Escribo esto porque, por algún extraño mecanismo cerebral, quizá una revisión de «archivos», llevo unos días tarareando algunas canciones de un tal Sabina. Pero por fin esta mañana he dado con la tonadilla clave, y por eso me he decidido. Tal vez tenga alguna mínima utilidad escribir algo, pues, además de propiedades terapéuticas. La memoria […]
Escribo esto porque, por algún extraño mecanismo cerebral, quizá una revisión de «archivos», llevo unos días tarareando algunas canciones de un tal Sabina. Pero por fin esta mañana he dado con la tonadilla clave, y por eso me he decidido. Tal vez tenga alguna mínima utilidad escribir algo, pues, además de propiedades terapéuticas.
La memoria ha conjugado esos canturreos con el reciente comentario del tipo este pidiendo, o deseando, que «un movimiento como el del 15-M se diera en Cuba». No nos sorprende ya, a estas alturas; el cantante hace tiempo que ha asumido el discurso de la derecha. El de «la derecha con la rosa», me refiero, que ya engañase en su día al «Cuervo Ingenuo». Claro que, en este ejemplo concreto, el ex-rojeras no acierta a ver que un movimiento así es imposible en la Isla Infinita. En primer lugar porque, aún con toda la importancia que tiene, por supuestísimo, el 15-M, éste revela una conciencia incipiente, propia de un espacio casi carente de cultura política; generalizada, se entiende. Esta carencia se aprecia en Europa en general, pero en el país en el que un genocidio, cuarenta años «de paz» y treinta de «amnesia» marcan su situación actual, la cosa es aún más explicable. Por el contrario, Cuba es un territorio libre de analfabetismo, no sólo en términos de lecto-escritura sino también en sentido político. Allí, tanto la capacidad de interpretación de la realidad como la de razonar en general está un par de kilómetros por encima de lo que está en su «madrastra». Eso hace que, entre otras cosas, l@s cuban@s tengan claro que el problema no está en la política, sino en su ausencia total; en su secuestro por parte de la «economía» (de la crematística, en realidad)1 que mantiene en la mayoría de los lugares instituciones totalitarias funcionales a la dictadura del capital, bajo el disfraz de «democracia» y de «estado de derecho».
En segundo lugar, porque nos podríamos imaginar a l@s cuban@s denunciando su perverso sistema bancario, los desahucios de l@s más pobres; también su falta de medios de subsistencia incluido el alimento, o la privatización de su sistema sanitario o de educación. Y, mientras, a la policía cubana cosiendo a hostias a l@s manifestantes. Podríamos imaginarlo y luego proponerle al sionista Spielberg que hiciese uno de sus taquillazos de ciencia ficción.
Y todavía se me ocurre un tercer motivo: además de esa formación política de l@s habitantes de la isla, que algo tendrá que ver con el intento obstinado de construir una sociedad más justa, y, por ello, necesariamente más culta y más consciente, sucede que a ell@s, sus polític@s, que sí son polític@s, pues resulta que sí, que sí, que sí les representan…Y resulta también que éstos no hacen campaña electoral, porque no existe, sino que son propuestos por la gente en vez de presentarse ell@s mism@s; que no son profesionales ni cobran nada por su desempeño, o que, l@s 609 que llegan a ser diputad@s en la Asamblea Nacional, además de su labor en las dos veces que ésta sesiona al año, incluyen en su trabajo político cotidiano consultas regulares a la población que les ha propuesto y elegido.2
Uy…que me voy del tema…Por supuesto, no le voy a pedir a este, ya, impresentable que se estudie el sistema electoral cubano; tan desconocido, por cierto, y que podría aportar muy útiles reflexiones sobre el nuestro propio y sobre los cambios que pretenden muchas de las gentes del mentado 15-M3. Pero tal vez sí sería interesante que, en un acceso de locura, el tipo volviese a escuchar su, como tantas otras, «ingeniosa» letra de «El muro de Berlín». Por que vendid@s hay much@s, sin duda; pero que hubiesen denunciado y cantado la venta de otr@s tan explícitamente antes de hacerlo ell@s mism@s…eso le da un puntito de gracia a la cosa. «Ese mismo que va al club de golf, si lo hubieras visto ayer; dando gritos de «yankee go home» coreando eslogans de Fidel…» «Hoy tiene un adoquín, en su despacho, del Muro de Berlín…» Efectivamente, «uno no sabe si reir o si llorar»… Lo dicho: sería gracioso si no fuese porque no tiene gracia en absoluto.
Que hoy defienda a l@s «Teddy Bautistas», como buen mafioso que también es él de su «sociedad de autor@s», o que diga que Rubalcaba es «nuestro hombre de izquierdas», ya nos pilla avisados; que se dedique a descalificar, al más puro estilo de Rosa Montero, el proceso venezolano, o que se haya convertido en un impenitente gusano más cercano a Miami que a La Habana, también. Es su visión política, «Ahora», que es, además, un opinólogo situado incluso más a la derecha de lo que pretende estar el diario que le contrata para esa función. Dentro de poco, le ficha El País.
Pertenezco a una generación, que tenemos ahora treintaitantos, que ya hemos conocido algunas de las miserias de la «Transición» (quién sabe si lo que ocurre ahora no es el comienzo de un proceso realmente merecedor de esa denominación…). Que hemos escuchado hasta la saciedad, y casi hasta la desesperanza, los relatos de virajes indignos de «izquierdistas» de época tan ilusionante entonces. Incluso, si los «tantosdelostreinta» son suficientes, l@s de mi quinta hemos asistido ya mayorcit@s a la caída del Muro…Muchos de los cascotes cayeron sobre las cabezas de algun@s, bastantes, para l@s que «el fin de las ideologías» se convirtió en su cómoda ficción vital.
Por eso tenemos cierto callo, y también cierto aviso. En primer lugar para andar por la calle mirando un espejo, como el loco, para estar siempre controlando al enemigo; también para no sorprendernos de ciertas cosas. Pero, aún y todo ello, para tener eso suficientemente asumido como para no dejar de luchar en ningún caso, y para buscar los ejemplos donde hay que buscarlos: entre nuestr@s abuel@s incombustibles, esa gente a la que, al parecer, los «ardores juveniles» no se les pasan nunca; o entre tant@s miles, cientos de miles, millones, que siguen luchando, en condiciones que sólo podemos imaginar sufrir, como nuestr@s compañer@s resistentes en Colombia, que bajo la amenaza de muerte no abandonan ni se venden. Es decir, a buscar en el sitio adecuado, y no entre el batallón de l@s descreid@s y desencantad@s, que lo son, entre otras cosas, porque dentro de este manicomio, criminal y a la vez suicida, les va medianamente bien; lo que, por supuesto, incluye cosas como comer todos los días o que no les bombardeen su casa de madrugada. En definitiva: a todo lo que nos obliga a no buscar coartada. A no parecernos a los Sabinas.
Así que, fanático que es uno, ahora no me apetece nada escuchar esas canciones que han acompañado la juventud de much@s, entre l@s que me incluyo; ni siquiera ese «Viceversa» que tanto nos hizo vibrar hace años…Resulta que se me revuelve algo en las entrañas.
Parece ser que algun@s cuban@s acaban de rendir homenaje a Sabina desde La Habana, aunque quizá no sea todo paradoja o ingenuidad…En cualquier caso, qué sintomático es que entre l@s homenajeador@s no esté uno calvito, que a diferencia de otr@s, sigue firme en sus principios. «Ahora», pues, me voy a escuchar al «necio», a ver si se me calma el hígado y se me reconforta el «centro de la ideología». Ese que tiene una parte importante en la cabeza, pero cuyo núcleo no puede estar más que en el corazón.
Notas
1 Hablamos normalmente, por engaño, de «economía» sin serlo: no se trata de las normas para la gestión de los recursos para la supervivencia y bienestar del grupo (de «la casa», «oikón») sino, bajo condiciones capitalistas de producción, de búsqueda de enriquecimiento, de puro beneficio; crematística, pues.
2 En Cuba hay algo más de 11 millones de habitantes; un sencillo cálculo nos revela que la representatividad sería 7 veces superior a la del parlamento español. Sería porque no es. En realidad aquí no hay 350 voces sino sólo una por cada partido político, así que la representatividad sería cientos de veces mayor. Pero tampoco así, claro, porque allí la política decide, y aquí obedece o, en todo caso, maquilla. La diferencia, pues, tiende al infinito.
3 Eso a pesar de que Cuba tiene esencialmente más de ejemplo que de modelo a imitar, entre otras cosas porque la Revolución Cubana es irrepetible , en todos los aspectos posibles del término.
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