Todos hemos visto las ya familiares imágenes en Internet o en televisión. Decenas o centenares de miles de personas en las calles protestando. Pancartas, consignas, cánticos y concentraciones. Brutal represión policial, palizas y gases lacrimógenos. Coches en llamas. Las similitudes con las recientes protestas en Turquía o, salvando las diferencias, con lo que ocurriera en […]
Todos hemos visto las ya familiares imágenes en Internet o en televisión. Decenas o centenares de miles de personas en las calles protestando. Pancartas, consignas, cánticos y concentraciones. Brutal represión policial, palizas y gases lacrimógenos. Coches en llamas. Las similitudes con las recientes protestas en Turquía o, salvando las diferencias, con lo que ocurriera en España hace no tanto tiempo, han llevado a muchos a apoyarlas sin reservas. Sin embargo lo que empezó como un movimento de carácter izquierdista relativamente limitado ha adquirido en los últimos días un tono sombrío que nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de informarnos debidamente sobre un tema antes de opinar sobre él o apoyarlo.
Las protestas iniciales fueron organizadas por Movimento Passe-Livre (MPL), un grupo autonomista que desde siempre ha centrado su actividad en la lucha por un transporte público y gratuito. Dirigidas contra la decisión del alcalde (PT, socialdemócrata/liberal) y gobernador (PSDB, socialdemócrata según sus siglas y conservador en la práctica) de São Paulo de subir los precios de autobús y metro, las protestas fueron inicialmente apoyadas por un amplio espectro de partidos y movimientos a la izquierda de los gobernantes (PSTU, PSOL, PCB, etc), pero debido a la orientación anarquista y apartidista del MPL su participación fue rechazada.
Los grandes medios, partidos gobernantes y personalidades conservadoras del país denunciaron duramente las protestas justificando la brutalidad policial (con imágenes ampliamente difundidas de palizas a manifestantes y disparos con pelotas de goma a quemarropa), tachando de vándalos anti-demócratas y radicales a los manifestantes. Hasta aquí, sin duda, estas revueltas podrían parecer muy similares a las que se repiten constantemente por todo el planeta, y más allá de nuestras diferencias políticas con el MPL serían merecedoras de todo nuestro apoyo. Sin embargo a los pocos días comienza a producirse un cambio notable.
Los medios y personalidades reaccionarias comienzan a percibir que sus audiencias tradicionales no están dispuestas a condenar las revueltas, llegándose a dar el caso de que una famosísima figura de extrema derecha de la TV brasileña es humillada en directo por su audiencia al preguntarles si condenan los actos de «vandalismo». Se comienza a fraguar un cambio en el discurso, y los medios que antes condenaran las movilizaciones empiezan a decir que la furia está justificada ya que presenta una protesta contra «problemas mucho mayores». Ya no se trata de los 20 céntimos del autobús, dice el mismo presentador ahora arrepentido y habiendo dado un giro de 180 grados a su discurso, sino que el pueblo brasileño ha despertado y lucha contra la corrupción y el mal hacer de un gobierno de tendencias casualmente izquierdistas. Se repite la estrategia ya utilizada en Venezuela, Honduras u otros lugares, con la Red Globo (propiedad de un multi-millonario y dueña absoluta de la información audiovisual privada en Brasil) llamando a la movilización contra el PT y por el cambio. Se crean vídeos en inglés para el consumo externo con peticiones que, aunque sin duda legítimas, no tienen ya un carácter de izquierda ni mucho menos revolucionario. Se resalta el carácter apartidista (en parte marcado desde un principio por el MPL) y «ciudadanista» de las protestas, con protestantes que no son ni de izquierdas ni de derechas sino «simplemente brasileños». Centenares de miles de personas salen ahora a la calle, y se empiezan a ver pancartas que piden un golpe de Estado militar, quema de banderas rojas y palizas a a comunistas y anarquistas. Incluso algunos policías, que antes reprimiesen a los manifestantes con tanta dureza, llegan a sumarse al movimiento.
Es en este momento cuando se le comienza a helar la sangre a mucha gente en el país, ya que el anterior golpe de Estado fascista fue precisamente precedido por una marcha multitudinaria por la «libertad» y en contra del progresista João Goulart, que sería depuesto poco tiempo después por los militares. Empiezan a perder importancia el objetivo inicial de las protestas, y progresistas y revolucionarios de todas las tendencias tratan de unirse para hacer de contrapeso a la creciente influencia derechista y reaccionaria en las calles. Están convocadas para los próximos días grandes movilizaciones organizadas por la izquierda, que espera esta vez no ser barrida a palos por los fascistas de las calles y recuperar el liderazgo de unas protestas que ellos comenzaran.
¿Existe una moraleja en toda esta historia? Si la hay, es simple. No debemos transplantar experiencias o formas de análisis de un país a otro sin más, ya que cada pueblo y estado tienen su historia y particularidades que pueden dar un contenido muy diferente a eventos superficialmente similares. En este caso en concreto, y como es bien conocido, existen grandes y poderosos intereses en América Latina por acabar con cualquier gobierno que no sea un servidor sin fisuras de los intereses imperialistas, por muy tibias que pudiesen parecer sus políticas. Por muy legítimas que sean ciertas críticas contra el PT no debemos pensar que siempre que se movilicen grandes masas en las calles deben merecer éstas automáticamente nuestro apoyo, porque por desgracia también los programas más retrógrados y reaccionarios son capaces de movilizar a mucha gente. Prestemos atención, siempre, al carácter de las peticiones, a quién las organiza, y a cómo reaccionan ante ellas los poderes establecidos y los medios de comunicación oligarcas y monopolistas. Tan improbable es que la Red Globo apoye un cambio transformador progresista en Brasil como lo sería aquí que La Razón o Antena 3 llamasen a la revolución y al socialismo.
Ante la gran velocidad con la que cambia la situación en Brasil no queda más remedio que seguir con atención cada desarrollo, tratando siempre de apoyar al pueblo trabajador brasileño en su lucha contra el fascismo, el imperialismo y por una nueva sociedad auténticamente transformadora.
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