«El sueño es el mito personalizado, el mito es el sueño despersonalizado» Joseph Campbell, El héroe de las mil caras La metamorfosis de la mitología opositora: de la casa señorial usurpada al apocalipsis redentor. En el inconsciente colectivo de la élite venezolana, la pesadilla chavista se parece al mito de la casa señorial que ha […]
«El sueño es el mito personalizado, el mito es el sueño despersonalizado»
Joseph Campbell, El héroe de las mil caras
La metamorfosis de la mitología opositora: de la casa señorial usurpada al apocalipsis redentor.
En el inconsciente colectivo de la élite venezolana, la pesadilla chavista se parece al mito de la casa señorial que ha sido tomada por el personal de servicio y la turba aledaña. El Señor y la Señora, el Padre y la Madre, han sido expulsados y ahora es la servidumbre quien manda en la casa y la está dejando en ruinas con su falta de modales (las patas en la mesa, comer con las manos, la ropa sucia). Venezuela ya no es más La Casa de Todos, ahora se trata de un espacio extraño usurpado por la chusma maleducada. El objetivo supremo es recuperarla, que vuelva a ser de «todos», reubicar al Señor y la Señora, restablecer el orden, la limpieza y las cosas al lugar del que nunca debieron moverse. La burguesía venezolana está de pesadilla pero sueña con volver al poder.
El mito de la casa señorial tomada es propio de la élite que tenía el control en sus manos y lo perdió. Es generacional, es el punto de vista del Padre y la Madre. Tiene su anclaje en el pasado, es restaurador, reclama el restablecimiento de un tiempo que ya pasó.
Hace unos días, se proyectó en un cine de Caracas el corto «Promesa». Una muchacha de unos 20 años huye de alguien (algo) por una zona suburbana y solitaria. La atmósfera es tensa y apocalíptica, ha pasado algo que no sabemos: una catástrofe, una guerra. La chica lleva un pañuelo guarimbero hasta la nariz, lentes de sol, shorts, medias negras rotas, pelo oscuro y luego sabemos que tiene ortodoncia y los ojos verdes; el arquetipo de una universitaria juvenil y rebelde. En la huída encuentra una casa abandonada y se encierra, está armada con un cuchillo. Los que la persiguen intentan entrar pero ella lo impide, parecen zombis, muertos vivos. No se ven, solo se escuchan a través de la puerta. Mira una foto de sus amigos universitarios y llora, probablemente le preocupa no volver a verlos o quizá han muerto. Pasa el tiempo, los zombis ya no están, sale, camina hacia la costa, cuando llega abre un mapa de Venezuela y marca un círculo sobre el Zulia. Parece el próximo destino o el lugar elegido para que todo renazca. Fin del corto.
Aún desconociendo el verdadero sentido del audiovisual, resultó un estímulo para pensar que quizá la mitología opositora se esté reinventando o complementando a sí misma.
De la casa señorial usurpada pasamos al mito del apocalipsis zombi-chavista y el renacer guarimbero-escuálido. Venezuela está en medio de la barbarie y el caos chavista. La promesa utópica socialista es en realidad la distopía realizada. El sujeto heroico de este mito es el Hijo: muchacho/a de bien al que le están robando el futuro y baja a la calle a reclamar su derecho a ser la elite del mañana tal como lo educaron. La imagen del disturbio urbano y el fuego de la guarimba se resignifica como el escenario apocalíptico de la batalla final. El Hijo se entrega en sacrificio para alumbrar la Venezuela del mañana.
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Equilibrio estratégico
Hoy, estos relatos del inconsciente colectivo de la «Venezuela decente» se diluyen conforme la oposición se vuelve un sujeto más virtual que real, solo inflado desde los medios internacionales. En particular, la versión juvenil del mito fue muy afectada por la derrota de la guarimbas en 2014 y la incapacidad de reeditarlas en 2015.
En la mitología escuálida del renacer burgués no hay lugar para usurpadores ni zombis. Ambos mitos, complementarios y para públicos y etapas diferentes, tienen algo en común: nos dicen que la burguesía no tolera la convivencia con el chavismo en el Gobierno, no puede soportar el actual equilibrio de fuerzas y tiene como fin permanente redefinir el poder, es decir, volver a los tiempos donde lo tenía todo. Su objetivo estratégico es recomponer el poder de clase en Venezuela, borrando de la ecuación al chavismo como sujeto político.
El escenario actual es de dualidad de poder, por un lado la derecha con el control de la mayor parte del excedente, las áreas estratégicas de la economía (espacio desde el cual continúa desplegando su agresión económica), parte de los medios y las universidades; por el otro el chavismo, posicionado desde el Estado, el poder popular acumulado y la ascendencia en un amplia porción del pueblo venezolano.
Estamos ante una suerte de equilibrio estratégico de fuerzas insostenible en el largo plazo. No faltan las invitaciones a transitar la senda de los grandes acuerdos, a pactar con la burguesía en un «socialismo a la sueca». Sin embargo ya no hay bases materiales para ello. El camino socialdemócrata no es una opción, es posible o no dependiendo del grado de riqueza para repartir y aquí hace rato que ya no es suficiente, y lo será menos con el barril a 50 dólares.
La encrucijada instalada es entre profundización socialista o restauración neoliberal, no hay camino del medio. El actual equilibrio de fuerzas será necesariamente superado en uno u otro sentido. En esa disyuntiva sabemos por qué apuesta la burguesía y sus aliados en el extranjero.
¿Y nosotros?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.