Hace un mes, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue reelecta. Eso, los chilenos lo leyeron en los diarios, lo escucharon en las radios y lo vieron en la TV. Es lo que los periodistas llamamos «noticiario factual». ¿Que más pudieron leer, escuchar o ver los chilenos sobre Brasil en las últimas semanas? Los corresponsales […]
Hace un mes, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue reelecta.
Eso, los chilenos lo leyeron en los diarios, lo escucharon en las radios y lo vieron en la TV.
Es lo que los periodistas llamamos «noticiario factual».
¿Que más pudieron leer, escuchar o ver los chilenos sobre Brasil en las últimas semanas?
Los corresponsales de prensa extranjera, en cualquier país, tenemos siempre un ojo en nuestras propias fuentes y otro en los medios locales, sobre los mismos temas que investigamos, pero también sobre lo que dicen de nuestros países de origen.
Sin embargo, como habitante cisandino, me he preguntado si la altura de los picos cordilleranos impide que Chile pueda ver lo que sucede atrás de sus quebradas, porque encontrar una noticia sobre Brasil en los medios nativos es como buscar una aguja en un pajar.
A menos que Jorge Valdivia haya marcado un gol o la prensa boulevard haya descubierto una nueva «brasileña caliente» en Instagram.
El tiempo pasa y más me asalta la percepción de que la Cordillera es la Muralla de Chile – ¿o la muralla será un estado de espíritu de los editores de noticias?
La verdad es que las noticias no son buenas.
Aécio Neves, el hombre y sus sombras
Para comenzar, hasta la fecha, el ex candidato de la oposición derechista, Aécio Neves, no admite su derrota, que fue por una diferencia de 3,5 millones de votos.
¿Pero no había felicitado a la presidenta victoriosa, deseándole un nuevo gobierno exitoso? Si por un lado eso es cierto, ¿quien, por otro lado, nos garantiza que en aquel primer momento el playboy se encontraba sobrio – o al revés?
¿Le suena a difamación? A ver.
Decir, primero, que Neves es un «playboy», es afirmar lo obvio. Poco más joven que la presidenta, mientras ella vivía en la clandestinidad y combatía a la dictadura con armas en la mano – por lo que después pagó con varios años de cárcel y tortura – Aecinho, nieto del eminente senador y presidente prematuramente fallecido, Tancredo Neves, se entretenía en la farándula de Rio de Janeiro, que le educó los sentidos para notable consumo de tragos y de «la blanquilla», que parece pero no es azúcar refinado.
Y también a «gastar» mujeres, sobretodo bellas. Cuando Aecinho se tomaba copas demás, algunas veces sobraban unos vapuleos, sobas y golpizas a sus acompañantes humilladas.
Es que el ex candidato al puesto de mandatario del mayor país del Continente sufre de un síndrome que se describe como «minusvalía de lo femenino» – popularmente conocida como surto machista – y cuando lo ataca, distribuye golpes. Así nomás.
Si eso le suena a «pecados juveniles», entonces le recomiendo la lectura sobre el «Caso Helicoca».
«Helicoca» es un documental brasileño sobre el helicóptero de la familia Perrella, apresado después de aterrizar en un fundo en el interior de la provincia de Espírito Santo, el 24 de noviembre 2013. El problema: la nave transportaba 445 kilos de pasta-base de cocaína.
Apenas insignificantes cuatro días después, la vinculación de los Perrella con el crimen fue descartada. Según el comisario responsable de la Policía Federal, Leonardo Damasceno, «no existían indicios de participación de los parlamentarios».
¿Parlamentarios? Sí, el empresario Zezé Perrella, del sector de alimentos, pero gracias sobretodo a su destacada actuación como dirigente del club de fútbol Cruzeiro, de Belo Horizonte (sí, sí, el mismo en que jugaba Claudio Maldonado), fue uno de los diputados más votados en 1998 por el partido derechista DEM.
En 2002, Zezé fue invitado por su amigo Aécio Neves como candidato al Senado por el liberal-derechista PSDB, pero fue derrotado. Sin embargo, en 2006, Zezé fue electo diputado provincial por el PSDB, partido en el que actuó hasta 2009. En 2011 fue denunciado por ocultar en su declaración de bienes una hacienda con valor estimado de mil 410 millones de pesos. Su hijo, Gustavo, también diputado, es el propietario del helicóptero y, como su papá, uno de los protegidos de Aécio Neves.
Esta «protección» fue la clave para que la Policía Federal en Minas Gerais «encajonara» el caso «Helicoca» en menos de 4 días, mientras casos similares demoran meses o años para ser investigados y los reos denunciados.
Aécio Neves se presentó como el «candidato de la ética y la moralidad», sin embargo por lo menos 14 casos de corrupción y malversación de fondos públicos lo apuntan como uno de los personajes más siniestros del espectro político brasileño. El caso más grave se refiere a la desviación y no aplicación del equivalente a 3mil 450 millones de dólares en recursos federales para la Salud mientras se desempeñaba como gobernador de Minas Gerais. La investigación del Ministerio Público tramita hace años sin presentar la acusación.
¡3 mil 450 millones de dólares! Un monto capaz de empalidecer el tristemente afamado, pero insignificante «mensalón» – supuesto, jamás probado esquema de propinas para diputados no alineados con el ex gobierno Lula – que llevó a la cárcel políticos de la primera plana del PT.
La magistratura y el hedor de azufre
Como la espada de Dámocles, una semana decisiva desafía a Brasil: en los próximos días, el ministro Gilmar Mendes – miembro simultáneo de la Corte Suprema y del Tribunal Superior Electoral – presentará su informe sobre las cuentas de campaña de la presidenta Dilma Rousseff.
Según se especula, no habrá sorpresa: el ministro Mendes votará por la impugnación de las cuentas, a pesar de que el Ministerio Público Electoral haya finalizado su examen, recomendando su aprobación.
Observaciones de los tribunales a las cuentas de campañas políticas suelen ocurrir hasta en la insospechada Alemania de Angela Merkel. Forman parte de la rutina del Estado Democrático. Reparadas las aristas, normalmente las cuentas son aprobadas en seguida, sin fanfarria.
En Brasil, 7 ministros deciden sobre la aprobación. Especulase que serán 3 votos a favor y 3 en contra, con un voto de Minerva por el desempate. Pero no es lo que quiere el ministro Mendes: su objetivo es transformar el trámite en «tribunal político» para impedir la investidura de la presidenta reelecta, el próximo día 1 de enero.
La táctica de Mendes – magistrado íntimamente vinculado a Aécio Neves e involucrado en el famoso «Caso Cachoeira», empresario corrupto que le prestó su avión privado para un vuelo de Berlín a Brasília – es tocar la tuba en el Judiciario para reforzar a los bombos de la ultra-derecha en las calles, que hace semanas impulsan un golpe militar y el impeachment de Dilma Rousseff.
El objetivo es claro: darle continuidad a la criminalización del PT, selectivamente elegido como el chivo expiatorio del «petrolón», esquema de millonario soborno de políticos y funcionarios de la petrolera estatal Petrobras por poderosas empresas contratistas.
A pesar de que las investigaciones han apuntado que los contratistas donaron nada menos que 20 millones de dólares a la campaña del candidato Aécio Neves (Dilma recibió aproximadamente 35 millones) y que el soborno de políticos es transversal, cubriendo todo el espectro partidario – no sólo durante el gobierno Dilma, sino desde 1990, en la era Fernando Henrique Cardoso! – el ministro Mendes se complace con verter gasolina a la hoguera para que el PT y su presidenta ardan en el infierno.
Es lo que, con mucha elegancia, se llama la «judicialización» de la política – un eufemismo de gabinete para encubrir el nombre de los bueyes: descarado golpismo.
El «Partido de la Prensa Golpista»
Los medios de comunicación, controlados por 7 familias y apodados por la izquierda de PIG – «Partido de la (im)Prensa Golpista» – contribuyen a su manera para aumentar la temperatura en las calles.
El «PIG» regurgita sus cansativos mantras, replicando cada nota positiva sobre el gobierno con siete reproches y condenas. El gobierno no tiene espacio en los medios, pero la presidenta intimidada ya piensa en postergar su proyecto de Regulación de los Medios, prometido durante su campaña.
La más reciente hazaña mediática fue la encuesta del domingo 7, de Datafolha, servicio del diario Folha de S. Paulo. Según la encuesta, «el 68% de la población cree que la presidenta es responsable» por el escándalo de la Petrobras.
Pero miremos de cerca los números: 43% sí están convencidos de la participación de Rousseff, pero 25% dicen creer que la presidenta tiene «muy poco que ver». ¿Qué hizo Datafolha? Simple: sumó 43 patatas con 25 naranjos y alcanzó 68%. Por otro lado, 45% de los entrevistados afirmaron que la presidenta «no tiene nada que ver» con el escándalo, y 42% dicen aprobar su gobierno; un alza de confianza de 7% desde las manifestaciones de junio 2013.
Haciendo cuentas: si 45% creen en la honestidad de la presidenta y 42% apoyan a su gobierno, según la «lógica» de Datafolha estos números deberían sumar 87% en su favor.
Pero el título de la encuesta fue otro, diametralmente opuesto: «Datafolha mostra que 68% responsabilizam Dilma por corrupção».
Esto se leía en los kioscos brasileños el mismo fin de semana en que unos 5 mil derechistas furiosos exhibían la encuesta como «prueba» para su consigna «¡Fuera Dilma!».
Hace dos meses, la prensa militante anti-gobiernista reverbera hasta el hartazgo que «Dilma y Lula sabían todo» [del escándalo], pero hasta la fecha ninguna prueba, ni siquiera un indicio fue presentado. Lo que explica el intento de encontrar «un cabello en el huevo» del informe de la campaña presidencial.
La población, el anónimo hombre de las calles, piensa diferente, como lo ha mostrado la misma encuesta: el 46% de los 80% que opinaron (20% no tenían opinión formada), creen que el gobierno Rousseff es el que más investigó, y 40% afirman que el castigo de la corrupción fue más intensa.
La denuncia de la corrupción en la administración Rousseff se hizo más transparente, gracias a la investigación más severa de un Ministerio Público empoderado por la presidenta.
Así es que en trama paralela a la investigación sobre la petrolera, el día 4 de diciembre, la Policía Federal imputó a 33 ex altos directores de empresas estatales y toda la dirigencia del partido PSDB, de Aécio Neves y Fernando Henrique Cardoso, por gravísima corrupción en la licitación de obras del Metro de São Paulo y compra de trenes, operativo que involucró 30 mil millones de dólares y compromete a las empresas europeas Alstom y Siemens, que admitieron coimas millonarias para la dirigencia del PSDB que hace más de 20 años gobierna São Paulo.
Pero ¿qué ocurre? El noticiero sobre la corrupción de la oposición suele ser escondido en las páginas internas de los diarios para destacar primeras planas con ataques al PT.
Es más: en un comunicado interno, el presidente del Ministerio Público y Procurador de la República, Rodrigo Janot, escribe el sábado, 6 de diciembre, «Por motivo de las funciones que ejerzo como Procurador-General da República, vengo sufriendo [ataques injustos] por parte da prensa, posiblemente secundada o instrumentalizada, de forma irresponsable, por intereses inconfesables», agregando: «Jamás aceptaré cualquier acuerdo que implique exclusión de conductas criminales o impunidad de cualquier delincuente».
Para buen entendedor: con la prensa a su servicio, sectores implicados de la oposición están presionando el Procurador de República para que retroceda en sus investigaciones.
Como decía Joseph Pulitzer: «Con el tiempo, una prensa cínica, mercenaria, demagógica y corrupta formará un público tan vil como ella misma.»
En hora buena: no es necesario ser simpatizante de Dilma Rousseff y del PT para entender que Judiciario, Medios y sectores ultra-derechistas se unieron en una campaña sin precedentes para socavar al Estado Democrático de Derecho. Sea cual fuera su desenlace, serán impactante su repercusión en todo el Continente sudamericano.
Frederico Füllgraf: Foreign Correspondent Santiago de Chile Jornal GGN – São Paulo – Brasil
Mailto: f.fuellgraf@gmail