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El informe Chilcot sobre la invasión de Irak en 2003 es la muestra palpable de la mentira y la impunidad de los políticos europeos y estadounidenses

Sobre farsas y crimenes de guerra

Fuentes: Rebelión

Las repercusiones del Informe del diplomático inglés John Chilcot, respecto a la intervención del Reino Unido en la guerra de agresión contra Irak, a partir del año 2003, e impulsada por el ex Primer Ministro Laborista Tony Blair, aliado de la administración estadounidense del ex presidente George W. Bush, son la muestra palpable que la […]

Las repercusiones del Informe del diplomático inglés John Chilcot, respecto a la intervención del Reino Unido en la guerra de agresión contra Irak, a partir del año 2003, e impulsada por el ex Primer Ministro Laborista Tony Blair, aliado de la administración estadounidense del ex presidente George W. Bush, son la muestra palpable que la mentira y la impunidad son parte del quehacer de los políticos europeos y estadounidenses, sean estos Laboristas o Conservadores, Populares o denominados Socialistas. Demócratas o Republicanos. Todos, cortados por la misma tijera.

Más rápido se pilla al mentiroso que al ladrón

Mentira e impunidad que se han convertido en la práctica habitual cuando se trata de hacer responder por sus crímenes a personajes como Tony Blair, el ex Presidente Español José María Aznar, el ex mandatario galo Jacques Chirac, el Primer Ministro Italiano Silvio Berlusconi o la Canciller alemana Angela Merkel, quienes se sumaron en forma entusiasta y titiritera a la agresión contra el pueblo de Irak, junto al bufón mayor en este circo genocida: George W. Bush. Todos ellos líderes de gobiernos que falsearon información, manipularon sus sociedades, acomodaron los informes de los servicios de inteligencia y los sometieron a maquillajes destinados a presentar un panorama sobre Irak, tan falso como los propósitos humanitarios que arguyen los regímenes occidentales cuando se trata de pueblos y culturas distintas a las suyas, pero que poseen riquezas y territorios que desean ser apropiados.

Fue George W. Bush quien puso en práctica la denominada Acta de Liberación de Irak del año 1998 – Iraq Liberation Act, S. 2525, 105th Congress, 2d Session, 29 de septiembre de 1998 – surgida bajo el gobierno de su antecesor, el ex presidente demócrata Bill Clinton, iniciando un proceso de colonización de Irak en una de las agresiones más violentas y criminales que recuerde la historia reciente de la humanidad contra un pueblo. Apelando para ello a una supuesta amenaza a la seguridad mundial, por la fantasiosa presencia de armas de destrucción masiva por parte del régimen de Sadam Hussein. Información amplificada sin análisis alguno por parte de gran parte de los medios de comunicación occidentales, transformados en coro bélico de la administración de Bush y sus aliados incondicionales.

Un Irak, que tras 8 años de ocupación directa por tropas estadounidenses – entre los años 2003 y 2011 – y posteriores acciones desestabilizadoras tras el derrocamiento del ex Dictador Sadam Hussein, llevadas a cabo por grupos takfirí, ha devenido en un Estado fragmentado, dividido en tres zonas bajo la política de generar la imposibilidad de reunificarlos: Una, la zona bajo dominio kurdo. La segunda, una región donde operan los grupos salafistas – principalmente EIIL – Daesh en árabe – con fuerte presencia Sunita. Y, finalmente la región bajo control del gobierno de Bagdad y con mayoría chiita. Ese fue el objetivo occidental desde el inicio de sus acciones utilizando, bajo la política del Leading From Behind a sus aliados de la triada conformada por Ankara-Tel Aviv y Riad.

Esa intervención en Irak, ya sea mediante las acciones de soldados occidentales primero y posteriormente el actuar de los movimientos terroristas con el aval y el apoyo financiero y militar de la Casa al Saud y las Monarquías Ribereñas del Golfo Pérsico ha significado, según cifras conservadoras, la muerte de 500 mil iraquíes, 2 millones de heridos, 3 millones de desplazados internos y 2.5 millones de refugiados, sobreviviendo en precarias condiciones en campamentos situados en las fronteras con los países vecinos. Sumemos a lo consignado el saqueo de sus riquezas culturales e hidrocarburíferas y un retroceso en todos los indicadores de desarrollo humano, la destrucción de su infraestructura vial, sanitaria, industrial y la fuga de decena de miles de profesionales y técnicos que implican una pérdida enorme para el futuro del país. Resultados estremecedores, efectuados en franca violación de las leyes internacionales, en una conducta claramente criminal, que ha tenido como resultado la violación de los derechos humanos de millones de hombres y mujeres.

Nada Nuevo bajo el Sol pero… igualmente criminal

El día miércoles 6 de julio de 2016, los medios de comunicación dieron cuenta de los resultados de una investigación llevada a cabo en Inglaterra por John Chilcot y que se ha dado en llamar Informe Chilcot – entregada en diciembre del año 2015 al Parlamento Inglés – en el cual se informa detalladamente sobre la participación del Reino Unido en la Guerra de Agresión contra Irak a partir del año 2003, coordinada por Washington y sin el auspicio de la ONU. Una investigación que llegó a su fin tras 6 años de trabajo, cuando el sucesor de Tony Blair en el cargo de Primer Ministro Inglés fue tomado por el también Laborista Gordon Brown, quien determinó realizar una investigación sobre la participación del Reino Unido en la guerra contra Irak.

El Informe Chilcot comprueba que gobiernos como el británico han sido responsable de sangrientos procesos desestabilizadores para el conjunto de Oriente Medio y la constatación que las instituciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas, su Consejo de Seguridad y la Unión Europea sólo han servido como pantalla e incluso encubridores de los crímenes cometidos contra el pueblo de Irak. Se presentó a Irak como una amenaza real, cuando no lo era en un juicio sobre sus capacidades militares con categoría de certidumbre que no estaba justificada.

En su parte medular el Informe Chilcot reafirma lo que se sabía desde el inicio de la agresión contra Irak bajo los argumentos que ese país estaba dotado de armas de destrucción masiva: que todo era una gran farsa destinada a encubrir objetivos más ambiciosos: apoderarse y balcanizar a Irak, tender un cerco contra la República islámica de Irán, hegemonizar el transporte de gas y petróleo desde Asia central a Europa vía Turquía y al mismo tiempo, ampliar el radio de influencia occidental impidiendo que la Federación Rusa tratara de de saltar las vallas tendidas por Washington y la OTAN hacia sus objetivos más al occidente de los Urales. Labor que ha conseguido a través de su apoyo sostenido al actualmente agredido gobierno sirio y donde Rusia mantiene una base naval y una Base para su fuerza Aérea en lucha contra las fuerzas takfirí.

Ya el año 2004 el Senado estadounidense a través del Comité de Inteligencia inició su investigación en junio del año 2003 – a tres meses de comenzada la invasión – con una fase de conclusiones difundidas en junio del año 2004 y una segunda fase el año 2008. Investigación que reveló que la información de inteligencia no justificaba la invasión a Irak, que existía duplicidad de trabajos y que el tema de las Armas de Destrucción Masiva no era posible de confirmar fehacientemente. Dicho informe no profundizó en el papel que le correspondió a Bush en la agresión pero sí determino que el ex mandatario junto sus colaboradores exageró repetidamente la supuesta amenaza Iraquí, minimizando los análisis de inteligencia y las notorias discrepancias en torno a la real amenaza que representaba Saddam Hussein.

A George W. Bush el Informe Chilcot no le quita el sueño y repite, como una letanía ya sea con relación a la investigación del senado de su país como el de Inglaterra que «el mundo está mejor sin Saddam pese a los fallos de inteligencia y otros errores cometidos y reconocidos previamente…no ha existido aliado más fuerte que el Reino unido bajo el liderazgo del primer Ministro Tony Blair «. Un verdadero salvavidas de plomo el enviado por Bush a Blair.

En el mismo tenor, ahora en el caso de Inglaterra el polémico pero no tan novedoso Informe Chilcot señala que «hemos llegado a la conclusión de que el Reino Unido decidió unirse a la Invasión a Irak antes de que se agotaran las opciones pacíficas para el desarme. En aquel momento las acciones militares no eran la última opción…la acción militar se concretó cuando no había ninguna amenaza inminente por parte de Irak, que no tenía capacidad para crear una bomba nuclear y la base legal para la acción militar del Reino Unido estuvo lejos de ser satisfactoria. Una invasión cuyas consecuencias se pagan hasta ahora y que ha provocado la llegada de armas a manos de los terroristas». Es decir, un Tony Blair responsable de la destrucción de todo un país, la muerte de cientos de miles de sus habitantes, en una decisión en base a informes falsos y confabulados en esta aventura criminal con su hermano mayor en materia de agresión: George W. Bush.

La investigación que tiene hoy por las cuerdas al ex Primer Ministro Blair incluye una serie de cartas privadas que intercambiaron ambos políticos. En una de ellas, la del 28 de julio del año 2002 – 8 meses antes del inicio de la guerra – Blair señala, cual loco enamorado «estaré contigo pase lo que pase». Pero, igualmente, en aquella misiva Blair da a conocer que no todo era miel sobre hojuelas en su país y que sería difícil obtener apoyo en su país, para entrar en la guerra de agresión » La planificación y la estrategia de todo esto son difíciles. Esto no es Kosovo. Esto no es Afganistán. Ni siquiera es la Guerra del Golfo. Ahora mismo en el Reino Unido, no puedo estar seguro de contar con el apoyo del Parlamento, del partido, del público o incluso de algunos de mis ministros». Blair se defiende hoy de esa cercanía, las palabras plenas de ternura y admiración con Bush afirmando que cada uno de sus actos fue efectuado «de buena fe», como si eso bastara para dar cuenta de la destrucción de un país y la muerte de cientos de miles de sus hombres y mujeres.

Tony Blair ante la petición de Bush a sus socios de la OTAN de acompañarlos en su agresión e invasión a Irak, señaló que lo haría «incondicional y ciegamente» en un juramento de fidelidad que lo tiene hoy compareciendo ante la sociedad y el parlamento inglés, para responder sobre aquellos puntos que Chilcot resumió en su presentación: Se manipularon los datos de inteligencia, no había base jurídica internacional ni nacional que avalara la intervención inglesa contra otro pueblo, no hubo decisión de agotar las vías políticas en el deseo de avanzar con decisiones militares. Las acciones de Blair han puesto en peligro no sólo a su país sino que al mundo entero con fallos estratégicos profundizando la división en Irak y amenazando su estabilidad, unidad y permitiendo el desarrollo de movimientos terroristas. En este último punto, el Informe Chilcot señala que «no sólo se le avisó a Blair que la presencia de Al Qaeda en Irak se vería fortalecida con la intervención de tropas inglesas, sino que la invasión misma de Irak se convertiría en una amenaza para el Reino Unido»

El Informe Chilcot resalta que uno de los efectos de esta invasión, de la cual no cabe duda que se trató de una acción criminal, sin aprobación del Consejo de seguridad de la ONU – donde sólo votaron a favor Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña – «ha significado que el pueblo de Irak sufra enormemente y millones de seres humanos resultaran desplazados. Una acción donde los fallos de la planificación por parte del Reino Unido siguen afectando la vida de los británicos hasta el día de hoy». Es decir, un Tony Blair culpable de agredir al pueblo de Irak, apoyar su exterminio, generar millones de heridos y la huida de parte importante de su población cuyos efectos se dejan sentir incluso en el propio Reino Unido.

En un interesante documento publicado por el Daily Mail en octubre del año 2015 se dieron a conocer una serie de documentos donde queda claramente establecido el pacto entre George W. Bush y Tony Blair – denominado pacto Crawford – destinado a garantizar la invasión militar contra Irak preparado para ello el camino político, comunicacional y militar para concretar este plan. Dicho documento salió a la luz a partir de los correos privados de Hillary Clinton y que tuvo que entregar a un tribunal estadounidense. El pacto de Crawford es la prueba concluyente que la dupla Blair-Bush marcó como objetivo engañar al mundo y llevar a cabo sus planes de agresión, invasión y crímenes de guerra contra Irak. Y a la hora de las alianzas para delinquir el ex Presidente español José María Aznar, también deberá cuidarse ya que junto a Blair, en reunión efectuada entre el 27 y el 28 de febrero de 2003, para discutir la invasión de Irak, acordaron una estrategia de comunicación para dar la impresión de que «estaban haciendo todo lo posible para evitar la guerra» a pesar que la decisión ya había sido tomada en Washington. Una estrategia destinada a atenuar las críticas en sus respectivos países.

Frente a lo señalado ¿Qué más necesita esta supuesta comunidad internacional para llevar a Tony Blair a una Corte Internacional de Justicia que sea capaz de juzgarlo por crímenes de guerra? El camino puede ser conformar Un Tribunal Penal Internacional ad hoc como el que juzgó a Slobodan Milosevic por la Guerra de los Balcanes, instituido en febrero del año 1993 o aquel Tribunal Penal Internacional ad hoc donde se enjuició a los criminales de guerra por el genocidio en Ruanda, formado en noviembre del año 1994. Ambos, a instancias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sobre farsas y crímenes de guerra se han levantado muros de injusticia, es hora de derribarlos.

Fuente original: http://www.hispantv.com/noticias/opinion/281410/informe-chilcot-tony-blair-invasion-guerra-irak

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.