La primera quincena de este 2022 en que habrá elecciones en Brasil trajo clarísimos indicios de lo que se puede esperar de parte del tenebroso gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro, el peor presidente de la historia de la República: un fuerte aumento de la tensión ya existente.
Y eso, en todos los sentidos y direcciones. La pandemia se incrementó de manera violenta a raíz de la expansión de la nueva cepa de Covid-19, que no se hizo más fatal por una única razón: el alto porcentual de brasileños que, pese a las acciones negativas del gobierno, recibieron las dosis completas de inmunizantes (alrededor de 68 por ciento de la población).
Los datos oficiales siguen boicoteados por el ministerio de Salud. Nadie sabe al cierto cuántos son los infectados. Pero hospitales públicos y privados informan que, de los internados, al menos el 80 por ciento no fueron vacunados. Y el peso de esa constatación cae sobre el presidente que desprecia la inmunización.
La economía sigue arruinada y sin perspectivas de salida a la vista, la destrucción de todo lo que fue construido a lo largo de las últimas muchas décadas sigue a todo vapor, la miseria crece frente a la inercia criminal del gobierno, inversores extranjeros huyen de Brasil como el Diablo huye de la cruz.
Peor aún, lo que se vio en esta primera quincena del año de parte de Bolsonaro insinúa claramente que la campaña electoral ya en marcha será de las más tensas y violentas de la historia reciente.
Sin excepción, todos los sondeos y encuestas de opinión pública indican que el ex presidente Lula da Silva supera al actual por miles de millas marítimas de distancia. Claro que faltan ocho meses – casi una gestación – para las elecciones, pero sobran señales de que son altas las posibilidades de que Lula vuelva a la presidencia en la primera vuelta.
También muestran que los que se proponen como “tercera vía”, es decir, ni Lula ni Bolsonaro, no logran despegar y siquiera llegan a un 10 por ciento de las intenciones de votos. El actual mandatario mantiene, por ahora, alrededor de 25 por ciento del electorado, y se confirma que un 15 por ciento son seguidores radicales.
¿Es suficiente? No. Quizá para llegar al balotaje, pero no para ganar. Entonces, ¿cuál la opción del ultraderechista y desequilibrado Bolsonaro para invertir semejante cuadro negativo? Radicalizar más y más.
Por esos días iniciales de un año decisivo él mostró con cuáles armas pretende dar combate. Volvió a atacar con violencia a los integrantes del Supremo Tribunal Federal que, a su vez, participan del Tribunal Superior Electoral; volvió a mencionar el atentado que sufrió en 2018 acusando a su autor – considerado mentalmente irrecuperable por la Justicia– de pertenecer a un partido de izquierda, y volvió a denunciar que las elecciones que lo llevaron al despacho presidencial fueron fraguadas para obligarlo a competir la segunda vuelta cuando, según él, ya había ganado en la primera. Miente y comete crimen electoral, pero insiste e insiste.
Volvió a acusar el actual sistema de no ser “auditable”, cuando todas las pruebas técnicas y científicas indican lo contrario. Reforzó la distribución de miles de millones a congresistas que por ahora se muestran leales a él, mientras insinúa que cuenta con pleno respaldo de las Fuerzas Armadas para impedir “el retorno de la amenaza comunista” que querría transformar a su tan amada patria en una nueva Venezuela o en una nueva Argentina. Pero los militares tratan de emitir señales de que se alejan de él cada vez más.
Ya empezó a incrementarse la ola de falsas noticias distribuidas por las redes sociales a través de mecanismos controlados por su hijo Carlos, el concejal de Río de Janeiro que vive en Brasilia, mentiras generosamente financiadas no se sabe por quién (y quien sabe no lo dice). Al mismo tiempo, se fortalecen los incentivos a los bajos rangos de las Fuerzas Armadas, de las policías y de los “milicianos”, sicarios que se extienden por todo el país, para que incrementen su ya pleno respaldo a Bolsonaro. Todo eso quedó claramente demostrando en los primeros movimientos del ultraderechista en este principio de año.
Nada indica que será suficiente para invertir el actual cuadro. Pero seguramente será eficiente para aumentar la tensión cada vez más. Hasta qué punto, imposible saber por ahora.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/395645-brasil-tension-en-el-aire