Es grande nuestra preocupación, desde el CADTM – AYNA, por la gran distorsión, que llevan adelante los medios de comunicación internacionales en relación a los acontecimientos que se vienen desarrollando en Venezuela desde el 12 de febrero. Acontecimientos, que somos conscientes, son una continuación de la conspiración que grupos oligárquicos inician en 1999 cuando el […]
Es grande nuestra preocupación, desde el CADTM – AYNA, por la gran distorsión, que llevan adelante los medios de comunicación internacionales en relación a los acontecimientos que se vienen desarrollando en Venezuela desde el 12 de febrero. Acontecimientos, que somos conscientes, son una continuación de la conspiración que grupos oligárquicos inician en 1999 cuando el Comandante Hugo Chávez Frías asume la presidencia de este país y comienza a transitar el proceso revolucionario bolivariano. Nos preocupa y duele que se pretenda, hoy, presentar al gobierno legítimamente elegido, de Nicolás Maduro, como tiránico y represor buscando pretextos para un golpe de Estado, una secesión territorial o una intervención extranjera, como menciona, en un artículo del periódico digital APORREA, Luis Britto Garcia .
En esta ocasión entrevistamos al periodista de este informativo, Gonzalo Gómez, para solicitarle algunas reflexiones sobre lo ocurrido, sobre la actual situación y sobre los escenarios posibles, a futuro, en Venezuela.
María Elena Saludas (por CADTM – AYNA):
¿Cuál es tu mirada sobre el momento que está atravesando Venezuela, su gobierno y su población?
Gonzalo Gómez (por APORREA):
Desde el punto de vista político, te hablo como miembro de la corriente Marea Socialista, porque Aporrea es un medio de comunicación popular conducido por un equipo plural en el marco de la diversidad del pensamiento de la revolución bolivariana.
Tras la desaparición física del Comandante Chávez, la burguesía y sus expresiones políticas han visto llegado el momento para un salto contrarrevolucionario. Por supuesto que con el auspicio de sectores imperialistas. Y en eso cooperan los sectores más reaccionarios y mafiosos de la burguesía latinoamericana, como lo muestran las estrechas relaciones de la derecha venezolana con Uribe y el paramilitarismo colombiano.
Todos ellos buscan acabar con el régimen político surgido con la revolución bolivariana, devolver al redil a la Venezuela rebelde y recuperar el control total sobre la renta petrolera, principal fuente de divisas y recursos del país. Como clase, la burguesía tiene ese propósito, aunque sus diferentes sectores no necesariamente coinciden en las tácticas y en los tiempos.
Sin embargo, objetivamente los métodos se combinan, las contradicciones producen una síntesis: el «garrote» y la «zanahoria» cumplen su respectivo papel. Porque tanto en Venezuela como en América Latina hay otra cara, más conciliadora y sinuosa, que tiene sus promotores, que pretende destruir a la revolución bolivariana a través de la conciliación, de la obtención de concesiones, del desgaste del gobierno o de la instauración de una coalición entre sectores burgueses y miembros de la casta burocrática que se ha ido formando a lo largo del proceso bolivariano.
El látigo de la «guarimba», la insurgencia violenta y el terrorismo paramilitar, le sirve a la burguesía para cosechar los frutos de la negociación, con la «zanahoria» de la paz, en las mesas de negociación con el gobierno de Nicolás Maduro. La «guarimba» y los hechos de violencia continúan, aún cuando no ganan espacio en las capas populares de la población y son fundamentalmente una expresión desesperada de sectores de la pequeña burguesía y de la participación mercenaria inoculada. Lo único que ha salido de la Conferencia de Paz y de las mesas, son concesiones al empresariado, aumentos de precios, facilidades para la obtención de mayores cantidades de dólares y disfrutar de mayores porciones de la renta petrolera. Desde esos espacios insisten en desmontar conquistas de la clase trabajadora, de los campesinos y de los sectores populares, como por ejemplo la inamovilidad laboral y otros logros alcanzados con la nueva Ley del Trabajo, que los empresarios y las autoridades laborales ya vienen desconociendo en la práctica.
Al mismo tiempo, la dirigencia política burguesa, trata de que el gobierno de Maduro pague los costos políticos de las medidas que sean adoptadas por exigencia del empresariado, para procurar cada vez un mayor desgaste político frente al pueblo. Claro que la derecha también tiene que pagar un costo político por su torpe ofensiva, que se manifiesta en el rechazo de la gran mayoría del pueblo y de sus propios votantes a las repugnantes acciones, como los asesinatos y las acciones violentas contra servicios públicos, centros educativos, centros de salud, transporte público y bienes patrimoniales…
CADTM :
Como mencionamos al comienzo, fueron múltiples las campañas internacionales diabolizando al Presidente Hugo Chávez, durante todo el transcurso de su mandato, del golpe de Estado del 11/04/2002 (donde faltó muy poco para que fuera asesinado), del «golpe petrolero» y de tantos ataques que, sin embargo, fueron aprovechados por Chávez para radicalizar su proyecto político. ¿Consideras que está ocurriendo algo similar en estos momentos? Y si no, ¿Cuáles son las diferencias que presenta la coyuntura?
G.G:
Sí. Efectivamente, las intentonas golpistas anteriores, en vida de Chávez, al ser derrotadas por el pueblo venezolano, produjeron avances en el proyecto político, tanto desde el punto de vista democrático como en las conquistas materiales, económicas, sociales y en materia de soberanía. Chávez se apoyó en eso para ir radicalizando el proceso. Y eso ocurrió a pesar de que Chávez también abrió espacios de diálogo con la burguesía, pero con el pueblo movilizado y marcando la agenda de la discusión. Yo veo que ahora la situación es diferente, porque la presión violenta de la derecha no ha cesado y las negociaciones se dan a partir de las demandas del empresariado, como los 12 puntos del industrial Lorenzo Mendoza. Chávez era quien fijaba las reglas del juego y ahora siento que no es así, porque no se está discutiendo cómo los empresarios se acoplan al programa de gobierno, al Plan de la Patria y como la derecha abandona la violencia, sino que se pone como condición tácita que el gobierno les otorgue ventajas que ellos están reclamando, sin que el pueblo esté siendo directamente consultado al respecto.
Con Chávez y la revolución bolivariana logramos quitarle PDVSA a esa «meritocracia» con la que la burguesía parasitaba la renta petrolera y el establecimiento del control de cambios consiguió por varios años retener los dólares de la renta para invertirlos en los programas sociales del gobierno (Misiones) y en grandes obras de infraestructura o en proyectos de desarrollo industrial endógeno; pero en los últimos años y sobre todo, desde que Chávez enfermó, la burguesía encontró la manera de fisurar y retomar el saqueo de la renta, no sin la ayuda de sectores burocratizados y corrompidos del funcionariado del Estado y del aparato gubernamental.
Y sin estas palancas, como son el control de la renta petrolera y de los dólares, se vienen abajo soportes fundamentales para la transición socialista, para la edificación de una economía no capitalista, basada en la propiedad social.
Lo predominante ahora, en las conversaciones de paz, son los acuerdos con sectores capitalistas. Y que en ese escenario adolecemos de una verdadera voz y participación del sujeto revolucionario del proceso en la toma de decisiones: la clase trabajadora y el pueblo bolivariano. Chávez nos dejó su Legado y un programa por el que votamos, y en uno de sus últimos mensajes se planteó dar un Golpe de Timón para avanzar decididamente hacia la transición socialista, pero se viene imponiendo otro discurso que es el de la «coexistencia de modelos», ya no se habla de la transición hacia el Socialismo del Siglo XXI, sino de dos sistemas, donde en realidad solo existe uno: el capitalista, aunque todavía con regulaciones sociales, conquistas políticas y elementos de soberanía, arrancados por la revolución.
El gobierno no ha cedido en cuestiones importantes, como ante el pedido de amnistía para los contrarrevolucionarios incursos en graves violaciones de derechos y acciones de corte fascista, pero la presión violenta y la presión política, más la llamada «guerra económica» son una manera de poner al gobierno entre la espada y la pared, una encerrona de la que sólo puede zafarse convocando al pueblo bolivariano a la más amplia y contundente movilización y animándolo con medidas favorables a sus intereses y expectativas.
CADTM :
Sabemos de las importantes mejoras sociales que se produjeron en estos 15 años del proceso de la revolución bolivariana, también, tenemos información de los problemas económicos agudizados en los últimos meses (inflación, escasez de productos básicos, tipo de cambio y fuga de capitales). ¿Cuál es tu mirada al respecto? ¿Qué se está haciendo y que se debería hacer? ¿Qué propuestas se discuten en la izquierda y el movimiento popular?
G.G:
Por una parte hay una «guerra económica sostenida», que hace sus estragos con el acaparamiento, la especulación escandalosa, el contrabando de extracción, el fraude y la fuga de divisas, entre otras manifestaciones. Pero también ocurre que la corrupción y el freno burocrático a la transformación revolucionaria han impedido que avancen las empresas básicas y nuevos proyectos de ruptura con la lógica capitalista, la propiedad social y comunal, el control obrero, la revolución agraria… Aquí también hay que reconocer los problemas de organización, formación política y participación de los movimientos sociales y de la clase trabajadora. Tenemos una burocracia que parece más interesada en beneficiarse de las transacciones del Estado capturado a la burguesía y en llegar a arreglos con ella, que en conducirlo realmente a la transformación revolucionaria.
Marea Socialista ha venido planteando que hay que ir al Golpe de Timón de Chávez y no a la «coexistencia de modelos». Insistimos en que hay que ceñirse a lo que llamamos las claves constituyentes del proceso revolucionario bolivariano, que necesitamos reimpulsar el proceso popular constituyente con que se abrió esta revolución; porque en realidad, nos parece que no hemos salido de la llamada «democracia representativa» y que la participación democrática y protagónica, así como el poder popular, se están volviendo un mito, pues la toma de decisiones está concentrada en manos de la burocracia y ésta se inclina más por darle mayor participación a la burguesía que por el ejercicio de la gobernabilidad revolucionaria con la clase trabajadora y con el pueblo.
En varios documentos publicados a lo largo del año 2013 y a comienzos de 2014 hemos venido exponiendo nuestras propuestas como corriente política de trabajadores, jóvenes y activistas populares que somos mayoritariamente militantes del PSUV, aunque carecemos de espacios verdaderos para el debate y la toma de decisiones en su seno. Planteamos varios puntos principales como los siguientes: 1) la recuperación del salario, 2) hacer cumplir la inamovilidad laboral y toda la Ley Orgánica del Trabajo conquistada con Chávez, 3) frenar la autorización de aumentos de precios de los productos básicos, 4) reactivar las Misiones Sociales, 5) poner fin a la persecución y criminalización de trabajadores que luchan por sus reivindicaciones y derechos en el marco de la defensa del proceso (con los que a veces el gobierno es más severo que con la derecha), 6) mantener el control y la distribución progresiva de los dólares que provienen de la renta petrolera, porque denunciamos que la habilitación del SICAD II y la modificación de la Ley de Ilícitos Cambiarios, abren la puerta a la apropiación privada de nuestra renta petrolera.
En lo económico venimos diciendo que no se debe dar ni un dólar más a la burguesía y que el Estado debe monopolizar bajo control social y de anticorrupción todo el comercio exterior, de manera que sea el único importador de los bienes esenciales de nuestro pueblo. Ese control social y anticorrupción es fundamental, porque tenemos el fenómeno de la burocratización, y por eso necesitamos la intervención del poder popular y de las organizaciones de los trabajadores. Planteamos la centralización nacional con control social, de todos los dólares del país, tanto de los que ingresan por el petróleo como de los que están depositados en fondos del exterior.
Decimos que se debe producir también la intervención sobre el sistema bancario privado, con control estatal y social y con participación de los trabajadores bancarios, así como el control centralizado de todos los fondos que maneja la banca pública, en los mismos términos.
Para nosotros es muy urgente la recuperación de la producción estatal de alimentos y de productos de consumo básico, la reactivación y repotenciación de las empresas recuperadas, permitiendo el genuino ejercicio del control obrero. Y frente a las operaciones de acaparamiento, especulación o contrabando de extracción en que están incursas grandes empresas privadas creemos que hay que efectuar su expropiación bajo control obrero y popular. No es a los capitalistas a quienes se debe llamar para «salvar» la producción nacional como parece estarlo haciendo implícitamente el gobierno.
El 14 de febrero 2014, al comienzo del estallido de las «guarimbas», dijimos en un comunicado que Marea Socialista declara decididamente su compromiso en defensa del proceso bolivariano contra cualquier intento de golpe, aunque esté disfrazado con movilizaciones de simpatizantes de la derecha en la calle. Y en ese comunicado, nuestra corriente alerta que «de continuar por este camino de adaptación a las exigencias de los capitalistas entraríamos en una situación de retroceso y descontrol irrecuperable».
Allí afirmamos que para Marea Socialista es un error y un peligro la oscilación hacia la aplicación de medidas reclamadas por la derecha en vez de sostener y profundizar medidas como las aplicadas el 6 de noviembre de 2013, que fueron necesarias para defenderse de la Guerra Económica y de los planes golpistas impulsados por la burguesía, en el marco de las elecciones municipales del 8 D; medidas que dieron positivos resultados económicos y políticos, fortaleciendo en ese momento la posición del gobierno y del pueblo bolivariano.
Por eso llamamos al gobierno del presidente Maduro a «rectificar y aplicar medidas anticapitalistas para garantizar el abastecimiento, frenar el aumento descontrolado de precios y poner en marcha una nueva fase del proceso bolivariano», junto con otras medidas para la emergencia política y económica.
No nos oponemos a que haya conversaciones de paz, a que haya diálogo, pero esto debe ser con la agenda de la revolución y con la participación y consulta efectiva al pueblo, porque el pueblo venezolano votó mayoritariamente por un gobierno y por un programa que la oposición no puede seguir pretendiendo desconocer o sabotear. Es ahí donde entra el tema de la impunidad que la oposición trata de utilizar al revés contra el gobierno y contra el pueblo, cuando ellos son los responsables de gravísimos destrozos y de horribles crímenes. Por eso decimos que los jefes políticos e instigadores de las «guarimbas», de la violencia fascista, como Leopoldo López, María Corina Machado y el alcalde Antonio Ledezma, deben ser enjuiciados y sancionados con prisión, pero además de ellos, sus cómplices y sus financistas deben resarcir al país de los daños causados, mediante la confiscación de sus bienes y cuentas bancarias, y deben indemnizar a las víctimas.
Las organizaciones sociales y corrientes políticas de la revolución están debatiendo qué hacer, cuál debe ser el rumbo del gobierno y de nuestro proceso revolucionario.
CADTM:
La oposición venezolana está utilizando la violencia y la desinformación para suplantar al gobierno, democráticamente electo, de Nicolás Maduro por un gobierno de transición. ¿Cuáles son las propuestas de la esta oposición en lo social, en lo económico y en lo político? ¿Tienen un listado de reivindicaciones o un programa? ¿Qué intereses y quiénes están detrás de este proyecto?
G.G:
La oposición, cuando se presentó a elecciones presidenciales con el derrotado candidato Capriles Radonsky, tenía un programa, conocido como el Programa de la MUD (la coalición de derecha), de corte neoliberal, pero ellos tratan de mimetizarse y darle la impresión a sectores del pueblo bolivariano de que ellos conservarían algunas de las más importantes conquistas, como por ejemplo, los beneficios de las Misiones. Pero apenas se levantan para desconocer los resultados electorales, arremeten en primer lugar contra las Misiones, incendiando módulos de Barrio Adentro y Centros de Diagnóstico Integral, o como ahora con las «guarimbas», son capaces de quemar centros educativos o de distribución de alimentos subsidiados para el pueblo. Tras el golpe de abril de 2002, decretaron la suspensión de todos los cargo de los poderes públicos constituidos, violaron flagrantemente la Constitución, como lo han vuelto hacer con cada nueva intentona y con la violencia de corte fascista; eso y lo que hacen con su práctica económica cotidiana, así como con su conducta pro-imperialista, es lo que nos indica cuál es su programo y no simplemente lo que puedan escribir sobre papeles o lo que puedan declarar sus voceros. Antes del estallido de la ofensiva «guarimbera» un grupo de destacados economistas burgueses presentó su visión sobre la política económica que debía reemplazar a la del gobierno y luego en la Conferencia de Paz presentaron los 12 Puntos de Mendoza, que incluyen contrarreformas laborales, elementos de flexibilización laboral y de liberalización económica a favor del capital y en perjuicio del trabajo.
Toda la oposición burguesa quisiera salir de Maduro, con métodos duros o con métodos más blandos, así como lo quiere el imperialismo. Pero algunos entienden que el chavismo es un estado de conciencia del pueblo que no se puede borrar de una sola vez. Perciben que es una corriente histórica con raíces profundas. Ligada a la propia identidad nacional, al sentido de la independencia y al ideario bolivariano. Ligada a un conjunto de conquistas sociales y políticas muy apreciadas por el pueblo. Eso incluye al Legado de Chávez y su poder simbólico-sentimental, que ya demostró su potencia movilizadora el 13 de abril de 2002 y en la lucha contra el paro-sabotaje petrolero, así como en las elecciones de octubre de 20012 y en los funerales de Chávez en 2013. Todavía hoy se canaliza buena parte de esa fuerza a través de Nicolás Maduro y otros dirigentes del chavismo, pese a los cuestionamientos y las debilidades del gobierno. Entonces, hay sectores de la oposición, de la burguesía, que entienden que es penetrando y asimilando al propio chavismo, o más bien, a sus estamentos burocráticos ya aburguesados, que pueden garantizar la contrarreforma y la posterior liquidación de la revolución bolivariana. Esta es la gran estrategia que está en marcha.
CADTM:
El rol de Venezuela, con el Gobierno del Comandante Hugo Chávez Frías y su continuación con el Presidente Nicolás Maduro ha sido y es muy importante en el proceso de Integración de Nuestra América: el surgimiento del ALBA, de PETROCARIBE, del Banco del Sur, del SUCRE… etc. Nosotros/as creemos que sería un retroceso terrible para la integración de los pueblos si llegara a modificarse la correlación de fuerzas en Venezuela o se profundizara este golpe de Estado. ¿Cómo percibes esta situación? ¿Además, consideras que UNASUR está, realmente, aportando al proceso de solución del conflicto allí desatado? ¿En qué consiste el denominado diálogo de paz impulsado por el gobierno y, cuáles son a tu criterio las perspectivas del mismo?
G.G:
Claro que sería un retroceso terrible para la integración de los pueblos y para la independencia plena de la América Latina y del Caribe. Pero esto no se decide solamente en el interior de Venezuela. Hay todo un proceso global a escala latinoamericana, que conjuga los golpes «institucionales» en algunos países, los cambios que se vienen dando en Cuba, las negociaciones con las FARC, la nueva aproximación de Correa al BM y al FMI… Donde hay operadores que trabajan a fondo en favor de la conciliación de clases, como ocurre con Lula. La UNASUR sirve para contener los ímpetus del imperialismo y la rudeza de la derecha venezolana, pero no hay que olvidar que UNASUR reúne a los Estados burgueses latinoamericanos y a sus gobiernos, entre los cuales aún hay gobiernos con características antiimperialistas y progresistas, pero no es el espacio autónomo de los propios pueblos, ni de la clase trabajadora y campesina de Sur América. Por lo tanto, aunque pueda servir para apaciguar a la derecha venezolana, también puede servir para moderar a la revolución bolivariana y volverla inocua para las burguesías dominantes. Hay que tratar de utilizar los aspectos positivos implicados en la existencia de la UNASUR a favor de los pueblos y no de las oligarquías imperantes en nuestros países. Sobre el diálogo de paz en Venezuela ya me he expresado anteriormente.
CADTM:
Desde ya todo, nuestro agradecimiento por concedernos esta entrevista. Nos gustaría que cerraras tú con algunas reflexiones finales.
G.G.
Decimos en el volante o comunicado que te mencioné, que todavía estamos a tiempo de cambiar el rumbo de conciliación con la burguesía, de frenar la ofensiva fascista y de impulsar medidas anticapitalistas decididas con la participación democrática del pueblo que vive de su trabajo. Para eso se necesita que el gobierno bolivariano, que está siendo tensionado por la burguesía y el imperialismo desde la derecha, sienta en contrapeso la tensión de la lucha de los trabajadores y los sectores populares para mantener el rumbo hacia la izquierda. Estos sectores, por ahora, se mantienen a la expectativa, observando lo que hace el gobierno de Nicolás Maduro y con su capacidad de movilización intacta, aunque contenida. Pero, quizás más pronto que tarde, podrían comenzar a salir en defensa de sus conquistas amenazadas y ahí veremos hacia donde se inclinan las cosas en Venezuela. Es a eso a lo que apostamos para que, en lugar de quedar atrapada en las redes de la conciliación, el burocratismo, la contrarreforma y la utópica «coexistencia» con el capitalismo, podamos recuperar la revolución bolivariana, para que siga el rumbo de la transición al socialismo con pleno ejercicio de la democracia.