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¿Tiene futuro la globalización?

Fuentes: Rebelión

La pregunta hoy, al calor de la soberbia del éxito y el ruido de los ganadores, puede parecer ridícula; sin embargo una mirada atrás en el tiempo, quizá siembre, al menos, dudas razonables sobre si ese proceso que conocemos como globalización es irreversible. El mejor modo de comenzar puede ser tratar de definir qué entendemos […]

La pregunta hoy, al calor de la soberbia del éxito y el ruido de los ganadores, puede parecer ridícula; sin embargo una mirada atrás en el tiempo, quizá siembre, al menos, dudas razonables sobre si ese proceso que conocemos como globalización es irreversible.

El mejor modo de comenzar puede ser tratar de definir qué entendemos por globalización. Ésta se puede entender como la incorporación de factores de producción, (tierra, capital o trabajo) a un sistema económico que previamente debido a su lejanía geográfica no era posible explotar. En los procesos globalizadores o internacionalizaciones económicas anteriores (y en la actual), la llave que permitió incorporar estos factores fue la innovación técnica; ésta aplicada al transporte de mercancías, personas o información transforma por completo los criterios de localización de la actividad económica y genera crecimiento económico al incorporar factores no explotados previamente.

Ésta definición se ciñe al ámbito económico, sin embargo la capacidad de traslación de estos cambios a los sistemas sociales, políticos e ideológicos es tan importante que hace que dentro de esta definición, entren también todos estos cambios producidos en cascada y así hablemos a su vez de: globalización social, política, cultural, etc…

Entendida de este modo y frente a las opiniones que hablan de la existencia de una «nueva economía», la globalización no es algo totalmente nuevo, es más, a lo largo de la historia se pueden distinguir al menos tres grandes oleadas de internacionalización económica(1).

Desde esta perspectiva histórica las dudas respecto a la irreversibilidad del proceso, se hacen más claras, al darse en los casos anteriores movimientos respecto a la apertura económica internacional que recuerdan a un péndulo(2), con períodos de crecimiento y una gran permeabilidad en los intercambios y períodos de crisis y retorno a políticas de corte más nacionalista y proteccionista. Las transformaciones sociales

Estas transformaciones de gran calado, están provocando un auténtico terremoto social, pese a que «los silenciosos zapatos de la normalidad(…)(3)» lo oculten.

Las vidas particulares de todos nosotros se estructuran en torno a dos ejes fundamentales; el trabajo y la familia.

En el ámbito laboral se produce una marcada tendencia a la individualización(4), favorecida por las características del nuevo mercado laboral. La flexibilización del mismo introduce una falta significativa de objetivos a largo plazo, una falta de compromiso mutuo entre empresa y trabajador, así como una creciente movilidad geográfica. Todos estos elementos aflojan rápidamente los lazos que contribuyen a crear colectivos en torno al empleo, desarrollándose de este modo la individualización. A corto plazo este parece un escenario interesante para la clase empresarial, ya que reduce de un modo significativo la conflictividad laboral y reduce el poder de negociación del trabajo. Sin embargo, a medio plazo, y contemplándolo desde una perspectiva social crea un caldo de cultivo extraordinariamente inestable. Al igual que en lo personal, cuando sometemos a un individuo a un largo período de aislamiento, las decisiones que toma se vuelven erráticas y en muchas ocasiones incomprensibles bajo una lógica ordenada, en el ámbito de lo social, cuando millones de personas se ven atrapadas a lo unísono en esa situación de huida errática y falta de referentes (individualizados), las decisiones colectivas se vuelven imprevisibles y peligrosas(5).

La crisis de la institución familiar, el otro gran eje vertebrador de la vida personal, está a su vez en relación con lo ya mencionado. La pérdida de poder en la negociación de las condiciones laborales está provocando una exigencia cada vez mayor a los trabajadores; la incorporación de la mujer al mercado de trabajo; la falta de tiempo para atender las obligaciones familiares una vez que la familia está formada… todo ello hace perder peso a la familia como núcleo capaz de transmitir «tradiciones», entendidas como valores, hábitos de comportamiento… que las escuelas son incapaces de asentar(6), por si solas en el comportamiento de los niños que después serán jóvenes. A este proceso podemos denominarlo destradicionalización(7).

En una situación como esta el movimiento sin objetivo y el utilitarismo, en el que sólo importa el beneficio y su reflejo el éxito, sustituyen a principios que hasta hace bien poco reconocíamos como propios.

De este modo se extienden a nivel social dos elementos peligrosos desde el punto de vista de la estabilidad: la inseguridad y la desorientación.

La inseguridad y la desorientación son en realidad la respuesta lógica frente a un mundo que se disuelve como un azucarillo(8). La sensación de pérdida se apodera de las personas al desaparecer lenta pero inexorablemente, un mundo de raíz industrial, y encontrarse en una suerte de estación de transito.

Como diría Z. Bauman, el mundo industrial se reblandece, pierde consistencia… se licua. El mundo sólido que surja de esta situación es aún una incógnita. Estas incógnitas no desveladas y la ausencia de un marco de referencia definido en el que las personas incardinen sus vidas están en la base de la actual situación.

Pero no todo el mundo pierde en estas circunstancias, para aquellas personas capaces de adaptarse a esta situación (no todas pueden), éste es un mundo lleno de posibilidades. Son aquellos que a los que R. Sennett se refiere cuando dice: «Estas realidades prácticas requieren, no obstante, una fuerza particular del carácter, la de alguien que tiene la seguridad necesaria para moverse en el desorden, alguien que florece en medio de la dislocación (…)»(9)

La adaptación de sus cualidades personales a las nuevas circunstancias(10) revierte para muchas de estas personas en grandes éxitos profesionales y les convierte a su vez en potentes modelos sociales y creadores de opinión.

Las transformaciones políticas

El éxito ejerce una enorme atracción como modelo a seguir. El mimetismo de los grupos sociales menos favorecidos respecto a los valores y hábitos de aquellos que ocupan una posición social de privilegio no es ninguna novedad. Como ya vimos en el apartado anterior, los triunfadores de hoy, son aquellos capaces de adaptarse a unas normas laxas, a unos cambios constantes, y a un mundo inseguro e inestable(11). Su propio éxito les hace poseedores de una fe inquebrantable en su capacidad(12) y en el progreso(13).

El resultado es la reaparición de una ideología muy cercana en sus propuestas a la vieja escuela de Manchester.

Vamos a tratar de enumerar algunos de los principios que hoy constituyen la materia prima ideológica de los grupos sociales privilegiados y debido a su influencia, la ideología dominante. Tan dominante y aceptada que en muchas ocasiones su carácter ideológico se oculta y ambiciona presentar realidades intemporales:

Fe en el progreso.

Autoconfianza.

Individualismo.

Utilitarismo.

Búsqueda del beneficio y del bienestar individual.

«La capacidad de desprenderse del pasado, la seguridad necesaria para aceptar la fragmentación: éstos son dos rasgos de carácter que se manifiestan en Davos entre las personas que de verdad se sienten cómodas en el nuevo capitalismo(…)(14).

Pese a la aparente novedad de estos planteamientos, no son más que la puesta en vigor de principios anteriores, los textos seleccionados se refieren a la internacionalización producida en el último tercio del siglo XIX y principios del siglo XX.

«En resumen, para el liberalismo clásico, el mundo humano estaba formado por átomos individuales con ciertas pasiones y necesidades, cada uno de los cuales buscaba por encima de todo las máximas satisfacciones y las mínimas contrariedades(…)(15)»

«Los designios sociales eran, por tanto, una suma aritmética de designios individuales(…)(16)»

«(…)el utilitarismo puro, que reducía todas las relaciones humanas al patrón que acabamos de diseñar, estuvo limitado en el siglo XVII a algunos filósofos faltos de tacto como el gran Thomas Hobbes, o a confiados campeones de la clase media como la escuela de pensadores y publicistas británicos asociados a los nombres de Jeremías Bentham (1748-1832), James Mill (1773-1836) y sobre todo los economistas políticos clásicos(…)(17)»

«[Las clases poseedoras] Para ellas, desde luego, el estado había sido siempre sólo una bien organizada fuerza policíaca.(…) Antes que súbditos de una monarquía o ciudadanos de una república eran esencialmente personas particulares. Esta particularidad y la preocupación primaria por ganar dinero había desarrollado una serie de normas de conducta que han sido expresadas en diversos proverbios: «Nada triunfa como el triunfo», «El que puede tiene razón», Lo justo es lo útil», etc., que necesariamente proceden de una sociedad de competidores(…)(18)»

«De esta forma esta pertenencia a cualquier tipo de comunidad es para Hobbes un asunto temporal y limitado que esencialmente no cambia el carácter solitario y privado del individuo(…) ni crea lazos permanentes entre el y sus semejantes(…)(19)» «La clasificación de la burguesía como clase poseedora sólo es superficialmente correcta, porque una de las características de esta clase ha sido la de que podía pertenecer a ella todo el que concibiera la vida como un proceso de hacerse perpetuamente más rico y considerara al dinero como algo sacrosanto(…)(20)»

«La vida en sí misma parece haber quedado en una pureza fantásticamente intensificada cuando un hombre se aparta de todos los lazos sociales ordinarios(…) El hecho de que el juego no tenga un objetivo definido es lo que le hace tan semejante a la vida misma(…).(21)»

«El gobierno civil, en la medida en que es instituido en aras de la seguridad de la propiedad, es en realidad instituido para defender a los ricos contra los pobres, o a aquellos que tienen alguna propiedad contra los que no tienen ninguna.(…)»(22)

Es importante no olvidar que estos planteamientos ideológicos responden a una coyuntura económica y social que explicamos detenidamente en el primero de los apartados de este texto, y que presentan a su vez grandes similitudes con los profundos cambios que desencadenó la revolución industrial durante el siglo XIX.

Al igual que hizo el liberalismo decimonónico, el rebrote, con una fuerza extraordinaria, de estos principios «proporcionan los más agudos filos radicales con que tajar las instituciones tradicionales(…)»(23).

Los planteamientos ideológicos o para ser más precisos, los apoyos que reciben están condicionados por situaciones económicas y sociales concretas. Así la búsqueda del bienestar individual aparece en otras filosofías con gran éxito en momentos de crisis y desconcierto. Los epicúreos en un momento de crisis de la polis clásica como construcción política, ya planteaban de un modo descarnado estas cuestiones. Así llegaron, ante una situación de desorientación y desconcierto, a conclusiones similares a las del liberalismo decimonónico o a las actuales; la preocupación debía ser individual y así buscar cada hombre su propia felicidad, defendiendo ya una asociación muy clara entre moral y utilidad(24).

No deberíamos por tanto dejarnos cegar, por la fortaleza de los planteamientos ideológicos hoy vigentes, ya que estos son hijos de su tiempo, de un tiempo que no durará siempre y que ante un hipotético cambio de situación se disolverán rápidamente.

Conclusión

A modo de conclusión planteamos algunas dudas razonables respecto a la pregunta que da título al texto.

El futuro de la globalización, tal cual la definimos previamente se ve ensombrecido por varios hechos que enumeramos:

La propia naturaleza cíclica de nuestro sistema económico. El estudio detallado de los últimos períodos globalizadores (el último tercio del siglo XIX por ejemplo) muestra con claridad que los cambios encaminados hacia una mayor apertura comercial y financiera no son unidireccionales y que se pueden producir vueltas atrás o retornos hacia el proteccionismo si se dan determinadas circunstancias.(25)

El elemento cíclico que acabamos de mencionar introduce otro factor a tener en cuenta, nuestro sistema económico favorece el cambio, tiende a la inestabilidad(26). Ésta genera un elemento muy peligroso para los sistemas sociales al desencadenar procesos de cambio difícilmente predecibles y susceptibles de provocar cambios incontrolados(27).

En relación con los dos aspectos ya mencionados y en parte como un reflejo de los mismos estaría lo que podemos denominar la financiarización(28) de la economía, o lo que es lo mismo, la concreción en el ámbito económico de la globalización. Al igual que sucediera en el último tercio del siglo XIX este proceso no hace sino ahondar la inestabilidad y la profundidad de los ciclos económicos.

Si unimos estos tres factores (naturaleza cíclica y claramente inestable de nuestro sistema económico con la financiarización de la economía) no podemos sino coincidir con las observaciones de Paul Krugman, en las que advierte que se está produciendo un retorno hacia situaciones que podrían recrear graves depresiones económicas(29).

Las consecuencias potenciales de confirmarse estas tendencias serían graves en dos aspectos:

En el ámbito internacional, la vuelta al proteccionismo, motivada por una limitación del crecimiento y el intento de mantener la actividad económica bajo control en momentos de crisis, pueden agudizar las tensiones internacionales, especialmente peligrosas en un momento de falta de liderazgo mundial claro, y de pérdida de peso del orden institucional creado tras la Segunda Guerra Mundial. Las rivalidades internacionales son una amenaza clara para el futuro de la globalización.

En el ámbito interno (nacional) la extraordinaria destructividad social e institucional que la globalización económica y financiera genera incrementa el riesgo de desajustes sociales graves, favorecidos por el incremento constante de la desigualdades. Ante la volatilidad e inestabilidad que la globalización genera la presión social para mitigar la inseguridad será cada vez mayor, y definitiva en el caso de que una crisis económica grave provoque que esa inseguridad salpique o acabe alcanzando a los grupos sociales más acomodados e influyentes.

En conclusión, el futuro de la globalización no es demasiado brillante. En mi opinión nos encontramos a las puertas de un gran viraje en lo que a políticas económicas y comerciales se refiere. De vuelta hacia políticas más proteccionistas y de componente más nacionalista.

Notas

Ver Robertson, Robbie, Tres olas de globalización, Alianza, Madrid, 2005

2 Ver James, Harold. El fin de la globalización, Turner, Madrid, 2003

3 Beck, Ulrich, La sociedad del riesgo, Paidos, Barcelona,1998, Pág 17.

4 Consiste en transformar la «identidad» humana de algo «dado» en una» tarea», y en hacer responsables a los actores de la realización de esta tarea y de las consecuencias (…) de su desempeño. Bauman, Zigmunt, Modernidad líquida ,FCE, Buenos Aires, 2002, pág. 37.

5 Ibídem.4, pág 282.

6 La ausencia de normas o su mera oscuridad -anomia- es lo peor que le puede ocurrir a la gente en su lucha por llevar adelante sus vidas(…) Si las tropas de la regulación normativa abandonan el campo de la vida, sólo quedan la duda y el miedo. Bauman, Zigmunt, Modernidad líquida ,FCE, Buenos Aires, 2002, pág. 26

7 Ibídem.4

8 De una manera similar a como en el siglo XIX la modernización disolvió la sociedad agraria (…) la modernización disuelve hoy los contornos de la sociedad industrial (…) Ob. Cit.4, pág 12.

9 Sennett, Richard, La corrosión del carácter, Anagrama, barcelona, 2005, pág 65

10 En esta cita la autora se refiere a personas y acontecimientos del último tercio del siglo XIX y principios del siglo XX, sin embargo las similitudes entre las características de carácter descritas son sorprendentes con respecto a la actualidad. » (…) no sentían obligación alguna respecto de las leyes elaboradas por el hombre. La única «ley» que obedecían era la «ley» de la expansión, y la única prueba de su «legalidad» era el éxito.(…) Lo que les hace camaradas es la común experiencia de ser -a través del peligro, el miedo, la sorpresa constante, la profunda falta de hábitos, la perpetua disposición a cambiar sus identidades- (…) en política un juego inacabable sólo puede acabar en catástrofe(…) quienes les empleaban sabían lo que querían(…) Pero este triunfo de los inversionistas hambrientos de beneficios resultó temporal y concluyeron debidamente engañados cuando unas pocas décadas más tarde conocieron a los jugadores del juego del totalitarismo, un juegos jugado sin motivos ulteriores, como el del beneficio, y por eso realizado con tal eficiencia homicida que devoró incluso a aquellos que lo habían financiado. Arendt, Hannah, Los origenes del totalitarismo, Taurus ,Madrid, 2004, pág 284, 286, 287

11 » Esas condiciones de vida impulsan a la gente a buscar ejemplos, no líderes. La instan a esperar que las personas famosas -todas y cualquiera de ellas- les muestren cómo hacer «las cosas que importan» (…). Después de todo, todos los días le dicen que lo qué está mal en su vida es consecuencia de sus propios errores, que es culpa de ella y que debe repararlo con sus propias herramientas y su propio esfuerzo.» Bauman, Zigmunt, Modernidad líquida ,FCE, Buenos Aires, 2002, pág. 77

12 » (…)estaban imbuidos del feroz y dinámico orgullo de aquellos a quienes sus fabulosas carreras les demuestran que la divina providencia, la ciencia y la historia, se han puesto de acuerdo para presentarles en bandeja toda la tierra(…).» Hobsbawm, E.J., Las revoluciones burguesas, Labor, Barcelona, 1985, pág 332.

13 » (…)el «progreso» no representa ninguna cualidad de la historia sino la confianza del presente en sí mismo.» Ob. Cit. 10,pág 141

14 Ob. Cit. 9,pág 65

15 Hobsbawm, E.J., Las revoluciones burguesas, Labor, Barcelona, 1985, pág 417.

16 Ibídem.

17 Ibídem.

18 Arendt, Hannah, Los origenes del totalitarismo, Taurus ,Madrid, 2004, pág 198

19 Ob. Cit. 17, pág 200

20 Ibídem. pág 205

21 Ibídem. Pág 286

22 Simth, Adam, La riqueza de las naciones, Alianza, Madrid, 2005, pág 681

23 Ob. Cit. 14, pág 420

24 «La finalidad del epicureismo fue, en términos generales, la misma de toda la filosofía ética posterior a Aristóteles, es decir producir en sus alumnos un estado de autarquía individual(…)El sabio actuará con justicia porque los frutos de la injusticia no merecen la pena de arriesgar el ser descubierto y castigado. La moral es idéntica a la utilidad(…)Hasta la Edad Moderna no hubiera sido posible explotar todas las posibilidades de tal teoría de la evolución social y de una filosofía política basada en el egoísmo puro y el contrato(…)» . Sabine, George, Historia de la teoría política, FCE, Madrid, 1994, pág 122 a 124

25 En la introducción el autor vincula el fin de la globalización y la Gran depresión. «La catástrofe financiera rescató del olvido los viejos resentimientos y reacciones del siglo XIX, pero de una forma mucho más militante y virulenta. En lugar de la armoniosa visión liberal de un mundo prospero e integrado, la certeza de la inevitabilidad del conflicto y de la importancia de las prioridades nacionales dominaron a los pueblos y a sus políticos (…) Las tensiones domésticas e internacionales destruyeron los mecanismos e instituciones que habían mantenido la cohesión del mundo, e impidieron toda reforma institucional efectiva. La reacción contra la economía internacional puso fin a la globalización». James, Harold. El fin de la globalización, Turner, Madrid, 2003, pág 45

26 «En este sentido, el capitalismo es muy diferente a anteriores órdenes sociales, en los que la propiedad y las instituciones sociales tenían por objeto preservar el equilibrio, y no podían permitirse correr los riesgos que el cambio comporta». Maddison, Angus, Historia del desarrollo capitalista. Sus fuerzas dinámicas, Ariel, Barcelona, 1991 pág 11

27 Inestabilidad e inseguridad van indisolublemente unidas. Creo que la siguiente descripción resultará ilustrativa: «Si busco una fórmula práctica para definir la época de antes de la Primera Guerra Mundial, la época en que crecí y me crié, confío en haber encontrado la más concisa al decir que fue la edad de oro de la seguridad. (…) Para los hombres de hoy, que hace tiempo excluimos del vocabulario la palabra «seguridad» como un fantasma, nos resulta fácil reírnos de la ilusión optimista de aquella generación, cegada por el idealismo (…) Tuvimos que dar la razón a Freud cuando afirmaba ver en nuestra cultura y nuestra civilización tan sólo una capa muy fina que en cualquier momento podía ser perforada por las fuerzas destructoras del infierno (…) Hoy cuando ya hace tiempo que la gran tempestad lo aniquiló sabemos a ciencia cierta que aquel mundo de seguridad fue un castillo de naipes.» Zweig, Stefan, El mundo de ayer, Acantilado, Barcelona,2001, prefacio. La descripción de la sociedad actual como una sociedad del riesgo, hecha por Ulrich Beck no se distancia mucho de lo comentado en este apartado.

28 «Al mismo tiempo, el control sobre los bancos, los mercados de valores y otras instituciones financieras se va disipando y emergen las tensiones especulativas propias de una actividad financiera sin apenas límites (…) las legislaciones nacionales se hacen más favorables para las salidas y entradas de inversiones, y se produce una rápida liberalización de los mercados financieros que alcanzan dimensiones apoteósicas en los años noventa. (…) Se consolida así el proceso de financiarización de la actividad económica (…) merced al cual las principales decisiones de los agentes privados y públicos (…) pasan a depender de variables asociadas a los mercados financieros.» Palazuelos Manso, Enrique, Fases del crecimiento económico de los países de la UE de los 15, ICEI

29 Krugman, Paul, El retorno de la economía de la depresión, Crítica, Barcelona, 1999