Profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública. Militante del Sindicato Andaluz de Trabajadoras/es (sección PDI de la Universidad de Sevilla) y miembro del movimiento sociopolítico andaluz «Asamblea de Andalucía». Simpatiza y colabora con aquellas personas, grupos o pueblos con los que coincide, en la idea de confluir a través de escritos, acciones y vindicaciones transformadoras […]
Profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública. Militante del Sindicato Andaluz de Trabajadoras/es (sección PDI de la Universidad de Sevilla) y miembro del movimiento sociopolítico andaluz «Asamblea de Andalucía». Simpatiza y colabora con aquellas personas, grupos o pueblos con los que coincide, en la idea de confluir a través de escritos, acciones y vindicaciones transformadoras que tienen como finalidad la emancipación personal, social y política.
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Me centro en tu artículo del pasado mes de julio sobre «Difteria y vacunas: en el debate político sobre el conocimiento». Señalas en la introducción de tu trabajo: «[…] en contra del modelo biomédico imperante en la medicina occidental y oficial, la salud y la enfermedad es mucho más compleja que una mera técnica médica«. Dos preguntas, la primera: ¿cómo concibes la salud?
La salud «es todo». Podemos partir de la definición de la O.M.S. (obtenido de la definición de Stampar), que consideraba la Salud como «El completo estado de bienestar físico, psíquico y social y no solamente la ausencia de enfermedad». Posteriormente se tuvo que modificar al reconocerse que resultaba demasiado utópica (se referían a inalcanzable), estática y subjetiva. En definitiva, era abstracta y metafísica, máxime si posteriormente la misma organización proclamó como meta alcanzar la «salud para todos en el año 2000». Ahora en los tiempos dramáticos que vivimos, y se vivía, se constata el profundo error de dicho objetivo sobre el que resultaría muy extenso analizar ahora. Así que se modificó esta primera definición como: «El estado de bienestar físico, psíquico y social con capacidad de funcionamiento» y se añadió también una acepción dinámica con gradientes cambiantes.
Se puede, por tanto, considerar la salud como el estado de bienestar físico, psíquico y, sobre todo, social y la capacidad de funcionamiento que debe ser concretada, funcionamiento para quien y para que. Para participar activamente en mejorar nuestra situación individual y grupal, para mejorar y ser mejorados, para emanciparnos de las opresiones, etc. Y una salud con grados, niveles y cambios que se producen en nuestro organismo individual y social con el ambiente más o menos cercano al individuo o a las colectividades. Para no alargar la respuesta, espero seguir contestando a lo largo de los comentarios de las siguientes respuestas, porque como decía al principio la salud «es todo».
La segunda: ¿por qué hablas de la medicina occidental y oficial? ¿Hay que entender esta forma de decir de manera crítica?
Hay que intentar se críticos con todo, unas veces la crítica es positiva y otras negativa. A menudo en cualquier terreno de la ciencia solemos hablar desde nuestro ámbito llamado occidental como si fuera «la verdad» o la ciencia mundial. Pero dicho ámbito es solo una parte del mundo, aunque efectivamente es la que domina en todos los sentidos de la palabra (dominación económica, militar, ideológica….), pero el conocimiento de la humanidad, de los pueblos, es mucho mayor que el conocimiento que se plantea como único, concretamente desde los países capitalistas occidentales.
Y con la medicina pasa igual, existen culturas milenarias como la china e hindú, o los conocimientos de pueblos indígenas que no siempre se incorporan a dicha medicina occidental y oficial (aunque otras veces sí, medicamentos o hierbas han sido patentadas por multinacionales farmacéuticas cuando realmente han sido experimentadas, utilizadas, durante milenios por pueblos con tradiciones muy antiguas). Cuando uso la palabra «oficial» es una forma de remarcar que es, además, la que domina y predomina. A lo largo del artículo al que nos referimos concreto los aspectos positivos, ciertos, de las ciencias de la salud -que son muchos- y los aspectos que deben incorporarse y que resultan difíciles de alcanzar en un sistema capitalista, mercantilizado, como el nuestro.
Te cito de nuevo: «Somos una entidad físico-psíquica que está también íntimamente relacionada con múltiples influencias positivas o negativas a diferentes niveles externos e internos». ¿Hay alguien que niegue o sea contraria a esta concepción?
El modelo biomedico que predomina todavía en las ciencias de la salud, lo niega con los hechos. Con las prácticas médicas, con las investigaciones que se priorizan, con los análisis que se hacen en los medios profesionales o de comunicación. En algunos casos se dice, sí, pero no se practica. Las palabras, las declaración de intenciones se deben corroborar con los hechos. Y ese predominio biomedico está también en «las cabezas» de nosotros y hay que hacer un esfuerzo continuo para no olvidar que somos seres biológicos en continua interacción con las influencias, positivas y negativas, del medio natural y social. Por ello el conocimiento y la acción, en este caso sanitarias, debe incorporarlas.
Las depresiones, las ansiedades, los catarros, por poner unos pocos ejemplos frecuentes, tienen mucho que ver con la situación personal y afectiva: no es lo mismo vivir sola que acompañada por seres que te quieren bien. Con la situación profesional: no es lo mismo tener un trabajo poco estresante y bien remunerado, que de para vivir dignamente, que encontrarte en paro o con un trabajo precario y extenuante. Con la situación social: no es lo mismo compartir grupos de ocio, lucha o culturales de tu barrio, asociación u organización, que no poder compartirlos. No es lo mismo vivir en un municipio rodeado de industrias contaminantes y viviendas de baja calidad que vivir en municipios limpios y con un cuidado medio ambiente. En los sistemas capitalistas, sobre todo, «la competitividad» no solo se da entre las empresas, se promueven entre las personas, ¡hasta el amor es protegido mediante el matrimonio indisoluble como exclusivo y propietario! En esas condiciones de individualismo, sentido de la propiedad privada para todo, de paro y de trabajo precario está claro que no se están dando las condiciones, ni analizando de forma real y concreta lo que afirmaba en el escrito, y por ello se está negando en los hechos.
Los incendios en viviendas del invierno pasado, donde murieron mujeres y niños andaluces no son accidentales, los medios de comunicación, mucha gente, habla de «la mala suerte», del «azar». Las muertes por incendios tienen un claro componente social que hay que analizar como tal, denunciar e intervenir. Reivindicando viviendas seguras y de calidad. Reivindicando tiempo libre e intervenciones socio sanitarias para cuidar a nuestros mayores y a los pequeños. Y así podríamos hablar de muchas otras enfermedades y problemas de salud, por no hablar de las mujeres y la violencia machista que nos llevaría otra entrevista.
Tienes razón. Es desde dentro de los sectores críticos y anticapitalistas, afirmas, donde surgen voces que cuestionan muchas de las verdades alcanzadas en el campo de las ciencias de la salud. ¿Por qué es así? ¿Por ignorancia, por precipitación política, por desvalorización de todo conocimiento que tenga financiación privada o corporativa?
Por muchas causas a diferentes niveles, incluidas las que comentas, que son individuales pero también sociales y políticas. Decíamos antes que existe un predominio del modelo biomédico, excesivamente mecanicista y que hace que todo se arregle (me refiero a las enfermedades) con pastillas y tecnología médica. El abuso de dichas intervenciones, lo que se denomina medicalización, por su uso excesivo y por una visión de la medicina reaccionaria y patriarcal: El «padre bueno» que nos arregla los problemas, incluso en algunos casos el dios bueno y sanador, Esculapio. Esta visión que ha calado en las personas que tienen una posición pasiva ante la enfermedad y los problemas de salud, es producto de muchos siglos de dominación patriarcal, que se recrudeció con los comienzos del capitalismo (en este sentido recomiendo la obra «El Calibán y la bruja» de Silvia Federici, que explica muy bien como las matronas y mujeres que conocían las propiedades de las hierbas fueron sustituidas por hombres médicos y obstetras en plena caza de brujas).
A esta mentalidad reaccionaria, porque nos hace pasivos y dependientes del «que todo lo sabe», que es difícil de erradicar y modificar de forma constructiva y coherente, se añade la medicina como negocio, la mercantilización de la salud. Frente a esta situación existen corrientes, personas que luchan contra ella por medios alternativos, algunos correctos, tratando de complementar las lagunas de la medicina oficial y evitando caer en al abuso pasivo y dócil con participación y comprensión de lo que nos prescriben y recetan. Igualmente existen profesionales que comparten y hacen comprender sus propuestas, respetando las diferentes sensibilidades y variabilidades de las personas que acuden a sus consultas.
Pero también existen personas que se exceden, pasan al otro extremo, explicando que las causas de las enfermedades es un todo enmarañado y complejo que se debe analizar por procedimientos mistéricos o que al cuerpo no se le puede «intoxicar» con sustancias «extrañas» y que se puede depurar solo. Enfrentan un modelo simple excesivamente «técnico» y mecanicista con otro opuesto místico, idealista, y acientífico. Rechazar «lo técnico», que efectivamente en muchos casos es erróneo, nos hace pasarnos a medidas que no resisten el más mínimo rigor científico.
En este sentido hay que reivindicar la dialéctica, que relaciona lo físico, psíquico y social que parta de un organismo humano compuesto de materia: de átomos, moléculas, reacciones químicas y físicas, células, neuronas cerebrales que transmiten sensaciones y sentimientos en una interacción con el ambiente. Entender nuestra historia como humanos, mujeres y hombres que crearon conciencia de sí y transformaron la naturaleza. Si nos olvidamos que somos materia y surgimos de la materia, caemos en el idealismo y el misticismo; y por criticar el determinismo biológico y el mecanicismo del modelo imperante y la mercantilización del sistema capitalista, terminamos en el absurdo de rechazar las aportaciones de la ciencia y de la experimentación humana.
La contradicción, es una afirmación tuya, «no se encuentra entre la ciencia y la salud, sino entre el capitalismo y la salud». ¿El capitalismo es contrario a la salud? España, por ejemplo, es una sociedad capitalista y la esperanza de vida, incluso las condiciones de vida de amplios sectores de la población, nunca han ido mejor que en estos últimos años. De hecho, cuando señalas que «Los fraudes, falacias y abusos con los que el sistema capitalista ha tratado de contaminar a la verdad y al conocimiento en general, y a las ciencias de la salud en particular, solo debe mover a denunciarlos de forma constructiva para progresar en su avance epistemológico», habría que añadir tal vez que esos fraudes también han sido denunciados por otros miembros de las comunidades científicas.
Cuando digo que la contradicción se encuentra entre el capitalismo y la salud me refiero a todo lo que he comentado antes. Si la salud «es todo» un estado de bienestar físico, psíquico y social; con capacidad de funcionar autónoma y críticamente individualmente y en grupos donde no exista la explotación en el trabajo para beneficio de los grandes empresarios; donde no exista la opresión patriarcal y la familia, el matrimonio indisoluble que nos reprime sexual y moralmente (sostén de dicho sistema); donde no exista los análisis superficiales y unicausales. Y también donde se persiga la verdad, que nunca puede ser absoluta, porque va cambiando en nosotras mismas y en el mundo exterior. Esa salud choca frontalmente con un sistema capitalista que por muchos adornos que se le quiera poner necesita del negocio y la opresión -incluida la patriarcal- para poder sobrevivir. Lo que no quita que las luchas personales, profesionales y políticas han permitido avances que hemos conquistado y que nos hacen mejorar incluso dentro de este sistema.
Las mejoras económicas y sociales de los países occidentales, a costa de otros pueblos, o clases sociales, más pobres ha sido una realidad en las últimas décadas. Y dichas mejoras han provocado una mejora de la salud en general. En el Estado español, además, hemos conseguido un sistema público de salud que se ha conquistado con mucho esfuerzo y talento, pese a las privatizaciones de mayor o menor intensidad según las zonas. Todavía conservamos mucho de lo positivo de nuestro sistema sanitario y, efectivamente, nuestros indicadores sanitarios son muy buenos pero insuficientes para mostrar el estado de salud de la población. Por ejemplo, las tasas de paro (que no solo es un indicador social y económico) o la esperanza de vida sin discapacidad o en buena salud. El descenso de la mortalidad infantil y su consiguiente aumento de la esperanza de vida al nacer es uno de los indicadores que mejoran fácilmente a poco que tengamos unas condiciones materiales mínimas de vida, indicadores que por ello han mejorado en muchos países del mundo, especialmente en Latinoamérica.
Muchos fraudes, grandes o pequeñas mentiras, de la historia de la ciencia reciente se han producido para perpetuar la dominación de la clase burguesa (cuando hablo de burguesía me refiero a los grandes propietarios, terratenientes, grandes banqueros o multinacionales) que se sostiene en el individualismo y la lucha de «ser el mejor» y en el beneficio económico, en el negocio. El primer aspecto es, desde mi punto de vista, más peligroso, me refiero a todo lo relacionado con los aspectos psíquicos, emocionales o subjetivos, que penetran poco a poco en nuestras cabezas. Por ejemplo, a través de los grandes medios de comunicación audiovisual, oral y escrita que nos bombardean con análisis, superficiales, sesgados, y también falsos, para permitir que la gente no sepa que está pasando en las guerras e invasiones imperialistas en Afganistán, Irak, Libia y ahora Siria o Ucrania. Por cierto, al gobierno neonazi impuesto por occidente, la UE y el FMI le ha condonado parte de su deuda y aplazado los tiempos del resto, cosa que no han hecho con Grecia (sic).
Pues los fraudes y medias verdades, también ocurren en la ciencia, podemos empezar por el que supuso los test de inteligencia racista que surgieron de forma nada natural a comienzo del siglo XX en EE.UU y denunciado por investigadores marxistas y de izquierda como Richard Levins y Lewontin (The Dialectical Biologist) y Stephen Jay Gould (La falsa medida del hombre). Este último libro representa, desde mi punto de vista, un excelente alegato a las falacias y fraudes que se han producido en la historia del capitalismo occidental hasta el año en que se escribió.
Y claro que han sido denunciados por personas honestas y valientes, por profesionales de comunidades científicas o no pertenecientes a ellas. Pero sobre todo por la gente del pueblo que se ha visto afectada, ayudadas por militantes revolucionarias y de izquierda. El caso del amianto que hace muchas décadas se sabía producía cáncer y enfermedades pulmonares crónicas, ha podido salir a la luz, gracias a la lucha de los trabajadores y trabajadoras afectadas y sus familias. Y por profesionales o sindicalistas, fundamentalmente de izquierda, porque el amianto es un negocio de poderosas empresas del sector. El ocultamiento de los efectos perjudiciales de algunos transgénicos revelados por investigadoras/es honestas, que no eran militantes, pero que sufrieron personalmente el poder de las grandes transnacionales, en este caso de la compañía Monsanto. Dos ejemplos relacionados con la salud que son todavía de actualidad, aunque la lista es mucho mayor.
Usas en ocasiones términos como materialismo, idealismo, dialéctica,… ¿Podrías darnos una definición sucinta de estas nociones? ¿Ser una ciudadana de izquierdas implica ser, inexorablemente, materialista y dialéctica?
Sí, muy sucintamente el materialismo, o ser materialista es considerar que la materia (sin poder entrar en los conceptos actuales de la materia y antimateria y sus correspondientes energías), en su acepción más amplia fue lo primero en el curso de la historia. Las ideas, los pensamientos, los dioses, surgen de nuestras cabezas, y claro que existen. En nuestra imaginación, nuestra memoria, pero surgen de células cerebrales, de axones y dendritas de sus ramificaciones y conexiones, de sus rutas metabólicas…de materia y energía, en suma.
Otra cosa es la relación entre esas ideas y pensamientos y las confirmaciones prácticas, algunas se pueden demostrar y otras no, por ejemplo la existencia de un dios creador no se puede demostrar, es un acto de fe, que es creer o no creer, y siendo respetables no son demostrables. Pero una cosa es respetar las ideas religiosas de las personas y otra muy necesaria es denunciar y luchar contra las imposiciones de la Iglesia en los terrenos económicos: cuando se alían con los terratenientes y las oligarquías de todos los tiempos, los fascismos incluidos; en el terreno social e ideológico: cuando pretenden imponer sus ideas en el ámbito educativo o de las libertades personales, incluidas las sexuales o cuando potencian la pasividad y paralizan el potencial emancipador de las personas.
Para los que nos consideramos materialistas (explícitamente) decimos que el materialismo parte, y debe partir, de la materia. Mientras que el idealismo parte de las ideas, de los pensamientos, de los dioses; considerando que son lo primero. Del soplo divino se creó el cielo y la tierra. Mis pensamientos son los que crean nuestro entorno: Eso significa ser idealista. De la materia inorgánica surgió la orgánica y la vida, los seres vivos y los seres humanos que fueron desarrollando consciencia, creación experimental, transformación y pensamientos: Eso es ser materialista.
La dialéctica dicho con una metáfora son los canales, los anchos métodos que nos ayudan a comprender y analizar el mundo. Sea de la ciencia que sea, ha sido habitual usarla para las ciencias sociales, pero F. Engels mostró magistralmente como la dialéctica surge, incluso puede explicar con cierta anticipación, las leyes de las ciencias naturales. Nos da pistas para no desviarnos de la ruta. Acabamos de hablar de la materia y la antimateria, los polos opuestos que configuran una unidad, es una de las leyes de la dialéctica.
La biología y las ciencias de la salud rezuman dialéctica conforme se realizan nuevos y fascinantes descubrimientos. Por ejemplo, los conocimientos que se tienen sobre las causas del cáncer, de las células cancerosas y otras patologías. Antes se hablaba de genes o ambiente en el origen de las enfermedades, ahora cada vez se constata más que hay una continua interrelación entre las influencias del medio y las mutaciones genéticas. La epigenética muestra los nexos, los caminos con cierto detalle, entre dichas agresiones del ambiente y las alteraciones genéticas.
La dialéctica nos ayuda a unir lo que separamos para poder estudiar mejor (análisis), pero esos «trozos» separados, en la realidad están unidos (síntesis), por ello debemos recordar que troceamos para comprender mejor el objeto o enfermedad particular, pero luego debemos unificarlo. También nos ayuda a no caer en los holismos que consideran los fenómenos complejos como un todo enmarañado que no se pueden comprender y que terminan peligrosamente en el idealismo, como decía antes. Y efectivamente existen muchas lagunas en el conocimiento que deben ser desentrañados con paciencia desde el materialismo en las diferentes disciplinas, en diferentes contextos, porque cada contexto requiere un análisis propio. En este sentido cada vez se ve más necesario la importancia de confluir las diferentes disciplinas para descubrir y ampliar nuestros conocimientos de todo tipo.
La dialéctica también nos ayuda en lo personal, en poder entender nuestras propias contradicciones, «Las contradicciones internas son las principales», tanto en lo personal como en el origen de una enfermedad, es en el interior de nuestro organismo donde se produce una continua lucha de contrarios, entre el crecimiento y freno de las células, entre microbios y anticuerpos. Y también entre lo que queremos realmente hacer y decidir sobre nuestras vidas. Porque las personas, incluso algunas muy luchadoras y revolucionarias, puede llegar a ser muy reaccionarias en su vida personal y familiar.
Sus influencias externas, sus circunstancias de todo tipo influyen en sus comportamientos, pero lo esencial es que se analicen esas contradicciones internas que puede tener causas muy diversas, ser consciente de ellas y ayudarse de las personas que les rodean. Igual ocurre dentro de nuestro organismo a nivel celular o inmunológico, lo esencial es el proceso interno de contrarios que también puede verse ayudado positiva o negativamente por las intervenciones externas hasta que se produce un cambio, la enfermedad o la curación. Ese cambio cualitativo tras un proceso cuantitativo de cambios es otra ley fundamental de la dialéctica. Tras la «lucha» de contrarios que ocurre en el interior de una persona o de una célula y en relación con las influencias del exterior termina desencadenando una célula sana o enferma o una persona que resuelve o no resuelve su situación personal y afectiva en el ejemplo anterior. Hay una frase de Henri Lefebvre en su texto, «Lógica formal. Lógica dialéctica» que sintetiza muy bien lo anterior: «Si lo real es móvil, que nuestro pensamiento sea también móvil. Si lo real es contradictorio, que nuestro pensamiento sea pensamiento consciente de la contradicción». A lo que yo añadiría consciente también para actuar, arriesgar y modificar la realidad o nuestros comportamientos.
El machismo que sigue imperando en nuestra sociedad también aparece en personas que se llaman progresistas, y el análisis desde la óptica de la dialéctica es igual. Esto dicho muy sintéticamente, pero insistiendo que los aspectos subjetivos y psicológicos de los comportamientos de las personas y de las clases sociales o del machismo son esenciales y los más difíciles de modificar. En estos temas es muy recomendable, pese a que se escriben en otros momentos históricos, las lecturas de clásicos como Wilhelm Reich o Alejandra Kollontai, para poder entender esas contradicciones personales que todos tenemos.
Y la dialéctica también nos ayuda a analizar la realidad social y política cercana y lejana y como poder actuar, en la medida de nuestras posibilidades, en consecuencia. Ser una persona «de izquierda», progresista, radical -que vaya a la raíz de los problemas-, se suele corresponder con ser materialista y dialéctica incluso sin ser consciente de ello, pero no siempre (lo absoluto no existe). Y al contrario, existen por ejemplo profesionales que se definen de derecha y son sumamente dialécticos en sus investigaciones aunque tampoco sean conscientes de ello.
¡Menuda vindicación de la dialéctica que nos ha regalado! Gracias por ella. Déjame que te formule una duda en la siguiente conversación.
Las que quieras.
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