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Tierra de los Sin Tierra

Fuentes: Darío Vive

En 1997 más de cien familias del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil ocuparon un campo de 3.380 hectáreas que desde entonces se denomina Asentamiento Contestado. Ubicado a pocos kilómetros de Curitiba, la superficie pertenecía a una empresa multinacional italiana que además de sobreexplotarlo, no pagaba los impuestos correspondientes. Como en todos los asentamientos del […]

En 1997 más de cien familias del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil ocuparon un campo de 3.380 hectáreas que desde entonces se denomina Asentamiento Contestado. Ubicado a pocos kilómetros de Curitiba, la superficie pertenecía a una empresa multinacional italiana que además de sobreexplotarlo, no pagaba los impuestos correspondientes.

Como en todos los asentamientos del MST, la propiedad de la tierra no pertenece ni a la organización ni a quienes la habitan, sino que las familias que la trabajan acceden a su uso, ya que se considera que la tierra es un bien natural que hay que preservar para las futuras generaciones.

En el asentamiento cada familia posee nueve hectáreas para poder producir en forma individual, pero existen 70 hectáreas reservadas para la floresta nativa y otras 100 colectivas que son para uso social, donde existe la infraestructura necesaria para la vivencia comunitaria.

La organización del asentamiento se realiza en base a las familias, ya que alrededor de cinco de ellas se juntan por la proximidad de sus fincas, eligen sus coordinadores -que tienen que ser un hombre y una mujer- y a los diferentes integrantes que ocuparán distintas responsabilidades en el asentamiento y en las secretarías en que está organizado el movimiento. Cada grupo de familias se denomina núcleo y para identificarlos eligen un nombre, algunos de ellos en este asentamiento se llaman Revolución Campesina, Che Guevara, Liberación Campesina, Don José Gómez -quién fue un obispo de la teología de la liberación-, entre otros.

En el Asentamiento Contestado unas once familias decidieron juntarse y adoptar íntegramente la producción agroecológica como una nueva forma de uso de la tierra. Esa práctica supone un sistema más avanzado de cooperación, una división técnica del trabajo y la colectivización de la tierra.

La producción agroecológica se apoya en la conservación del suelo, el agua y la biodiversidad, sin utilización de agrotóxicos como son los fertilizantes ni ningún otro producto químico, produciéndose por lo tanto alimentos sanos y protegiendo el medio ambiente. Además se incorpora la dimensión humana a la producción agrícola, que implica otra forma de organizar el trabajo sin derrochar energía y haciéndolo cooperadamente, en conjunto.

Cuidando la tierra

Cuando los campesinos del MST llegaron a ese campo, la tierra estaba degradaba producto de la producción intensiva con agroquímicos, los tractores y el uso del fuego.

Al principio costaba que la tierra diera sus frutos, pero con trabajo, cuidado y el paso de los años el suelo se fue recuperando. Ahora con orgullo los campesinos señalan la cantidad de aves y animales silvestres que abundan por esas tierras, como símbolo que ahora se cuida la tierra y la naturaleza.

Economizar suelo, agua y el esfuerzo en el trabajo cotidiano es una de las premisas del conjunto de familias que decidieron adoptar la producción agroecológica.

El puñado de vacas que están destinadas a la producción de leche y quesos pastan encerradas cada una en una porción de tierra, para que el suelo se recupere naturalmente más rápido y no se precise de una mayor superficie de terreno para el ganado.

En la finca particular de uno de los campesinos un grupo construye un complejo sistema de riego que servirá para la huerta colectiva mientras que otro se capacita en conjunto sobre las técnicas de la poda.

La comercialización y el traslado del excedente de lo producido era un problema, pero lograron que la municipalidad de una ciudad cercana compre y trasporte alimentos que se destinan a hogares de ancianos, escuelas o centros de salud.

El alimento cotidiano de cada una de las familias es producido casi integralmente en el asentamiento. Si las familias necesitan de algún producto que ellos no lo elaboran lo conseguirán a través de la red de comercialización del MST. Por ejemplo en el Asentamiento Contestado se consume la yerba mate que producen otros asentamientos de más al sur del Brasil que se llama «Conquista del suelo» y en el paquete que se puede comprar en cualquiera de las tiendas que el MST tiene en varias ciudades se puede leer «producto de la reforma agraria».

Por supuesto que las dificultades están a la orden del día. Un campesino con la habitual gorra roja del MST mientras recorre parte del campo y va señalando los diferentes cultivos que están sembrando o los lugares destinados para el ganado, los cerdos, o la apicultura señala que a veces faltan brazos para poder realizar todo el trabajo necesario, ya que hay mucho que hacer.

Es común que los hombres y las mujeres del MST se deban ausentar de los asentamientos para atender las diferentes actividades de un movimiento tan vasto y rico como es el de los Sin Tierra. Movilizaciones, congresos, espacios de formación, encuentros, pasantías son también parte de la cotidianeidad campesina y es común ver en cualquiera de los lugares donde el movimiento tenga algún tipo de presencia -en los campamentos, asentamientos, sedes, albergues, escuelas, etc.- gente del MST que viene de distintas partes del país y continúa haciendo realidad lo que el Che Guevara llamó alguna vez trabajo voluntario.

Sebastiao Lima junto con su familia integra el grupo de familias que adoptaron la agroecología y recuerda que cuando nació el movimiento la policía ni siquiera los dejaba pasar las semillas para poder empezar a sembrar aunque sea algo en los campamentos antes de poder asentarse: -La lucha fue fuerte, pero la lucha de unidad es algo muy lindo- expresa al recordar los tres años que estuvo acampando al costado de un camino con su mujer.

Mientras de a poco va construyendo su casa de material, señala los restos del pequeño rancho que aun permanece en pie y que fue el primer hogar que tuvo cuando llegó al asentamiento.

Entre árboles, cultivos que están por brotar y la tierra que se prepara con el abono Don Sebastiao expresa enfáticamente que tanto esfuerzo valió la pena.

Cultivando biodiversidad

La agroecología recupera formas de producción que se desarrollaron históricamente a lo largo del continente y que aún hoy los pueblos originarios y los campesinos mantienen.

«La agroecología es una realidad que se confirma y se expande cada año por Paraná, por Brasil y por el mundo. Son millares de hombres y mujeres que viven y trabajan el campo reconstruyendo las bases ecológicas de la agricultura, revitalizando formas organizativas tradicionales de cooperación y siguiendo su marcha histórica de lucha por la tierra, de avance y cualificación en la cooperación del trabajo y la gestión de tierra y demás recursos naturales, y en la conquista de su emancipación», se señala en una revista editada para socializar una jornada de agroecología.

La producción agroecológica en el MST se da luego de un proceso largo de reflexiones y debates. La consigna original de los Sin Tierra de ocupar, resistir y producir implicaba cuestionar la propiedad de la tierra, pero no el modo de producción, de manera que se aprovechaban los «avances» tecnológicos como son el uso de fertilizantes para favorecer al campesinado pobre.

Pero de la mano de luchar no solo contra el latifundio sino también contra el agronegocio de las empresas transnacionales, va la inclusión en el programa del MST difundir y estimular la práctica agroecológica, como forma de implementar la reforma agraria.

Don Sebastiao al hablar de la reforma agraria -que para él tiene que ser agroecológica- sostiene que la misma no tiene que acotarse solo a la tierra: -Por ejemplo la salud: la salud entra por la boca, las enfermedades también pueden entrar por la boca. La educación, la educación en el campo es gracias a que el MST la incluyó dentro del programa de reforma agraria, las escuelas principalmente de primer a cuarto grado deben estar dentro de las comunidades, tienen que tener raíces-, dice.

La actual consigna del MST es Reforma Agraria: ¡Por Justicia Social y Soberanía Popular! y en ella se expresan tres dimensiones de la lucha de los Sin Tierra: la distribución de la tierra entre los más pobres, la modificación del sistema económico que excluye a las mayorías y la construcción de una sociedad con otro tipo de valores.

«Las grandes transformaciones son siempre obra del pueblo organizado», se expresa en la carta del último Congreso del MST y en Brasil ya son millones.

Cosechando soberanía alimentaria

El nombre del asentamiento está referido a la Guerra do Contestado, donde miles de campesinos se levantaron en armas entre 1912 y 1916 contra el proyecto del estado brasileño y un latifundista yanqui de construir vías férreas sobre sus tierras. La guerra duró cuatro años y no se tiene certeza del número exacto de víctimas, pero se cree que la cantidad de campesinos muertos rondaría entre los cinco y los veinte mil. Sí se sabe que en la represión intervinieron tropas inglesas y que se usó por primera vez la aviación militar.

Las tierras donde actualmente viven produciendo casi quinientas personas que integran el MST antiguamente se denominaba Fazenda Barón du Campos Gerais, ya que pertenecía a un estanciero dedicado a la cría de mulas, que explotaba a los troperos que arribaban a esa zona cobrándoles precios muy altos.

Refaccionada, todavía se conserva la construcción colonial que sirvió de albergue a los terratenientes. Ahora sirve como aula de la Escuela Latinoamericana de Agroecología (ELAA), una iniciativa de la Vía Campesina y el gobierno bolivariano de Hugo Chávez que surgió durante el Foro Social Mundial de enero de 2005.

Se cursan en dos periodos de 65 días al año en forma intensiva: de lunes a sábado desde las 6 horas hasta las 22. En el día se dan seis horas en el aula, luego se trabaja en la producción y en el campo. En los cursos se prevén además tiempos de lecturas de textos y de debate, de prácticas de deportes y de mística y una vez a la semana los alumnos socializan sus saberes. A la vez cuando no se cursa, el estudiantes debe compartir lo trabajado con al menos cinco familias de su comunidad, además de realizar diferentes trabajos prácticos.

Al cabo de tres años se egresa con el título de técnico de nivel universitario. Venezuela es el otro lugar donde se puede cursar agroecología, donde existe la misma carrera pero con una duración más prolongada y se egresa con el título de ingeniero.

Ya se construyeron habitaciones y los baños para los estudiantes y al comedor solo le faltan algunas terminaciones. La escuela se va construyendo lentamente y cuenta con varios dispositivos para ahorrar energía y para que el agua que se desecha llegue pura al medio ambiente.

José María Tardín es el coordinador general de la escuela y el encargado junto a un equipo primero de elaborar una propuesta pedagógica y luego de llevarla adelante: «la agroecología es el gran aporte de la Vía Campesina a la revolución social», afirma convencido mientras cientos de estudiantes de organizaciones campesinas de varios países de Sudamérica se forman lejos de los modelos productivos que imponen las empresas trasnacionales.