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Todavía es posible ganar. ¿Pero cómo?

Fuentes: Correio da Cidadania (Brasil) [Imagen: Lula en un acto en la avenida Paulista, en São Paulo (SP), el 2 de octubre de 2002 una vez conocidos los resultados electorales. Créditos: Eduardo Knapp/Folhapress, tomada do Correio da Cidadania]

1. El resultado de las elecciones del 2 de octubre está impactando en varios aspectos. La primera y más evidente es el flagrante fracaso de las encuestas: no captaron la fuerza del bolsonarismo y sus agregados en la sociedad brasileña.

2. Brasil es mucho más conservador de lo que nuestra vana filosofía suponía. Para cualquiera que se guíe por un pensamiento democrático y progresista, resulta chocante ver que personas como Hamilton Mourão, Sérgio Moro, Deltan Dallagnol, Ricardo Salles, Mario Frias, Damares Alves, Magno Malta y otros similares sean consagrados por el voto popular. Tenemos aquí el arraigo social de la extrema derecha tras los casi 700.000 muertos de la pandemia, los 33 millones de hambrientos, la apología de las armas y todo lo demás. El fascismo ya no es un cuerpo extraño para nosotros; se ha naturalizado. Al mismo tiempo, este es el país que genera el fenómeno Guilherme Boulos, que transita en dirección contraria, con un millón de votos (electo diputado federal por el PSOL: ndt).

3. Entender cómo y por qué ocurre esto es una tarea ardua y larga. Es interesante saber cómo el embrutecimiento de la vida social se vuelve atractivo para millones de personas.

4. Somos un país tremendamente desigual, con la mayoría de los trabajadores fuera del mercado formal, sin derechos laborales (ni de ciudadanía), mal formados (por la exclusión educativa que proporciona la precariedad de la escuela pública), mal informados (por las redes sociales y por unos medios de comunicación que no están para eso), sin tiempo para el ocio, embrutecidos por la dura batalla diaria y sin perspectivas de futuro. Somos, además, una colectividad fragmentada, marcada por un individualismo atroz, en la que hay pocos incentivos para establecer lazos de solidaridad.

5. Somos, en fin, una sociedad en la que el campesinado tiene un enorme peso en su composición y en la que el favor, el amiguismo y el odio son manifestaciones habituales de las relaciones humanas. Esta ruptura comunitaria, potenciada por el desmantelamiento del mundo del trabajo a lo largo de cuatro décadas de neoliberalismo, nos hace susceptibles de un tipo de liderazgo salvacionista e inorgánico -una especie de neopopulismo, capaz de dirigir voluntades y de transformar la ira social en fuerza política. Este es el resumen del caldo cultural que permite el ascenso del Bolsonarismo. Y nosotros -alineados a un pensamiento democrático y progresista- aún no lo sabemos del todo.

6. ¿Qué sociedad es ésta cuyas voluntades no son captadas por las encuestas de diversos institutos? O más bien, ¿qué son esas encuestas que no son capaces de aprehender y tabular las preferencias inmediatas? Cómo es posible que se siga repitiendo el fenómeno constatado en las elecciones de 2018 en Río de Janeiro, que hizo posible que un candidato desconocido se convirtiera en gobernador hasta la última semana de la campaña? La situación se generaliza, con el cuadro de São Paulo, que invierte la cómoda ventaja medida a favor de Fernando Haddad en su disputa con Tarcísio de Freitas unos días antes de la votación.

7. El bolsonarismo oculto -o avergonzado- es un fenómeno que desafía las estadísticas. Junto a la arrogancia de los que exhiben armas en la cintura están los que sienten vergüenza de declararse votantes de Bolsonaro fuera de la soledad de las urnas. ¿Por qué ocurre esto?

8. En situaciones normales -es decir, en un estudio académico y al margen de las elecciones-, estas conclusiones podrían generar copiosas tesis doctorales. Aquí se trata de evaluar los resultados de las encuestas con un propósito definido: ganar en la segunda vuelta.

9. Si se equivocaron en la mayoría de las contiendas estatales, las encuestas acertaron en el voto nacional de Lula. Los pronósticos daban entre el 47% y el 51% de los votos al ex presidente. Terminó la contienda con el 48,43% de los votos válidos. ¡Le faltaba el 1,57% de los votos para una victoria perfectamente posible en la primera vuelta! El equívoco de las encuestas estaba en segundo lugar. Según los institutos, Bolsonaro tendría entre 37% y 41%. Terminó con un 43,2%, es decir, un 5,23% por detrás del ex presidente. En números redondos, casi 6,2 millones de votos menos.

10. La segunda vuelta es una nueva elección. La ventaja de Lula lo coloca de salida en situación de ventaja. La suma del electorado de Ciro y Simone Tebet asciende al 7,2%. Se desconoce hacia dónde se inclinarán estos casi 7,6 millones de votantes, lo que será decisivo para el resultado final. Si las encuestas -todas- son correctas, Lula vencerá a Bolsonaro.

11. Al examinar las ayudas estatales, la ventaja se invierte. Los partidarios de Bolsonaro ganaron en nueve estados (Acre, Distrito Federal-Brasilia, Goiás, Minas Gerais, Mato Grosso, Paraná, Río de Janeiro, Rondônia y Tocantins), que suman 49.115.309 votantes. Los partidarios de Lula lideraron en 6 (Amapá, Ceará, Maranhâo, Pará, Piauí, Río Grande del Norte), donde viven 23.592.589 votantes. La comparación demuestra que el bolsonarismo no es un fenómeno de los grotescos. En 12 estados, la contienda se resolverá en la segunda vuelta (Alagôas, Amazonas, Bahía, Espirito Santo, Mato Grosso do Sul, Pará, Pernambuco, Santa Catarina, Sergipe, Sâo Paulo, Rondônia y Río Grande do Sul). En este último grupo habrá una feroz campaña de los candidatos presidenciales con los candidatos locales. No se sabe cómo se comportarán los demás, donde se decide el resultado local.

12. La lucha será muy dura. Es posible que Lula gane el día 30 de octubre. Para ello, la campaña tendría que cambiar de tono.

13. Lo primero sería abolir el pasado y los tacos altos en los discursos. Se acabó el «En mi gobierno el pueblo tenía esto y aquello». Lo pasado, pasado está y ahora es el momento de decir claramente lo que se va a hacer. ¿Habrá comida para todos? Si es así, ¿será barato? ¿Habrá puestos de trabajo? ¿Con un sueldo de cuánto? ¿La gasolina será barata? ¿Se pagarán mis deudas? ¿Tendré buena salud? ¿Cómo se resolverá? No es el votante quien tiene que responder, sino la campaña.

14. ¿Tendremos una campaña con mítines que parezcan espectáculos de Rock in Rio, donde el público mira, disfruta y se va a casa? ¿O habrá un mínimo llamado a la movilización? ¿Habrá material? Anunciaron un comité para estas cosas. ¿Lo habrá? ¿Se alejará la campaña televisiva del sentimentalismo cursi del principio, o mantendrá el tono de lucha de los últimos días? ¿Seguirán repitiendo como un disparate que Bolsonaro tiene 51 propiedades compradas con dinero en efectivo o un equipo periodístico irá tras al menos dos o tres y mostrará el valor, dónde están, si son de lujo o no? En otras palabras, ¿se mantendrán en la conversación o harán como Globo en el caso del sitio Atibaia, atribuido a Lula? Allí se mostraron los pedales, las torres de los cables de internet, así como el estanque doméstico. ¿La campaña será concreta o doctrinal?

15. Por encima de todo, debemos tener un jornada que incentive, que llame a la gente a luchar por más votos. Lamamos nuestras heridas este fin de semana para la batalla que se avecina. Será duro, pero valdrá la pena.

Gilberto Maringoni es periodista y profesor de Relaciones Internacionales en la Unifesp (Universidad Federal de Sao Paulo).

Traducción: Correspondencia de Prensa.

Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/?p=29858

Fuente (del original): https://correiocidadania.com.br/2-uncategorised/15246-ainda-e-possivel-vencer-mas-como