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Sobre la invisible (y a veces peluda) mano del sistema

Fuentes: Argenpress

En la cumbre de presidentes de Mar del Plata, pudimos apreciar la enorme presión que los presidentes de los países norteamericanos (Estados Unidos, México y Canadá) ejercieron sobre el resto de los representantes de los países para imponer sus criterios sobre esa trampa para incautos que bautizaron como «libre comercio de las Américas» Veamos que […]

En la cumbre de presidentes de Mar del Plata, pudimos apreciar la enorme presión que los presidentes de los países norteamericanos (Estados Unidos, México y Canadá) ejercieron sobre el resto de los representantes de los países para imponer sus criterios sobre esa trampa para incautos que bautizaron como «libre comercio de las Américas»

Veamos que significa HOY ese mal llamado «libre comercio». Hay una leyenda infantil que recorre el continente hace más de 15 años, que sostiene que si los países latinoamericanos eliminan todas las trabas económicas y sociales que impiden el libre juego de la oferta y la demanda, la dinámica de la «mano invisible» del mercado, traerá desarrollo y riqueza a la región.

Esa es una verdad a medias. No discuto que la confrontación de los intereses de los oferentes y demandantes, en un mercado de total transparencia, pueda ser una vía para generar riquezas para la sociedad. El asunto es que existen fuerzas invisibles que alteran el libre desenvolvimiento de esos dos factores. Son los llamados operadores económicos del mercado.

Con esto no descubrimos el agua tibia. Los teóricos liberales habían denunciado en su momento como los monopolios, principales operadores económicos en las etapas maduras del capitalismo, al imponer sus condiciones al mercado, alteraban en cada país ese equilibrio deseado. Hoy, ante los procesos globalizadores de la economía, además de los monopolios, han surgido poderosos operadores económicos que afectan el funcionar de la economía a nivel planetario. Veamos un ejemplo muy vigente de ello.

En artículo anterior señalé como el despilfarro norteamericano del petróleo impulsa la subida de su precio, y que, si Estados Unidos adoptaba las políticas racionales de consumo de Europa Occidental su precio bajaría, quizás a 20 dólares por barril. Y si, por el contrario, Europa Occidental consumía irracionalmente el petróleo, igual que Estados Unidos, el precio del mismo subiría quizás, a unos 120 a 150 dólares por barril.

¿Qué determina en realidad el precio final de un producto que afecta a todo el planeta? Se puede apreciar claramente que no son los oferentes ni los demandantes los que fijan el piso de los precios. Son las políticas oficiales de los países las que, en este caso, fijan los parámetros dentro de los cuales se moverán ambos factores del mercado.

Esa posibilidad de manipular los factores externos al mercado para obtener beneficios es, si se quiere, lógica, en un sistema manejado por la mano invisible de la codicia, como bien la bautiza LaRouche. Ejemplo grotesco de ella, fue el vergonzoso episodio de utilizar un video, en el cual unos pescadores contratados asesinaban a un delfín bajo influencia alcohólica, para denunciar a la industria atunera venezolana ante los organismos internacionales respectivos, y así buscar eliminarla como competencia.

Mercados manipulados con un objetivo político

Ahora la cuestión va más allá de los meros intereses privados. Los sectores dirigentes de las naciones industrializadas (Norteamérica, Europa Occidental, Japón y los «tigres» del Asia) tienen internalizada la idea de que los recursos naturales no renovables del planeta sólo alcanzan para que poco más de 2 mil millones de habitantes vivan en el nivel actual de confort de los países desarrollados, y que hay que impedir a toda costa el desarrollo de los países pobres para evitar que surja una competencia por esos recursos escasos.

Ese convencimiento los llevó a idear un plan para tal fin, que incluye a los Operadores Económicos Globales jugando un papel decisivo, y que va desde la reformulación del FMI y sus créditos condicionados, hasta analistas de «riesgo-país» y calificadores de bonos de la deuda, pasando por organismos certificadores de aerolíneas y aeropuertos, de la lucha contra el narcotráfico, de las estructuras políticas, de la evolución de la democracia, etc., etc. Organismos que pueden ser multilaterales como el FMI, de cada país como la FDA o, incluso «privados» (generalmente financiados por las agencias de inteligencia) como publicitadas organizaciones «defensoras» de los derechos humanos.

Cada opinión, cada dictamen, cada acción de esos Operadores Económicos impacta el mercado, bien sea restringiendo capitales, obstaculizando el comercio, atemorizando a probables turistas, o imponiendo medidas económicas o sociales en nuestros países, que ayudan a las naciones industrializados en sus objetivos. Venezuela es un claro ejemplo de cómo estos Operadores Económicos Globales pueden obstaculizar el desarrollo.

Trabajos de amor perdidos En efecto, el gobierno nacional tiene ya más de 7 años aplicando, con precisión militar, un conjunto de medidas económicas y sociales, similares a las que aplicaron con éxito muchos países europeos. A saber, limitar la acción del Estado a incrementar la recaudación fiscal para financiar programas sociales de salud, educación, pensiones, etc.; reforzar la infraestructura del país orientándola a la productividad; Crear y mantener un ambiente de garantías a la inversión privada; Estimular el gasto público, para que este «hale» la inversión privada, y, consecuencialmente, genere empleos y riquezas; estimular la creación de cooperativas para desterrar costumbres populistas, etc.

De tal suerte que hoy el país tiene una altísima y eficiente recaudación fiscal; Unos excelentes planes de educación a través de las misiones Robinson, Sucre y Ribas; La misión Barrio Adentro (visión local del sistema de médico de familia de algunos países europeos como Alemania) para tratar la salud en tres niveles de atención; Una política de cancelación de la deuda social con las personas mayores a través de la actualización de los planes de pensiones; Un conjunto importante de obras de infraestructura que abarca vías férreas, puentes (Orinoco), autopistas (Oriente, Llano, etc.) Transporte masivo (Metros de Valencia, Maracaibo, Los Teques, Línea 4, etc.) y una política de aumento sustancial del gasto público, con a niveles nunca antes vistos en nuestro país.

Sin embargo, y debido a la acción soterrada de esos Operadores Económicos Globalizados, estas medidas no han logrado el objetivo deseado. Si bien los logros de las misiones educativas y de salud son significativos, en el aspecto económico hemos visto como se ha incrementado significativamente el deterioro del poder adquisitivo de la fuerza de trabajo remunerada.

Eso queda reflejado claramente en las cifras mostradas por el Banco Central de Venezuela en su web site, que muestra como el incremento de los precios de los alimentos subió un 207% durante el período comprendido entre enero del 2001 y junio el 2005, en tanto que el incremento salarial sólo fue de un 80% para el mismo período. Y es una tendencia que no varía. Vemos como anualizada desde noviembre del 2004 a la fecha, el incremento del precio de los alimentos ha sido aproximadamente de un 20%, incluso el mes pasado la inflación de los productos alimenticios superó el ¡3%!

Es obvio que esos resultados deben generar un giro del gobierno en políticas económicas internas, adaptándolas a las nuevas realidades. Hay que recordar que las elecciones se ganan o se pierden en los mercados.

Pero ese es otro asunto. Lo cierto es que el problema del desarrollo no se soluciona con la receta mágica de la «liberación del mercado», ejecutada a través de medidas económicas internas o con tratados como el ALCA. Es un problema político, en donde lo fundamental, para que cualquier proyecto de desarrollo tenga éxito, es neutralizar esos poderosos Operadores Económicos. Si no se logra, lo demás es esfuerzo perdido.

La experiencia de Mar del Plata Esa cumbre fracasada ha dejado una gran lección: La imperiosa necesidad de tener una estructura política regional, que sustituya a la OEA y agrupe a los países del área en la defensa de sus intereses. Si con una organización de mero carácter económico, como MERCOSUR, que agrupa a Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela, se pudo detener el plan imperial, qué no seríamos capaces de conseguir si la tuviésemos.

Si hoy, los habitantes de los países cuyos dirigentes se oponen al ALCA suman más del 50% de la población latinoamericana (unos 260 millones), esta cifra puede subir dramáticamente el próximo año, ya que próximamente hay elecciones en México, Nicaragua, Bolivia y Chile, y en todos esos países se estima que ganen los sectores nacionalistas, lo que significaría un total de más de 400 millones de habitantes apoyando la integración regional, la casi totalidad del subcontinente.

Los pueblos latinoamericanos, con su lucha constante, han abierto la posibilidad real de que, por fin, se cumpla el sueño de nuestros libertadores y comencemos a transitar el camino del progreso y la prosperidad. Somos de hecho un solo pueblo, con un pasado común, con la raíz ideológica de nuestros libertadores, con sólo dos idiomas, en un territorio rico en recursos naturales y con una población que cuenta con decenas de millones de profesionales y técnicos. Si hubiese un liderazgo político en la región que aglutine esos elementos, nuestro futuro sería realmente hermoso.

Bush anuncia y justifica «duras decisiones»

Esta perspectiva no escapa a las grandes potencias. Hay que recordar que en el aspecto del uso de los recursos naturales no renovables, los países industrializados actúan como en Fuenteovejuna, «Todos a una». Es decir, TODOS ELLOS tienen la creencia de que, si quieren seguir disfrutando de sus estándares de vida actuales, deben impedir a toda costa el desarrollo de una Latinoamérica, que, si aprovechase sus ingentes recursos naturales en su progreso económico, sería un formidable competidor en la utilización de esos recursos, que los tiene a la mano.

El problema real es que los dirigentes de la región no terminan de entender que para los países industrializados esto no es un juego, es un asunto de vida o muerte. Bajo ese criterio es que Bush (que en este aspecto no actúa solo), apenas terminada la cumbre de Mar del Plata anunció en Brasil que ‘Las elecciones que hacemos determinarán qué visión definirá las Américas que heredarán nuestros hijos, y debemos tomar duras decisiones hoy para asegurar un mejor mañana’. ¿Y qué significa eso hablando en cristiano? Romper la unidad latinoamericana e impedir su desarrollo.

Estamos así en una carrera contrarreloj. Las naciones progresistas del continente deben tomar pasos concretos en busca de la unidad política y la integración y establecer desde ya, una «hoja de ruta» con metas y tiempos definidos para alcanzar la integración.

Venezuela: Primer objetivo

Hoy, el principal objetivo de esas «duras decisiones» es Venezuela, país que, conjuntamente con Colombia, constituyen la «bisagra» continental entre una Sudamérica ganada mayormente por ideas nacionalistas y una Centroamérica que en poco tiempo, se volcará mayoritariamente en ese sentido.

Si la CIA en Venezuela, ante el peligro de un bloque integrador en la región con Lula, Chávez y Gutiérrez, organizó un golpe, un paro petrolero, una guarimba, una acción paramilitar, etc., la pregunta es ¿Qué no será capaz de hacer ante el peligro de una América Latina unida en un proyecto integracionista desde México a la Argentina?

En Venezuela, cualquier aventura. Recientemente Estados Unidos cuestionó nuestra posesión de la isla de Aves y de su mar territorial; Los medios vendepatrias, empezando por el Nazional, sostienen una campaña en contra de las elecciones, descalificando al CNE y defendiendo a los terroristas que asesinaron al fiscal Danilo Anderson; Los agentes del imperio colocan bombas y llaman a la insurrección; Y no es de extrañar que ocurra un incidente como el usado en el Líbano para preparar el ataque a Siria.

Si el plan por mantener en la pobreza a la América Latina sólo se puede enfrentar regionalmente con una audaz, decidida y efectiva integración política y económica, en el plano doméstico necesitamos internalizar el peligro que significan esas «duras decisiones hoy», y preparar debidamente a nuestra Fuerza Armada y a nuestra población para rechazar exitosamente la ya anunciada intervención.