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Tahúres por la transparencia

Fuentes: Rebelión

Me ha llamado la atención dos noticias que han salido en la prensa estos últimos días con un intervalo de pocos días entre ellas. En contextos distintos, ambas tienen la virtud de lanzar un corto foco de luz sobre el momento que atraviesan hoy las relaciones entre la economía y la política en el mundo […]

Me ha llamado la atención dos noticias que han salido en la prensa estos últimos días con un intervalo de pocos días entre ellas. En contextos distintos, ambas tienen la virtud de lanzar un corto foco de luz sobre el momento que atraviesan hoy las relaciones entre la economía y la política en el mundo burgués.

El primero fue la respuesta de los políticos alemanes del SPD ante el cierre de la planta de Nokia en Bochum. Lo recojo del diario Público del 17 de enero. Su titulo: La empresa finlandesa se va a Transilvania tras recibir 88 millones de euros. El hecho escueto es que de aquí a mediados de año, cierra su planta de Bochum dejando en la calle a 2.200 trabajadores directos y a 2300 indirectos y traslada la producción de móviles a Rumania y Hungría. Esto después de que la planta de Bochum recibió 88 millones de euros del estado alemán para mantener la planta.

¿Cómo reaccionaron los políticos alemanes? Veamos la noticia: «Al ex ministro renano de Economía Harald Schartau, que la empresa se beneficie de fondos públicos y luego huya con cajas destempladas le parece «una forma muy ruda de capitalismo primitivo». Y el vicepresidente del Bundestag Hermann Otto Solms, un político liberal, habla directamente de «una cerdada».

Mis lectores de más edad recordarán los supuestos «grandes» proyectos de la socialdemocracia alemana que estaban en boga en los años 60 y parte de los 70. El «Mitbestimmung, la «economía social de mercado», el «capitalismo de rostro humano» y otras mumuñas, que servían de base en toda Europa y también fuera de ella, para ofrecer una alternativa «civilizada» y «democrática» al comunismo. El tinglado ideológico de la socialdemocracia se sustentaba (y lo he vivido allí en la década de los 70) en la supuesta existencia de una clase empresarial que asumía una responsabilidad social, alejándose del empresario que solo busca su beneficio, propio de «épocas anteriores». Esa cantinela se repetía a diario en las publicaciones y en los discursos de políticos y sindicalistas ligados al Partido Socialdemócrata Alemán.

Ha llovido mucho desde entonces, cuando el pleno empleo y la amenaza del comunismo forzaba a los empresarios a ser más cuidadosos en su trato con los trabajadores, mejorando salarios, condiciones de trabajo, etc. y permitiendo que los sindicatos se apuntasen el tanto. La «responsabilidad social» no era más que un espejismo, y cualquiera que hubiese leído seriamente a Marx era consciente de ello y de que el empresariado solo estaba esperando que pasase la tormenta. 30 años después, caído el muro, alejado el peligro del comunismo y lanzados a desmontar todas las «concesiones» que se vieron obligados a hacer entonces, cuando el empleo fijo empieza a ser considerado una reliquia, la empresa maternal pasó a mejor vida y las deslocalizaciones están a la orden del día, la histórica socialdemocracia de unos de los países mas ricos del mundo y cuna de grandes pensadores como es Alemania, no tiene mejor respuesta que la de calificar la deslocalización como «una forma muy ruda de capitalismo primitivo». El mismo lenguaje de 1970. Seguir tocando hoy esa vieja melodía ignorando las transformaciones habidas en el último cuarto de siglo no sólo es una declaración de impotencia sino que pone también a la luz el grado de seriedad que había en ese discurso desde su comienzo mismo. Veamos la segunda noticia. La recojo de El País en su edición del 30 de enero de 2007. Su titulo: «Europa apuesta por la transparencia para afrontar la crisis financiera» En el texto encontramos cosas como esta: «Los jefes de Estado o de Gobierno del Reino Unido, Alemania, Francia e Italia apostaron por la transparencia en los mercados como mejor medicina para combatir la crisis global que afecta a los mercados financieros. Y dejaron muy claro que esta crisis no puede ser una excusa para volver al proteccionismo económico.» Y del pequeño Superman francés que surgió como salvador del capitalismo en Europa dice lo siguiente: «Por su parte, Sarkozy señaló la necesidad de «un capitalismo de empresarios, no de especuladores». El presidente francés puso como ejemplo la crisis provocada estos días por Société Générale al afirmar: «No podemos aceptar que la falta de transparencia incida en el crecimiento económico».

En la misma línea que con la Nokia, los debates de la cumbre europea revelan la impotencia de los políticos actuales ante lo que, en el lenguaje oficial, el políticamente correcto, que emplean los medios de difusión, bajo el sencillo nombre de «economía», con los «mercados» como actores, oculta las formas monstruosas que han tomado cuenta de la especulación que están levantando obstáculos a la economía real, o, lo que es lo mismo, a la acumulación de capital. Si, como ya dijo Keynes, la especulación sirve para dinamizar la inversión y con ello, la acumulación, cuando traspasa unos determinados límites, cuando se desboca, se torna lo contrario: un obstáculo. Les ha pasado como al aprendiz de brujo, que invocó unas fuerzas que ahora le dominan y no puede controlar. Hasta el titulo del reportaje los devalúa, como si el periodista hubiese medido su capacidad de acción: Los ministros no toman esa falta de transparencia como un obstáculo a superar y empiezan a elaborar medidas concretas contra ella, solamente «apuestan por».Que alguien me diga si una cuestión de tamaña envergadura y trascendencia para millones de personas puede ser tratado (y nada menos que por los que hemos elegido para gobernarnos) como una apuesta. No obstante el periodista no miente: Las conclusiones de la cumbre no permiten calificarlo como apuesta.

Estaban en esa reunión los más altos representantes de los más ricos países del mundo.¿Y que hacen? Lamentarse. No da para más. Las lamentaciones de Sarkozy son prácticamente, una variante de la respuesta de la socialdemocracia alemana a la actitud de Nokia. Allí, impotencia frente al capitalismo productivo, en la reunión de la cumbre impotencia frente al capitalismo de casino, al mundo de la especulación. ¿Medidas? Pedir (como corresponde hacer a quien esta postrado) transparencia. Lo pondrán de moda. Ya fue usado por Zapatero y Merkel en la visita que esta le hizo unos días después. Y vuelve a aparecer en la cumbre del G7 celebrada el 9 de febrero en Tokio. Tomo de «Público» del día 10: «El G7 prevé menos crecimiento y no descarta «acciones colectivas»: Pero el contenido no casa mucho con el titular. Véase:

«EE UU pedía una posición conjunta para conjunta para abordar un recorte fiscal como el que ya ha adoptado mientras Europa, con Reino Unido y Alemania a la cabeza, exigía una normativa global para intensificar los controles y la transparencia en los mercados financieros. El anfitrión de la cumbre, el japonés Fukushiro Nukaga, zanjó las dudas. Cada país debe «compartir la responsabilidad» y lanzar «políticas individuales», dijo.»

Se puso pues de moda la petición de la «transparencia en los mercados financieros» Será el chivo expiatorio, que aparecerá hasta en la sopa..Pero sin profundizar ni un palmo. Para salvar la cara. Endiosado el capitalismo (y el capitalismo es eso que está ahí, Sr. Sarkozy, con sus empresarios y sus especuladores) y rechazando de plano toda otra manera de producir y distribuir bienes, no serán estos pigmeos los que derriben a su propio Dios.