Hay gente en el Gobierno y en el PSUV que abriga la ilusa idea de que el despelote de la dirigencia opositora le garantiza a la revolución bolivariana un resultado positivo en las elecciones legislativas de 2015. Mal hacen en asumir semejantes expectativas, pues una cosa es lo que está pasando en la venenosa cúpula […]
Hay gente en el Gobierno y en el PSUV que abriga la ilusa idea de que el despelote de la dirigencia opositora le garantiza a la revolución bolivariana un resultado positivo en las elecciones legislativas de 2015. Mal hacen en asumir semejantes expectativas, pues una cosa es lo que está pasando en la venenosa cúpula de laMUD y otra, muy distinta, es el previsible comportamiento del electorado antichavista en ese y en cualquier otro escenario electoral que esté por venir.
Si no se dejaran embelesar por insensatas esperanzas, el Gobierno y el PSUVcontarían con que la base opositora en pleno, al margen de sus líderes y seudolíderes, acudirá disciplinada y masivamente a votar «contra los candidatos oficialistas», independientemente de quiénes sean unos y otros postulados. Es para ese escenario de confrontación con todos los cañones que debería estar preparándose el chavismo a estas alturas, pero ciertos síntomas indican que muchos prefieren dormir en los laureles y confiar en lo malo que ha resultado ser el otro equipo. ¡Ay, papá!
Es una situación paradójica en la siempre peculiar realidad política nacional: no hay que ser un iluminado para pronosticar que la oposición obtendrá un enorme caudal de votos en las parlamentarias del año próximo a pesar de los esfuerzos de sus jefes por echarlo todo a perder. Quien tenga dudas de que el voto en contra ha alcanzado un grado extremo de automatismo en la cabeza de cada opositor, que vea el caso de Antonio Ledezma en la Alcaldía Metropolitana de Caracas. Es difícil encontrar un funcionario menos merecedor de la reelección que esta especie de jarrón chino lleno a rebosar de ansias de figuración, pero en diciembre pasado triunfó sin atenuantes sobre un candidato de lujo del chavismo, como Ernesto Villegas.
Por otro lado, el Gobierno y el PSUV harían bien en incluir en sus ecuaciones una variable que ronda por ahí desde hace años y que se ha expresado hasta ahora más que nada en forma de abstención de la base chavista, tal como ocurrió en las presidenciales de 2013. En las próximas citas electorales esa actitud de brazos caídos podría mutar en votos en contra (llámelo usted como quiera: voto-castigo, voto-rabia, voto-descontento, voto-hartazgo… ). No se trata de gente que haya saltado la talanquera o tenga pensado hacerlo, sino de partidarios o simpatizantes de la revolución que tienen atragantado un grito o que ya se han cansado también de gritar sin que nadie les preste atención.
Si mi amigo el excomunista no hubiese cometido el grave error de morirse, de seguro recomendaría en estas circunstancias aplicar el venerable principio maoísta: desechar las ilusiones, prepararse para la lucha. Que su palabra vaya adelante.
Fuente: http://www.radiomundial.com.ve/article/sobre-chavistas-ilusos