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Sugestivo título para un estudio pobre

Fuentes: Rebelión

Una crítica al informe «Turismo sin desarrollo: Los intereses creados como amenaza al sector turístico de República Dominicana» de Intermón Oxfam

Aprovechando el periodo estival, el Departamento de Campañas y Estudios de la ONG Intermón Oxfam ha publicado el informe «Turismo sin desarrollo: Los intereses creados como amenaza al sector turístico de República Dominicana» (1), que busca profundizar en las consecuencias del desarrollo turístico de este país caribeño tan visitado por el viajero español y en el que tanto capital hotelero transnacional, también de origen hispano, hay invertido.

Desgraciadamente el título del informe promete más que ofrece. Si bien el estudio afirma, como indica su título, que en la República Dominicana el turismo no ha generado desarrollo, incomprensiblemente se muestra optimista tanto en las posibilidades del sector como en el modelo dominante de gestión (crecimiento del sector basado en el capital transnacional, con una fuerte inversión pública en infraestructuras y planteándolo como el principal sector económico, entre otras características), al que sólo termina reclamando algunos cambios más o menos sustanciales pero al que no pone en tela de juicio.

El documento presenta elementos de interés, como colegir que el «crecimiento económico» favorecido por el sector turístico no implica la mejora en el nivel de vida de la población, o evidenciar algunos de los impactos negativos de la actividad turística en la República Dominicana (destrucción de la costa, turismo sexual infantil, pésimas condiciones laborales, etc.). Sobre estos últimos, cabe destacar que el trabajo centra su interés en los generados por las empresas hoteleras de capital español.

Pero el informe padece de fallas y confusiones de fondo. El principal, asumir como certeza, en un acto de fe que no se intenta justificar en ningún momento, la polémica premisa de que «el turismo es (una) fuente de riqueza» (pág. 2) que favorece el desarrollo de los países pobres. Resultado de esta afirmación, al modelo turístico dominante en República Dominicana (y en el resto del mundo) sólo hay que corregirle algunos elementos distorsionadores, como la estrategia empresarial del «Todo Incluido» o la destrucción de espacios naturales. La autora no se plantea la posibilidad de que muchas de estas «distorsiones» sean consustanciales al modelo, así como otras igual o más negativas pero el informe no identifica: la alteración que genera en otros sectores económicos esenciales como la agricultura campesina, el endeudamiento público del país para costear las infraestructuras que el desarrollo turístico requiere (entre ellos, los aeropuertos, puertos y carreteras… ¡que la autora considera como un resultado positivo del desarrollo turístico! pág 19), o el riesgo que supone para la economía nacional la dependencia de una fuente de ingresos con un elevado grado de inestabilidad, entre otros.

El resultado es que a la hora de intentar entender las razones de que el notable crecimiento del PIB que vive la República Dominicana gracias al turismo coincida con la pérdida de puestos en la clasificación del PNUD de Desarrollo Humano, la única explicación que encuentra la autora es la débil institucionalidad del Estado frente a las empresas transnacionales y su deficiente gestión del recurso.

Siendo esto incuestionable, también lo es que sólo se trata de una parte del problema. Es en la naturaleza del modelo turístico en el que se encuentra la otra cara del fenómeno: un modelo cuyo funcionamiento se basa en externalizar costos que asume el Estado (muchas veces ahondando en su deuda externa), la población y el medio ambiente, y que a la vez presenta un elevado nivel de «retorno» (es decir, que es escaso el porcentaje del gasto del turista que se queda en el país). Poner en duda el modelo en su totalidad, y no sólo algunos elementos distorsionadores, le habría abierto a la autora un resquicio por donde adentrarse en los mecanismos que permiten que esto suceda.

Hay que destacar la aseveración de que «las cadenas hoteleras no parece que practiquen salarios discriminatorios de género, ya que las retribuciones se establecen en función de la tarea encomendada y de la categoría profesional del trabajador» (pág 32), y que se contradice con numerosos estudios que demuestran que en el sector turístico las condiciones laborales son peores en el caso de la mujer, pues tiende a acceder a los empleos más inestables, peor pagados y de status inferior. La misma Organización Internacional del Trabajo afirma que las mujeres que trabajan en la industria turística reciben de media el 79% del sueldo que reciben los hombres (2). ¿Será la República Dominicana una excepción, aún cuando es el principal ejemplo latinoamericano del modelo turístico dominante que propicia esa discriminación de género?.

El informe termina haciendo una serie de recomendaciones que, como no podía ser de otra manera tras el estudio realizado, son meras recetas dirigidas a solucionar esos elementos distorsionadores del modelo. Algunas tan idílicas como la siguiente:

«En la fase de prospección en la que se determinará la ubicación de la instalación hotelera, el Sector Privado debería establecer contactos previos con la comunidad local, ong, municipalidad y cualquier otra parte interesada, con el fin de informar de los impactos que su actividad pueda generar y poder conocer e incorporar en el proyecto sus expectativas y preocupaciones. El dialogo entre empresa y las partes interesadas es fundamental de cara a abrir una vía bidireccional y honesta de dialogo, que asegure que existe entendimiento y facilite un beneficio mutuo» (pág 39)

Desgraciadamente, el informe sólo propone recomendaciones a los diferentes actores: empresas, Estado dominicano y gobiernos del Norte. Por ejemplo, en ningún momento se reclama la denuncia, ante los tribunales y los gobiernos dominicano y español, de la violación de los derechos laborales o medioambientales de las empresas hoteleras de capital hispano afincadas en ese país que, sin embargo, el informe detalla. Por el contrario, sólo plantea para enfrentar estos problemas, y a modo de sugerencia para el sector empresarial transnacional, «asumir y garantizar el cumplimiento de estándares internacionales en materia laboral, medioambiental y de derechos humanos» (pág 39) o «la asunción de responsabilidades expresadas en términos de Responsabilidad Social Corporativa» (pág 26) que, como se sabe, es sólo una contribución voluntaria de la empresa a la mejora social, económica y ambiental de sus actividades. Cabe señalar que el informe no cita, ni a la hora de tratar las condiciones laborales de los trabajadores hoteleros ni en ningún otro momento, a la OIT, organización de las Naciones Unidas que anualmente presenta informes en el que evidencia la precariedad laboral que se da en el sector turístico, o de la plataforma sindical Re-UITA (Regional Latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines), que también denuncia esta situación.

Por otra parte, el informe padece también de errores que ponen en duda su validez desde el punto de vista científico-social, como utilizar sin aplicar ninguna crítica externa determinadas fuentes que no se pueden considerar desinteresadas e imparciales. Este es el caso de la World Travel & Tourism Council, la plataforma que reúne a las cien principales transnacionales del turismo: ¿puede ser creíble el dato que esta plataforma ofrece, y que la autora recoge sin plantearse su validez, de que el turismo «genera» el 23% del empleo en la República Dominicana?. O el embrollo en el que cae la autora al intentar clasificar modelos de turismo alternativo que considera diferentes entre sí (turismo justo, turismo sostenible, turismo alternativo, turismo responsable, turismo solidario, ecoturismo…), sin darse cuenta que son términos que se utilizan muchas veces como sinónimos, lo que le lleva a establecer definiciones análogas de modelos turísticos que considera distintos.

Es de agradecer, por eso, que una ONG como Intermón Oxfam, de las mayores del Estado español y cuyos informes suelen ser insumos recurrentes para la labor de las organizaciones sociales, empiece a interesarse por el tema del turismo y sus consecuencias en el Sur. Es una evidencia más de que, dado el auge y los impactos de este sector, poco a poco está entrando en las agendas de las organizaciones y movimientos sociales. Confiemos que sus próximos informes sean más certeros.

Citas

1) López Gómez, María Dolores Turismo sin desarrollo: Los intereses creados como amenaza al sector turístico de República Dominicana. Intermón Oxfam, agosto del 2007.

http://www.intermonoxfam.org/UnidadesInformacion/anexos/8604/070810_Turismo_Responsable_OK.pdf

2) UNED-UK «Género y Turismo: Empleo y Participación de las Mujeres en el Turismo» Foro para el Turismo Sostenible. 1999

Jordi Gascón es miembro de Acció per un Turisme Responsable – ATR