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Todo es Garzón

Fuentes: Gara

El juez Baltasar Garzón se ha asomado de nuevo a la actualidad, y lo ha hecho para confirmar su tradicional bipolaridad, la cual, según el diagnóstico de Arzuaga, necesita tratamiento. Precisamente, éste dedica su artículo a analizar la trayectoria de ese juez que tanto protagonismo adquirió gracias a sus actuaciones en la Audiencia Nacional española, […]

El juez Baltasar Garzón se ha asomado de nuevo a la actualidad, y lo ha hecho para confirmar su tradicional bipolaridad, la cual, según el diagnóstico de Arzuaga, necesita tratamiento. Precisamente, éste dedica su artículo a analizar la trayectoria de ese juez que tanto protagonismo adquirió gracias a sus actuaciones en la Audiencia Nacional española, análisis que explica dicho diagnóstico.

Nuevamente la actualidad me trae a ti. «Y lo que te rondaré moreno», dice una voz desde el rincón oscuro. Eres tú, el inventor de la famosa coletilla con plácet judicial «todo es ETA», quien nos muestra que tienes capacidad de estar en todo lugar y serlo todo al mismo tiempo: uno y trino… o ciento. En misa y repicando. Baltasar Garzón Leal, el omnisciente. En la luz y la sombra, siempre presente. Indignado y complaciente, según la coyuntura; disidente pero siempre sumiso ante idéntico poder; opositor y servil, dependiendo de a quien toque agradar, que habitualmente es a ti mismo. Señorito de cacería con ministros y abnegado militante antifranquista. Un pie en Porto Alegre por otro mundo posible y un pie en la Audiencia Nacional con tu mundo imposible. Adalid de ciertos movimientos populares y opresor de otros, en esencia no tan distintos. Una bipolaridad que precisa tratamiento.

Martillo de jóvenes con la invención de construcciones tan aparatosas como los «grupos Y» que luego nunca pudiste probar ante los tribunales. Después un colega tuyo, Juan María Atutxa, más lenguaraz, se atribuyó méritos ajenos: «¿Grupos Y? nos lo inventamos nosotros para contentar a la prensa», decía el policía. ¿Cuántas vidas jóvenes arrolladas por una construcción falaz?

Diseñador de la conexión «kale borroka»-juventud organizada, que entonces se agrupaba en torno a Jarrai, procesando a sus coordinadores porque «dirigían, financiaban, entrenaban, marcaban los objetivos». Diseño que constituyó un nuevo fracaso: los tribunales consideraron que el nexo no estaba suficientemente probado. Sin embargo, para los medios de comunicación era suficiente para estigmatizar una juventud rebelde, que se convertía en masivamente sospechosa a los ojos de tu tribunal especial.

De ahí te era sencillo llegar a la concatenación final de movimientos -Jarrai-Haika-Segi-Xaki-Egin-Ekin-Batasuna-Gestoras-Askatasuna- que bien fluyen ante estrados, o fracasan estrepitosamente -AEK, Joxemi Zumalabe, Udalbiltza-, dependiendo de las dioptrías que el contexto político imponga a otros magistrados. Instigador de condenas astronómicas por motivos que poco a poco se demuestran ilusorios.

Tu ardor para mantener la guerra judicial contra el independentismo vasco no termina ahí. Con el último esperpento que ideaste, el «caso Bateragune», encadenaste al banquillo a ocho activistas por construir ayer condiciones para la paz, que hoy tornan en oportunidades reales. Más reales que nunca. Pero ese es el terreno en el que te mueves: hombre de guerra ante «terrorismos» desarmados y eterno candidato a premios a la paz.

Te leo en un libro recientemente publicado en el que de nuevo impartes órdenes: «Reacciona». El prólogo corre de la mano del reputado Stéphane Hessel, curiosamente indignado por un sumario que iniciaste tú: el que reclama a Aurore Martín y que concitó la adhesión del histórico militante francés. Pero no te das por aludido. En tu texto encuentro frases que no puedes hacer tuyas sin sonrojo: «la renuncia a las conquistas en pro de esos derechos humanos, entre los que se encuentra el derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación, es el atentado más peligroso para una democracia». Sin duda no te referirás a las víctimas de la tortura que pasaron ante ti y nunca investigaste.

Porque pareces atento intérprete de sentimientos populares de impunidad, pero al mismo tiempo señalado por el Tribunal Europeo por hacer oídos sordos a la tortura al frente de tu juzgado. Habitualmente locuaz, no has abierto la boca ante las amonestaciones de Estrasburgo que acumulas por no atajar los casos de tortura de detenidos de los que eras responsable directo. Uno referente a quince independentistas catalanes; otro más reciente: Beristain contra España.

Favorito del Gobierno Zapatero de una terna de candidatos presentados para ocupar la vacante española del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y -afortunadamente- relegado a la tercera posición por el propio Comité: todavía recordaban que en anteriores vistas te habían señalado también por no haber investigado denuncias de torturas. No cumples sus recomendaciones y pretendías dirigirlo. Hay egos que no cuelan ni por el Tribunal Penal Internacional.

Cierto que hiciste un amago contra la tortura: diste nombre a un protocolo con el que decías prevenir el mal trato y que únicamente consiguió ocultarlo. Aparecías en una movie en la que, en escenario boscoso, Arkaitz Goikoetxea reconocía ante ti, «voluntariamente» y rodeado de encapuchados, todo tipo de acciones. No mostraste otras partes de la detención lejos de la luz, las que trascurren en mazmorras y conducciones en la oscuridad. Y mientras se evidencia que tus protocolos buscan la auto-adulación antes que la eficacia, aconsejas contra la tortura en Argentina, Chile o Colombia. Aunque militantes que no olvidan te escrachen. En el Fórum 2004 de las Culturas en Barcelona hablas de derechos humanos y cuatro jóvenes te llaman «torturador».

Más aún. Tu poca calidad instructora se ha combinado con la absoluta dejación de garantías procesales. Por ello has sido acusado en tres causas de cariz tan diverso que difícilmente una conciencia simplemente humana podría conciliar: por luchar -presuntamente- contra el franquismo, por aplastar -presuntamente- garantías de hombres poderosos y por recibir -presuntamente- importantes fondos económicos de otros aún más poderosos. Un triple -presunto- delincuente, cierto que ante una justicia arbitraria. A la que tú tanto has contribuido. Reclamas de la justicia atenciones para ti que no tuviste con los demás cuando ocupabas tu puesto: «la integridad no sólo debe ser una afirmación en la carrera judicial, sino, sobre todo, un hecho constatable y fuera de toda duda», leo en tu artículo. ¿Quién verifica tu integridad?

Tienes, en definitiva, tal profunda sensibilidad para todos los matices de la inmundicia y la tragedia humana que alguien que carece de ella -como este humilde redactor que tiende a apreciar la realidad en blancos y negros- se pierde en la infinita gama de grises que tú vislumbras, magistrado-indignado. Cierto, hombre de tonalidades grises. Dirás que me impulsa el rencor, por haber sido señalado por tu dedo acusador en aquel sumario de Gestoras pro Amnistía, preñado de condenas y absoluciones idénticamente injustas. ¿Rencor? No, memoria. ¿No es tu terreno?

En otro artículo reciente, subiéndote a la ola de legítima indignación que recorre ciudades y barrios, has querido parecer ocurrente con el término «indignadano», imagino que mezcla de indignado y ciudadano. O quizás venga de «indig-nada-no». Te sientes todo. Tal vez seas nada.

P. D.: Podría tener la tentación de reclamar al movimiento 15M un posicionamiento sobre quienes lo apoyan -o incluso pretenden dirigirlo- y los motivos, apenas ocultos, que impulsan esos apoyos. Podría pedirles que clarifiquen su posición ante quienes vemos con buenos ojos propuestas de ese movimiento, pero hemos sufrido el zarpazo arbitrario de uno de sus proselitistas. No voy tan lejos. No lo creo ni justo ni oportuno. Permítase que este escrito sea simplemente una aportación a su debate de alguien que todavía ve muchos más claros que oscuros en su iniciativa.

Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20110703/276346/es/Todo-es-Garzon