-Concha, como feminista ¿qué piensas sobre la candidatura de María Corina Machado a la presidencia? ¿Conoces sobre ella? Suspira, se echa para atrás, se reacomoda y lo suelta… CL: A esa María Corina, yo le daría una patada en el culo con un gusto. 1917. En el seno de una familia acomodada, en la Catalunya […]
-Concha, como feminista ¿qué piensas sobre la candidatura de María Corina Machado a la presidencia? ¿Conoces sobre ella?
Suspira, se echa para atrás, se reacomoda y lo suelta…
CL: A esa María Corina, yo le daría una patada en el culo con un gusto.
1917. En el seno de una familia acomodada, en la Catalunya del Reino de España, nace Concepción Liaño. El mismo año en que se había organizado el soviet ruso, expulsando a los Zares del poder, ese mismo año que explotó la revolución que tanto tendría que ver 19 años después con la protagonista de esta historia. Ese mismo año empezó la primera guerra mundial y se instaló, en la desconocida población de San Lorenzo (Edo. Zulia) la primera refinería de petróleo en Venezuela.
«Concha», como la llaman todos, cuando alcanza sus 15 años de edad entiende que el destino pre-fabricado para las mujeres de su época (servir a los hombres, el imposible acceso a la educación, el matrato y el esclavismo) no calza con su forma de ver al mundo. Mientras algunas «debutan en sociedad», ella se hace amiga de los chicos de las Juventudes libertarias. Para acompañarlos debe escaparse de su casa, militancia ésta que es combatida a diario por los alpargatazos de su madre.
Su hermano, quien sabía para qué se escapaba, la amenazaba con decir a su padre que ella era anarquista… Hasta que lo dijo. Lejos de la tunda «prometida» por su afiliación clandestina, esa delación sólo logró liberarla de su secreto.
El padre le pidió a la madre que dejara de pegarle por sus escapadas. «Dale toda la libertad que quiere» dijo, «ella es más inteligente que los dos».
Pero a su corta edad, Concha Liaño ya era muy ella. Por eso rechazó el carnet de las Juventudes libertarias y 80 años después lo explica: «Yo era más papista que el papa. Yo los acompaño, les dije. Pero si en una asamblea deciden algo con lo que yo no esté de acuerdo, no los sigo y punto».
Siempre ha sido muy ella y hoy no infringe su norma: «Yo soy anarquista, pero creo en Dios (1) y creo que Chávez es un enviado de Dios».
Antes de venir a Venezuela, viajó a la Francia que dejó caer a más de 500 mil exilados de la Guerra Civil Española. «Yo me escapé y me fui del campamento a París, pero mis compañeros pasaron todo un invierno a la intemperie».
En junio de 1948, ésta anarquista se vino a Venezuela con su hija de 5 años de edad y una maleta en la que empacó la historia viva de la sublevación popular más importante de España, que ha servido de inspiración para los movimientos radicales de izquierda.
Liaño es fundadora del movimiento anarquista, humanista integral Mujeres libres, referencia internacional de la lucha revolucionaria feminista, que llegó a contar con más de 20 mil afiliaciones y 170 seccionales en todo el país, sin cobrar ninguna cuota.
«Yo no quería salir de España. Ahora, no me iría nunca de Venezuela, acá se da un paso adelante, un movimiento libertario que puede cambiar el mundo y ustedes ni se enteran. Al final no sabemos lo que va a pasar».
Con casi la mitad de la vida independiente venezolana, 95 años para ser exactos, la legendaria Concha habita un departamento en el piso 14 de un viejo edificio, ubicado en Capuchinos, en una calle paralela a la convulsionada avenida Baralt del centro de Caracas.
Convive con un gato llamado «Mimo» que le «mea todo» y al que está a punto de arrojar por la ventana. Hace sus compras sola, se prepara su comida, oye muy poco y ve sólo manchas «porque me estafaron con lo lentes. Me costaron tres mil quinientos bolívares y no me sirven», asegura. Aun así posee una lucidez privilegiada que la hace asegurar que durante esta semana descubrió por qué no se ha muerto: «Aún tengo cosas que hacer y que decir a los jóvenes».
Esta abuela (sin nietos biológicos) asediada por periodistas y curiosos de todas partes del mundo, lidia durante todo el día, todos los días, con la soledad. Concha, tiene una hija de 69 años de edad, a la que llama Monchina, porque no le gusta el nombre que le pusieron sin su consentimiento en la cédula: Ramona. No vive con ella y la ve muy poco.
Su barricada se transfiguró y de vez en cuando se inunda, porque deja abierta la llave del lavaplatos. Su fusil le hace de bastón y, a veces le impulsa a subir 280 escalones cuando se daña el ascensor del viejo camastrón en el que vive.
«La semana pasada me quitaron 150 bolívares cuando fui de compra. Con los billetes, me la paso mal. Muchos me dicen que quisieran llegar a mi edad, pero la vida me la jugó, ando sorda, ciega y sola».
A pesar de este panorama, Concha es una mujer alegre, llena de vida con la apariencia física de 70 años de edad. Nos confiesa que su vida sentimental «fue muy tormentosa, como suele ser la vida de las mujeres libres».
-¿Fuiste feliz?
CL: ¿Y qué es la felicidad sino ratitos, nada más?
«Me casé porque mi hija me lo pidió, pero yo no creo en el matrimonio». Sucedió así. Cuando Concha vivía en Maracaibo trabajaba para la línea aérea Taca, como supervisora de una casa donde dormían los tripulantes que hacían escala en la ciudad.
Era costumbre de Concha enseñar a leer y escribir a las obreras con las que trabajaba, después de terminada las faenas del día. Razón por la cual, «los de la línea aérea me decían que el único problema que yo tenía era que no sabía tratar a las sirvienticas».
Por esos días, conoció a un ingeniero maracucho «con un carrazo y una pinta pequeño burguesa» con el que salió un par de veces. Al mismo tiempo la pretendía Víktor, un polaco pobretón que arrancaba flores todos los días para bajarle la guardia. Ambos le propusieron matrimonio.
Luego de una semana para pensarlo y una cita en la que confluyeron los tres, Concha se decidió por el de los pantalones raídos y pasó más de 50 años a su lado, previa aprobación de Monchina.
Aspira el cigarro y en la expiración nos dice: «no lo amaba, pero le tenía mucho cariño». Víktor murió hace 10 años y Concha sigue siendo una apasionada de la libertad, su primer amor.
Nuestra heroína era compañera de labores de Emma Goldman en la redacción de la revista Mujeres libres: «Yo escribo muy bien, escribo mejor de lo que hablo».
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1936. Estalla la Guerra Civil Española. Concha tiene 19 años de vida y está al frente, junto a otras compañeras, de la organización humanista, anarquista Mujeres libres, considerada pionera de los movimientos feministas iberoamericanos, con un enfoque de lucha de clases.
Los anarquistas españoles eran tan hermanos de Prouhdon y Bakunín como de Mateo Morral, Ferrer i Guardia, Buenaventura Durruti, Emma Goldman, Lucía Sánchez Saornil y tantas otras lumbreras que se reunieron junto al fuego de la revolución en los años 30.
-¿Es la concha Liaño de la película Libertarias (2)?
CL: Vicente Aranda dice que esa película la inspiré yo. Pero, para mi esa película es una cosa fallida, aunque mi personaje es el más simpático de Libertarias. No digo nada más porque creo en la amistad y Aranda era mi amigo ¿Conocen Tierra y libertad?(3) Esa es si una película.
Mujeres libres
-¿Por qué luchaba Mujeres libre?
CL: Para que las mujeres se sintieran con derecho a tener derechos. Y lo conseguimos.
Es una semillita que sembramos y ha fructificado mucho.
Teníamos tres mujeres muy capaces: Lucía Sánchez Saornil que era más inteligente que todos los dirigentes nuestros, Mercedes Comaposada que era abogada y Amparo Poch y Gascón. Ellas nos dirigían. Y yo, era su lugarteniente.
Nosotras nos declaramos autónomas, incluso de los movimientos anarquistas, no nos gobernaba absolutamente nadie. Cosa que no pasaba con la asociación de mujeres antifascistas, manejadas por el movimiento marxista-comunista.
Nuestro movimiento no sólo luchaba por el voto, sino que comprendía que la liberación femenina pasaba por el cambio de la sociedad y la participación de la mujer en ello. Nuestras luchas quedaron plasmadas en las ediciones de la revista de Mujeres libres. No procuramos sólo las pequeñas conquistas, sino la transformación completa.
-¿Cómo era el trabajo que hacía en Mujeres Libres?
CL: (Suspiro) Era muy divertido. Como en todos los barrios y en todos los pueblos de Catalunya había CNT y juventudes libertarias, yo les escribía, les mandaba los estatutos y un misal de unas cinco páginas por ambos lados, explicándoles por qué tenían que ser rebeldes.
Hacía unos discursos encantadores y enseguida me llamaban para que fuera, porque ya estaban reunidas. En ese instante quedaba instituido un grupo de Mujeres libres. A ese mitin inicial venían no sólo las militantes, sino todas las del grupo y venían mucho.
-¿Por qué ser anarquista si, en la época cuando decidieron practicar esos postulados, sus compañeros de lucha no las tomaban en serio?
CL: Nosotras pretendimos ser el movimiento femenino de la CNT, pero no nos aceptaban. Ahora tantos años después nos aceptan.
Entonces el machismo, como ahora, era algo como genético. Durante la guerra nos trataban con mucha dificultad, pero si, nos ayudaban, a duras penas pero lo hacían. Esa era la mentalidad de entonces.
Por ejemplo, a los hermanos de dos de mis compañeras los enviaban a estudiar a la ciudad, mientras ellas tenían que quedarse a trabajar en el campo de sol a sol, sin maquinarias, sólo con una oz. Ellas fueron iniciadoras de Mujeres libres, por rebeldía.
Antes de la guerra, las propias madres le enseñaban a sus hijas a ser sirvientas de sus hermanos. A mi, mi mama quería hacerme esclava, pero por supuesto que me negué. Claro, ellas repetías lo que la sociedad les decía que era «natural», para lo que estaban condicionadas.
Fíjense, yo tenía dos primos que medían más de 1,80 cm y acompañaban a hacer la compra a su madre. Pero no podían ayudarla con los bultos de comida; iban al lado pero no podían coger los sacos, porque eso no era de hombre. Así sobrevivíamos.
Desde su conformación, Mujeres libres fue un clarín. Durante la guerra la angustia generó un ambiente distinto. Después que se instaló Franco hubo cuarenta años de silencio. Pero cuando se fundó fue una vorágine.
Tampoco nos aceptaban algunas mujeres que militaban de nuestro lado como Federica Motseny, ministra de salud de la república. Luego ella y otras mujeres se dieron cuenta de que nosotras, las ignorantes y semianalfabetas, teníamos razón. No les quedó de otra, después de ver el trabajo que hacíamos de alfabetización, ideologización y organización.
Incluso, una parte de la izquierda catalana llegó a proponer que las mujeres no votaran, porque sino ganaba la derecha, cosa que era incierta, claro está. Pero así nos miraban.
Recientemente escribí una carta al movimiento anarquista español, que ahora se divide en dos -el mismo perro, pero con diferente collar-, y les agradecía por el reconocimiento al movimiento Mujeres libres. Un poco tarde, pero bienvenido ese reconocimiento.
-¿Era Mujeres libres una organización feminista?
CL: Nosotras no nos considerábamos feministas, sino mujeres que teníamos derechos a tener derechos.
-Después de haber vivido tanto ¿tiene esperanzas de que caiga el sistema-mundo capitalista?
CL: Yo he conocido otros tiempos donde habitaban los ideales; ahora no hay nada: sólo hay mercados. Yo pienso que esto tiene que pasar y que llegará el momento en el que haya bastantes, como nosotros, que necesiten algo más que el dinero, que procuren el amor de la humanidad por la humanidad.
El sistema capitalista está caduco, pero tampoco se propone nada serio para reemplazarlo.
-Y ¿la anarquía no es una forma de cambiar al sistema capitalista?
CL: La anarquía es una utopía hermosa, que será posible para sus tataranietos.
Lo que ocurre es que el material humano no sirve.
-¿Cuál es la esencia de su lucha?
CL: Desde que existe el hombre ha estado peleándose entre etnias, por fronteras, por religiones, por todo, desde la edad de piedra hasta ahora; y en lo único que ha habido un consenso general es en mantener pisoteada a la mujer. Ahí no ha habido discusión.
En la vida lo esencial es tener sentido de la ética y obrar según ella, buscar una superación moral; no es el dinero, no es la fortuna, ni la fama, lo esencial es lo que una piense de sí misma.
-¿Qué es para usted la libertad?
CL: Yo me siento obligada a hacer partícipe a los demás de lo que he aprendido. Tengo como un espíritu apostólico: un hombre encadenado puede sentirse más libre que uno que anda por la calle. Esa es la libertad.
Mi salvación, la anarquía
-¿Era la oveja negra en su hogar?
CL: Yo les puedo decir que no he tenido hogar. Yo andaba dando tumbos, porque mi papá era un aventurero y mi mamá era de la clase alta, hija de un terrateniente.
La inquietud social que siempre he tenido yo, ahora se que la heredé de mi papá, quien era una especie de socialista recalcitrante a su manera y además era escritor, o de eso vivía. También heredé sus genes literarios.
Yo, estuve con queridas de papá, con una tía que me daba muchos palos, a veces merecidos y algunas veces no. También estuve en internados. Yo, estaba a la deriva. Nunca tuve nada.
Mi salvación, tal como yo era de rebelde, fue encontrarme con las Juventudes libertarias.
-¿Cómo se hace anarquista?
CL: Yo no tengo empacho al decir que yo nací anarquista, porque veía tanta cosa rara en los adultos que decía «cuando yo sea grande no voy a ser eso». Y una de las bases del pensamiento anarquista se fundamenta de esta manera: buscar la superación moral del individuo por sí mismo, no por amor a Dios, ni por temor al cielo, o temor al castigo. No y no. Por la propia dignidad del individuo. Por la autoestima, alcanzar la superación moral. Esa es la base del pensamiento anarquista.
Venezuela
-¿Cómo ve la actuación de la mujer venezolana en la actualidad?
CL: Cuando nosotras las europeas llegamos algo las ayudamos, porque nos poníamos a trabajar en lo que fuera. Trabajábamos de camarera cuando aquí la señora no podía trabajar y la hija no quería. Lo normal era buscar con quién se la casaba.
Pero la generación de ahora ha dado un brinco y yo las admiro y me quito el sombrero. Y acá no hubo Mujeres libres, lo que convierte la experiencia de la liberación de la mujer en una necesidad y no en una institución.
En Venezuela hay un movimiento, una intuición, un instinto que hace que una no acepte lo que trata de imponer la mente atávica reinante.
Y donde quiera que vaya, yo las reivindico.
-¿Qué hacías en Venezuela para vivir?
CL: Como no tenía estudios hice de todo. Pero donde estaba, trataba de enseñar a las mujeres a leer y a escribir. Esa ha sido mi labor acá en mis tiempos de descanso.
Me vine a Caracas sola, sin dinero y con una niña de 5 años en mano. Imagínense si no me ha tocado luchar. Pero, yo siempre me he mantenido fiel a mis ideas.
Cuando era joven, para mi todas las mujeres eran mis hermanas. Cuando me hice mayor, mis hijas y ahora, son mis nietas y algunas mis bisnietas.
Siempre he tenido el afán de luchar por la liberación femenina.
-¿Qué opinión tiene sobre el protagonismo institucional de la mujer en el proceso bolivariano?
CL: Todo lo que se ha hecho a favor de la mujer, le pese a quien le pese, me parece maravilloso.
-¿Es revolucionario el proceso bolivariano?
CL: Para mi lo es, porque está teniendo en cuenta al pueblo y lo está favoreciendo, mientras que por otros lados del mundo están haciendo barbaridades.
La vuelta de manivela que se está produciendo en el mundo sale de Venezuela, sale de Chávez, porque sino hubiera sido por él al ALCA se implanta en Latinoamérica en beneficio de los gringos y los judíos.
Este proceso que estamos viviendo se sirve de Chávez y no al revés. Eso cuesta comprenderlo. Algunos dicen «que si Chávez compra esto o aquello, o que si regala dinero». Ya ve, es inmaduro el pueblo.
-¿Qué piensa usted de que Chávez se declare feminista?
CL: Lo hace porque es muy inteligente y se da cuenta de la valía de la mujer venezolana. Yo creo que Chávez es un enviado de Dios (…) No se ustedes, pero yo soy muy chavista»
Vivimos unos tiempos muy interesantes (4).
¿Ustedes saben qué es lo único que me revienta algunas veces de Chávez? El militarismo. Pero de eso se trata mantener caliente las calles. Y yo misma me digo ¿cuánto le pagaron a Uribe por la bases? ¿Y si nos invaden? Me debato ¿Ustedes se lo debaten?
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(*) Periodistas intragables
[email protected] / @icarpio/ [email protected] / @ernestojnavarro
Para ampliar informaciones
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Los anarquistas que creen en Dios pertenecen a una corriente dentro del pensamiento político llamada Anarcocristianismo. Un anarcocristiano famoso fue el escritor ruso Lon Tolstoi.
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En la película Libertarias, de Vicente Aranda (1996) un personaje central es llamado Concha Liaño, según la misma Concha, sin su permiso.
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Tierra y libertad es un filme de Ken Loach (1995)
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Sobre la vuelta al poder de la derecha española, Concha piensa que «es una guachafita, como lo eran acá AD y Copei acá, en Venezuela». Lo que más pueden hacer es quitar las pensiones que dieron los socialistas. La derecha en España es algo asqueroso.
Fuente: http://ernestojnavarro.blogspot.com.es/2012/01/soy-anarquista-y-creo-que-chavez-es-un.html