El martes pasado, la presidenta de la Reserva Federal norteamericana, Janet Yellen, pidió «cautela» en las políticas de incremento de las tasas de interés. Su fundamento es que «las condiciones financieras y económicas son menos favorables ahora que en la reunión de diciembre de 2015» -cuando se produjo el primer incremento de tasas post Lehman-. […]
El martes pasado, la presidenta de la Reserva Federal norteamericana, Janet Yellen, pidió «cautela» en las políticas de incremento de las tasas de interés. Su fundamento es que «las condiciones financieras y económicas son menos favorables ahora que en la reunión de diciembre de 2015» -cuando se produjo el primer incremento de tasas post Lehman-. Destacó entre sus preocupaciones esenciales tanto la «incertidumbre acerca de qué tan suave va a ser la transición en China» como los bajos precios del petróleo. Dicho sea de paso, tras su mensaje subían petróleo y soja. Las palabras de Yellen fueron leídas como límite a la ofensiva desatada hace algunos días por una serie de funcionarios de la Fed que aboga por una elevación de tasas tan pronto como en abril. La embestida de los «alcistas», a su vez, tuvo lugar luego de la «moderación» de Yellen y la Fed que en la pasada reunión de marzo y tras su anterior giro de política monetaria, mantuvieron -como era previsible- las tasas de interés sin cambios. En aquel momento, Yellen dejó como mensaje su voluntad de efectuar sólo dos incrementos de tasas en el año en lugar de los cuatro programados y previamente anunciados. ¿El argumento? «La situación económica y financiera mundial continúa presentando riesgos», había dicho. La medida -como también era esperable- se tradujo en aceleración del alza bursátil, depreciación del dólar y repunte del precio de commodities como el petróleo -que rozó los 40 dólares el barril de crudo Brent- entre otras como cobre, oro o soja.
Como describe el periodista financiero Siaba Serrate, la Reserva está enviando un doble mensaje y no tiene intención de ocultar la «discusión viva» que anida al interior del organismo. Antes bien -precisamos- ese doble mensaje es «el mensaje» con el que la Fed busca manipular las expectativas del mundo financiero. El objetivo: mantener el dólar, las materias primas y el mercado bursátil en niveles más o menos controlados. El interés en los movimientos y discusiones al interior de la Reserva reside en que a través de ellos se pueden percibir tendencias estructurales profundas. Porque hay que dejarlo en claro, la videoeconomía de Yellen dista mucho de considerarse autónoma del «territorio» sobre el que se mueve. A eso vamos.
¿La economía no se da por aludida?
Hace algún un tiempo y desde esta misma columna, sintetizamos algunos de los fundamentos claves de la entreverada situación de la economía norteamericana. Vale la pena no obstante enfatizar los siguientes factores. En primer lugar no cabe duda alguna de que la economía de Estados Unidos goza del crecimiento más fuerte de todos los países centrales y que el desempleo se redujo notablemente durante los años de la recuperación post 2008. Sin embargo aquel crecimiento -teniendo en cuenta la magnitud de los estímulos monetarios y de la caída económica previa- resulta particularmente débil si se lo compara con el promedio de décadas anteriores. Y esa reducción del desempleo oculta tanto el desánimo de quienes han perdido la esperanza de encontrar un trabajo, como una notable precarización de los puestos creados durante los últimos años.
Estos factores en su doble faceta, deben relacionarse con el desarrollo acelerado de la bolsa y el lento incremento de la inversión que guarda entre sus consecuencias más notorias un cuasi estancamiento de la productividad del trabajo. Otra vez Siaba Serrate lo ponía hace un par de meses en términos bastante gráficos. Refiriéndose a las caídas bursátiles de principios de año señalaba: «La economía por cierto no se da por aludida» debido a que en lo concerniente a creación de empleo «2014 fue el año de mayor fortaleza del siglo XXI con un promedio mensual de 260 mil empleos» mientras, agrega «2015 fue el segundo más activo» para luego rematar: «Es verdad, eso sí, que puede hablarse de una recesión industrial, y de un retroceso del sector exportador, pero la actividad económica es una esfera más amplia.»
Aunque bien señalado el dualismo, la idea que la «actividad económica es una esfera más amplia» esquiva las conexiones necesarias entre ambos momentos. Cuando son precisamente esas conexiones las que construyen «la economía». Como resultado del rodeo, el periodista pone excesiva carga sobre la idea que inicia su razonamiento: una economía indiferente a los movimientos bursátiles o financieros. Sin embargo y por el contrario son las históricamente bajas tasas de interés las que sostienen una fuerte cotización de las acciones lo que a su vez dinamiza hasta cierto punto el consumo junto con determinados sectores de servicios y se vuelve combustible privilegiado de la creación de empleos. Por oposición, la debilidad de la inversión, el estancamiento de la productividad -y agreguemos, de los salarios-, o lo que Serrate denomina «recesión industrial» -que tiene como síntoma una inflación que no logra llegar a la meta del 2% de la Fed-, prueba como mínimo que sin estímulos, la economía en su conjunto podría entrar en retroceso. Mientras tanto y para agregar sustancia al asunto, el factor «real» que más se fortaleció en Estados Unidos durante los últimos años, esto es la inversión petrolera y gasífera en su versión shale, resulta particularmente sensible a los efectos de un incremento de tasas de interés. El alza de tasas -o incluso su sólo anuncio- fortalece el valor del dólar, cuestión que repercute negativamente en el precio del petróleo. Incluso no resulta muy descabellado especular con que, entre otros varios motivos, mantener las tasas bajas es una forma de sostener las costosas inversiones que exige el petróleo norteamericano. Sin embargo y a su vez, las tasas bajas alientan la distancia entre el precio de los activos bursátiles y el beneficio real de las empresas, creando una situación de permanente inestabilidad en la economía. Y por si esto fuera poco, obstruyen o anulan la eficacia del mecanismo de reducirlas, en caso de convulsión.
Este intríngulis constituye justamente parte esencial del problema y contribuye a explicar en buena medida las oscilaciones de la Fed con respecto a las políticas de tasas de interés. De hecho el dualismo entre estímulos monetarios y «economía real» se pone de manifiesto en una dicotomía que también Serrate postula con bastante claridad: «El problema que arrastra Wall Street hace tiempo es la valuación. Las cotizaciones son elevadas y las compañías no tienen el ‘punch’ de otros tiempos para la generación de nuevas ganancias». Cuestión que en criollo significa que la mayor parte de las masas de dinero barato estimulado por las bajas tasas así como los «beneficios» derivados de la alta cotización de las acciones, se dirigen a la bolsa y no a la inversión.
Ganancias: primera contracción
Hace pocos días el diario El País reflejaba que durante 2015 en Estados Unidos «los beneficios corporativos cayeron 3,1% en el año (…) Es la primera contracción anual desde la Gran Recesión por el efecto combinado de la apreciación del dólar en las multinacionales y las turbulencias en el mercado de la energía, que también mermaron la inversión de las empresas en equipamiento y estructuras. Es además la segunda contracción trimestral consecutiva en las ganancias.» Agrega que durante el cuarto trimestre de 2015. «El petróleo cayó un 60% y se comió casi 120.000 millones en las ganancias de las compañías que operan en el sector de la energía.»
De modo que durante el año pasado se hizo presente una primera contracción de las ganancias asociada a los sectores que más contribuyeron a contrarrestar una inversión débil. Y esa turbulencia -al menos en parte- está asociada a la apreciación del dólar derivada de las políticas de incremento de tasas. En este contexto políticas monetarias contractivas podrían agregar leña al fuego al problema de los problemas de la economía norteamericana: la debilidad de la inversión.
Pero lo cierto es que si el dilema de la inversión puede empeorar con políticas contractivas, muy lejos está de resolverse con políticas monetarias expansivas que continúan echando combustible sobre el mercado bursátil.
Lawrence Summers titulaba del siguiente modo un reciente post en su blog: «Las ganancias corporativas están cerca de máximos históricos. He aquí por qué esto es un problema.» Anota que «La tasa de rentabilidad en Estados Unidos está cerca de un nivel record. El mercado accionario está valuado muy alto en términos históricos (…) Todo esto podría ser tomado como evidencia de que es un momento en el cual el retorno de la inversión en capital nuevo es inusualmente alto (…) El alto valor de mercado de las empresas implica que el ‘viejo capital’ está altamente valorado y sugiere una alta rentabilidad de la inversión en capital nuevo (…) Sin embargo la situación es más compleja (…) la inversión empresarial se encuentra o bien en línea con las condiciones cíclicas o un poco más débil de lo que podrían predecir las condiciones cíclicas (…) Esto es anormal (…) una inusualmente alta tasa de inversión debería esperarse conjuntamente con una alta tasa de rendimiento del capital existente.»
Si bien el concepto de ganancia corporativa es engañoso porque agrega la ganancia empresarial real con la valuación accionaria, da una idea de la distancia entre masas de capital valorizadas real o ficticiamente y debilidad de las ganancias en «nuevas inversiones». Algo de esto indagamos en ¿Revolución de la robótica…? (segunda entrega).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.