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Sobre el clericalismo radical

Fuentes: Público

Las recientes declaraciones del Papa en las que ha equiparado el anticlericalismo agresivo que, en su opinión, existe actualmente en nuestro país con el que hubo durante la II República merecen el calificativo de desafortunadas, e ilustran lo alejadas que están las posiciones ideológicas de la jerarquía vaticana de las de las sociedades europeas en […]

Las recientes declaraciones del Papa en las que ha equiparado el anticlericalismo agresivo que, en su opinión, existe actualmente en nuestro país con el que hubo durante la II República merecen el calificativo de desafortunadas, e ilustran lo alejadas que están las posiciones ideológicas de la jerarquía vaticana de las de las sociedades europeas en general y la española en particular.

La II República fue un paréntesis entre las dictaduras de Primo de Rivera y de Franco, que sirvió para que, de forma breve, los españoles disfrutásemos de los primeros vientos democráticos de nuestra historia política. Eso se plasmó en la Constitución de 1931, soportada en un modelo de soberanía popular, sufragio universal masculino y femenino, y el reconocimiento de numerosos derechos civiles, como el divorcio o la educación.

La instauración de un modelo democrático exigió reconducir las relaciones del Estado con la Iglesia católica a través de la separación de la Iglesia y el Estado, el reconocimiento del derecho de libertad de conciencia y la eliminación tanto de la financiación de culto y clero como del papel que la Iglesia católica desempeñaba en la educación.

La revancha de la Iglesia se produjo sólo unos años después, cuando el Vaticano pactó en 1953 un Concordato con la dictadura militar que restauró la consideración de la religión católica como la única y verdadera de España, y le permitió recuperar sus privilegios económicos y educativos, como el que establecía que la enseñanza de todas las escuelas españolas debía ajustarse a los principios del dogma y moral católicos.

El mismo Estado vaticano que ahora denuncia las medidas adoptadas por gobiernos democráticos todavía no ha pedido perdón por haber sido uno de los pocos estados que reconoció legitimidad política a la dictadura militar franquista, y su jerarquía no ha pagado ninguna factura por su contribución al nacionalcatolicismo, que le permitió obtener el monopolio religioso de la sociedad española.

Las palabras del Papa denotan su preocupación sobre cómo ha evolucionado la sociedad española en terrenos como el aborto, la familia o la relaciones sexuales. Sin embargo, la lectura que debe extraerse de la rápida y profunda transformación religiosa que ha experimentado nuestra sociedad es que esta no se produjo antes simplemente porque los españoles no éramos libres para tomar ese tipo de decisiones.

Óscar Celador Angón es Profesor de Derecho Eclesiástico del Estado y de Libertades Públicas.