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Soledad, la mujer del cabo Anselmo

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Marga Durán

Quien lee «Soledad en Recife», pregunta siempre cuál es la naturaleza de mi relación con Soledad Barret Viedma, la bella guerrillera que fue la mujer del cabo Anselmo. Yo siempre respondo que no fuimos amantes, que no estuvimos enamorados. Pero que la amo de un modo apasionado y definitivo, mientras yo pueda tener vida. Entonces los lectores vuelven, hasta incluso la editorial del libro de la Boitempo: «¿pero no la has conocido?» Y les digo, sí, la conocí, después de su muerte. Y explico, o intento explicar.

¿Quién fue, quién es Soledad Barret Viedma? ¿Cuál es su fuerza y su drama, que la mayoría de los brasileños desconoce? De manera corta y clara, ella fue la mujer del cabo Anselmo que la entregó a Fleury en 1973. Sin remordimientos y sin dolor. El cabo Anselmo la entregó embarazada para la ejecución. Con cinco militantes más contra la dictadura, en lo que se

llamó «La masacre del la granja San Bento». Esa ejecución colectiva es el punto importante. Mientras, por más que es elocuente, esa cosa vil no lo dice todo. Y es todo. O casi todo.

Entre los asesinados hay personas inimaginables para cualquier escritor de ficción. Pauline Philipe Reichstul, presa de los disparos como un perro herido, a punto de orinarse y sangrar en público, tuvo años después un hermano, Henri Philipe, como presidente de la Petrobras. Jarbas Pereira Marques, vendedor en una librería de Recife, arriesgó y entregó su propia vida para no sacrificar a su mujer embarazada «como el estómago por la boca». A pesar de estar aterrorizado, por saber que Fleury y Anselmo estaban buscándole, él se negó a huir, para que no se pusieran encima de la compañera, muy frágil, como él decía. ¿Qué escritor épico sería capaz de tal grandeza?

Y Soledad Barret Viedma no cabe en un paréntesis. Ella es el centro, la persona que grita, el punto de apoyo de Arquímedes para esos crímenes. Aunque no fuese bella, de una belleza de causar espanto vestida hasta en ropas rústicas en el entrenamiento de la guerrilla en Cuba; aunque no hubiese trastornado al poeta Mario Benedetti; aunque no fuese la socialista marcada a navaja a los 17 años en Montevideo por negarse a gritar Viva Hitler; aunque no fuese nieta del escritor Rafael Barret, un clásico, fundador de la literatura paraguaya; aunque así…aunque así, ¿qué?

Soledad es la persona que apunta al espía José Anselmo dos Santos y le sentencia «Hasta el fin de tus días estás condenado, canalla. Aquí y más allá de este siglo». Porque miran sólo como sufre un corazón. Para recuperar la vida de Soledad, para cantar el amor de esa combatiente de cuatro pueblos, tuve que desaparecer y buscar entender el rostro del hombre, quiero decir, el rostro del individuo al que desfiguró el golpe de la infamia. Tuve que buscar la mayor proximidad posible de él, estudiarlo, intentar entenderlo, y de él puedo decir en fin: el cabo Anselmo es un personaje del que no existe igual en altura de cobardía y frialdad, en toda la literatura del espionaje. Esto quiere decir: él superó a los agentes dobles, capaces siempre de crímenes realizados con pericia y serenidad. Pero para todos hay un límite, los espías no llegan a la traición de la propia carne, de la mujer con que se involucra y del hijo futuro. Si dudan de la perversión, acompañen el testimonio de Alipio Freire, escritor y periodista, ex preso político.

Es impresionante el informe del señor Anselmo sobre aquél grupo de militantes. Es un documento que fue encontrado en el Dops de Paraná. Es algo absolutamente inimaginable y tan diferente de todas las ignominias que conocemos, que nos faltan las palabras exactas para referirnos al asunto.

Después de describir e informar sobre cada uno de los otros cinco camaradas que serían asesinados. Refiriéndose a Soledad (sobre la que da la historia de la familia, etc) lo que él dice es más o menos lo siguiente: Es verdad que estoy realmente involucrado personalmente con ella y en ese caso, si fuera posible me gustaría que no fuese aplicada la solución final.

A lo largo de mi vida y desde muy temprano aprendí a metabolizar las tragedias (sin perder jamás la ternura). Pero quedé durante unas tres semanas recordando la noche, pensando e intentando entender ese abismo, esa vorágine.

Ese crimen contra Soledad Barret Viedma es el caso más elocuente de la guerra sucia de la dictadura de Brasil. Hay voces que ahora entienden por qué el libro es una ficción que todo el mundo lee como un relato apasionado. No sería posible recrear a Soledad de otra manera. En el título, en lo más alto escribí Soledad, la mujer del cabo Anselmo. Mejor sería haber escrito: Soledad, la mujer de todos los jóvenes brasileños. O Soledad, la mujer a la que aprendimos a amar.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.