Los lectores seguramente podrán recordarán a Tom Paine (Thetford, Norfolk, Inglaterra, 1737 – Nueva York, 1809) a través del cine encarnado por un soberbio Harvey Keitel, de una de las mejores películas sobre la revolución francesa, La nuit de Varennes (Italia-Francia, 1982), obra mayor de Ettore Scola. Otros y otras sabrán de él como personaje […]
Los lectores seguramente podrán recordarán a Tom Paine (Thetford, Norfolk, Inglaterra, 1737 – Nueva York, 1809) a través del cine encarnado por un soberbio Harvey Keitel, de una de las mejores películas sobre la revolución francesa, La nuit de Varennes (Italia-Francia, 1982), obra mayor de Ettore Scola. Otros y otras sabrán de él como personaje ilustre, no en vano fue uno de los «Padres de la Nación», aunque no recuerdo que se le mencione en ninguna de esas películas en las que se citan a dichos Padres como la quintaesencia de la democracia, ni tan siquiera en las de Capara que era muy dado a ello, sí bien es verdad que Hollywood apenas sí trató de 1776. Hace unas cuantas décadas que Richard Attenborough anunció un «biopic» sobre él, pero el autor de Gandhi murió sin haberla realizado.
La razón de esta ocultación -no se puede llamar de otra manera- es que Tom Paine representó la democracia más consecuente, la más radical y la más internacionalista, una dimensión ajena a las grandes revoluciones democráticas populares lideradas por la burguesía, no fueron internacionalistas, más bien todo lo contrario: los puritanos de Cromwell no dudaron en reprimir la revuelta nacional irlandesa; el 1789 francés tampoco le fue a la zaga en este aspecto, baste mencionar un ejemplo: Haiti; Octubre fue intensamente internacionalista en sus inicios, desde el primer día reconoció las libertades de los pueblos oprimidos por la Rusia zarista, pero la burocracia no tardó mucho tiempo en aplicar una política opresora, eso sí, en nombre del «internacionalismo proletario». En el siglo XX, los EEUU se convirtieron en los gendarmes del imperialismo por más que -ellos también- , para hacerlo utilizaron conceptos como «Derechos humanos». El cinismo es tan infinito como la estupidez y Tom Paine tuvo tiempo de saber bien de ello.
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De religión cuáquera, tuvo una juventud aventurera y polifacética, trabajando como marino, industrial y recaudador de impuestos, recibió una educación muy elemental que se limitaba a saber leer, escribir y las cuatro operaciones aritméticas básicas, por lo que se formó de manera autodidacta. Llegó a ser un muy importante revolucionario norteamericano, con ideas en conflicto permanente con las élites y los grupos reaccionarios de su tiempo; como son su lucha contra el sexismo y la esclavitud, el racismo y la monarquía, a la que se opuso proponiendo en su lugar la República. . Ya por entonces adquirió una intensa preocupación social por los pobres y los marginados, desarrollando su vocación igualitaria. En 1774, por sugerencia de Benjamin Franklin, emigró a la colonia cuáquera fundada por William Penn en Norteamérica (Pennsylvania). Por aquel tiempo
publicó Sentido común (1776), cuyo inmenso éxito reforzó el partido independentista. En este influyente panfleto propugnaba la independencia de las Trece Colonias británicas de Norteamérica y su unificación política; aquella obra tuvo gran difusión entre los colonos, considerándose a Paine uno de los principales ideólogos y publicistas de la revolución que condujo a la guerra con Gran Bretaña, a la independencia y a la formación de los Estados Unidos de América (1775-83). Participó personalmente en la lucha, tanto política (fue secretario del primer comité de relaciones exteriores de los rebeldes) como militar (pues formó parte del ejército de George Washington); pero su aportación principal se produjo en el terreno de las ideas, pues sostuvo la moral de los rebeldes publicando diversas obras en defensa de sus razones.
Una vez lograda la independencia americana, Paine regresó a Inglaterra para allí defender los intereses de los Estados Unidos (1787). Cuando estalló la Revolución francesa (1789), Paine se convirtió en un admirador del nuevo régimen, atacó al primer ministro británico Pitt por su hostilidad a Francia y defendió la obra de la Revolución contra las críticas conservadoras de Burke, publicando como réplica Los Derechos del Hombre (1791-92), también donde se enzarzó en una dura polémica con Pitt . Aquel libro, de enorme difusión, le costó una condena por alta traición, dado su contenido republicano y revolucionario. En 1787 regresó a Gran Bretaña. La revolución francesa le entusiasmó, y a las críticas contenidas en las Reflexiones sobre la revolución en Francia, del liberal conservador Edmund Burke, al que Paine contestó con una apología, Los derechos del hombre (1791-1792), en la que defendía el derecho del pueblo a cambiar su gobierno de acuerdo con sus propios intereses.
Como otros ilustrados, Paine también abominó de la superstición, la religión organizada siendo un impulsor del laicismo , la educación popular y la ciencia. Al generalizarse el descontento de las colonias, fomentó las ideas racionales, llamadas por él del «sentido común», criticando los excesivos impuestos decretados por el gobierno de Su Majestad como injustos y económicamente erróneos, favorecedores del contrabando y la corrupción. La prohibición de comerciar con otras naciones, causante de la pérdida de fortunas materiales, y la falta de representantes continentales en el parlamento británico.
En sus obras defendía que para alcanzar la democracia plena había que abandonar las «miserias» de la civilización, sobre todo en Europa, y volver a la organización económica de la comunidad primitiva propia del estado de la naturaleza o, cuando no fuera posible, establecer un impuesto progresivo que limitara los bienes que cada miembro de la sociedad podía poseer y que dotara al Estado de los recursos necesarios para que proporcionara a los más desfavorecidos los medios que les permitieran llevar una vida digna. Paine no cuestionaba el derecho de propiedad pero lo subordinaba a la satisfacción de las necesidades sociales y para ello propugnaba un Estado democrático que interviniera en la vida económica.
Desde este punto de mira , escribió en Justicia Agraria, lo siguiente sobre su forma «social» de entender la propiedad La propiedad personal es un efecto de la sociedad; es tan imposible que un individuo adquiera propiedades personales sin ayuda de la sociedad, como lo es que cree las tierras. Separad a un individuo de la sociedad, dadle la posesión de una isla o de un continente, y no podrá adquirir propiedades personales, no podrá hacerse rico.
Se le atribuye la obra Esclavitud Africana en América, el primer artículo que proponía la emancipación de los esclavos africanos y la abolición de la esclavitud. Fue publicado el 8 de marzo de 1775 en la apostilla al Pennsylvania Journal and Weekly Advertiser (también conocido como The Pennsylvania Magazine and American Museum).Teniendo en cuenta que no ha podido demostrarse que Paine fuera el autor de este ensayo publicado anónimamente sobre la religión afirma en La Edad de la Razón:
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Consiguió huir y refugiarse en Francia (1792); se integró plenamente en la vida política de la República, que le hizo ciudadano francés e incluso miembro de la Convención donde se alineó con el partido girondino e hizo gala de sentimientos humanitarios cuando se opuso a la ejecución de Luis XVI y propuso que recibiera asilo en los Estados Unidos. Se hizo así sospechoso para los jacobinos y sufrió persecuciones en la época del Terror; fue encarcelado durante la época de Robespierre (1793-94), momento que aprovechó para escribir su última gran obra, La edad de la razón . En ella defendía los valores de la moral, el humanismo, la fraternidad y la fe en Dios, pero rechazando las religiones reveladas.
Se salvó de la guillotina por el golpe de Estado de Thermidor, que le devolvió la libertad y su puesto de representante en la Convención. Pero tras la llegada de Napoleón al poder, disgustado con la deriva autoritaria y conservadora de la política francesa, abandonó el país. Instalado en los Estados Unidos (1802), se enemistó con la mayoría de los políticos de su tiempo. Según el historiador norteamericano Benjamín Farrington: Los tories ingleses le persiguieron como a un pícaro… En los clubes de Londres se convirtió en moda llevar clavos TP (Tom Paine) en los tacones de sus botas para evidenciar cómo pisoteaban sus principios básicos. Fue proscrito y desterrado y sus libros quemados por el verdugo. Era considerado como un criminal común. En Norteamérica, los caballeros se hicieron eco del odio a Paine y detestarlo llegó a ser signo de respetabilidad.
Todavía rechazado por la burguesía norteamericana como un ateo asqueroso (Theodor Roosevelt), Paine fue célebre en su época por sus escritos y en ello se muestra como un demócrata radical que cuestiona los abusos de la propiedad privada. Se convirtió en el abogado de la redistribución de la renta por medio de los impuestos y de un sistema de retiros pagados a los ancianos por el Estado. Sobre la cuestión del suelo, como cada uno tiene un derecho natural a una parte igual de tierra, Paine, sin abolir la propiedad privada, quiere levantar un impuesto para todas las grandes haciendas. El producto de este impuesto servirá para compensar el perjuicio sufrido por todo ciudadano desprovisto de tierra; a cada uno de estos ciudadanos se le entregará, a la edad de 21 años, un pequeño capital y, a partir de los 50, una renta anual. Paine se sitúa así entre los precursores del Welfare State o Estado del bienestar y de la ideología laborista (François Bedarida)
Se cuestionó radicalmente el credo profesado por la iglesia judía, romana, griega, por la iglesia turca, protestante o de cualquier otra iglesia conocida. Mi mente es mi iglesia. Todas las instituciones eclesiásticas nacionales, ya sean judías, cristianas o turcas, me parecen nada menos que invenciones humanas creadas para horrorizar y esclavizar a la humanidad, y monopolizar el poder y el lucro.
Aunque no existe ninguna evidencia de que fuera masón, Paine también escribió Un ensayo del Origen de la Masonería (1803-1805), sobre la Biblia siendo un mito alegórico describiendo astrología: La religión cristiana es una parodia de la adoración del sol, en la cual se puso a un hombre al que llamaron Cristo en el lugar del sol, y le ofrecieron la adoración que originalmente se ofrecía al sol.
Se describió a sí mismo como deísta, diciendo: ¡Qué diferente es esto a la simple y pura profesión del deísmo! El verdadero deísta tiene una sola deidad; y su religión consiste en contemplar el poder, la sabiduría y la benignidad de la Deidad en sus obras, y en su esfuerzo por imitarlo en toda cuestión moral, científica y mecánica: Yo creo en un Dios y no más; y tengo la esperanza de la felicidad después de esta vida. Creo en la igualdad del hombre, y creo que los deberes religiosos consisten en hacer justicia, amar la misericordia y esforzarse por hacer feliz a nuestro prójimo.
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En su lucha por derrocar las ideas, instituciones e instrumentos precapitalistas, y especialmente feudales, los más revolucionarios representantes de la burguesía tenía que movilizar y dirigir a las masas populares y satisfacerlas, si no con hechos por lo menos de palabra, en sus necesidades más profundas. Y entre ellas, la consigna por la fraternidad de los pueblos y la paz entre naciones era una de las más importantes. Estos altísimos ideales inspiraron sinceramente a los más destacados líderes de Norteamérica, Francia y de otras revoluciones democrático-burguesas.
La esperanza de realizar la hermandad de la humanidad, que se había convertido en nada más que una frase ilusoria y una falsa promesa del cristianismo, penetró las filas revolucionarias y encontró expresión en sus más visionarios representantes. Tom Paine, quien levantó a los colonos norteamericanos para rebelarse contra Inglaterra, orgullosamente hacía suyo este lema: Mi país es el mundo, hacer el bien, mi religión, una suma de frases que se hicieron moneda corriente en medios radicales como el del anarquismo internacional. Paine fue el más avanzado internacionalista de su época. Deportado de Inglaterra por comprometerse en lo que podría llamarse la «organización sindical de izquierda» de los empleados estatales más bajos.
¿Cuáles eran las terribles ideas de Paine? Enseñó que los colonos norteamericanos tenían el derecho a ser libres e independientes de la Gran Bretaña; que una nación tiene derecho a escoger una forma republicana de gobierno en vez de una monárquica; que todo el poder político proviene y reside en la gente común. Con estos criterios se ganó el odio imperecedero de los tories. La animadversión y las pasiones políticas contra Tom Paine aún no han muerto en nuestros días.
En este sentido es instructivo observar cómo los términos cambian su carácter con el tiempo. En los heroicos días de la primera Revolución Norteamericana, Tom Paine fue condenado por ser «demócrata» y republicano». Estos términos tenían entonces una connotación equivalente a la que los representantes de la reacción le dan hoy a designaciones tales como «comunista», «anarquista» o «bolivariano». Ser demócrata significaba estar con los derechos revolucionarios de las masas, en contra los privilegios de las clases dominantes. En aquel entonces, ser «republicano» significaba estar por un gobierno! parlamentario elegido por el pueblo contra las tradicionales monarquías u oligarquías hereditarias.
Como ya dijera Kart Marx, la burguesía liberal abandonó los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad por los de Artillería, Caballería e Infantería o sea cambio la razón por la fuerza.