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Sindicalismo sociopolítico

Fuentes: Rebelión

I.- Crisis acelerada Si algo caracteriza el desarrollo de la actual crisis capitalista es la provisionalidad y lo efímero con la que hay que marcar los diferentes acercamientos a la misma. Sin modificar sustancialmente la naturaleza de su desarrollo, el precipitado de acontecimientos convierte necesariamente en obsoletos cualquier punto de inflexión. En un corto espacio […]

I.- Crisis acelerada

Si algo caracteriza el desarrollo de la actual crisis capitalista es la provisionalidad y lo efímero con la que hay que marcar los diferentes acercamientos a la misma. Sin modificar sustancialmente la naturaleza de su desarrollo, el precipitado de acontecimientos convierte necesariamente en obsoletos cualquier punto de inflexión. En un corto espacio de tiempo las sacudidas del mercado financiero y las intervenciones de los estados capitalistas, hacen irreconocible el escenario anterior y marcan nuevos puntos de partida en medio de una debacle sin perspectivas de anclaje sólido y estable.

La constatación de una clara y larga recesión, en sus fases iniciales, de la economía real de los principales países capitalistas interactúa negativamente y reduce, al menos provisionalmente, el margen de maniobra del capital financiero-especulativo para buscar refugio en valores reemplazables como las materias primas o la energía, a la espera de atisbar un momento que marque claramente el inicio de una fase de despegue económico. La desvalorización del capital entra así en su momento más acentuado. El «capitalismo de casino» se aplica a la especialidad del póker inter-bancario: recelos en los préstamos de dinero, pujas por ver las «cartas»/valores de los activos contrarios, observación de los movimientos y…dinero en mesa para el que posee los valores más altos y las posiciones más solidas. El desenlace: un acelerado proceso de concentración de capital financiero, respaldado por los estados, cuyas consecuencias, a la luz de la experiencia actual, no aventuran nada bueno para las clases populares en cuanto a la monopolización de los servicios, intereses de los prestamos, etc.…

Las inyecciones de liquidez en los mercados, las intervenciones y pseudo nacionalizaciones de entidades financieras sin contrapartidas, a uno y otro lado del Atlántico, no han incidido en la mejora de las expectativas de los mercados de valores que han continuado acumulando números rojos en lo que parece configurarse como una estampida en toda regla. Conforme se acercan los plazos para la actualización de activos a valor de mercado (requisito que los Bancos Centrales acaban de eximir a la banca a la hora de presentar sus balances periódicos), la sangría de quiebras y dificultades de entidades crece y los «inversores» parecen estar dotados de fuentes de información más fiables que los gestores políticos del capital, a la hora de evaluar el alcance real de ese pozo sin fondo que está constituido por los valores «tóxicos» en posesión de entidades con dificultades y otras «aparentemente» sólidas. Hace meses que las autoridades monetarias, con las primeras turbulencias de calado, solicitaron a los bancos que «levantara la mano»quien estuviera en posesión de títulos «contaminados». Todos silbaban. Las frecuentes jornadas «negras» en bolsa parecen más bien enviar el mensaje revelador de la sed insaciable de liquidez del mercado financiero-especulativo.

El que era buque insignia de salvamento del principal mercado de valores de la globalización capitalista, el llamado Plan Paulson, es particularmente aleccionador de la naturaleza estafadora y tahúr de las intervenciones de los estados capitalistas en la crisis financiera. En clave de «tratamiento de shock» (Naomi Klein), se impone su aprobación precedido de un lunes bursátil históricamente negro, al que le sigue como si nada otra jornada igualmente histórica en pérdidas cual si entonaran al unísono la melodía de «todos queremos más…y más». 700.000 millones de dólares de generosa aportación al fin de fiesta que se añaden (y se añadirán) a otras partidas astronómicas que a buen seguro seguirán celebrándose por todo lo alto en hoteles y fiestas ejecutivas (AIG). La circunstancia de un virtual triunfo en la pugna electoral USA del candidato del «cambio» (Obama), impelido a estampar su firma en apoyo al rescate en un gesto de «emergencia patriótica», se producirá accediendo a una administración lastrada (y nunca mejor dicho que…»hipotecada») por un espectacular déficit público que convierte en música celestial sus promesas de desarrollo de programas relativos a mejoras de la enseñanza, salud, infraestructuras, etc. que marcan su perfil de «izquierda» que demandan unas partidas de gasto público social inabordables. Salvo que enfile sus baterías de imposición fiscal hacia el reducido universo de los intocables financieros y grandes fortunas USA, a cuyas cuentas contribuirá el Plan Paulson a dejar debidamente saneadas, después de pasar a cargo del erario público títulos y valores dudosos.

II.- Crisis financiera globalizada

La secuencia de acontecimientos que han desembocado en la puesta en marcha de un plan de auxilio al capital financiero por los gobiernos de la UE por un montante (2 billones y medio de euros) que triplica al Plan Paulson de USA, son reveladores de la fase avanzada en que se encuentra la crisis capitalista: tras los meses de verano, los indicadores de las principales economías de la UE señalan la entrada en un ciclo de estancamiento, las bolsas inician un ritmo sostenido de pérdidas y las intervenciones de los gobiernos sobre las entidades bancarias se multiplican sin logran frenar la caída de los valores bursátiles. Ni siquiera una bajada relativa de los tipos de interés del BCE animó a los «inversores». La jornada de pánico bursátil del 2-O propició el escenario de impacto que hizo del acuerdo de «salvación» una medida «necesaria». Nuevamente, al igual que en USA, las bolsas «marcan el camino a seguir». La reacción alcista del lunes siguiente al acuerdo lo certificó: los «inversores» parecen haber descubierto un filón en las «jornadas negras» para precipitar medidas de los gobiernos capitalistas en la correcta dirección favorable al capital financiero.

Los neoliberales gobiernos (y oposiciones varias) de la UE hacen lo que se dice de «tripas corazón» y orquestan la mayor operación de salvamento de la economía capitalista. Traducible a unos términos más en consonancia con las consecuencias finales reales, el mayor atraco de «guante blanco» de la historia, solo comparable a las colonizaciones de siglos pasados. Con luz y taquígrafos. Las diferencias en cuanto a los montantes y las modalidades de aplicación en cada Estado son tan solo cuestiones de matiz: la línea general que impulsan excluye condicionar la toma de decisiones sobre los criterios de gestión y la finalidad última de las políticas de financiación, donde seguirá imperando la lógica capitalista. Incluso en los casos donde se contempla la nacionalización «parcial» y la toma de acciones en las entidades necesitadas. Se limitan a unos objetivos de saneamiento e inyección de liquidez en el mercado financiero, haciendo tabla rasa de las operaciones especulativas y los responsables que han conducido al colapso. De los beneficios de épocas recientes, ni se habla. No es de extrañar que lo celebren.

Bancos y entidades supuestamente intervenidos no va a ser sinónimo de un mayor control público sobre la gestión que altere la línea de actuación con la que han venido funcionando. Los equipos de economistas, asesores, financieros, etc. designados por los gobiernos comparten la misma perspectiva que quienes han estado al mando de esas entidades. Puede que hasta hayan estado en algún tiempo en su nómina (caso de Paulson y Goldman Sachs). Estas consideraciones sirven para cierto tipo de «intervenciones», en otras modalidades la fórmula es más simple: «toma el dinero y corre».

Al mismo tiempo, la crisis financiera traspasa las fronteras hacia los países emergentes y traza un mapa significativo del nivel de inserción de fracciones del capital de estos países en la globalización financiero-especulativa: Argentina, Brasil, Rusia e incluso China se ven seriamente salpicados por la caída generalizada de valores y sus monedas de referencia inician un proceso de fluctuación que incide negativamente en la estabilidad de su proceso productivo: parte de los componentes necesarios para la fabricación de sus productos de exportación se encarecen por el alza de los costes en relación al dólar.

III.- Consecuencias y perspectivas

1.- La crisis financiera domina el escenario económico de los últimos meses pero no hay que olvidar que se asienta en (y es consecuencia de) una crisis general del modo de producción capitalista: las «salidas en falso» desde la perspectiva del capital que han intentado contrarrestar la tendencia al descenso de la tasa de ganancia mediante lo que se conoce como financierización de la economía han quedado en evidencia hasta límites extremos. Las vertientes más especulativas que han tensado la cuerda de las «burbujas financieras» han arrastrado al conjunto del sistema diseñado, tolerado y alimentado en las últimas décadas, a la debacle.

2.- La recesión económica mundial es una realidad incuestionable para las instituciones económicas y de poder capitalistas. La entrada en una fase más acentuada de esta recesión en los próximos meses se ha convertido en un denominador común a todos los análisis en circulación. Por las características estructurales la recesión tenderá a desplegarse en un ciclo más bien largo con muy pocas expectativas de revertirse en el corto plazo. Las economías de los principales países capitalistas (G7) están seriamente tocadas: descenso espectacular de los niveles de consumo, aumento del paro, inflación sostenida, falta de liquidez, etc.

3.- La capacidad de los países llamados emergentes (China, Rusia, India, Brasil) de ejercer como motores o dinamizadores de la economía mundial se va desvaneciendo. El impacto de la crisis en sus economías se da ya por descontado y su potencial dinamizador para el conjunto se relativiza. En los próximos meses la intensidad del impacto será mayor: descenso de las exportaciones, dificultades en el acceso a una financiación en condiciones rentables que soporte el desarrollo de los planes de expansión e infraestructuras previstas. La desigual vitalidad de su mercado interior contrarrestará en parte las tendencias recesivas e inclusive este factor les coloca (especialmente en el caso de China) en una posición de partida privilegiada a la hora de consolidar sus posiciones en el mercado global, bajo el prisma de una ulterior reactivación económica.

4.-El conjunto de países que habían experimentado un crecimiento sostenido en los últimos años, en virtud de la demanda y revalorización de las materias primas, tenderá también de forma desigual a experimentar síntomas de desaceleración y en algunos casos, en función de su dependencia de los mercados USA-UE (exportaciones, ingresos por remesas de emigrantes), una profunda crisis. El impacto social será mayor en aquellos países que no desarrollen políticas sociales y de distribución de la renta: paralización del crecimiento de las «nuevas clases medias» y retorno a niveles significativos de aumento en las desigualdades sociales: México, Colombia, Chile, Perú, Este de Europa, entre otros. Finalmente en las zonas y países dependientes directamente de ayudas internacionales al desarrollo, de las divisas procedentes de la emigración y el turismo, el panorama es francamente sombrío.

5.- Las medidas adoptadas por los gobiernos capitalistas USA-UE para hacer frente a la crisis financiera tendrán un impacto justamente contrario a las pretensiones de reactivar la economía real y el proceso productivo. Al taponar con dinero público los inmensos excesos del capital financiero-especulativo para sanear los balances de las entidades financieras, cargan sobre el conjunto de contribuyentes (es decir, las clases populares) un pasivo que, de una u otra forma, limitan su capacidad de consumo (de satisfacer sus necesidades elementales) y por tanto, de activar nuevamente el mercado. El aumento del paro hace el resto. No se trata en este caso de billones keynesianamente invertidos en promover planes de infraestructuras, ayudas a la inversión productiva, mejoras de servicios públicos, etc. Por el contrario, sacar del atolladero al capital financiero-especulativo global en los términos actuales implica poner un broche de oro a un historial de inversiones especulativas que derivó por sí mismo en insostenible.

6.- Los recursos públicos derivados en esa dirección se sustraen a la posibilidad y la necesidad de orientarlos hacia la reactivación económica productiva real, en la búsqueda de nuevos modelos de desarrollo. Y lo que es peor: con todo es más que probable en ese opaco mundo de las finanzas que logre contener la sucesión de quiebras y caídas en libre de entidades, a la espera de nuevos rescates. Las promesas de futuros acuerdos reguladores del mercado financiero mundial por parte de los países del G7 (y ahora G20) no son más que proclamas vacías para contener la indignación de la opinión pública. Las intervenciones, inyecciones de liquidez, garantías de depósitos, compra de valores «tóxicos» y activos financieros en sus diferentes variantes Paulson (USA), G. Brown (R.Unido) y UE tienen en común que preservan los criterios y el carácter privado y capitalista de las entidades intervenidas. Ambas formas ponen el énfasis en subrayar el carácter limitado y transitorio de las «nacionalizaciones». Ni depurarán responsabilidades, ni los ejecutivos de las entidades dejarán de percibir (de una u otra forma) sus blindados emolumentos, ni los «valores tóxicos» pasarán en un futuro a poseer un valor de mercado que justifique, sin pérdidas significativas, semejante inversión pública.

7.- Lo que sí que parece obvio como consecuencia de este proceso iniciado es que los principales gobiernos capitalistas se apoyarán en la consecuente «falta de liquidez» presupuestaria para eludir sus compromisos relativos a la lucha contra el cambio climático, a la ayuda hacia los países que soportan los mayores índices de pobreza y desnutrición, a los programas de lucha contra el SIDA y en términos generales las situaciones de emergencia sanitaria y causada por desastres digamos que «naturales». Por el contrario contribuirá a acelerar los procesos de concentración del capital financiero y el darwinismo empresarial (quiebras y absorciones) hacia una economía global mas monopolizada por un segmento capitalista más reducido.

IV.- Fin del sueño

Pocas veces en la historia del capitalismo post-industrial los ingredientes económicos, sociales y políticos que componen la actual coyuntura han ofrecido de una manera tan elocuente los ejemplos vivos, presentes a diario, para cuestionar un modelo de sociedad cimentado durante décadas en el llamado «pensamiento único», las formas consumistas y la natural aceptación de lo existente como el mejor camino hacia la felicidad duradera. La crisis del capital virtual ha puesto en trance la realidad virtual producida por la globalización capitalista y el «hombre unidimensional» (Herbert Marcuse) se despierta de un sueño: Bienvenidos al «desierto de lo real» proclama el filósofo Slavoj Zizek atendiendo a su metáfora de la trilogía cinematográfica «MATRIX» que recrea un mundo de seres humanos programados y al servicio (mediante la absorción de su sangre) de la supervivencia de las máquinas. Una «falla» en el interior del sistema de programación les ha devuelto a la realidad de un mundo que no sospechaban. Sin embargo, ¿de qué «realidad» hablamos? ¿Quién suministra las «claves» de su comprensión?

Puesto que de sueños se trata, el «fenómeno Obama» y el «sueño americano» ofrecen numerosas pistas. En el contexto de la lucha por la presidencia USA asistimos a un proceso inusual por esas latitudes de politización del conjunto de la población nucleado en torno a la economía como cuestión dominante. Otros temas de interés (la guerra de Irak) lo son fundamentalmente en virtud de su relación con los costes económicos. La economía se politiza y la política está dominada por las cuestiones económicas. La contraposición de las propuestas McCain-Palin encarnando la continuidad de las esencias belicistas y ultraconservadoras en lo social frente a la imagen afroamericana de ruptura y «cambio» de Obama, simplifican electoralmente los términos del dilema. La trayectoria de la campaña Obama desde un inicio con las señas de identidad del cambio más pronunciadas, hasta un final con el mensaje más modulado, las aristas mas limadas, y, en suma, más cerca de los límites asumibles por el sistema USA, lo dicen todo. Sin embargo, la movilización en torno a su figura como última esperanza de un amplio sector de las clases populares no ha cesado. Posiblemente la elevada participación electoral lo refleje. Su deliberada ambigüedad en cuestiones básicas y el vacío de concreción en líneas de actuación política y económica para ejercer su mandato (si previsiblemente se cumplen las expectativas de triunfo) deja en el aire la dirección que efectivamente tomará.

Es lo propio de un fenómeno típicamente populista (Ernesto Laclau) donde en un escenario de crisis social, política e ideológica un discurso exento de concreción y una figura carismática ocupa un lugar «vacio de hegemonía» procediendo a una resignificación de formulaciones «universales» que tomará contenidos variables atendiendo a la correlación de fuerzas resultante del juego de poderes. Siempre y cuando, su triunfo se traduzca en un acicate para la movilización y la presión popular ante un panorama cantado de deterioro económico y social y no en un factor paralizante. El Plan Paulson y sus promesas electorales son, de entrada, francamente antagónicos. En cualquier caso, si gana, el mundo será una fiesta. Eso sí, efímera.

Junto a un sueño que deriva en pesadilla, la crisis ha hecho enmudecer a los paladines del discurso neoliberal o ha producido una milagrosa «metamorfosis» convertidos ahora en defensores de la intervención pública rescatadora y adalides (Sarkozy, Berlusconi) de la «regulación de los mercados financieros», hasta ahora intocables. La pérdida de consistencia del referente neoliberal y su paso a una posición defensiva o en desbandada, tiene su correlato en el fracaso de las corrientes socialdemócratas (social-liberales) como co-gestores del capital desde el poder (T. Blair, G. Brown, Schroeder, F. González, Zapatero) y a la vez desacreditados como referencia potencial emergente en la búsqueda de alternativas. El experimento de las «terceras vías» de centro-izquierda en la gestión económica y social en sus respectivos países les sitúa, en el campo de las responsabilidades políticas, del lado de quienes han tolerado y hasta estimulado una economía de burbujas, precarización, consumo basado en el endeudamiento privado y financieramente depredadora. En las últimas décadas de impulso del modelo económico y social que ahora hace aguas, su tránsito por el poder en alternancia con las formaciones conservadoras neoliberales, ha funcionado a modo de apuntalamiento del sistema, sin aspirar siquiera a introducir elementos correctores: las grandes líneas del planteamiento neoliberal fueron asumidas como propias y el espacio de intervenciones de los poderes públicos en una economía financiera y de libre mercado, reducido a la mínima expresión, salvo para incidir en la dirección contraria: privatizaciones, reducción de gastos sociales, cobertura legal a las flexibilizaciones laborales, etc.

El proceso de construcción de la UE hegemonizado por las posiciones neoliberales, nos presenta ahora en su fase avanzada un escenario con sus pretendidamente sólidos pilares económicos y financieros tambaleándose y en una perspectiva que ante todo apunta al desconcierto. Los consensos básicos se establecen alrededor del rescate o «refundación» del modelo capitalista aunque ello comporte un elevado coste social y económico para las clases populares. La ausencia en el conjunto de la UE de alternativas de izquierda creíbles con un peso político y/o movilizador significativo, «explica» en cierto modo la aparente calma con que se ha gestado y consumado el histórico saqueo de los bolsillos de l@s contribuyentes en el rescate del capital financiero. Con unas consecuencias que el desarrollo y la profundidad de la crisis pondrán en su lugar. La evidente general desaprobación popular de las medidas adoptadas no ha tenido una plasmación en forma de movilizaciones contra el saqueo perpetrado.

Los reducidos espacios políticos de la izquierda «alternativa» europea se han ido devaluando en la misma proporción en que su práctica se ha orientado a modo de conciencia «critica» del centro-izquierda, incluso compartiendo parcelas de poder en la gestión pública de una manera intrascendente, con un elevado desgaste político y de credibilidad. La colaboración y asimilación a la socialdemocracia ha tenido un efecto letal para esas formaciones (IU, Rifundazione, PCF) y sin duda los actuales acontecimientos les llegan «con el pié cambiado», tratando de recomponer sus pedazos y sus señas de identidad.

Entre tanto, las organizaciones sindicales fuertemente institucionalizadas (burocratizadas), asisten entre incrédulas e impotentes al despliegue de las medidas salvadoras del capital, en el preludio de lo que será en una segunda fase un ataque en toda regla a las ya de por sí debilitadas conquistas del movimiento obrero en el pasado siglo. El testimonial planteamiento de movilización contra la directiva de las 65 horas, con escasa difusión y seguimiento, habla más de su disposición a capear el temporal mediante acuerdos pactistas que a seguir una necesaria línea de confrontación y defensa de los trabajadores. Hasta el presente las escasas muestras de movilización en la UE (Portugal, Bélgica, Catalunya) en el marco de la crisis muestran indicios de un proceso difuso de reactivación de las luchas. Lejos aún de las exigencias que plantea un panorama que nos devuelve del sueño neoliberal de «riqueza para todos» a una realidad para-feudal que combinará: aumento de impuestos para los nuevos «siervos de la gleba», jornadas laborales interminables, paro, privatización de servicios, deterioro ambiental, xenofobias varias, crispación social…Lo que se dice un «mal despertar».

Tal y como revela la historia del pasado Siglo XX, la crisis sistémica-estructural del capitalismo puede resolverse prolongando su agonía mediante el impulso de políticas «refundadoras» que dejan los fundamentos de la economía capitalista intactos, a riesgo de alumbrar monstruosidades políticas y sociales de nuevo cuño. O es la ocasión para el avance de alternativas socialistas que sitúen la globalización económica sobre nuevas bases. La crisis en sí es un poderoso incentivo para desembarazarse del «complejo de culpa» (inducido interesadamente por los ideólogos del capital) que sistemáticamente ha llevado a equiparar la defensa del Socialismo con el modelo socio-económico de la nada estimulante experiencia de Europa del Este. Abogar por un tránsito hacia el socialismo del Siglo XXI no es tampoco una vaga referencia: con todas sus contradicciones, varios países de Latinoamérica se han inclinado en esa dirección, lo cual supone contar con una experiencia en marcha viva y actual de la que extraer enseñanzas. La lucha de clases (que aún existe) adquiere su máxima expresión en el continente americano, en tanto que la vieja Europa precursora de la lucha por el socialismo (y cuna del hoy rabiosamente actual Karl Marx), se tienta la ropa hasta ver en qué queda todo esto.

V.- Sentar las bases

1.- En términos generales la lucha por el Socialismo deja de ser un mero horizonte estratégico y pasa a ocupar un lugar de plena actualidad, en tanto que alternativa y propuesta de salida a la crisis capitalista. Estrategia y táctica se funden en una unidad indisociable y determinan/condicionan el conjunto de la lucha política. La eficacia de las actuaciones y objetivos se miden en cuanto a su disposición para acercarnos (acumulación de fuerzas) a las condiciones políticas que hagan posible una transición socialista. La necesaria articulación de una fuerza política que actúe como referente e instrumento de intervención de las luchas obreras y populares, tiene que configurarse tomando como base o punto de partida fundamental su carácter anticapitalista. Alrededor de este núcleo articulado políticamente pueden establecerse marcos de confluencia con otros agentes políticos, siempre que su dinámica unitaria no empañe ni desdibuje el perfil de la lucha anticapitalista.

2.- Tomando en consideración la crisis económica y financiera capitalista, una salida que contemple la plena nacionalización de la banca y las finanzas, así como fórmulas de intervención de los estados de corte neo-keynesiano (obras públicas, infraestructuras) adquirirán su plena eficacia en el marco de un desarrollo socialista: esto es, instaurando un sector público financiero, de servicios y económico en las áreas fundamentales, bajo control democrático. Desde unas formas de poder político democrático y participativo que aborde los principales problemas de nuestro siglo, heredados de un modelo capitalista neoliberal, desde una perspectiva de avance socialista.

3.- La actuación de los fontaneros del capital, tratando de salvar los muebles de un modo de producción económico y financiero abocado a la parálisis, se encamina a presentar la situación como el resultado de una «desviación» promovida por un núcleo de «ejecutivos financieros temerarios» que han hundido el barco dominados por la «codicia». Las categorías ético-moralistas soslayan las responsabilidades de los numerosos agentes políticos, económicos y financieros. La tendencia dominante en las últimas décadas del desarrollo capitalista globalizador (ideológicamente «neocons» y económicamente neoliberales) ha desarrollado hasta las últimas consecuencias los fundamentos que rigen la economía capitalista, alrededor de la cual han edificado toda una arquitectura institucional internacional (FMI, BM, OMC, etc.) hoy inoperante para afrontar la crisis. Ahora la oferta es un capitalismo sin neoliberales o un neoliberalismo light. Más «regulación» de los mercados financieros. Así se reinventa el capitalismo. Rescatemos a Keynes es la consigna. ¿Y qué se hace con la con la caída de la tasa de ganancia y la sobreproducción?

4.- La crisis no ha llegado solamente a cuestionar el «paradigma neoliberal» que ha desregulado el funcionamiento de la economía global. Subyace una crisis sobre el «paradigma del consumo», sus formas, sus manifestaciones más ostentosas, los criterios y prioridades de mercado que han condicionado unas formas capitalistas de crecimiento «sube PIB» con un alto precio de destrucción natural, hegemonías militaristas, desigualdades y catástrofes humanitarias. El dinero fácil que ha cimentado un prototipo de individuo occidental sustentador de elevados niveles de consumo y circulación de mercancías, ha dejado de fluir. Se abre así una crisis de otro paradigma nucleador del individuo de gran calado. Un retorno a los niveles anteriores no parece factible en un corto plazo. Ni deseable. Un modo de vida «seguro» generalizado se llena de incertidumbres y los soportes económicos que lo alimentaban deben replantearse los nuevos equilibrios de mercado que resultarán. Sus previsiones actuales de producción y consumo han quedado descolocadas.

5.- La articulación política e ideológica de la lucha anticapitalista se convierte en una necesidad de primer orden. Al desgaste y la crisis de credibilidad que cabe esperar de las formaciones políticas que han sustentado el modelo actual, los mismos que intentaran abordar soluciones de recambio y parcheo (las derechas políticas y centroizquierdas), debe contraponerse una alternativa de poder que concite la confianza y la ilusión en abordar una transformación económico-social profunda. Si no se avanza en este proceso, en el contexto de una crisis de hegemonía y deterioro social, se abre un espacio para el desarrollo de tendencias belicistas y de darwinismo social. Semejante reflexión pecaría de apocalíptica si no fuera porque la historia no parece haber cerrado del todo su fermento y las secuelas de una ideología competitivo-individualista dominante permanecen vivas. El conjunto de saberes, disciplinas académicas y científicas que impera se han desarrollado y sustentado en el modelo social vigente y son sin duda parte importante de su sostén. Las corrientes «críticas» y cuestionadoras del «conocimiento» que hace triunfar, del saber acerca de lo «evidente», han sido relegadas a reductos minoritarios. Generaciones enteras han transitado por unas formas de conocimiento que validan lo obvio: producción y reproducción de la ideología dominante. Economía, historia, psicología, derecho, arquitectura, urbanismo, trabajo social, etc. nucleados por el «pensamiento único» que certifica el acceso al éxito social.

6.- El proceso de articulación de un referente político pasa inicialmente por una reactivación de los movimientos sindicales y sociales existentes. Toma la forma de un «empezar de cero». Evidentemente hay agentes políticos como tales o sus componentes tomados individualmente que pueden participar de este proceso. Pero el resultado final debe trascender las siglas o nomenclaturas de «izquierda» hoy presentes. El marco de confluencia, encuentro y debate se constituye a partir de las experiencias de lucha en los diferentes campos y la referencia es precisamente la lucha por la transformación social y la perspectiva de la necesidad de articulación política, cuyo resultado final no desemboca necesariamente en una forma-partido. Puede llegar a constituirse alrededor de la conjunción de diferentes agentes políticos, sindicales y movimientos sociales que se definen por una voluntad y una capacidad organizativa de presentar batalla política en todas las contiendas que sea necesario. Las líneas programáticas, organizativas, ideológicas y de intervención son el resultado de todo el proceso de confluencia y debates en la lucha diaria. Sobre unas bases, ampliamente trazadas, con un contenido de lucha por el socialismo y un método de elaboración democrático. Metodológicamente supone abordar el proceso final en y desde las diferentes intervenciones en campos específicos, donde se elaboran objetivos y planteamientos de movilización en un marco de confluencia. Se trata de acceder a la fase de articulación política desde la lucha diaria: lo cual no deja de ser un cierto antídoto contra los debates «teoricistas» y las formas funcionariales de encuadramiento político.

7.- La lucha sindical de los trabajadores entendida desde un enfoque socio-político ocupa un lugar central en todo este escenario. La larga recesión/depresión económica abierta supone adentrarnos en un periodo de ataques continuados que previsiblemente incrementarán la ya menguada capacidad adquisitiva, más precarización del empleo, menor gasto social…También para los trabajadores reza el dicho «¡Es la economía, estúpido»! Cuando el deterioro de la economía se profundice en un clima social de abatimiento, «caerán por su peso» medidas y formulaciones «nuevas» de pactos sociales que al día de hoy los gestores políticos del capital no consideran oportuno anticipar. Paso a paso, en la medida en que se ponga a prueba la capacidad de resistencia y movilización de las clases populares, pasaríamos de la ya consumada salvación de las «pérdidas» del capital financiero, a cargar con los costes de la reconversión de la economía real adaptándose a un nuevo ciclo de acumulación. Abordar la lucha sindical desde una perspectiva socio-política supone poner de manifiesto las implicaciones políticas de la lucha económica, no encerrarse en el universo de la negociación colectiva y las regulaciones de empleo, ampliando los contenidos «sindicales» a problemas tales como el acceso a la vivienda, el freno al desarrollo de los equipamientos colectivos vía reducción de los presupuestos municipales, al deterioro de los servicios públicos de sanidad, enseñanza…Considerar a su vez que los barrios y pueblos son hoy por hoy (dada la amplitud de la precariedad laboral) campos de actividad sindical y en defensa de los trabajadores tanto o más nucleadores que los centros de trabajo-fábricas tradicionales. Contribuir, en fin, a la gestación de un contrapoder político que marque una referencia aglutinante de las luchas obreras y populares.

8.- Esta dinámica trasciende los aparatos sindicales mayoritarios como tales, dada su probada eficacia en el último periodo a ejercer como complemento pasivo de las políticas neoliberales. La llamada izquierda sindical y ciertos colectivos sindicales están comprometidos a tomar la iniciativa y a desplegar una acción coordinada que siente las bases de una movilización general contra una serie de ataques en cadena contra la clase trabajadora. Quizás el precedente histórico más aproximado a este diseño sea la gestación en su día de las Comisiones Obreras unitarias en la lucha antifranquista: una auténtica relación de «transversalidad» obrera contra el poder político dictatorial. En el presente los contenidos generales que podrían acompañar un proceso de estas características se nutrirían de: Comenzar por la realización de una poderosa campaña que explique en los centros de trabajo y que llegue hasta los hogares la naturaleza de la crisis capitalista y las consecuencias de las medidas de rescate financiero (charlas, debates, folletos). Sin duda la demanda de conocimiento acerca de la «crisis» y sus implicaciones está hoy más extendida que nunca. Y en el horizonte, la convocatoria de una huelga general que englobe el rechazo de la Directiva de las 65 horas, las medidas de apoyo a la banca,etc.

9.- En Euskal Herria, desde donde se escriben estas líneas, los sindicatos LAB, ELA y la izquierda sindical deben asumir la responsabilidad de abrir un proceso de estas características y nuclear la izquierda social de Euskal Herría, tendencia con un contrastado peso social y político, alrededor de un proyecto que unifique la lucha por una salida democrática al conflicto, con un planteamiento económico-social frente a la crisis capitalista que ejerza de contrapeso y confrontación con las fórmulas neoliberales (aunque ahora se declaren «tránsfugas») PNV-PSOE-PP, en la perspectiva de la cercana batalla electoral autonómica.

10.-«Pensar globalmente y actuar localmente». Sin duda, pero además, en el contexto actual, a este acertado consejo se añade la necesidad de coordinar esfuerzos trascendiendo territorios. En el marco de la UE todas las iniciativas que apunten en la dirección de unificar esfuerzos contra los planes «refundadores» del capital deben ser tomadas en consideración. En este sentido, una posibilidad a tener en cuenta sería plantear una posición de Abstención activa en las próximas elecciones al Parlamento Europeo: por ningunear la opinión de rechazo expresada en referéndums (recientemente en Irlanda), al tratado de Maastricht (reemplazado por el de Lisboa), por ser el artífice de Directivas vergonzantes como la de las 65 horas, inmigración etc.

( Afiliado del Sindicato LAB y miembro del colectivo kepasakonlakasa)