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Sin la mirada crítica, la Revolución está muerta

Fuentes: Rebelión

Una de las cosas que dificulta la acción revolucionaria en Venezuela son las carencias de la conciencia político-ideológica del pueblo, a la cual se refirió el presidente Maduro en su discurso del Día del Trabajador. Esto tiene que ver, por supuesto, con las consuetudinarias fallas de nuestras políticas comunicacionales. Nosotros hemos hablado bastante de esto […]


Una de las cosas que dificulta la acción revolucionaria en Venezuela son las carencias de la conciencia político-ideológica del pueblo, a la cual se refirió el presidente Maduro en su discurso del Día del Trabajador. Esto tiene que ver, por supuesto, con las consuetudinarias fallas de nuestras políticas comunicacionales.

Nosotros hemos hablado bastante de esto desde hace años. Vamos primero que nada a referir, con mínimos detalles, lo que consideramos las grandes falencias de las políticas comunicacionales oficiales.

1.- La estrategia «Eudomar Santos» (personaje improvisador de una telenovela venezolana). Eso es lo que comúnmente hacemos: como vaya viniendo, vamos viendo. Al carecer de lo que es la base fundamental de toda política comunicacional, el establecimiento de una estrategia de largo aliento, practicamos una comunicación reactiva, que depende demasiado de la conformación de las matrices del enemigo. A veces respondemos muy bien, es verdad, como en el caso de la orden ejecutiva de Obama, pero por el hecho de que generalmente esas contraofensivas nuestras no forman parte de un planteamiento estratégico, terminan luciendo como fragmentadas. No se produce el necesario proceso acumulativo de toda comunicación exitosa, donde cada acción está vinculada a todas las demás y se pone al servicio de los grandes objetivos generales. Ojo: una estrategia no es un cuerpo teórico complicado que nos exija largos y engorrosos documentos, sino un plan concreto, con los mencionados grandes objetivos generales y también objetivos secundarios o tácticos cuya función principal es contribuir a la realización de los señalados objetivos generales. Igualmente debe incluir una segmentación de las audiencias que nos permita diferenciar los contenidos de los mensajes, y los distintos tonos y lenguajes a utilizar (lo cual nos podría ayudar significativamente a comunicarnos, por ejemplo, con las clases medias cuyas mentes está colonizadas por la derecha) Además, una estrategia debe incorporar políticas específicas para el correcto uso de los distintos medios de comunicación y una línea de acciones permanentes y prolongadas, que enmarquen a todas las acciones coyunturales y puntuales.

2.- La excesiva preeminencia de la propaganda sobre la formación de conciencia político-ideológica. El Gobierno tiene que hacer propaganda, sin duda. Pero la propaganda suele ser un factor de información más que de formación, aunque en una correcta estrategia de comunicación, una cosa serviría a la otra. El imperialismo y sus lacayos tienen entre sus principales armas la colonización de las mentes, de la conciencia de la gente. Para ello cuentan con múltiples herramientas y una vasta experiencia. Todo su aparato comunicacional, su industria cultural y su adoctrinamiento en los distintos niveles de la educación están al servicio de esa colonización. Eso hace a los pueblos vulnerables a las ofertas de oropel del capitalismo, a las respuestas del egoísmo, a la manipulación y el engaño. Es algo muy difícil de superar y solo se puede lograr con una acumulación de acciones, estímulos y mensajes, que apunte a resultados duraderos, con una estrategia de largo alcance, y en plazos que no serían breves. La conformación de una conciencia crítica nueva no será producto de la propaganda, sino de un plan de formación político-ideológica del pueblo al servicio del cual esté la propaganda ¿Fácil? No ¿Imposible? Tampoco. Pero lo cierto es que con la estrategia de Eudomar Santos no hay ninguna posibilidad de vencer en la trascendental batalla de las ideas. Son temas para el debate que se están debatiendo muy poco.

Mariela Castro Espín es la hija de los revolucionarios Raúl Castro, presidente de Cuba, y de Vilma Espín, quien fuera presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas. Mariela es sicóloga y sexóloga, y actualmente se desempeña como directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX), y es diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular de su país ¿A qué viene esta mención en este artículo de hoy? Pues a que esta camarada ha votado, en un acto poco común, en contra del nuevo Código del Trabajo aprobado por la Asamblea Nacional cubana, porque aunque incluyó el principio de no discriminación por orientación sexual, no lo hizo con la identidad de género. Esta actitud no fue comprendida por todos los diputados, pero no por ello ha sido irrespetada, señalada o discriminada ni en el gobierno ni en el partido ¿Será porque es la hija de Raúl? Queremos creer que no fue esa la razón, aunque no podríamos asegurarlo.

Pero la verdadera motivación de tal mención son las declaraciones posteriores hechas por la diputada Castro Espín. Oigase bien: » Mi trabajo como diputada en Cuba tiene una mirada crítica que es la forma en que entiendo ser revolucionaria… si no tengo una mirada crítica, estoy muerta «. Nosotros, que jamás hemos renunciado a la mirada crítica y que la valoramos como más necesaria que la adulación y la conducta acrítica de muchos que piensan que eso les da estabilidad y ventajas, agradecemos esta declaración que pone el dedo en la llaga: somos críticos porque somos revolucionarios y pensamos que una de las mejores maneras de defender la Revolución es señalando aquello que consideramos erróneo, fallido o incorrecto. Puede ser que nos equivoquemos en algún señalamiento, pero de lo que sí estamos seguros es de la corrección de la actitud crítica. Claro, también creemos que la crítica revolucionaria debe ser hecha con lealtad, con altura argumental y con apego a los principios que hemos albergado desde hace mucho tiempo.

Esta valoración de la crítica nos da pie para continuar con nuestro análisis de las falencias de las políticas comunicacionales oficiales en Venezuela.

3.- La comunicación repetitiva y acrítica. En nuestra participación en el programa «Como ustedes pueden ver», por invitación de nuestro apreciado amigo Roberto Malaver, el único presentador de la televisión oficial que osa invitarnos, a pesar de nuestras «impertinencias», nos referimos brevemente a este asunto. Nuestros medios de comunicación dedicados a los contenidos políticos han terminado siendo casi completamente previsibles. Los moderadores y «analistas», salvo honrosas excepciones que confirman la regla, se repiten unos a otros con los mismos conceptos, ideas, propaganda, informaciones y matrices. Es una especie de obligación no manifiesta comulgar con las líneas y medidas oficiales sin mostrar ni un ápice de desacuerdo o crítica. La función crítica se reduce a las acciones de una oposición que en realidad la pone bastante fácil, dada su proverbial torpeza y mediocridad. Ahora bien, no se trata de enarbolar una mirada crítica contra el Gobierno como si se fuera oposición, pero sí dirigida a la realidad ¿No era acaso común en Chávez la crítica, a veces muy dura, a sus ministros y otros funcionarios? ¿No fue acaso el Comandante un crítico acerbo del burocratismo, la indolencia, la ineficiencia en muchos factores del Gobierno? La verdad verdadera es que no hemos alcanzado el Paraíso, y aunque ya no estemos en aquel infierno de la Cuarta República, lo cierto es que no hemos pasado del purgatorio ¿Esa impronta crítica no es parte del legado de Chávez del que tanto se habla? ¿No fue Chávez quien planteó iniciativas como las «tres R» (Revisión, rectificación y reimpulso) y el «golpe de timón»? ¿No habría que dar contenido y sustancia a esas recomendaciones del supremo líder?

Necesitamos comunicadores que confronten la realidad con visiones propias e independientes de las vocerías gubernamentales, que planteen dudas e inconformidades que se van acumulando en nuestro pueblo y que necesitarían ser interpretadas, orientadas, y sometidas al debate y al examen crítico. Que haya espacio para todo: para la propaganda, para la profundización ideológica, para el debate de ideas y opiniones.

¿Será todo esto posible? Ojalá que sí. Y si no, tarde o temprano la realidad pasará la factura a la comunicación acrítica, a los vicios de la adulación y el conformismo. El diablo es terco y la realidad también.

4.- Las limitaciones creativas. Al gusto del capitalismo, la programación política oficial en nuestros medios televisivos tiende a sustituir la creatividad con la tecnología. Grandes plasmas en vistosos estudios, uso indiscriminado del Twitter, pantallas táctiles, se diría que todo lo que el dinero puede dar. Bastaría realmente con un solo set que tuviese todos esos artilugios para todos los programas. Entretanto, las audiencias huyen hacia los canales de entretenimiento: a Venevisión, a Televen, a la TV por suscripción, a los reinos de la diversión barata y el oropel ideológico del capitalismo. La nuez más deliciosa de la Revolución es la creatividad, que tiene su alma en la irreverencia y el inconformismo. En lo que comienza a perderse la creatividad, empieza también el desenamoramiento, como en esos matrimonios que sucumben a la rutina y a la repetición de hábitos y lenguajes. La Revolución Bolivariana está necesitada de una explosión espiritual interior, de un replanteamiento conceptual de contenidos y códigos. Habría que parafrasear a Mariela Castro Espín: si la Revolución no tiene una mirada crítica, está muerta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.