-La popularidad de la presidenta Rousseff está en unos niveles muy bajos y contrasta con la elevada popularidad que Lula mantuvo en su gobierno e incluso con el apoyo que tuvo la actual mandataria en su primer periodo de gobierno. ¿A qué se debe esta brusca caída del apoyo ciudadano? -Para entender la coyuntura actual […]
-La popularidad de la presidenta Rousseff está en unos niveles muy bajos y contrasta con la elevada popularidad que Lula mantuvo en su gobierno e incluso con el apoyo que tuvo la actual mandataria en su primer periodo de gobierno. ¿A qué se debe esta brusca caída del apoyo ciudadano?
-Para entender la coyuntura actual es fundamental analizar lo ocurrido en las elecciones presidenciales de 2014. En la segunda vuelta de la contienda electoral hubo un grado de polarización muy alto entre la izquierda y la derecha. El candidato de la oposición planteó un programa de corte neoliberal clásico (ajustes, reducción del gasto en programas sociales, giro drástico en la política internacional y menor vínculo con América Latina), mientras que Dilma Rousseff siguió defendiendo el programa que el Partido de los Trabajadores (PT) ha aplicado desde el 2002 (profundización en la política social, centralidad de la estrategia de integración latinoamericana).
La derecha perdió las elecciones pero salió fortalecida porque la diferencia fue muy estrecha (apenas 3%) y porque además aumentó su presencia legislativa ya que se incrementó el número de parlamentarios de ideología derechista, incluso entre los partidos que formalmente apoyan al gobierno, como el PDMB (Partido de Movimento Democratico Brasileiro).
En este contexto, la lectura del gobierno de Rousseff fue que debía intentar calmar a la derecha y por eso decidió nombrar como ministro de economía a Joaquim Levy, un personaje proveniente de la elite financiera, que había sido un alto funcionario de Bradesco, uno de los principales bancos privados del país.
Levy, antes de su nombramiento oficial, apareció en televisión anunciando el ajuste que pensaba aplicar y se jactó de las virtudes de este tipo de políticas, reproduciendo el clásico discurso neoliberal. El gobierno de Dilma, por tanto, asumió el ajuste y esto ha provocado el alejamiento de importantes sectores progresistas que le habían apoyado en la segunda vuelta. La pérdida de apoyo popular, además, no ha sido compensada con una tregua de los sectores más conservadores. Al contrario, la derecha política y mediática ha aprovechado la situación de debilidad del gobierno para intensificar su ataque.
-¿Hasta qué punto la corrupción es otro factor que ha podido influir en la pérdida de apoyo popular teniendo en cuenta que es uno de los problemas que ha estado salpicando al gobierno y a miembros del Partido de los Trabajadores?
-Creo que la corrupción no influyó significativamente ya que las denuncias por casos de esta naturaleza eran muy anteriores e incluso fueron utilizadas en la campaña electoral pero no sirvieron para derrotar al PT. Incluso después de las elecciones, en diciembre, Dilma tenía un alto porcentaje de apoyo ciudadano. La caída de la popularidad empieza a notarse tras el inicio de la aplicación de las medidas de ajuste y al aumento de la tasa de desempleo que se incrementó del 5% al 8%. Hoy incluso está rondando el 10%.
-De cualquier manera el problema de la corrupción es un tema ineludible. ¿Qué medidas ha tomado el gobierno para enfrentar este asunto?
-El tema de la corrupción nos afecta mucho y obviamente cuando la población está insatisfecha con el funcionamiento de la economía este tipo de temas influyen mucho más. Un grave problema que tenemos en Brasil es que las grandes empresas privadas financian a los partidos, a todos los partidos. Nosotros estamos planteando ahora el fin del financiamiento privado y de hecho hemos llevado una propuesta de ley al Parlamento. Sin embargo, es significativo que el resto de partidos no quisieron aprobar nuestra propuesta y votaron en contra.
Por otro lado, la parcialidad de los grandes medios es evidente ya que la campaña mediática contra el PT es muy fuerte. El PSDB (Partido da Social Democracia Brasileira), principal partido de la derecha, tiene muchos más casos de corrupción pero los principales medios de comunicación lo ocultan.
-Volviendo al tema del ajuste. Da la impresión de que el ciclo de fuerte inversión social y reducción de desempleo, pobreza y en general mejora de las condiciones de vida de las clases populares se terminó. ¿No había otra alternativa al ajuste fiscal (recortes) teniendo en cuenta que esta es la propuesta clásica de los defensores del neoliberalismo?
-En primer lugar hay que señalar que una parte sustancial del gasto gubernamental durante el mandato de Lula estuvo relacionado con los grandes ingresos provenientes del alto precio de las commodities (materias primas) en el mercado internacional. Esto modelo se agotó porque la crisis internacional provocó la bajada de precios y la reducción de los volúmenes de exportación.
Por su parte, Dilma en su primer mandato apeló al sector privado para que fuera un agente activo en la ampliación de inversiones e incluso otorgó incentivos al capital privado para que invirtiera (exenciones fiscales, reducción del precio de la energía, etc.). Sin embargo, ni el capital financiero ni el productivo, que por cierto están imbricados, decidieron no invertir. Se produjo una especie de ‘huelga de inversiones’.
En este contexto, se produce el primer déficit fiscal bajo la presidencia de Rousseff y el mensaje del recién nombrado ministro de economía, Joaquim Levy, es que las cuentas del gobierno brasileño están «descontroladas» y que es vital aplicar el ajuste.
En la Fundación Perseu Abramo del PT decidimos reunir a más de un centenar de economistas para evaluar si había alternativa al ajuste y se llegó a la conclusión de que el ajuste generó más recesión. El déficit era pequeño y momentáneo pero ahora vamos a tener un déficit mucho mayor por culpa de la política de ajustes, ya que provocaron una reducción de los ingresos públicos.
Este gran equipo de economistas nos advirtió que no se pueden hacer ajustes en momentos de recesión y que además, las tasas de interés debían haber bajado y no subido. En este momento el gobierno está pagando unos intereses muy altos por la deuda y esto golpea a su presupuesto. A su vez, nos indicaron que había que ampliar los programas sociales y no reducirlos porque esto ayudaba a dinamizar la economía.
Tanto la mayoría de las bases del partido (PT) como la CUT (Central Unica dos Trabalhadores) se han manifestado en contra del ajuste pero el gobierno y la presidenta se han dejado capturar por esta lógica. Creo que hemos perdido un año precioso y el partido está sufriendo duramente los efectos
-La amenaza de destitución parlamentaria (impeachment) vuelve a tomar fuerza. ¿Qué recorrido puede tener?
-El presidente del Parlamento, Cunha (ultraconservador), siempre ha estado dispuesto a capitanear el impeachment, pero no lo va a tener fácil porque necesita una mayoría calificada de 342 votos de 513 diputados y muchos partidos están divididos, incluso su propio partido el PMDB. Se puede dar el caso, incluso, que Cunha sea destituido antes del impeachment contra Dilma, porque está imputado por corrupción (cuentas irregulares en un banco suizo) y va a ser sometido a un juicio en la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados.
A mi juicio la disputa se va a resolver en las calles. La derecha intentará sacar a sus bases y los sectores de izquierda y progresistas ya han empezado a movilizarse. Esto será clave para influir en el voto de los parlamentarios. Así que las próximas semanas serán decisivas para el futuro de la democracia en Brasil.
-La importante bajada del precio de las materias primas ha reducido el ingreso por exportación de Brasil y esto ha afectado la capacidad de gasto social gubernamental. Esto evidencia una dependencia estructural de Brasil y otros países de la región respecto a los precios del mercado internacional y muestra una debilidad de su sector industrial nacional. ¿Pareciera que bajo el lulismo la industria nacional no ha incrementado su peso en la economía del país?
-En estos 13 años no hubo técnicamente desindustrialización como pudo ocurrir en otros países en el marco del neoliberalismo. Lo que ha ocurrido es que su peso proporcional ha disminuido bastante debido a la mayor inversión que se ha hecho en el sector primario. Es evidente que el PT no logro revertir la tendencia de reprimarización y hay que reconocer un error, y es que no se ha invertido con fuerza en el sector industrial. La crisis del 2011-2012 nos mostró las limitaciones del modelo. Por otro lado, se ha intentado estimular al sector privado para que invirtiera en la industria nacional pero no han tenido disponibilidad. De hecho, hay que recordar que todos los ciclos históricos de crecimiento industrial en Brasil fueron impulsados principalmente con inversión pública (años 30 y años 70 del siglo XX).
-Otra de las reflexiones más comunes es que durante el ciclo de altos precios de materias primas, todos los estratos sociales ganaron en Brasil: las clases populares por el aumento del gasto social y las clases dominantes porque también se beneficiaron del apoyo gubernamental. Esto muestra que no se afectaron los intereses de la elite y que la reforma tributaria, para que estas paguen más, es una necesidad ineludible. ¿Hay voluntad política gubernamental para una profunda reforma fiscal?
-Ahora hay una propuesta del partido y del propio gobierno para un aumento del impuesto a las grandes fortunas. El problema es que no lo hicimos cuando la popularidad era alta y ahora las condiciones para hacerlo son más complicadas por la situación de debilidad en la que nos encontramos. La correlación de fuerzas es desfavorable y necesitamos generar un nuevo escenario que permita rescatar el programa democrático-popular de la izquierda. En cuanto a la estrategia, algunos creen que el cambio hay que hacerlo de manera radical, mientras otros consideramos que es necesario un giro drástico para recuperar la iniciativa.
-Algunos analistas hablan del fin del ciclo de los gobiernos progresistas en América Latina: victoria electoral de la derecha en Argentina, los graves problemas que atraviesan algunos gobiernos como el brasileño, el venezolano… ¿Estás de acuerdo con este planteamiento?
-Hay muchas interpretaciones sobre el momento presente. Según la derecha el fin de ciclo se da porque el proyecto de cambio fracasó y por tanto hay que abrir la economía, impulsar nuevos Tratados de Libre Comercio, etc. Obviamente la solución no va por ahí, aunque hay que reconocer que estamos en un momento de impasse.
Creo que llegamos al límite para hacer avanzar nuestros procesos y tenemos que reinventarnos si queremos continuar gobernando. Esto significa que hay que plantear otro modelo y esto supone asumir que hay que impulsar cambios estructurales. Esto nos obliga a enfrentarnos de manera más clara a los poderes económicos.
Sin embargo, creo que una apuesta de estas características no es muy viable desde un marco estrictamente nacional. No basta solo con la voluntad política de un gobierno sino que es necesario articular un proyecto regional y en consecuencia, la integración latinoamericana puede ser la vía para viabilizar un proyecto de este tipo.
-Frente a este escenario de crisis del gobierno y del PT, la figura de Lula aparece de nuevo planeando. ¿Será de nuevo candidato en las próximas elecciones de 2018?
-Todavía falta mucho tiempo para las elecciones y en tres años pueden pasar muchas cosas, pero es indudable que Lula sigue siendo una figura clave y puede ser un buen candidato de nuevo. De hecho, la derecha es consciente de que sería un candidato muy fuerte y por eso han activado una campaña mediática para golpearlo e intentar desprestigiarlo, vinculándolo a redes de corrupción, y atacando incluso a sus familiares. Los medios de la derecha se están prestando a esto: la revista Veja, por ejemplo, difundió la imagen de Lula con traje de presidiario, sin que exista siquiera ninguna acusación legal sobre el ex-presidente. Esto evidencia el papel de algunos mass media en el país.
Luismi Uharte. Parte Hartuz Ikerketa Taldea.
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