Por medio de la desestabilización financiera, o de la marea programada de las «revoluciones naranja», la estrategia de Washington en Asia central apunta a fracturar y desmembrar las fronteras nacionales de sus más importantes rivales geoestratégicos: China, Rusia e India.
Los resultados de las Revoluciones de Terciopelo en Asia Central las ubican como una auténtica provocación geopolítica, cuyas consecuencias han transformando radicalmente el equilibrio hegemónico en Eurasia y han encaminado la estrategia neoconservadora hacia una irreversible confrontación.
Aunque algunos piensen que el antiguo Turkestán será «democratizado» según las pautas del neoliberalismo central banquero, Asia Central ha emprendido un proceso definitivo de integración con Rusia y China para contener el avance de la Revolución Democrática Neoconservadora y Neoliberal.
Para muestra de tal convergencia geopolítica basta mencionar la mega estratégica reunión entre el presidente de Uzbekistán, Islam Karimov y su homólogo chino, Ju Hintao quienes, a escasos días de que la primera fuera sometida a un proceso de desestabilización y caos programado, firmaron acuerdos estratégicos sobre cuestiones de seguridad mutua frente a amenazas externas, como fuerzas separatistas y movimientos guerrilleros supranacionales. http://english.pravda.ru/world/20/91/366/15559_china.html
Tanto China como Uzbekistán pertenecen a la Organización para la Cooperación de Shangai (OSC), donde comparten asiento con Tayikistán, Kazajstán y Kirguistán. En las más reciente reunión de la OSC sus miembros ratificaron su disposición en el combate al tráfico de heroína y a los grupos armados supranacionales.
La OSC tiene un centro antiterrorista -llamado Estructura Regional Antiterrorista (RATS)- situado en Tashkent, capital de Uzbekistán. No olvidemos que la RATS depende del Secretariado de la OSC con sede en Beijing.
La desestabilización contra Asia Central forma parte de la provocación geopolítica, con dedicatoria a la reunificación Euroasiática, que ha transitado de la fiebre neoliberal y de la sociedad abierta hacia una dinámica integracionista de carácter extra continental.
Todas las Revoluciones de Terciopelo en aquella región sirven a los intereses financieros globales -representados por la Open Society de George Soros y la Fundación Nacional para la Democracia (NED) cuyos fondos provienen de la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID)- para fracturar y desmembrar las fronteras nacionales de sus más importantes rivales geoestratégicos: China, Rusia e India.
Soros es director del Proyecto Eurasia, que refugia a Barnett R. Rubin, del Center on International Cooperation de la Universidad de New York; Fiona Hill, quien funge como directora asociada del Proyecto de Instituciones Democráticas de la Universidad de Harvard; y Michael Ochs, quien se desempeña como miembro de la Comisión en Seguridad y Cooperación de Europa (Comisión Helsinki).
En este sentido, el caótico escenario euroasiático, a pocos meses de la superestratégica reunión de la Organización para la Cooperación de Shangai -efectuada en junio del año pasado en Tashkent, capital de Uzbekistán- en la cual los presidentes de China y Rusia se comprometieron a facilitar el desarrollo de las relaciones económicas entre las naciones de la OSC, resulta en extremo inquietante.
Varios acuerdos de importancia mayúscula fueron ratificados en Tashken. El primero concierne a la cooperación multinacional en el combate contra el tráfico de drogas, que ha convertido a la antigua ruta de la seda en el camino más socorrido para el transporte de heroína desde Afganistán hasta Europa.
Curiosamente, Barnett R. Rubin, miembro del Proyecto Eurasia de George Soros, experto en regionalización de conflictos y en arreglos de seguridad para las transiciones hacia la democracia neoliberal, del Center on International Cooperation (CIC), es quien suministra informes sobre la geopolítica de la producción de heroína en Asia Central.
El segundo acuerdo tomado en Shangai se refiere a la protección de la información secreta producida por el centro antiterrorista (RATS) de la OSC. En medio de la desestabilización en las fronteras de Rusia, el grupo de Shangai asestó un severo golpe contra el tráfico ilícito de drogas y de armas biológicas, químicas y nucleares, que puedan ser utilizadas para fines «mercenarios».
La contraofensiva de la OSC comenzó en el 2003 cuando la RATS organizó la Convención para el Combate al Terrorismo, Separatismo y Extremismo. En ese mismo año, Uzbekistán propuso regular las reuniones de los Estados miembros del Consejo de Seguridad de la OSC, con vistas al fortalecimiento de la cooperación frente a las nuevas amenazas globales.
No es posible comprender la magnitud de la provocación geopolítica sobre Asia Central, ni sus secuelas de desestabilización global desde Uzbekistán hasta Ecuador, sin tomar en cuenta su concordancia con las crisis financieras mundiales acaecidas en los últimos quince años.
Destacados analistas en asuntos internacionales mencionan que «Soros jugó un maquiavélico rol en la creación de crisis financieras en Tailandia, Indonesia, Malasia, Rusia y Brasil.» Este mega especulador admitió en el 2002 su responsabilidad en el terremoto financiero que azotó a Brasil.
Durante una conversación con el periódico brasileño Folyo Sao Paulo, en una escenario marcado por las elecciones presidenciales, Soros dijo: «En el nuevo sistema capitalista únicamente los Estados Unidos determinan quien gobierna a cualquier nación. Actualmente no importa el voto de los brasileños.
Si el candidato electo no es aprobado por Washington, un gran caos ocurrirá en la escena económica de Brasil. Hoy, el rol de los Estados Unidos es equivalente al que desempeñó la Antigua Roma.» Por si no bastara, Lula da Silva, presidente de Brasil denunció, durante el más reciente foro económico de Davos, que el mundo de las finanzas mundiales, incluyendo a la Open Society, habían provocado la crisis económica de su país. http://www.irib.ir/worldservice/englishRADIO/political/Soros.htm
Además de la desestabilización financiera, en medio de un contexto providencial para la doctrina de seguridad neoconservadora, en los últimos años se han acrecentado las provocaciones geopolíticas en Asia Central, una zona hipersensible para la geopolítica euroasiática.
Al respecto, notables analistas geopolíticos escudriñan los sensibles nexos de los revolucionarios de terciopelo en Asia Central, que conducen hasta el Open Community Institute y la Foundation Renaissance, donde resalta la llamada Sociedad Civil financiada por Soros en la organización de partidos antigubernamentales cuya actividad se dirige hacia la desestabilización y el caos planificado de Yugoslavia, Georgia y Ucrania. Nuestros investigadores refieren que «Soros maneja los flujos financieros hacia estas organizaciones en el Cáucaso y en el Asia Central.»
Con semejante red global entendemos la magnitud del proceso balcanizador contra el llamado heartland. Luego de la desestabilización programada de las ex repúblicas soviéticas, pareciera que nada podrá contener esta ola de Revoluciones de Terciopelo. Como hemos visto, las crisis financieras en Brasil y el Sureste Asiático, así como la marea naranja en Asia Central forman parte de la misma anarquía prefabricada.
El enésimo golpe programado sobre Uzbekistán, que alberga al centro de inteligencia de la OSC, tiene todos los tintes de una provocación geopolítica, y mantiene una sorprendente similitud con las revueltas importadas en Kirguistán, Georgia y Ucrania. Ubicamos idénticos proyectos balcanizadores y los mismos procesos de caos financiero administrado desde Asia Central hasta América Latina, que forman parte del Arco de Inestabilidad promovido por el estratega Zbigniew Brzezinski, en su libro El Gran Tablero Mundial.
Si en un primer momento la desestabilización sobre Uzbekistán amenazó con fracturar la unificación euroasiática, esta se ha revitalizado merced al inesperado renacimiento de la Organización de Cooperación de Shangai (OSC) y a la trascendente alianza uzbeko-china.
Paradójicamente, los intentos por desmembrar las fronteras ruso-chinas han solidificado, quizá permanentemente, las distintas variantes étnicas, religiosas y nacionales que han pervivido en el corazón del mundo por centurias enteras. Acaso nos hallamos frente a la consolidación irreversible del eterno núcleo gravitacional de la civilización humana: Eurasia.
* Investigador del Centro de Estudios Estratégicos y Geopolíticos (CEEG) [email protected]