierda, y que puedan desplazarse de las alternativas presentadas por sus propios partidos». El PSTU cita entre esos ‘segmentos’ a Pedro Simon (PMDB), Luiza Erundina (PSB), Fernando Gabeira (PV), João Fontes (PDT), entre otros. La idea seria rescatar a los sectores «éticos» de estos partidos burgueses.
En cuanto al programa, «el PSOL reafirma la necesidad de reformular las políticas públicas y tratar temas fundamentales, como la cuestión de la deuda pública y su auditoria; la promoción del crecimiento económico con el combate a la miseria y el desempleo; la lucha en torno a los derechos básicos como educación, salud, habitación, reforma agraria y cultura. Heloísa afirmó que su campaña trabajará por la reconstrucción de la democracia con desarrollo económico sustentable e inclusión social». También menciona «el ataque radical a la corrupción; el fin de los foros privilegiados y de los sigilos bancario y fiscal».

El PSOL propone «suspender el pago de los intereses de la deuda externa… el pago a los grandes especuladores», y que «las áreas estratégicas, como petróleo y telecomunicaciones, estén bajo control del pueblo brasileño». La «distribución de ingreso, (el) aumento inmediato de los salarios» también están en el programa del PSOL. No será difícil encontrar todos estos puntos en las versiones electorales del PT y los partidos burgueses, no solamente de Brasil sino de cualquier país de América Latina. La sacudida que está afectando a los mercados de capitales, pero especialmente al Brasil, puede dar actualidad al programa del PSOL, porque Brasil puede volver a entrar en default.

De modo general, el PSOL y Heloisa Helena basan su campaña electoral en ninguna reivindicación social o antiimperialista, sino en la «gestión transparente» de los (cada vez menores) recursos públicos – quedándose atrás hasta del «presupuesto participativo» del PT y los anti-globalizadores – y en un «gobierno honesto», no corrupto, ni siquiera planteando el enjuiciamiento y encarcelamiento de los promotores y beneficiarios del monumental escándalo de corrupción que afectó al régimen burgués brasileño en su conjunto.

El PSOL (que ni siquiera es un partido, sino un acuerdo precario de tendencias, algunas abiertamente nacionalistas burguesas, pero también incluidas casi todas las corrientes del «trotskismo» mundial) aparece como un parche, un remiendo, de un régimen en proceso de desintegración. En la reciente invasión del Parlamento por campesinos sin tierra del MLST (Movimiento de Liberación de los Sin Tierra), que culminó en violenta represión y detención de más de 500 militantes (incluidos muchos menores) Heloísa Helena hizo causa común con lo más granado del derechismo brasileña en la defensa de las «instituciones republicanas» contra el «vandalismo» de los campesinos (lo que no tiene nada que ver con criticar el petardismo del MLST, defendiendo sus militantes contra la represión estatal).

En cuanto al acuerdo, el PSOL informó que «fueron acatadas las condiciones puestas por el Partido Socialista de los Trabajadores Unificados (PSTU) para la composición de un frente de izquierda, al lado también del Partido Comunista Brasileño (PCB)». Este último es un fantasma caricatural del viejo PCB (la gran mayoría de éste formó el PPS, un partido completamente burgués, incluso derechista), y fue substituido en su papel de aparato contrarrevolucionario por el PC do B (de origen maoísta), partícipe de primera línea del gobierno Lula, detentor inclusive de la presidencia del Congreso Nacional. El actual PCB es un aparatito sin ninguna presencia política, cuya única función sería la de justificar, por la necesidad de «consenso», el conservadorismo democratizante del «frente», ya que el PCB condena de modo abierto y explícito (en nombre del aggiornamento del «socialismo») el gobierno obrero y campesino y la expropiación del capital.

El mismo PSOL informó «de algunas divergencias internas» cuando «los delegados indicaron que el PSOL abdicase de disputar el Senado en los estados de San Paulo, Río de Janeiro y Rio Grande do Sul, además del gobierno de Minas Gerais, para apoyar a los candidatos del PSTU». Las chances electorales de las candidaturas concedidas al PSTU o que éste obtuvo, son nulas. La conclusión es que el PSTU aceptó ocupar el mini-vagón de cola de un frente que otorga una posición política especial a un nacionalista burgués como candidato a vicepresidente.
En la etapa previa al acuerdo, el PSTU había realizado actos públicos en algunas capitales del país, para reclamar la candidatura a vice para su dirigente, Zé Maria de Almeida, y rechazar la alianza electoral con sectores burgueses. A la vista de los resultados, la campaña no tuvo éxito y hasta el propio PSTU quedó persuadido por la posición contraria. La integración del PSTU a un frente de características democratizantes y nacionalistas, por su programa y por sus candidatos, no es una cuestión de táctica electoral, sino que refuerza la tendencia a la liquidación de la independencia de clase y del socialismo. La cristalización del PSOL (y del PSTU, en frente político con aquel) como «oposición a Su Majestad» del régimen derechista (Lula) de la izquierda democratizante del Foro Social Mundial y el movimiento anti-globalizador, lleva agua al molino de la desmovilización en Brasil, y tiene proyección internacional en la delimitación de una izquierda revolucionaria a escala mundial.