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Socialismo en Venezuela del siglo XXI

Fuentes: RNV

Del programa Canal clásico de la Radio Nacional de Venezuela, el día 26 de enero del 2007 Buenos días a los amigos de Radio Nacional de Venezuela que me escuchan; hoy viernes veintiséis de enero del dos mil siete. Soy Vladimir Lazo. Antes de comenzar les comunico que en los controles se encuentra el señor […]

Del programa Canal clásico de la Radio Nacional de Venezuela, el día 26 de enero del 2007

Buenos días a los amigos de Radio Nacional de Venezuela que me escuchan; hoy viernes veintiséis de enero del dos mil siete. Soy Vladimir Lazo. Antes de comenzar les comunico que en los controles se encuentra el señor Víctor Mejías, en la dirección de programación la licenciada Yolanda Delgado, en la dirección del canal clásico el señor Manuel Lazo García, en la dirección el Circuito Radio Nacional de Venezuela la licenciada Elena Salcedo y, como les he dicho, frente a los micrófonos el día de hoy, quien les está hablando, Vladimir Lazo.

Introduciré mi programa del día de hoy, recordando algo que nos aparece en uno de los diálogos de Platón, el filósofo griego, se trata del Menón. Al comenzar ese diálogo, el joven Menón le pregunta a Sócrates si la virtud puede ser enseñada, a lo que éste le señala, que antes de dar respuesta a tal pregunta, es necesario saber qué es la virtud. Esta cuestión preliminar, que consiste en preguntarse por lo que algo es, antes de saber si puede ser enseñado, determina todo el desarrollo del diálogo, y todas las preguntas de Sócrates y los intentos de responder, que hace Menón.

Plantear la cuestión preliminar es un obvio requisito para nosotros hoy día, y lo ha sido desde sus inicios en la llamada cultura occidental, Sin embargo en algunas oportunidades no se toma en cuenta con la importancia que se debería tomar, lo que acarrea la posibilidad de sustanciales equívocos y desencuentros.

Cuando digo lo anterior estoy pensando en dos de las propuestas sobre el tapete político para este año dos mil siete. Son dos temas cruciales y de importancia trascendental para el futuro de la nación venezolana, y es sobre ellos que es necesario plantear la cuestión preliminar de forma eminente. Me refiero al socialismo y el partido único de la revolución socialista.

Entonces, como estamos en tiempos para hablar sobre estos cruciales temas si no estamos de acuerdo sobre algunas ideas mínimas relativas tanto a lo que entendemos por socialismo, como a su práctica, y al instrumento o a los instrumentos para realizarlo, igualmente mínimas ideas, con la finalidad de, a partir de ellas, construir nuestro futuro, nuestra acción estará llena de equívocos y de acciones incoherentes e inconexas.

Es preciso entonces discurrir sobre los contenidos, tanto del socialismo como del partido, y de la organización, o de las organizaciones de la sociedad, para lograrlo. Creo que esto debe ser aclarado antes de hablar sobre modos y accidentes, para tomar decisiones que dependen de la buena o adecuada comprensión del objeto del que tratamos, e inclusive de la comprensión de los posibles o necesarios desacuerdos que suscite ese objeto.

En el caso del diálogo al que me he referido, Menón tiene que saber, y debería saber, lo que es la virtud, para, a partir de ese conocimiento, saber si puede preguntar al maestro, si aquello que es un saber compartido por él y por Sócrates, y en lo posible por el resto del pueblo griego, se puede preguntar si es que se puede enseñar.

En el diálogo, Menón nunca entiende aquello a lo que alude Sócrates cuando le interroga sobre el contenido de la virtud, que es lo que desea aprender. Cuando le pregunta qué es la virtud, Menón no comprende, pues vive dentro del mundo de las opiniones convencionales sobre lo que se entendía por virtud en la vida cotidiana de Grecia en tiempos de Sócrates, que era también el último tiempo de los sofistas, de quienes Menón era un admirador y discípulo -sofistas los cuales, entre paréntesis, al parecer, fueron los primeros maestros en cobrar dinero por sus enseñanzas, referentes al arte de la retórica y otras artes relativas al uso efectivo y provechoso del lenguaje-. En la versión de Platón, los sofistas -además de otras creencias, creían que la virtud que enseñaban, consistía básicamente en la realización de los valores establecidos por la conveniencia de quienes les pagaban, que eran siempre las personas del poder o ligadas a él, y creían que sus discípulos, bajo su cuidado, serían cada día mejor de lo que eran el día anterior en el objeto de su saber, o sea, en el arte de la política, recordando que en griego la palabra «sofista», que ello se atribuían, significa «sabio»-, es decir, su saber era puramente convencional, según Platón. Pero los sofistas no eran sólo sabios de lo convencional, Protágoras, uno de los más grandes entre ellos, fue el autor de la idea según la cual, el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto que no son, por lo que fueron también propugnadores de un cierto tipo de relativismo sobre el valor cognoscitivo de las percepciones y, por lo tanto, de las opiniones en general.

Ese vivir dentro de opiniones que se han cristalizado en lugares comunes, como es el caso de Menón, no es problema sencillo ni fácil de resolver, pues toda nuestra vida cotidiana la realizamos precisamente dentro de ese mundo, del cual no sabemos ni su origen ni sus alcances y en muchas oportunidades ni siquiera su significado, para saberlo tenemos que realizar grandes esfuerzos de reflexión y de crítica de las opiniones relativas a ese mundo convencional, la primera de las cuales es la de reconocer justamente su convencionalidad.

Menón, para dar un ejemplo dentro del mismo diálogo, cree virtuoso un comportamiento dirigido por los valores de la ética convencional, centrada en el goce de los placeres derivados de los bienes materiales y del usufructo del poder político y, como consecuencia de ese punto de vista, aquella opinión que dice: hacer el bien a sus amigos y el mal a sus enemigos. En el caso del personaje Menón, en el diálogo, vivir en el mundo convencional le impide ver más allá de ese mundo, justamente porque la conciencia le ha sido estructurada por esos valores, que se les han solidificado en su mente de tal manera que le organizan y determinan tanto sus comportamientos espontáneos como los reflexivos, y, para pensar de forma diferente, con otros valores, habría sido necesario hacerlo desde otra perspectiva, que no existía en su mente, pero que si existía en las de Sócrates y de Platón.

Este diálogo fue escrito hace más de dos mil cuatrocientos años. La enseñanza según la cual, para acceder al mundo de la realidad, es necesario remover capa tras capa de recubrimientos de opiniones originadas en la vida práctica, solidificadas y vueltas lugares comunes, que existen sobre lo que queremos saber fue, entre otras tantas, una de las grandes enseñanzas de Sócrates y de Platón, y esa enseñanza, vuelta actividad sistemática, es una de las bases sobre las que reposa toda la cultura occidental. Por lo cual, entre otras muchas cosas que ese diálogo y los demás del filósofo griego nos enseña, encontramos esta, muy adecuada para recordarla hoy día, en Venezuela, o sea, es necesario saber de qué estamos hablando, cuando nos proponemos la construcción del socialismo y de un instrumento para lograrlo, es decir, el partido socialista.

Lo estamos haciendo, sin haber definido de forma preliminar, y con alguna aproximación, lo que entendemos por socialismo, sea del siglo veinte, del diecinueve o del veintiuno, con lo que me sumo a la opinión del distinguido profesor Edgardo Lander, quien alerta sobre la posibilidad de que dirimir sobre el partido socialista único o unido, nos pueda desviar del asunto del que depende su existencia, que es el prioritario, es decir, de la discusión acerca del socialismo y del comunismo, y de nuestra relación con su historia; con la acotación siguiente, al menos de mi parte: tal discusión tiene que ser sin prejuicios, y con esta afirmación me refiero a dirimir, aclarar, evaluar, profundizar, hacer el esbozo de nuestra teoría, etc., sin la pretensión, de comenzar la discusión, erigiéndose en jueces sobre las experiencias del socialismo del siglo veinte, pues, parece ser un requisito, de muchos de los nuevos socialista, y de algunos de los viejos, mantener una conducta como de rogar perdón, no se sabe a quién -de seguro que no es al pueblo venezolano-, por la historia del socialismo del siglo veinte, que condenan, en muchos casos, sin la adecuada evaluación de la historia de los imperialismos del siglo pasado, y del único imperialismo existente después de la Segunda Guerra mundial, que es los Estados Unidos, como el único y el más criminal imperio que ha existido hasta ahora.

He creído oportuno recordar el diálogo de Platón, pues, en él, encontramos, a una distancia temporal de dos mil cuatrocientos años, una situación que guarda similitudes con la que vivimos los venezolanos revolucionarios de hoy día, quienes de forma similar, como he dicho antes, debemos definir lo que entendemos por socialismo, para poder construir un partido político que debe ser el instrumento básico de su realización, para lo cual, en preciso tener muy claro en nuestras mentes, la finalidad que deseamos que sea la de la sociedad en la que habremos de vivir, para poder construir el instrumento para la realización de esa finalidad, que es nuestro deseo.

Por ello, personalmente, creo necesario dilucidar, preliminarmente, algunas ideas sin las cuales, de lo que hablamos es socialismo o por el contrario, no lo es. O sea, creo que construir un partido socialista, que tendrá como misión la de ser, uno de los instrumentos esenciales para realizar la revolución socialista que nos estamos planteando, es una tarea para la cual, conocer el contenido del socialismo, es lo mismo que conocer la finalidad, por lo que, ese contenido, al menos en sus formas esenciales, debe ser del dominio de todos los militantes e integrantes de ese partido único de la revolución socialista, y además, de forma prioritaria, debe ser del dominio del pueblo venezolano en su totalidad.

Nuestro asunto, que tiene grandes complejidades, puede ser enunciado sin embargo de manera muy sencilla con la siguiente pregunta: ¿Qué es el socialismo? Cuya respuesta, nos conducirá a la siguiente después de haber respondido la primera: ¿Cómo debe ser el partido que pueda transformarse en instrumento para la realización de las ideas socialistas esenciales? que son nuestra finalidad, que coincide con nuestros deseos.

El intento de responder la pregunta por el socialismo, traerá siempre a nuestra mente toda una compleja historia -remota y reciente-, que podemos hacer comenzar en los inicios mismo de la civilización occidental, con una concepción antropológica, la concepción aristotélica del hombre, como un animal racional y político, concepto el cual implicaba, sin que el propio Aristóteles lo pensara de esa forma, la igualdad de todos los hombres, pues realmente hablaba del hombre en general a pesar de estar refiriéndose sólo a los griegos, quienes habían inventado un tipo de convivencia social única en su tiempo que era aquella hecha posible en la pólis griega, o sea, en la ciudad estado griega. Aristóteles definió la igualdad de todos los hombres en tanto seres racionales, refiriéndose a los griegos de su tiempo y a los de los tempos anteriores a él, que vivían como seres racionales, es decir, sometidos al imperio de la razón en sus comportamientos con la conciencia de que la razón habitaba en cada uno de ellos, y no era una diosa existente en otro mundo. Entonces, la idea del zoom politikón, o animal racional, es la idea que nos explica que somos un tipo de animales, que dotados de razón, hemos construido un tipo de organización para vivir, en la que realizamos, en nuestras relaciones sociales, nuestra forma racional de ser, que nos distingue de los demás animales, o sea, que somos seres racionales por la forma de vida que hemos inventado, que para Aristóteles era la ciudad estado griega, o sea, la pólis.

Con tal concepción de la igualdad de todos los hombres como supuesto, es realmente con la que comienzan las variadísimas ideas acerca de lo que debe ser una sociedad plenamente humana, racional y civilizada y por lo tanto también, las ideas por las que lucharon todos aquellos que en todos los tiempos pretéritos, sintieron como una afrenta a la condición racional y a la dignidad y a los sentimientos propios del ser humano, la desigualdad y el despotismo dentro del que se ha desarrollado la vida humana desde que se tiene memoria escrita de ella.

La concepción nació en el mundo pagano, y fue precedida por toda una historia que podemos remontar a Odiseo, el héroe de la Odisea de Homero; a los primeros sabios griegos, y a toda aquella tradición filosófica anterior a la época clásica. Su precedente inmediato son los diálogos platónicos, y de forma eminente, el diálogo República, con su reflexión sobre la Justicia y el Bien, y en segundo lugar, en el tiempo, la Política de Aristóteles, y sus tres tratados de ética. Toda esta historia merecería un programa especial, o una serie de programas especiales, pero el día de hoy no tengo tiempo de desarrollarla.

Luego vino el injerto en occidente de la religiosidad oriental por intermedio del cristianismo, que le agregó a la igualdad de todos los hombres en el plano racional, y la necesaria exigencia por la forma racional y civilizada de vivir, conseguida con el larguísimo, titánico y sistemático esfuerzo hecho por la civilización griega que acabo de mencionar, la igualdad de todos los hombres en su dignidad, como hermanos en Dios, no hermanos como hombres terrenales -que ya sabían los griegos que lo éramos-, sino en Dios, con lo cual se desvirtuó completamente la anterior igualdad por la medio de la razón y en su dignidad por medio de la vida civilizada, y por cerca de dos mil años, el cristianismo en el poder, excluyó del mundo de los buenos, de los que se salvarán del castigo eterno, del fuego eterno, de los elegidos del Señor, a aquellos que usaban la fuerza crítica de la razón, por ellos considerada como una perversión, porque la razón siempre pone en cuestión las creencias injustificadas, entre ellas, la creencia en el absoluto, en un ser trascendente, o sea, en un ser superior, pues para el ejercicio de la razón, nada se considera como verdadero si no es aceptado como tal por el sujeto racional en el uso de su razón, como nos lo dijo Renato Descartes en el siglo diecisiete, pero al decirlo Descartes, estaba afirmando lo que todo el pensamiento racional había hecho por milenios, desde antes de los Presocráticos, es decir, poner el criterio de verdad en el uso mismo de la razón y no en los sentimientos o en la creencia en alguna autoridad, o en algún ser sobrenatural del que nada se sabe y que nada nos dice.

La igualdad de todos los hombres como sujetos racionales tuvo su invierno durante todo el reinado indiscutido y absoluto del cristianismo en su forma institucional, o sea, bajo la forma de iglesia católica. No era ya la razón lo que distinguía los hombres de los animales como nos lo habían enseñado los griegos, sino poseer y estar imbuidos del sentimiento religioso, o bien confesar su creencia en el ser supremo y pertenecer a la iglesia de Cristo.

Fue éste, un conflicto milenario, que es aquel que se da entre la razón y la fe, que comenzó con San Pablo, pero que llegó, incluso, mucho más allá de las intenciones de este santo, pues el sentimiento religioso, al ser vuelto institución histórica o positividad, después del siglo iv después de Cristo, o sea, al ser ya la religión oficial del Imperio, ser iglesia institucionalizada, la fe tenía, con ella, un intermediario, que era precisamente, esa iglesia oficial, y en consecuencia, había un administrador del sentimiento religioso o unión con Dios, que era, y es, la institución histórica de la Iglesia Católica, administradora de la fe y del sentimiento religioso, clasificadora de los sentimientos y su criterio, como buenos o malos, y administradora, en consecuencia, de la moral. Todos sabemos cuán dañino ha sido el ejercicio del poder político-militar por parte de la iglesia Católica; todos conocemos el grado de tiránica censura desarrollada por ella a lo largo de los casi dos milenios en que ha sido la ductora religiosa de occidente y la administradora de la moral y todos conocemos que fue siempre un poder temporal vestido exteriormente de conexión con dios.

El cristianismo, con la imposición de la fe como criterio previo y dirimente de la racionalidad y de la socialidad, impidió, durante muchos siglos, el desarrollo del convivir humanizado del hombre, iniciado en la Grecia antigua, al substituir las fuerzas humanas, que son las fuerzas racionales y sentimentales humanas, por la providencia; al substituir la historia por la providencia; al substituir las fuerzas de la naturaleza y su conocimiento, por la concepción de la naturaleza como alegoría del Señor -fuerzas que la civilización griega, en sus desarrollos materialistas, había ya presentido-.

Contrayéndonos por ahora, a la historia contemporánea del socialismo, podríamos comenzarla, arbitrariamente -como cualquier comienzo en la historia-, en el siglo dieciocho, siguiendo en el diecinueve, en el que dominan la figura ineludible de Karl Marx y las grandes revoluciones fracasadas de ese siglo, y llegaríamos al siglo veinte, y tendríamos que recordar y hacer un análisis y balance de la Gran Revolución Bolchevique, de sus logros y de sus fracasos, y del extraño final que tuvo -todavía no explicado de forma suficiente-; pero también, dentro de esa historia, tendrá mucho que hacer la paralela historia del imperialismo, de los imperialismos que existían en el siglo diecinueve y veinte, y antes, hasta culminar en esta época de un único imperialismo.

Haré ahora una digresión, en este momento en que estas reflexiones me han traído al tema del imperialismo. Y se justifica, porque toda propuesta socialista, en la medida en que lo sea, será siempre antiimperialista, y no hay posibilidad de que un gobierno socialista, no colida tanto en la realidad, como conceptualmente, con el capitalismo, y mucho más con su desarrollo más importante, que es el imperialismo, tanto más, hoy día, cuando el capitalismo ha adquirido, en el imperialismo norteamericano su verdadero sentido y su forma más acabada y perfecta.

En este caso, tenemos el imperialismo en su estado puro, tenemos la realización sin restricción alguna del concepto del imperialismo, y llegados a esta situación del estado del mundo, a este momento privilegiado de la historia humana, cuando la humanidad tiene frente a sí a su enemigo, a su único enemigo actual, sin máscaras, como he dicho, en estado puro, sin coartadas, es cuando nosotros, incansables buscadores de un mundo mejor que aquel en el que hemos vivido por milenios, tendremos que comenzar a reflexionar realmente, en qué consiste el socialismo que tendremos que realizar e inventar desde este siglo veintiuno y para el futuro.

Tenemos que extraer desde dentro de esta realización del imperialismo de hoy día, el concepto de su negación. Tenemos que identificar con sumo cuidado y perfectamente, las claves de su específica constitución actual, y sus vulnerabilidades y actuar en consecuencia.

La oportunidad es verdaderamente propicia, porque por primera vez, las fuerzas enemigas de la humanidad, que son las fuerzas del capitalismo, se nos presentan perfectamente definidas e identificadas; nos aparecen como los poderes contra los que es necesario que toda la humanidad, luche, pues lo que está en peligro es la supervivencia misma de la raza humana. A este peligro nos ha traído la ejecución del egoísmo, la envidia y la traición, que son los móviles subjetivos de la conducta capitalista.

En las anteriores perspectivas y versiones del socialismo, el enemigo era el enemigo de clase para la clase obrera; en los actuales tiempos, el enemigo de la clase obrera sigue siendo su enemigo de clase, es decir, la burguesía, pero la ejecución de la lógica interna del capitalismo que es su finalidad, que consiste en la acumulación de capital de forma indefinida, como su única finalidad, y su tendencia constitutiva a su concentración relativa en cada vez menos manos, nos ha traído a este presente nuestro, en que una ínfima porción de la humanidad es dueña de un altísimo porcentaje de la riqueza mundial, y esa ínfima porción de la humanidad está casi exclusivamente en los Estados Unidos de Norteamérica, en Europa occidental y en Japón. No hay cálculos precisos, pero las trescientas o algo más, corporaciones mundiales, la mayor parte o son de propiedad norteamericana o lo son el parte, son dueñas del ochenta por ciento de la riqueza mundial, y de ellas son dueños, no más de veinte millones de personas. Y, en el mundo somos más de seis mil millones de habitantes.

Esta vez actuamos, entonces, en un escenario en que coinciden el enemigo de clase con el enemigo de la humanidad, que es el enemigo en sí mismo. El dominio total de la burguesía no es un enemigo, es El Enemigo, El enemigo en sí mismo, no hay otro enemigo el día de hoy. Es por esa razón por la que la época es privilegiada, porque toda la humanidad tiene hoy un solo enemigo, que es el capitalismo, que depreda las riquezas de todos los pueblos del mundo, pero que, además de depredar pueblos, el mismo tiempo, destruye pueblos enteros, y destruye el planeta.

Lo repito entonces, de forma nítida y por primera vez en la historia, el enemigo de clase, la clase burguesa, es al mismo tiempo, el enemigo de toda la humanidad, pues el imperialismo globalizador, neocapitalista, neoliberal, postmoderno y totalitario, ha transformado, a toda la humanidad en trabajadores al servicio de la acumulación de capital, para esa reducidísima burguesía mundial.

Y ese neocapitalismo totalitario, tiene su brazo militar en el ejército asesino de los Estados Unidos de Norteamérica, repartido en casi todos los países del mundo y en todos los mares y océanos, encargado de garantizar por la fuerza, que las necesidades de acumulación y de negocios de aquellas corporaciones mundiales se ejecuten por doquier sin oposición, so pena de la destrucción de quien se oponga.

Hablar de la forma actual del imperialismo, aunque sea sucintamente como lo he hecho, puede permitirnos comprender el desafío al que hoy día nos enfrentamos cuando tratamos de construir el socialismo en nuestro país, bajo el entendido, de que las versiones anteriores, tuvieron particularidades y desafíos diferentes y fueron el resultado de enfrentar tales desafíos con la finalidad de construir un poder popular, que en algunas versiones fue más afortunado que en otras y en algunas el parido revolucionario, sustituyó al pueblo revolucionario y deformó sus intenciones originales.

Lo anterior podría ayudar a plantear nuestra comprensión sobre el asunto de la historia del socialismo. Comencé esta parte de la exposición, trayendo a la memoria algo de la historia que evoca la palabra socialismo, pero lo hice solamente para afirmar que ese conocimiento no resuelve el asunto de lo que consideramos lo que es el socialismo. Como todas las producciones del espíritu humano el socialismo es, además de su concepto, es también su propia historia. Pero no solamente es su historia, aunque el conocimiento de ella, sea esencial para su cabal comprensión, y para situar el nuestro, dentro de la perspectiva de la historia del socialismo mundial; es necesario igualmente tener clara la específica naturaleza de nuestro desafío, que es la configuración del espacio histórico en el que nos está tocando actuar, con todos sus peligros y enigmas, al que debemos y tenemos que amoldar tanto nuestro concepto del socialismo, es decir, nuestra finalidad, como la forma del instrumento que tenemos que construir para llegar a la finalidad que es nuestro deseo y el del pueblo venezolano en su inmensa mayoría, es decir, tenemos que amoldar el partido socialista unido de Venezuela a la naturaleza del desafío que tenemos por delante.

Y la idea de la unidad debe ser considerada esencial, pues, es en virtud de una sola finalidad: la construcción del socialismo, que determina un solo deseo general, que es la de la construcción de la sociedad alternativa al capitalismo, que sea una sociedad socialista, emancipadora de las fuerzas creadoras del pueblo, para que esas fuerzas construyan la sociedad venezolana teniendo como su finalidad, la reapropiación de su historia, y la reapropiación, por parte del ciudadano, de su propia vida, negadas tales apropiaciones de forma estructural y sistemática, por el capitalismo.

El socialismo debe tener, entre sus finalidades, que la sociedad venezolana, que el pueblo venezolano, haga su historia, a conciencia de que lo que hace es su propia historia, y de que la historia es el resultado de su obrar como comunidad, y que cada uno forma parte de una comunidad de intereses solidarios, y que esos intereses solidarios, que son al mismo tiempo individuales, son los que realiza en su actuar cotidiano. Y que ese actuar, es el instrumento para la reapropiación del sentido de pertenencia a la comunidad de la que hace parte orgánica, y, de que esa reapropiación sistemática de su vida en comunidad, es lo que nutre su vida como ciudadano, que se reapropia en haciéndolo, de su propia existencia como individuo, por lo que esa vida solidaria y comunitaria, vivida desde la propia individualidad no egoísta sino solidaria, es la que le confiere su verdadera condición de individuo, negada bajo el capitalismo, que lo transforma en un átomo desligado de su comunidad, que sólo es parte de una masa anónima consumidora, que es la forma en que el capitalismo define a la persona, como consumidor, en un mercado de mercancías y servicios. El socialismo es y será siempre, poder popular, protagonismo y participación popular en los negocios y destinos de su sociedad, por ello, el socialismo recupera la soberanía popular, pues es su reapropiación, y es también, por ser esa participación y protagonismo, igualmente la recuperación de la propia vida por los ciudadanos, como he explicado más arriba.

¿De qué estamos hablando entonces cuando nos referimos al socialismo que queremos construir? Que, dicho se de paso, no puede ser sino del siglo xxi pues nos encontraos en él: hemos llegado a este siglo, y todo lo que hagamos será de este siglo, aunque, la gente de la derecha opositora, que son los reaccionarios de siempre, reaccionan a todo lo que significa poder popular, y esa conducta los sitúa en el mejor de los casos como conservadores o simplemente como enemigos del pueblo venezolano.

Lo que ellos hacen y proponen era lo que se hacía y se proponía en siglos anteriores, y también lo harán en este siglo xxi y serán los reaccionarios de este siglo, y, como siempre, los reaccionarios serán siempre los que se oponen a que se realice lo que realmente es la verdadera democracia, o sea, el protagonismo y la participación populares.

Sin embargo, no basta con decir lo anterior. Es necesario reconocer ciertas particularidades del siglo presente, que comenzaron a gestarse mucho tiempo antes del siglo veinte, pues, como todo en la historia es pasado, y en muchos casos pasado remoto, no podemos darnos el lujo de pretender construir de la nada, tanto más cuanto que, si hablamos de socialismo y comunismo tenemos un riquísimo pasado de ensayos, errores, realizaciones y fracasos que son un patrimonio político, teórico-histórico y organizativo, de ejercicio de la solidaridad social y de triunfos y fracasos en todo lo que las fuerzas populares han enfrentado, por siglos, en sus luchas contra las fuerzas del capital, desde la segunda mitad del siglo dieciocho, por lo menos.

Todo para comprender, que cualquier propuesta socialista venezolana ni es originaria nuestra, ni es de este siglo. Que muy por el contrario, hablar de socialismo es hablar de un proyecto bastante anterior a nuestras vidas e incluso a la existencia misma de Venezuela como nación libre y soberana, porque es también un proyecto histórico muy querido por otros pueblos, pues forma parte de las esperanzas seculares del hombre, al menos, en muchas regiones del mundo, y es, tal vez, la forma más espontánea en que podríamos relacionarnos, realizando la civilización de manera solidaria y no dirigida por fuerzas exteriores, como por ejemplo, dirigidas por las fuerzas del capital, sino dirigidas por nosotros mismos, como pueblos y como individuos. En tal sentido, el capitalismo es una de las formas más extremas de dominación y despotismo de los poderes exteriores a los dominados, pues es el dominio del capital sobre toda la sociedad, bajo la forma del control democrático del poder político por parte de la ciudadanía a través de elecciones, mientras que el poder económico domina de forma secreta, y las estructuras del dominio permanecen siempre ocultas, bajo el secreto de los negocios y bajo el encubrimiento de la relación salarial, que aparece como relación libre, cuando realmente es el centro mismo de la ejecución del poder despótico del capital sobre toda la sociedad.

La vida en solidaridad, derivada de los procesos de empatía y de simpatía, como nos lo enseñó Adam Smith, es, verdaderamente, la forma natural de relacionarse del ser humano. Es desde la solidaridad o interés positivo por el otro, desde donde se logra comprender el egoísmo y su fuerza destructiva de la vida social, y desde donde se logra minimizarlo de forma sistemática, mediante la construcción de criterios cada vez más amplios de respeto por el otro y de respeto por la dignidad propia y ajena.

La solidaridad es, efectivamente, el comportamiento racional por medio de la cual, puede hacerse posible la vida en sociedad. Esta forma básica de la relación humana, la solidaridad, construida sobre las disposiciones originarias y básicas de empatía y simpatía, contiene en sí misma los presupuestos de la razón, pues es uno de sus efectos básicos.

Después de cuatro siglos largos de vida dentro del sistema capitalita, en los que la dominación egoísta del capital sobre todo el espacio social, nos ha traído a la situación de horror global en que vivimos, y que ha sido la ejecución de su lógica de funcionamiento que beneficia a una porción pequeña en extremo de la sociedad, y siendo que nunca es ni será diferente, y mientras es más desarrollado, la concentración del capital es mayor y los excluidos de sus beneficios son cada vez en número mayor, vemos que la única salvación del ser humano es terminar con un sistema que sólo beneficia realmente a una pequeña porción de la humanidad, mientras que al resto se les muestra como un espejismo la felicidad que se les ofrece para que la compre, y que condena a las inmensas mayorías a correr tras el espejismo, que, como todo espejismo se aleja mientras mas rápido se corra tras él.

De la misma manera, hablar de capitalismo significa hablar de un modo de producción que se fue imponiendo progresivamente en primer lugar en Europa y luego en los Estados Unidos, y que construyó y constituye la fisonomía del mundo moderno, pues el mundo moderno es el mundo producido por el capitalismo. Así las cosas, hablar de socialismo del siglo xxi es referirse a la lucha de los pueblos por su liberación del yugo del capital, siendo que esa liberación tiene ya muchas décadas porque el despotismo del capital sobre toda la sociedad tiene ya siglos ejerciéndose. Y, si extendemos un poco arbitrariamente la historia podríamos decir que capitalismo y socialismo son las versiones modernas que toma el milenario drama de la humanidad, dividida siempre en dos grupos, el grupo que ejerce el despotismo contra el grupo al que domina bajo las formas desarrolladas en cada época de la historia, para que los déspotas vivan del trabajo de los que viven bajo su sujeción.

De tal manera, que vistos en perspectiva, ambos, capitalismo y socialismo, son las últimas y más modernas versiones del conflicto histórico de la humanidad, conflicto que se ha desarrollado siempre entre aquellos que viven del trabajo de las mayorías del pueblo, y el resto de ese pueblo explotado y degradado por los que viven de su trabajo, pueblo el cual, desarrolla argumentos teóricos para combatir contra las injusticias que ejercen contra él los que se apropian de su trabajo, comprándolo por tiempo de trabajo, y que se apropian igualmente del producto de ese trabajo.

Hay algunos temas que para los que hemos estado dentro del movimiento popular, son esenciales a la hora de pensar en proyectar la transformación en clave socialista de la sociedad venezolana. Son temas cuya ejecución es posible solamente dentro de sociedades socialistas o comunistas.

Retomemos el asunto antes referido, el de la relación entre el pueblo organizado en sociedad y su destino. Se trata del replanteamiento del asunto de la realización de un proyecto histórico socialista. Un pueblo organizado en sociedad y en nación, realiza su organización mediante estructuras, tanto para realizar las funciones de reproducir su propia vida -que podemos llamar las funciones económicas-, como aquellas funciones de regulación de la vida social en general, dentro de las cuales se encuentra lo económico, pero también, la realización de la vida estrictamente política, a través de instituciones para esta finalidad, como los partidos políticos, mediante los cuales se ejecuta la voluntad ideológica para acceder a las estructuras del estado, formada por los poderes públicos, y desde allí, dirigir el sentido histórico de la nación. Los poderes públicos son realmente lo que le da sentido a la política, es para dirigir desde ellos el destino de la sociedad para lo que los partidos políticos se fundan y se organizan.

Dentro del capitalismo se rompe la relación orgánica entre la sociedad y su propio devenir, o sea, se rompe la relación con su historia, y esto sucede, porque al entregar la planificación de la sociedad y su devenir a las fuerzas del capital, que es lo que sucede en la sociedad burguesa, se le entregan también al capital, los resortes básicos del poder político, y es el capital, y no la sociedad o el pueblo, el que planifica la historia, planificando su estructura portante, que es lo económico, o sea, la reproducción de la vida material, y haciendo esto, acumula capital, que lo habilita para seguir dirigiendo la sociedad.

Razón por la cual, ni el individuo tiene dominio de su propia vida ni la sociedad lo tiene de su historia como comunidad y a conciencia, pues tampoco tiene dominio sobre sí misma al perder el pueblo el dominio de las instituciones políticas, en las que se encuentran los instrumentos y resortes del poder para la planificación y la conducción de la sociedad.

Es necesario decir que, antes del capitalismo era menos que imposible que esto sucediese, sobretodo en el mundo medioeval, en el cual, ni siquiera había la conciencia de que el hombre tuviese un historia propia ni que la tuviese la sociedad, independientemente de la Providencia. Sin embargo, en los inicios del capitalismo se planteó la posibilidad de que el individuo, o mejor, el ciudadano, participase activamente en hacer la historia de su sociedad y que igualmente tuviese el dominio de su propia vida.

Pero si es cierto, que uno de los programas iniciales del capitalismo fue el de la recuperación por parte de la sociedad y del individuo de su propia vida y destino, que es lo que conocemos hoy día como Humanismo Civil del Renacimiento Italiano, las fuerzas que desató la sociedad capitalista, es decir, las del egoísmo, la envidia, la traición y la codicia, que se ejecutan mediante el ejercicio privado de lo económico, a través de la combinación ponderada que hacen los dueños de los capitales de los factores económicos tierra, trabajo y capital, para producir beneficio capitalista y acumular capital, transformó el proyecto civilizatorio inicial en un espejismo, en una mentira, pues ni el individuo tiene el dominio de su vida -por lo que no es ningún individuo-, ni tampoco la sociedad mantiene la dirección de su historia -por lo que no es soberana-, sino que es el dominio despótico de los capitales lo que dirige, mientras que ese dominio se encubre con la propaganda ideológica, es decir, con una explicación que muestra la inversión del mundo real, disfrazada: el individuo usado sólo como consumidor o instrumento para el enriquecimiento de los dueños de los capitales, se lo define como el soberano que decide lo que quiere entre diferentes opciones, y la sociedad se la pone a escoger cada cinco años un presidente o un primer ministro y un parlamento, y ninguno de estos elegidos pone en cuestión ni en discusión, ni elabora planes para acabar con el dominio del capital sobre toda la sociedad, dejándole al capital, la planificación de lo económico, que es la reproducción de la vida material, como he dicho.

Para plantear el asunto del socialismo, es necesario entonces, hacer referencia a aquello que rechazamos, o sea, el capitalismo.

Sabemos que el capitalismo es un modo de producción que por su propia constitución estructural implica el despotismo e implica la guerra, y lo vemos hoy día con la mayor claridad con la que nunca habríamos pensado verlo. Hay un solo imperialismo, es el capitalismo en estado puro, pues bien, ese neocapitalismo imperialista le ha declarado la guerra a todos los pueblos del mundo, incluso a su propio pueblo, al pueblo norteamericano.

En el capitalismo el individuo está concebido sólo como consumidor, el mercado es el verdadero campo de lo social, por lo que lo político lo reduce al aspecto puramente formal de la democracia, es decir, la elección presidencial.

Uno de los temas de los que tenemos que tratar es el referente al mercado. Es decir, el tema de los mecanismos para la apropiación de los productos del trabajo, es decir, a la necesaria desaparición progresiva y planificada y dirigida del mercado. La forma social por excelencia en el capitalismo es el valor, es decir, la transformación del trabajo en mercancía fuerza de trabajo y de sus productos en mercancías, todo por obra de la propiedad privada de los medios de producción. Dadas esas dos transformaciones, todas las relaciones dentro del sistema son relaciones de valor, lo que significa que el valor es el centro del capitalismo, las relaciones de valor son las que realizan la síntesis social, el mercado es el ámbito entonces, en el que se realiza esa síntesis. Como nos dice Adam Smith, la sociedad capitalista tiene la forma y el aspecto de una sociedad comercial. La ontología del capitalismo es la ontología del valor. Acabar con el capitalismo es acabar con el valor, con el mercado y en consecuencia, con esa ontología, es decir, con esa forma de la realidad.

Entonces, el problema básico es el referente a la propiedad de los medios de producción; dicho en blanco y negro, se puede enunciar: los medios de producción o son públicos o son privados, o pertenecen a la comunidad o pertenecen a dueños privados. Si son privados tendremos apropiación privada de los beneficios generados por la actividad económica; si en cambio los medios de producción son de propiedad social o del estado, que es la representación jurídica de la nación, o sea de todo el pueblo, entonces la apropiación de aquellos beneficios será social. Creo que la cuestión puede ser planteada, de forma esquemática de esta forma.

Cualquier propuesta socialista, ayer, hoy y mañana, tiene como centro de la discusión el tema de la propiedad privada sobre los medios de producción.

Por hoy el tiempo se ha terminado, no me queda más que despedirme hasta la próxima, recordándoles que el los controles se encontró el señor Víctor Mejías, en la dirección de programación la licenciada Yolanda Delgado, en la dirección del canal clásico el señor Manuel Lazo García, en la dirección del circuito Radio Nacional de Venezuela la licenciada Elena Salcedo y quien les ha hablado el día de hoy Vladimir Lazo