Como esos terremotos que se anuncian días antes con temblores menores, la semana pasada estalló finalmente una crisis financiera global motivada por el desinfle de la «burbuja inmobiliaria» de EEUU y la quiebra de entidades comprometidas por una montaña de «hipotecas basura» de difícil cobro (que en inglés se llaman «subprime»). Ya el 26 de […]
Como esos terremotos que se anuncian días antes con temblores menores, la semana pasada estalló finalmente una crisis financiera global motivada por el desinfle de la «burbuja inmobiliaria» de EEUU y la quiebra de entidades comprometidas por una montaña de «hipotecas basura» de difícil cobro (que en inglés se llaman «subprime»).
Ya el 26 de julio se había producido una primera corrida. Pero el huracán llegó 15 días después, con epicentro en Wall Street, desde donde se extendió instantáneamente a Europa, Asia y el resto del mundo. Varias noticias desalentadoras desataron la estampida: entre ellas, la falencia de la Bear Stearns en EEUU (una importante entidad de préstamos hipotecarios), quiebras de bancos en Alemania y que en Francia uno de los principales bancos, el BNP Paribas, siguió las enseñanzas de Cavallo, estableciendo un «corralito» (aunque parcial) de depósitos de ahorristas.
Así, la semana pasada estuvo planteado el peligro de un crack financiero mundial. Varios hechos hicieron recordar el Jueves Negro (24 de octubre) y el Martes Negro (29 del mismo mes), que precipitaron en 1929 el crash de la Bolsa de Nueva York y abrieron la Gran Depresión, la crisis económica más grave de la historia del capitalismo.
Sin embargo, más allá de algunas analogías, el curso inmediato ha sido distinto, no sólo por las diferencias de configuración y de regulaciones del capitalismo mundial en la actualidad, sino sobre todo por una violenta intervención de los principales gobiernos y bancos centrales (como no ocurrió en 1929).
En sólo tres días (9, 10 y 13 de agosto), el Banco Central Europeo y los de EEUU, Canadá, Japón, Suiza, etc., volcaron más de 300.000 millones de dólares a los mercados para frenar el derrumbe de las bolsas, impidiendo la quiebra en cadena de bancos y otras entidades financieras, y la generalización mundial del «corralito» argentino-francés. Para darnos una idea, esta suma representa alrededor del 150% del Producto Interno Bruto de Argentina en el 2006. (1)
Como puede verse, el capitalismo neoliberal no le hace ascos el «intervencionismo estatal»… cuando se trata de sus bolsillos.
El lunes 13, las aguas volvieron a calmarse… Pero el costoso aceite derramado sobre las olas para sosegarlas, no logra ocultar las turbulencias que se agitan en el fondo… y que pueden volver a poner las cosas peor…
Aquí veremos algunos de esos elementos y contradicciones que actúan en las profundidades. En otro artículo, trataremos las consecuencias para Argentina y Latinoamericana, que pueden mandar al diablo la economía K.
Una crisis de las finanzas en el centro mundial del capital financiero
Desde 1997, cuando estalló la crisis financiera de Asia, se han sucedido varias crisis de las finanzas de distinta importancia, como las de Rusia (1998), Brasil (1998), Turquía (2000-01), Argentina (2001-02), etc. Todas ellas tuvieron también desiguales repercusiones en el centro de las finanzas mundiales, EEUU, pero sus epicentros se ubicaban lejos de Wall Street.
En marzo del 2000, el desinfle de la burbuja especulativa en los mercados de valores estadounidenses -que marcó el fin de los delirios sobre la «Nueva Economía» o «economía.com»- ya no fue un problema «periférico», sino que se produjo en el centro y desató además una recesión que castigó a EEUU principalmente en el 2001. Pero esa recesión pudo ser acotada y revertida en un plazo relativamente corto.
Desde entonces, sobre todo desde el 2004, se sucedieron varios años de fuerte crecimiento mundial, con promedios muy superiores a las pobres performances de los últimos 25 años del siglo XX. El World Economic Outlook del FMI ya calcula un crecimiento mundial del 5,2% para el 2007. La bonanza K es principalmente un subproducto de esta situación internacional.
Pero sucede que las medidas tomadas en EEUU para superar rápidamente la crisis y recesión de principios de siglo, y el rumbo que adoptó la economía estadounidense y mundial a partir de allí, echaron la bases de la actual crisis y además agravaron los desbalances o desequilibrios que ya venían acarreando las relaciones de la economía estadounidense con el resto del mundo.
Entre esos desbalances, subrayemos que EEUU (su estado, sus empresas y sus particulares) se ha convertido en el mayor deudor del planeta, con déficits fenomenales de cuenta corriente y presupuestarios, y con tasa de ahorro cero. O sea, sin perspectivas inmediatas de pagar lo que deben. Hoy, para mantenerse en pie, EEUU necesita que le ingresen diariamente un promedio de 3.000 millones de dólares, ya sea como préstamos, inversiones directas o de cartera, etc. Si este flujo se detuviese, la economía se vendría abajo.
Esta situación, que haría estallar la moneda y las finanzas de cualquier otro país, EEUU logra afrontarla, entre varios motivos, porque en circunstancias muy diferentes (al fin de la Segunda Guerra Mundial), se constituyó en emisor de la moneda internacional, el dólar. Pero en ese entonces -además de haber sido (junto con la URSS) el gran vencedor de la guerra-, EEUU producía el 50% de la riqueza mundial, era acreedor de casi todos los países, su industria tenía ventajas cualitativas de productividad y tecnología, su cuenta corriente era ampliamente superavitaria, y en Fort Knox tenía enterradas las mayores reservas de oro del planeta, que respaldaban legalmente al dólar. Hoy nada de eso es así; y el dólar es, en últimas, papel impreso.
EEUU paga con ese papel a sus proveedores (China, Japón, Europa, etc.) y estos, en buena parte, lo «esterilizan» como reserva de sus bancos centrales, convertido principalmente en bonos de la deuda pública estadounidense… Pero estos malabarismos generan tensiones e incertidumbres crecientes, porque la tendencia no es a que estos desbalances se vayan solucionando progresivamente, sino a empapelar cada vez más las bóvedas de los bancos centrales… (2)
Es por eso que, el 13 de junio del año pasado, se produjo una monumental corrida en las bolsas, por un hecho en sí mismo insignificante: algunos informes que hablaban de un leve repunte inflacionario en EEUU, bastaron para sembrar el pánico. (3) La causa es que muchos perciben que, si bien la economía mundial va en crecimiento, está simultáneamente caminando sobre una cornisa…. y que las ráfagas de estos desbalances pueden hacerle perder el equilibrio…
De burbuja en burbuja
Ya dijimos que las medidas tomadas por el gobierno de EEUU y su banco central (la Federal Reserve) para encarar la crisis financiera del 2000 y superar la recesión del 2001, generaron y/o agravaron los factores que hoy confluyen en esta nueva crisis.
Esto coincidió con la llegada de Bush al gobierno, el 20 de enero de 2001. Los neoconservadores proponían ciertos cambios en relación a la política económica de la anterior administración.
Clinton había hecho votar un programa de reducción a cero del déficit fiscal. Bush, por el contrario, además de disponer grandes rebajas de impuestos a los ricos (so pretexto de «promover las inversiones»), tenía como eje de su programa económico el llamado «keynesianismo militar» (4): un colosal aumento del gasto en armamentos y fuerzas armadas. Estas medidas, lógicamente, volvieron a disparar a las nubes el déficit presupuestario.
Los atentados del 11 de septiembre del 2001 vinieron oportunamente a santificar esta política y acallar cuestionamientos, como los que se habían expresado un año antes en Seattle. Asimismo, la guerra mundial declarada por Bush para liberar de «terroristas» a las arenas petroleras de Medio Oriente, prometía ser un gran negocio. ¡Comenzaba el «Nuevo Siglo (Norte)Americano»!
Pero el relanzamiento de la economía estadounidense no se limitó a estas medidas
Simultáneamente, el Banco Central (Federal Reserve) dispuso una baja a casi cero de su tasa de interés interbancaria (en relación a la cual se regulan las tasas para las operaciones con el público, empresas, etc.). De principios del 2001 a mediados del 2003, redujo esos intereses del 6,25% al 1% anual, para estimular la toma de créditos y el gasto, y así frenar la recesión.
Pero esto abrió las puertas para inflar la nueva burbuja que ahora estalla con consecuencias difíciles de medir: la burbuja inmobiliaria. De la burbuja de las acciones de empresas.com, pinchada en el 2000, se pasó a la burbuja de la propiedad inmueble.
Con los créditos hipotecarios basados en una tasa del 1% anual de la Reserva Federal, se disparó la construcción de nuevas viviendas… pero más aun sus precios…
Este problema -que la propiedad inmueble subía vertiginosamente sin relación alguna con sus valores reales, ni con las variaciones de precios de los demás bienes y servicios- ya venía desde 1995. Desde 100 atrás, los precios de la propiedad inmueble en EEUU habían acompañado las variaciones de los del resto de la economía. Pero, desde 1995 al 2006, subieron más del 70%. (5)
El auge de la construcción (con precios disparatados) fue, junto con la expansión de los gastos militares, una de las claves de la recuperación. Según Stiglitz, «aproximadamente el 80% de la suba del empleo y casi las dos terceras partes del incremento del PBI en los últimos años se originó directa o indirectamente en el sector inmobiliario». (6)
¡La nueva burbuja de las casas y departamentos reemplazaba la de las acciones .com, fallecida en marzo del 2000! Era la ocasión no sólo de tener una vivienda, sino también de enriquecerse. Usted sacaba una suculenta hipoteca en base a la tasa de la Fed del 1%… compraba un inmueble y éste aumentaba de valor al ritmo del 10% anual… Mientras miraba la tele en el living, usted se iba haciendo más rico.
Barranca abajo
Pero, como sucede siempre en el capitalismo, estas cosas terminan mal. Para sostener la especulación inmobiliaria (y el ritmo de incremento de sus precios) era necesario ampliar cada vez más la venta de viviendas nuevas…. lo que es sinónimo de ampliar la colocación de créditos hipotecarios.
Agotados los círculos selectos de clase media alta para arriba -los prime (principales) que cumplían los requisitos de solvencia para lograr préstamos a tasa mínima (prime rate)-, venía la legión de millones de pobres y dudosos (subprime), que comenzaron a suscribir hipotecas, pero a tasas más altas.
Debido a sus mayores tasas, las hipotecas subprime (ahora bautizadas hipotecas basura) eran a la vez un gran negocio bancario, que se amplió con la venta de esas hipotecas subprime a bancos y fondos especulativos del exterior. Con eso se creó el circuito de para la reacción mundial en cadena, que ha provocado la falencia de bancos en Alemania y el «corralito» del Pariba.
La puntada final la dio la Federal Reserve. Después de bajar su tasa al 1% anual en el 2003, la fue subiendo hasta alcanzar el 5,25%, lo que implicó un aumento proporcional en el servicio de las hipotecas.
Y, por el otro lado, comenzó el descenso vertiginoso de los precios de las viviendas, que desde el 2006 han perdido el 10 % de su valor… En resumen, lo que usted compró a 100, bajó ayer a 90, hoy a 80 y mañana será a 70. Pero, a la inversa, las cuotas de su hipoteca suben y suben.
En esta situación, se desató una oleada de hipotecas impagas, principalmente en las subprime que, según algunos, constituyen más de la mitad de los préstamos hipotecarios en EEUU. Un default a esa escala sería de consecuencias incalculables.
Esto toca una cuestión política y económico-social más de fondo, en relación al capitalismo estadounidense (y mundial). La derrota de la clase trabajadora norteamericana se ha reflejado en que, desde mediados de los 70, el salario real ha caído alrededor de un 30% mientras la desigualdad social se ha extremado.
Al mismo tiempo, el capitalismo estadounidense necesita que sus esclavos asalariados sean también buenos consumidores. Pero la solución no es, por supuesto, aumentarles el salario real (porque afectaría las ganancias), sino darles créditos. La consigna es: ¡compre, endeudándose! El esclavo endeudado hasta las narices, no sólo mueve la economía, sino que está doblemente sometido. Y una hipoteca en las condiciones de las subprime es una condena a cadena perpetua… si la puede ir pagando; o a muerte… si finalmente entra en mora y pierde la vivienda.
¿Qué perspectivas se abren?
No estamos en capacidad de hacer pronósticos seguros. La catarata de dólares, euros y yenes que volcaron los bancos centrales en los mercados días atrás, paró la corrida por unos días… para volver a desatarse poco después.
Pero lo cierto es que eso no solucionó el problema de fondo: el default de las hipotecas, cuya amplitud y pérdidas han pasado a ser casi un secreto de estado de los bancos e instituciones comprometidas.
Como hemos visto, el auge especulativo de la construcción fue un motor fundamental de la suba del empleo y del incremento del PIB estadounidense. Pero la rueda comenzó a girar en sentido contrario. Esto, a su vez, podría golpear sobre los deudores hipotecarios. Entre los que directa o indirectamente van a perder el empleo por la caída de la construcción, habrá más de uno con hipotecas.
La pregunta del millón es si esto iniciará una recesión en EEUU que se expanda al resto del mundo, y, sobre todo, el ritmo y la gravedad de la caída. El informe de Perspectivas económica mundiales para el 2007, emitido por el Banco Mundial en diciembre pasado, analizando las perspectivas de una caída de EEUU y sus repercusiones internacionales, sostiene que «es probable que se produzca un aterrizaje suave, pero la economía mundial ha alcanzado un punto de inflexión, y muchos factores podrían generar una desaceleración más pronunciada…»
Considerando que tanto el Banco Mundial como el FMI siempre hacen informes optimistas cuando se trata de EEUU, habría que prepararse para un aterrizaje estilo Congonhas.
Notas:
1).- Aclaremos que esto varía según la forma en que se exprese la medición del PIB.
2).- Un reflejo de estas tensiones son las propuestas de He Fan, miembro de la Academia de Ciencias de China, que ante las exigencias de Bush para que Pekín revalúe el remimbi, aconseja ir vendiendo los 900.000 millones de dólares de reservas y pasarse a otras monedas y valores. A esto lo llaman la «opción nuclear», porque provocaría el colapso de la divisa estadounidense. Por supuesto, lo de He Fan es sólo un chantaje (seguramente alentado desde el gobierno de Pekín) para hacer frente a las presiones de Bush. Si China tirase esa «bomba nuclear» monetaria, su economía se hundiría junto con la EEUU. Pero lo significativo del incidente es que refleja el atolladero en que se encuentra EEUU y las tensiones de esos desbalances en la economía mundial.
3).- Ver «¿Bailando sobre el Titanic?», Socialismo o Barbarie, periódico, 22/06/06.
4).- John Maynard Keynes (1883-1946), economista británico, inspiró políticas económicas basadas en la intervención del estado para hacer frente a los ciclos recesivos. Estas implicaban un aumento substancial del gasto público a costa del consiguiente déficit fiscal. El «keynesianismo militar» estilo Bush utiliza el gasto público, pero no en obras públicas «civiles» sino en armamentos y guerras.
5).- Dean Baker, ‘Midsummer Meltdown Prospects for the Stock and Housing Markets’, Center for Economic and Policy Research, August 2007. El aumento nominal fue aun mayor, porque es una cifra deflactada.
6).- Joseph E. Stiglitz. «¿Se romperá la represa en 2007?», Project-Syndicate.org, diciembre 2006