Todo se puede esperar de Michael Moore. El orondo escritor y documentalista ha dado un paso de gigante en su carrera como portavoz de la conciencia política norteamericana con Fahrenheit 9/11. Tras sortear muchas dificultades, pero con el aval de la Palma de Oro de Cannes, el filme que denuncia los negocios entre la familia […]
Todo se puede esperar de Michael Moore. El orondo escritor y documentalista ha dado un paso de gigante en su carrera como portavoz de la conciencia política norteamericana con Fahrenheit 9/11. Tras sortear muchas dificultades, pero con el aval de la Palma de Oro de Cannes, el filme que denuncia los negocios entre la familia Bush y Bin Laden se estrenará el 25 de junio en mil salas norteamericanas. Excéntrico, incendiario y sin pelos en la lengua -como sus películas-, el autor de Bowling for Columbine ha hablado con El Cultural.
El documentalista y agitador norteamericano Michael Moore (Flint, Michigan, 1954) fue la estrella y vencedor absoluto del último Festival Internacional de Cine de Cannes, que siempre al compás de los tiempos se ha revelado como uno de los más políticos desde hace varias ediciones. En su particular guerra contra el presidente George W. Bush, hijo (o «el gobernador Bush» o «junior», como Moore le llama), el cineasta ha creado una pieza flamígera, al borde de la propaganda, con la que espera echarle del Salón Oval. Si con la incendiaria Bowling for Columbine logró la prohibición de venta de munición a los menores en las grandes áreas comerciales, con Fahrenheit 9/11, Palma de Oro en Cannes, quizá devuelva a los demócratas a la Casa Blanca. El 25 de junio se estrena en los Estados Unidos de América del Norte y el protagonista de la foto de las Azores va a acumular aún más problemas. Tras dos horas de espera bajo el achicharrante sol de la Costa Azul, El Cultural tuvo acceso a un encuentro con el orondo, hiperactivo y excéntrico Moore. En aquel momento, las poderosas distribuidoras de las productoras Disney y Miramax se abstuvieron de estrenar el filme. Es ahora New Line quien la lleva a las pantallas sin temer convulsiones políticas ni amenazas desde Washington. A nuestro país llegará a finales de julio de la mano de la distribuidora española Alta Films.
-Fahrenheit 9/11 se las tendrá que ver con Spiderman, Shrek y otros héroes populares.
-A mí lo único que me interesa es que la gente vea mi película antes de las elecciones para que no vuelvan a robar la elección presidencial al pueblo americano. No tengo otras preocupaciones en la cabeza. No busco un taquillazo sino que la historia de las íntimas relaciones de la familia Bush y la de Arabia Saudí, así como con la de Bin Laden, salga a la luz. Hay muchos jóvenes muriendo por los negocios que esta gente se traen entre manos.
-Se le ha acusado de hacer estas películas importantes para, de paso, hacerse rico.
-Siempre he creído en las normas que rigen el capitalismo. Bowling for Columbine hizo mucho dinero y creo que esta película también lo hará. Pero yo no he creado el sistema de mercado. Aunque me boicotean y lo seguirán haciendo… sobreviviré a los grandes holdings de la industria cinematográfica sencillamente porque les lleno las arcas. La política, la guerra o lo social les da lo mismo: sólo piensan en el dinero. Y es el dinero lo que les hará tragar con todo. Eisner y Weinstein se han bajado en marcha, pero ya llegará alguien. Vieron el impacto que el documental puede tener en la campaña electoral y eso les hizo salir corriendo.
La retirada de Mel Gibson
-También se ha encontrado con varios obstáculos para poder financiar la película…
-Sí, muchos. No es la primera vez que me sucede, pero en esta ocasión hay algunas novedades. Irónicamente, el primer dinero me vino de la productora Icon, de Mel Gibson. El se encargó de la distribución de Bowling… y ya entonces me anticipó parte del dinero para la siguiente, tratara de lo que tratase. Llegamos a un acuerdo y firmamos, pero más tarde vino un día a mi casa desde Roma, donde estaba rodando La pasión de Cristo, y me anuncia la ruptura del contrato dado que ha recibido una llamada desde la Casa Blanca anunciándole que será personan non grata si me financia. Así funcionan las cosas. Y después de Gibson me llamó Eisner desde Disney y luego entró Harvey Weinstein, de Miramax, que también ha salido corriendo. Así que desde el principio han tratado de que no hiciera esta película, y después, de no distribuirla. Disney la produjo y sin decirme nada, lo he sabido después, decidieron no estrenarla tras una reunión cuando comenzó la campaña presidencial. Y ahora me callo cosas pero anuncio que nada más estrenarla, hablaré mucho y de varios asuntos que quizá a muchos incomoden.
«¿Por qué hay que hablar de ataúdes y muertes, y de cuántos morirán o de si ocurrirá? No lo encuentro relevante. Así que, ¿por qué debería yo utilizar mi bella mente en estos temas y ver cómo mi hijo sufre?». Barbara Bush, esposa y madre de presidentes tuvo el valor de hacer esta declaración el 18 de marzo de 2003, antes de que su «sufriente» hijo anunciara la segunda guerra contra Irak. Mientras, su hijo se hacía un costoso corte de pelo antes de jugar al golf con un grupo de amigos millonarios. Todas estas escenas están en Fahrenheit 9/11, así como material inédito que le han pasado a Michael Moore periodistas de varios continentes, emisoras de televisión (por ejemplo, la británica Channel Four), freelancers y trabajadores que sacaron de sus puestos de trabajo ilícitamente material grabado. Moore es un hombre que busca que la polémica altere situaciones y comportamientos. Por eso muestra torturas sucedidas en la prisión de Abu Ghraib, antes de que estos vergonzantes sucesos fueran objeto de conocimiento, y revela las íntimas conexiones de las familias Bush y Saudí, que fueron reveladas en el excelente libro House of Bush, House of Saud, de Craig Under.
Esperando un vuelo
-Han transcurrido 15 años desde su primera obra, Roger and Me, acerca del daño que la empresa General Motors causó a su villa natal de Michigan. Fahrenheit 9/11 se originó en un incidente que le ocurrió a usted y su mujer en el aeropuerto LAX, de Los Angeles. ¿Es así?
-Correcto. Bueno, también y antes de empezar a rodar, fundé un periódico local, «Flint Voice», en el que daba caña a todo lo que se movía. Volviendo a su pregunta, sí. Estábamos mi mujer [Kathleen Glynn, también productora de sus películas] y yo esperando a volar a Nueva York cuando se anunció el comienzo de la guerra y la cancelación de todos los vuelos. Estábamos puteados, pero me ofrecieron dinero para cancelar nuestros asientos y los metí en esta película. Días después, me enteré que la familia Bush estaba usando el espacio aéreo y aviones privados para proteger a sus amigos de la familia saudí, incluso parientes de Bin Laden y de Sadam Hussein. ¡Aviones y espacio aéreo para ellos! Y se sabe que parientes de Osama Bin Laden viven estupendamente en mi país bajo la protección de la familia Bush.
-¿Cuáles son sus intenciones detrás de sus películas?
-¡Intentar cambiar pequeñas cosas que tengan significado! Yo rodé en Irak durante la guerra las cosas inimaginables que se ven en la película. No sabían quién era yo, ni que no era periodista. ¿No es fuerte? Ahora, después de las torturas de esa cárcel, sé que ya no son tan fuertes, pero cuando las rodé, hubo noches en que no pude dormir. Para mí, era inimaginable entre soldados que ejercían «ayuda humanitaria».
-Las imágenes de los muertos, de varios bandos, son casi imposibles de soportar. Hay voces que le llaman «no patriota».
-Mire, creo firmemente que es una película patriótica, norteamericana y honesta. Me considero el primer patriota de los Estados Unidos de América. Y no puedo por ello soportar la idea de invadir un país que no nos ha atacado y sólo para presevar los negocios secretamente ilegales de varias familias. Sin olvidar a los jóvenes, sobre todo hispanos y afromaericanos de familias trabajadoras, incluído el mártir Nick Berg, a los que el patriotismo les lleva a creer las arengas en el nombre de Dios del gobernador Bush, las falsedades de Condoleeza Rice, el tubito de las falsas armas de destrucción masiva, el bochorno de Colin Powell… eso sí, tiempo después, la sordera ante los derechos sancionados desde Ginebra y La Haya… ¡en fin! Los que me acusan de antipatriota votaron a Bush y saben que se robó la presidencia. Si le digo lo que pienso, es antipatriótico vitorear a un presidente que no lo es y que manda a jóvenes a una guerra en la que sólo defiende los intereses comerciales de su millonaria familia. Ninguna familia merece que nadie muera y eso incluye a los Bush.
-A concurso en Cannes, ¿es fácil ser un ciudadano norteamericano en Francia?
-Muy fácil. Francia es y siempre ha sido el primer amigo de mi país. Nos ayudaron en nuestra guerra de Independencia y nosotros pudimos estar el día D en Normandía para echar a los nazis. Todos estamos enamorados de París y de la cultura francesa. El idilio continúa.
-En el origen ancestral de Farenheit 9/11 se planteó hacer una comedia, ¿es así?
-Pensé en una comedia en la que dos familias, los Bush y los saudíes, comercian con armas a través de Suiza y Canadá. Iba bien y era divertida, pero sucedió el 11 de septiembre y lo cambié todo. Simplemente dejó de parecerme apropiado tratar aquello como si fuera algo gracioso.
Objetivo: los americanos
-¿Quién desea, por encima de todo, que vaya a ver la película?
-Creo que, sobre todo, mis conciudadanos norteamericanos. A ellos va dirigida la película en primer lugar. Sobre todo a los más jóvenes, para que crezcan sin ser engañados y que no mueran por mentiras e intereses económicos familiares.
-¿Qué cree que ocurrirá cuando se estrene?
-No sé qué pasará al día siguiente del estreno. Le dije ayer a mi mujer que lo consideraré el primer día del resto de mi vida. La repercusión en Cannes es fabulosa, pero mi objetivo es que algo ocurra en mi país. Antes del Festival, acudí a varias proyecciones de test. Había publicistas también y distribuidores internacionales. Muchos vinieron a chocar mis cinco llorando de alegría.
-Nadie de la Casa Blanca, supongo.
-Yo no sé qué decir ya. Sólo espero que ese embaucador y fraudulento presidente sea expulsado de la Casa Blanca. Al Gore no regresará, pero espero que John Kerry le vindique. Quiero que mi país demuestre que ya nunca más será posible robar unas elecciones, crear guerras en tiempos de paz y prosperidad y matar a jóvenes, mujeres y niños para ganar dinero. Hago estas películas para dar información y potenciar la democracia. Quiero que mis conciudadanos vean, reflexionen y tengan sus propias ideas. Y luego voten en conciencia.
-¿Qué piensa del cine que se está haciendo en su país?
-Casi todas las películas que salen ahora de Hollywood apestan. Y no digo títulos: están ahí. Son todas iguales, iguales, iguales. Pero todo Dios va a verlas. Ahora es ya una rareza encontrar algo original. ¿Dónde está ahora una película como Pee Wee’s Adventure? Aquello fue lo mejor que le ha pasado últimamente al cine norteamericano. Hay un par de generaciones que ya no saben lo que es el buen cine.
-¿Planes para el futuro que pueda revelar?
-Sueño con saltar a la ficción… pero no todavía. Tengo dos proyectos en marcha. Todavía quiero rodar un documental acerca del conflicto palestino-israelí y otro sobre la industria del petróleo. En fin, ahora necesito buscar el dinero. No va a ser fácil…