En Brasil, se ha producido una victoria electoral del proyecto del capital financiero, aliado con el capital extranjero, apoyado en la militancia de derecha instalada en la Policía Militar, en las Fuerzas Armadas, en la masonería. Esta victoria sólo fue posible con el uso ilegal, con apoyo externo, de potentes ordenadores para la diseminación sistemática […]
En Brasil, se ha producido una victoria electoral del proyecto del capital financiero, aliado con el capital extranjero, apoyado en la militancia de derecha instalada en la Policía Militar, en las Fuerzas Armadas, en la masonería. Esta victoria sólo fue posible con el uso ilegal, con apoyo externo, de potentes ordenadores para la diseminación sistemática de mentiras a través de las redes sociales, en especial WhatsApp y Facebook. Y finalmente, la victoria electoral sólo fue posible, porque antes, pusieron en la cárcel a Lula, el principal líder del pueblo, que habría ganado las elecciones en la primera vuelta. Nos quitaron a nuestro líder por mano del poder judicial y le impidieron que hablase con la gente.
La elección se transformó en una lucha de clases entre dos proyectos: el del gran capital y el de la clase obrera. Quienes quedaron en el medio, las posiciones de centro, no tuvieron espacio, independientemente de su trayectoria o voluntad política. También fueron derrotados todos los políticos que estaban identificados con el gobierno golpista de Temer. El pueblo no olvidó el golpe.
Creo que la izquierda perdió la batalla ideológica con la derecha cuando esta última, usando todo su poder económico, mediático y judicial, impuso su narrativa a la sociedad. Pero la izquierda también tuvo algunas ganancias en estas elecciones. Fue muy importante la elección de los doce gobernadores del nordeste que forman un arco geográfico desde Pará hasta Espíritu Santo, en particular Fatima Bezerra, en Río Grande do Norte, quien derrotó a una oligarquía que controlaba el estado, desde hace 400 años, y se convirtió en la única gobernadora del país.
Tendremos ahora un gobierno neofascista, con un plan económico ultra-neoliberal, que aumentará aún más las dificultades del pueblo y profundizará la crisis económica. Su proyecto beneficiará sólo al gran capital: libertad total del mercado, privatizaciones, desmonte de los servicios públicos, para generar más dinero para el pago de intereses y subordinar nuestra economía a los intereses del capital de EEUU. La conformación del gabinete ministerial ahora se revela más clara, con un tercio de militares, otro tercio de pastores evangélicos y los Chicago boys.
Como ellos no tienen un proyecto de nación y tampoco de resolver los problemas del pueblo, seguro producirán muchas contradicciones entre ellos, y sobre todo con las necesidades del pueblo. Y nosotros deberemos actuar sobre la base de esas contradicciones.
La izquierda necesita un debate estratégico
La izquierda ahora necesita hacer un profundo debate estratégico. No puede pensar sólo en ganar elecciones. Deberá retomar el trabajo de base, para concientizar y organizar a los trabajadores, al pueblo, y pensar nuevas formas de luchas populares que mejoren las condiciones de vida del pueblo. Además, priorizar el trabajo con las redes y los medios de comunicación propios. Hace falta recuperar la hegemonía de las ideas de la clase obrera en la sociedad; recuperar y practicar valores humanistas y socialistas, como la solidaridad, la defensa de la justicia social y la igualdad entre seres humanos.
Pero independientemente del comportamiento de los partidos, tenemos que crear un movimiento de unidad nacional, un frente amplio democrático, cuyo núcleo debe ser un programa mínimo en defensa de la democracia, la soberanía, los derechos sociales y la libertad de expresión, la pluralidad de ideas y comportamientos y el medio ambiente. Un movimiento donde todos los demócratas y progresistas puedan participar, sin que sea protagonizado por los partidos políticos. Crear frentes en cada estado y aplicar la resistencia activa, en el sentido de impedir cualquier desmonte de la soberanía, las privatizaciones y nuevas pérdidas de derechos laborales; y denunciar iniciativas fascistas.
Un primer paso debe ser tener una lectura común de la naturaleza del gobierno, el cual va a adoptar métodos de represión, mientras intenta implantar los proyectos de interés del capital financiero nacional e internacional, abandonando el proyecto de desarrollo nacionalista. Las fuerzas populares necesitan saber que, detrás del Bolsonaro, quien es apenas el portavoz de esos intereses o muchas veces un simple fanfarrón, hay un proyecto para dominar al país. Al mismo tiempo, es necesario explicar a la sociedad lo que realmente sucede. Nuestra mejor defensa es la movilización.
Justamente otro problema muy grave que las fuerzas populares y la sociedad brasileña debemos enfrentar es la distribución masiva de noticias falsas vía las redes sociales, que va a continuar. ¿Cómo protegerse de esa avalancha de mentiras? Como reveló un empresario del sur, del Instituto Libertad, ahora lo van a usar para convencer a la población de la necesidad de la reforma de la seguridad social.
Necesitamos encontrar formas para bloquear esas mentiras, de rescatar la verdad, y eso en todos los espacios: en las mismas redes sociales, pero también y sobre todo en el trabajo de base, en la conversación, en los lugares de trabajo, en las escuelas y en las calles.
En su libro Guerras híbridas [1], Andrew Korybko describe con detalle estos métodos como parte de la nueva estrategia del gobierno de Estados Unidos y de la derecha mundial, para controlar a los gobiernos. El autor demuestra que, en lugar de misiles, balas y tanques, la estrategia pasó a ser la de la ciberguerra, con noticias falsas, diplomacia e intervención externa. Justo lo que se dio aquí en las elecciones. Las guerras híbridas han venido a remplazar lo que, en décadas anteriores, fueron los golpes militares.
MST: la sociedad nos defiende
En el campo, los movimientos populares podríamos enfrentar retos particulares. Durante la campaña, Bolsonaro prometió liberar el porte de armas, y se oía un discurso de odio contra el MST. Pero no creo que la violencia se va a propagar en el campo. El discurso del odio y en favor del armamento era una retórica para dar cohesión al grupo del candidato. Nosotros, del Movimiento Sin Tierra -MST-, y creo que también el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo -MTST-, dejamos claro a la sociedad que somos movimientos pacíficos. Nuestra forma de defensa para evitar la violencia es siempre actuar con mucha gente. Las masas se protegen. Aunque será necesario redoblar los cuidados, pues la represión vendrá menos del aparato estatal y más de los grupos que eligieron a Bolsonaro.
Ahora también hay un proyecto ante el Congreso para clasificar al MST (junto con otros, como el MTST) como terroristas, lo que es un absurdo, sin ninguna base legal. Para aprobar un proyecto de esa naturaleza, habría que cambiar la Constitución que garantiza el derecho a la libertad de organización y expresión. El papel de los movimientos populares como el MST, el MTST y cientos de otros, es organizar a la sociedad, o sea, ejercer un legítimo derecho constitucional para resolver un problema concreto: sea vivienda, acceso a la tierra, educación, o salarios. Incluso el futuro ministro de Justicia, Sérgio Moro, en su primera entrevista, descartó la posibilidad de aprobar ese proyecto.
El MST existe porque la sociedad brasileña nos apoya, nos defiende y comprende nuestra lucha histórica. Claro que la burguesía, las élites combaten, con todo su arsenal de los medios de difusión, los gobiernos y el poder judicial, cualquier iniciativa del pueblo de liberarse y democratizar la tierra, el agua, etc. Pero la sociedad nos defiende.
En cualquier sociedad, la función primordial de la agricultura, el acto de cultivar la tierra, es producir alimentos saludables y baratos para toda la población. Y el modelo del agronegocio no logra ni quiere desempeñar esa función social. Sólo quiere producir ganancias, producir mercancías para el mercado mundial, lo que ellos llaman commodities. Por ello, realizamos ferias de reforma agraria con productos agro-ecológicos en todos los estados y el apoyo es impresionante. Creo incluso que, más allá de la democratización del derecho a la tierra, ahora estamos avanzando para que la población entienda que el modelo del capital, el agro-negocio, no consigue producir alimentos sanos, sólo produce con veneno, expulsando a la población del campo. Nosotros defendemos la producción agro-ecológica para garantizar alimentos que preserven la salud de las personas y el equilibrio con el medio ambiente y aseguran más trabajo en el medio rural. Incluso ya estamos encontrando aliados entre la élite también, que sabe que los agrotóxicos generan cáncer, enfermedades… y algunos de ellos ya están produciendo en esta forma.
Nota
[1] Guerras híbridas. De las revoluciones de colores a los golpes, 2015 https://www.alainet.org/es/articulo/196839.
João Pedro Stedile es miembro de la Coordinación Nacional del MST y de la Vía Campesina Brasil.