El BCE anuncia que mantendrá estímulos monetarios para banca y empresas pese al final del programa QE. Los bajos rendimientos del capital siguen amenazando a una economía que, según el propio banco central, ha experimentado una «recuperación endeble» gracias a la liquidez derramada por Mario Draghi.
El gobernador del Banco Central Europeo, tras el consejo del BCE en Riga (Letonia)
La cosa no está para bromas. Pese a los anuncios, el BCE mantendrá su política de estímulo de la economía. Con un ojo puesto en Alemania, otro en el brexit y un tercero en Italia, ayer, 13 de diciembre, el Banco Central Europeo anunció que ha dado término a su política de compra de activos (dentro del quantitative easing, QE, por sus siglas en inglés), una serie de herramientas que han servido para la compra de deuda pública de los Estados de la Unión Europea. Pero su director, Mario Draghi, reconoció que la cosa pinta tan mal, que la manivela de creación de dinero seguirá funcionando como hasta ahora. Solo que no se llamará QE.
Las cifras oficiales indican que el organismo que dirige Mario Draghi ha destinado dos billones de euros -2.000.000.000.000- durante los casi tres años que ha durado el programa QE. El programa, que se hizo en contra del criterio del entonces ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha sido la gran apuesta de Draghi para solucionar la crisis de deuda de la Eurozona. La fórmula para llevar a la práctica su «lo que sea necesario» para salvar el euro.
Durante la comparecencia de ayer, Draghi reflexionó en voz alta al asegurar que durante algún tiempo «el QE fue el único chófer de la recuperación económica». La representante alemana en el propio banco no lo ve de modo tan optimista, las compras, declaró «han servido para comprar tiempo, pero no han arreglado las causas estructurales de una recuperación económica endeble».
Con una productividad casi inexistente en las líneas convencionales de producción y con rendimientos decrecientes para el capital, el BCE optó ayer por seguir desplazando la crisis en el tiempo, al menos hasta que el capitalismo alemán no sienta una perturbación en sus beneficios. Problema: que la posición de Alemania es hoy más débil -con Angela Merkel en la rampa de salida y el presidente Donald Trump encabezando una guerra comercial- y que la UE no aguantaría otra crisis como la del Reino Unido si Italia colapsa.
Los analistas subrayaron ayer que el esperado final del QE no ha venido acompañada de una subida de tipos de interés -por el riesgo que supondría para la estructura económica de la UE- y sí de un compromiso de reinversión de los ingresos por el programa de compras. El BCE intuye turbulencias inmediatas en la economía europea y mantiene los estímulos pese a dar por cerrado, de momento, el QE. La imprevista subida de la inflación y la guerra fría comercial lanzada por Trump ha influido, asimismo, en la caída de las exportaciones previstas por el Banco Central Europeo, que ha revisado a la baja sus expectativas de crecimiento.
El fin de estas políticas de estímulo obedece a un compromiso adquirido por el BCE, que se comprometió a no comprar más de un tercio de todos los bonos de cada país, algo a lo que se acerca en casos como el griego o el español. Stan Jourdan, coordinador de la campaña «QE para la gente», recalca que, pese al anuncio del BCE, hay un «temor exagerado» ya que el banco central continuará proporcionando un importante flujo de dinero hacia los mercados de bonos soberanos lo que, explica, ayudará a mantener los diferenciales a la baja: «Estimamos que en 2019 esas reinversiones ascenderán a 180.000 millones». El dinero seguirá fluyendo, pero el comprador de bonos cambia, ya no es el propio BCE sino que se instará a los bancos comerciales a la adquisición de deuda… con las consecuencias que eso puede tener sobre el mercado de bonos.
¿CÓMO HA FUNCIONADO ESTE PROGRAMA?
El economista e investigador Antonio Sanabria explica cómo la compra a gran escala de bonos públicos y privados ha presionado al alza los precios de los activos, «ante la búsqueda de inversiones alternativas dada la baja rentabilidad financiera ante unos tipos de interés en mínimos». De este modo, el banco central ha desincentivado las prácticas de especulación que arrasaron la política económica europea en 2011-2013, insuflando «anfetaminas» en forma de dinero barato a bancos e inversores.
En el caso español, los programas de compras de activo han servido para reestructurar la economía en torno a una vuelta de la burbuja inmobiliaria, en términos de rendimientos decrecientes, orientada hacia la segunda mano y el mercado del alquiler, y solo en determinadas localizaciones. Lejos del desfase de los años clave del boom del ladrillo, pero única salida para los excedentes del capital. El dinero inyectado a partir del QE, que en el caso de España supera los 235.000 millones de euros, ha aumentado el número de compradores -dando entrada a grupos como Blackstone y, con ello, aumentando los precios, especialmente en el mercado del alquiler. Resultado: es más caro acceder a una vivienda. Otro efecto: la deuda, tanto pública como privada, no ha cesado de crecer, en agosto la pública se situaba en 1.163 billones de euros.
Mediante el QE, el Banco Central Europeo comenzó a comprar a la banca los préstamos concedidos a las administraciones públicas, pero no se detuvo ahí, ya que también se utilizó para inyectar liquidez a determinadas entidades privadas, compras de las que se conoce el nombre pero no la cantidad a la que accedieron. Moet Chandon, el cognac Hennessy, las españolas Repsol e Iberdrola o la empresa de bolsos Louis Vuitton han sido algunas de las beneficiarias de este sistema.
«La próxima crisis podría ser fatal para el euro si las instituciones de la UE no están preparadas para ello, lo que parece ser el caso ahora», resume Jourdan
«El BCE solo compra bonos corporativos de mayor calidad, es decir, con menor riesgo de impago. Pero esta política de compras puede afectar a otros bonos considerados más arriesgados», explica Antonio Sanabria, «el problema de esto, aparte de que este efecto no se extienda tanto entre las empresas más pequeñas, es que este efecto a la baja sobre los tipos de interés distorsiona la percepción del riesgo de los potenciales acreedores».
¿QUÉ EFECTOS PUEDE TENER EL FIN DE LAS COMPRAS?
En teoría, el fin de estos programas puede aumentar al alza los intereses generados por los bonos soberanos -la deuda pública-, esto empujará -de hecho, ya está pasando en las últimas semanas- la prima de riesgo hacia arriba, con la consecuencia de que cualquier país de la UE, y los casos de Italia (con una prima que ayer se situaba en 268 puntos), España y Francia son los más claros: pagarán más por el dinero que pidan prestado. De este modo, la salida de inversores hacia los bonos soberanos puede tener como consecuencia una repetición de la crisis de deuda de 2011-2013.
¿Está lista la economía de la Unión Europea para la reducción del flujo de dinero a precio de saldo? Jourdan cree que el momento del QE no ha servido para la recuperación económica del conjunto de los europeos, pero sí «ayudó a estabilizar los diferenciales en los países de la Eurozona y a prevenir otro pánico autocumplido». Para este investigador, hay motivos para preguntarse si esto puede suponer un nuevo susto en la economía de la Eurozona, que cree lejos de recuperarse: «Todavía vemos mucha deuda privada y los niveles de préstamos improductivos en varios países son una señal de que el sector financiero aún no se ha recuperado de la última crisis». Así, resume Jourdan, «la próxima crisis podría ser fatal para el euro si las instituciones de la UE no están preparadas para ello, lo que parece ser el caso ahora».
¿CUÁL SERÍA EL EFECTO DE UN QE PARA LA GENTE?
Durante los últimos años se ha propuesto, desde distintos ámbitos, la solución del llamado «helicóptero del dinero», una propuesta que consiste en la inyección de liquidez directamente a las cuentas corrientes de la población europea.
Esa inyección de dinero en los depósitos bancarios, «con la condición de que usen ese dinero adicional para cancelar sus deudas», explica Sanabria, tendría efectos negativos sobre los balances bancarios, «en la medida en que verían reducidos sus activos sobre créditos a hogares y empresas». El efecto positivo, sin embargo, es la reactivación de la demanda interna, desaparecida «la losa de la deuda». Con ello, «se reactivaría la economía y el ciclo crediticio de manera más rápida que la lenta digestión que plantea el QE», explica Sanabria, «y también, en teoría, ofrecería una mejor recuperación en términos de equidad ya que la QE revaloriza algunos activos como los financieros o indirectamente otros como los inmobiliarios, lo que beneficia más a los mayores patrimonios».
Jourdan coincide que la distribución directa de dinero a la ciudadanía es más justa que el QE, «que beneficia principalmente a los ricos, el sector financiero y las grandes multinacionales». Pero remarca que ese «helicóptero del dinero» debe estar acompañado de planes de inversión que favorezcan la transición hacia una «economía verde» que siga «el camino hacia los objetivos del acuerdo de París».
No obstante, ni Alemania ni el Banco Central Europeo han mostrado ningún indicio de aceptar una vía distinta a la que enseñó Mario Draghi ayer. La aprobación esta semana en el Parlamento Europeo del acuerdo JEFTA con Japón muestra que de recomposición de la economía, nada. Ganar tiempo para desplazar lo que amenaza al final del camino: una nueva recesión.